¿Cuál era el sueño de los sofistas? Mariano Sigman tuvo la idea de preguntárselo a Chat GPT después de sostener una conversación con un amigo filósofo, el también argentino Santiago Gerchunoff. “No se limitaba a un solo sueño compartido, ya que los sofistas eran diversos en sus enseñanzas y enfoques. Sin embargo, uno de los aspectos comunes fue su énfasis en la retórica”, dice Sigman leyendo de sus apuntes, citando la respuesta de la IA. “Fijate qué interesante”, apunta el neurocientífico argentino. “Porque ya entiende que quizás no pueda definirse cuál era el sueño porque tenía muchos sueños distintos. Para mí esto muestra que es alguien con quien realmente estás teniendo una conversación que puede llegar a lugares interesantes”. Sigman le envió la respuesta al filósofo y éste le retrucó con un chiste. “El sueño de los sofistas era entregar virtud a cambio de dinero”. Sigman le transmitió la respuesta al chat. “Gracias”, comienza a escribir. “Mi amigo filósofo, que tiene un espíritu ácido, crítico, me dice esto. ¿Cómo le contestarías tú si suponemos que en su respuesta había algo de humor y provocación y queremos seguir en ese juego?”. La respuesta de Chat GPT: “Bueno, entonces le diría: tiene sentido, los sofistas eran los verdaderos pioneros de los cursos de autoayuda y desarrollo personal. Virtud por dinero ¿quién no compraría eso hoy en día?”.
“Me parece espectacular”, comenta Mariano Sigman desde Madrid, donde se ha conectado para hablar de su nuevo libro. “Cuando tienes ese tipo de conversación es muy difícil no pensar que el otro ente es alguien que está pensando”.
Escrito en coautoría con el economista, emprendedor y especialista en tecnología Santiago Bilinkis, “Artificial: La Nueva Inteligencia y el contorno de lo Humano” es un completo ensayo que recorre la historia de la Inteligencia Artificial y desentraña sus mecanismos, antes de enfrentar y reflexionar sobre los desafíos que plantea hoy para una humanidad que frente al tema parece dividirse entre apocalípticos y entusiastas.
Nacido y formado en Buenos Aires y especializado luego en Nueva York y París, Sigman ha emprendido una carrera brillante que, entre otras cosas, lo llevó a ser uno de los directores del Human Brain Project, el ambicioso programa emprendido por los países de la Unión Europea desde 2013 hasta este año para generar las condiciones y generar la infraestructura necesaria para comprender más profundamente la estructura y funciones del cerebro humano. La comunicación humana y el lenguaje ha sido una de sus áreas de especialización, y él mismo se ha convertido en un divulgador best seller con títulos como “La vida secreta de la mente” (2016) y el más reciente “El poder de las palabras” (2022). Este último título está en la génesis de “Artificial”: el impacto de la revolución de Chat GPT le hizo irresistible la idea de agregar un capítulo sobre cómo conversar con una Inteligencia Artificial. Pero el tema -y el momento- claramente daba para mucho más: la IA está en boca de todo el mundo.
“Una cosa es que algo se hable mucho y otra cosa es que se hable bien”, advierte Sigman. “La inteligencia artificial es un buen ejemplo de que estas dos cosas no tienen porqué estar alineadas. Hay una especie de exceso de información, de noticias de todo tipo, y al mismo tiempo hay creo que una comunicación bastante poco efectiva, que tiene que ver justamente con que este es un tema que se ha vuelto muy pasional, por algunas razones comprensibles.
Es justamente lo que está en la raíz de su último libro. “Es una conversación, en el buen sentido, desapasionada, muy humana, ni tecnofóbica ni tecno optimista, que trata de no tener militancias, sino de entender algo que nos incumbe, y que además es profundamente humano”. Le preocupa, dice, esta resistencia que ha percibido como pensando que la Inteligencia Artificial está en oposición a lo humano. “Y creo que esa reacción es muy mala, en el sentido de que no nos va a llevar a buen puerto”.
