Desde enero que he vivido dos tipos de aislamiento. Me fui el 4 de enero a trabajar a la Antártica. Allá estuve encerrada por dos meses en la isla Fray Jorge y luego viajé a Santiago para hacer cuarentena por el coronavirus. Son distintos. El primero me gustó mucho más.
En la Antártica uno conoce a muchas personas. Tuve que convivir con distintos científicos, investigadores y trabajadores de logística. Por la casa pasaron cerca de 200 personas. Con todas hablaba e intercambiaba experiencias. Estabas en el fin del mundo, sin posibilidad de ir a otra parte, pero era más llevadero. Esta cuarentena es más personal, más aburrida. Cuando me avisaron que tenía que volver a Santiago yo no quería hacerlo.
Al comandante de puerto le sorprendió mi presencia. Decía que le costaba acostumbrarse a ver a una mujer tan joven en un puesto de esa naturaleza. A otros les chocaba verme como una patrona.
A la base llegó un turista con síntomas de coronavirus. Un día arribó un crucero y bajaron a una persona sospechosa de portar Covid-19 para llevársela a Punta Arenas. Nos reunieron a todos, nos explicaron las medidas de prevención y que teníamos que hacer cuarentena. Lo principal era no tener contacto con la gente que estuvo junto al turista. Al final resultó que tenía influenza.
Yo era como una especie de Uber marino. Mi trabajo consistía en acompañar a los investigadores en un bote por el agua. Postulé a un trabajo de patrón de nave en el Instituto Antártico Chileno y quedé después de un año. Siempre fue mi sueño llegar a ese punto. Estar tan al sur te llena de magia. Estudié Ingeniería en Expedición y Ecoturismo y luego me fui especializando en navegación.
Lo que más me llamó la atención fueron unos científicos que estudiaban fecas de focas y pingüinos. No recuerdo bien para qué servía esa investigación. Uno va aprendiendo muchas cosas distintas. Vi gente que llevaba 20 años viajando a ese lugar para estudiar algas y a otros que buscaban restos de tierra en glaciares.
Estoy aprovechando el tiempo para conocerme. Para este año tenía muchos planes que se cancelaron por la emergencia. Hay amigos y familiares que no veo desde diciembre, pero afortunadamente estoy haciendo cuarentena junto a mis padres en Pirque. Le pedí a mi papá que me enseñe a usar sus herramientas y a soldar. Ya llevo varios muebles creados.