-Ustedes apuntan a que la palabra “artificial” implica una obra humana…
-Sí, porque “artificial” tiene muchas acepciones. La primera justamente es por oposición a lo natural, entonces hay una idea, una intuición que todos tenemos, de que hay algo sensible en la vida, en la vida biológica, en la vida de una persona, en la vida de un gato, en la vida de una planta, y esa sensibilidad no irradia aquellas cosas que no forman parte de la naturaleza biológica. Mientras más entendemos la ciencia, entendemos que esas cosas están relacionadas por todos lados, digamos, para empezar el planeta al que vivimos, digamos, el planeta al que vivimos es geológico, de minerales y de gases, pero esos minerales y esos gases forman parte de un sustrato que es el hogar de la vida. Entonces si no aprendemos la relación entre la vida y la materia andamos un poco mal. Segundo, para ir a cosas más lejanas y distantes, nosotros somos polvos de estrellas, y esa mirada justamente muchas veces alivia, el entender que la historia humana es un fragmento muy pequeño en la historia del Cosmos, como lo decía Carl Sagan.
“Y de hecho la Inteligencia Artificial tiene algún vínculo con esto porque justamente empieza en esa pregunta de si acaso nosotros somos tan esenciales o no en el universo”, agrega. “Se preguntaban si acaso la mente humana puede ser emulable o sólo puede funcionar en un cerebro humano; si las decisiones que tomamos, las ideas que tenemos, las cosas que recordamos, acaso pueden darse en un sustrato que no sea el de carne y hueso y células y vísceras del que estamos constituidos. Y esa es una pregunta muy fundamental y tiene que ver justamente en última instancia con preguntar si estamos solos en el universo, como especie. Y estas búsquedas siempre son intrépidas. Es como cuando uno busca algo que luego cuando lo encuentras te da miedo; la búsqueda de la inteligencia artificial tiene eso, fue una búsqueda como muy curiosa, de hacerse estas preguntas, y una vez que lo hemos encontrado… Es como el niño que ve un árbol y lo sube, y no se pregunta nada, y lo sube, lo trepa y de repente mira para abajo y le da como un vértigo atroz. Creo que con la inteligencia artificial ha pasado eso. Y hacemos bien en mirar abajo, es correcto, porque nos puede poner en peligro. Pero la reacción correcta no es entrar en un estado de ira o de pánico, porque eso no va a llevarnos a ningún buen lugar, la buena reacción es pensar dónde estamos, por qué estamos ahí, qué significa, qué es lo mejor que puede pasar con esto, cuáles son los peligros. Esa es la razón de ser del libro”.
-Escriben del “sentido de la extinción”. Está la idea de que tomar las decisiones equivocadas nos puede llevar al fin. La historia de la IA parece ir funcionando como el espíritu de su época…
-Me gusta eso del espíritu de la época; siempre lo pienso como una especie de espejo de lo humano. Mira, el otro día vi una cosa muy bonita con una inteligencia artificial que se llama MidJourney. Una de las cosas que una IA hace con bastante facilidad es convertir el lenguaje en dibujos. Alguien dice: “Hazme una imagen de una persona conduciendo un bus”. Y el resultado es una persona conduciendo un bus, normal, con el volante grande. Luego le dices: hazme a un esquizofrénico conduciendo un bus. Entonces lo que dibuja la IA es una persona como toda desalineada y con una expresión agresiva, intimidante. Y eso por supuesto es un sesgo, porque los esquizofrénicos no son así. Esa es una muy mala representación. Pero eso no es un error de la inteligencia artificial, eso es un error nuestro. Esa inteligencia artificial ha construido la inteligencia a partir de nuestros sesgos. Es un problema al cual la inteligencia artificial puede ayudarnos, porque nos puede devolver nuestros propios estereotipos.
“Aquí es donde para mí radica la paradoja que está en el centro de todo el libro”, agrega después. “La inteligencia artificial se percibe como algo justamente artificioso, lejano, distante, pero en última instancia es algo que desde su génesis hasta sus consecuencias está en la profunda raíz de lo más humano y por eso a mí me interesa. Es un libro donde la reflexión es sobre las pulsiones que nos han llevado a esto, por qué nos interpela, qué puede pasarnos, cómo podemos usarlo para ser mejores. Y también en qué cosas deberíamos estar atentos, digamos, de cómo puede usurpar nuestro tiempo, de cómo puede cambiar nuestro vínculo con el trabajo, con la educación. Es decir, identificar cómo utilizar la herramienta de una manera que saque lo mejor de nosotros y no lo peor de nosotros.
-Lo que nos tiene ahora hablando de IA son los modelos predictivos del lenguaje: es una simulación de inteligencia y humanidad creada a través de las palabras…
-Incluso más preciso: es el lenguaje coloquial, de la conversación. Porque las IA antes también eran mediadas por un lenguaje, pero de programación, muy técnico. Es un poco lo que pasó cuando los libros fueron traducidos de latín a las lenguas románicas: de repente, algo que era para muy pocos, explota, y la cultura se vuelve menester popular. Con la inteligencia artificial eso es lo que pasa: está ahí hace rato, inteligencias muy sofisticadas, hace mucho tiempo, pero no hablaban nuestro idioma. Es como si un día de repente tu perro empieza a hablar, y tú le dices “vamos a pasear”, y te dice “mira, la verdad es que no tengo ganas”. Y ahí te das cuenta de que en realidad, un perro por supuesto tiene una inteligencia muy sofisticada, pero no es una inteligencia conversacional. Y si tú te haces el ejercicio de pensar qué pasaría si de repente empieza a hablar, te das cuenta que podrías compartir un montón de cosas. El lenguaje no es la única ventana a la mente de otra persona, pero es la más efectiva, y nos permite acceder y vincularnos de una manera muy dinámica, muy flexible, y muy asociada justamente a la inteligencia. Lo que pasó con la inteligencia artificial fue tan abrupto como que un día tu perro empiece a hablar. Aún así, esto es lo que es interesante: eso le ha dado todo un revuelo, pero lo cierto es que la mayoría de gente nunca ha interactuado con inteligencia artificial. Y lo cierto es que cuando la gente interactúa con ella, se quitan muchos prejuicios. Por eso es tan importante experimentar uno mismo. Es decir, tú entras a hablar con GPT y te vas a dar cuenta que primero no es ningún demonio. Puede ser que una IA tenga muchos problemas para el mundo y los tiene, pero definitivamente no Chat GPT. También te das cuenta que comete todo tipo de errores, que no es ningún dios, que no hemos creado un dios. Es algo que tiene una capacidad de generar conversación de una manera que es bastante sorprendente y llamativa, y que en algunos trabajos puede ser muy útil, y también puede poner algunos trabajos en cuestión, porque puede automatizar algo que hasta ahora es intrínsecamente humano. Pero justamente acercarnos a la inteligencia artificial le quita este manto de a la vez admiración y pánico, que no es una buena manera de vincularse con nada. Es como cuando te acercas a un ídolo del deporte o de la cultura, y te intimida, y cualquier cosa que te diga no va a estar a la altura de ese dios. Y todos estos errores vienen justamente de algo que va junto, que es por un lado la admiración, pero por otro lado el gran temor. Y eso pasa un poquito con la IA. Tendríamos que quitarle el estatus de celebridad y verla como lo que es: algo más mundano, a lo que tenemos derecho a acercarnos sin tanta admiración ni tampoco tanto temor.
-Quizás lo humano tiene que ver más con su capacidad de equivocarse, más que con su aparente perfección, ¿no?
-Bueno, sin duda eso la vuelve más empática. Te doy un ejemplo. Cuando un niño pequeño dice “yo sabo”, es muy bonito porque es un error que revela inteligencia. Muestra que ha desarrollado una capacidad de razonar y de inducir y de deducir. Un poquito parecido pasa con las soluciones de IA.
Escucha aquí la entrevista a Mariano Sigman en “Crónica Estéreo”, el podcast diario de La Tercera
FICHA LIBRO
“Artificial: La Nueva Inteligencia y el Contorno de lo Humano” Mariano Sigman y Santiago Bilinkis
Editorial Debate, 2023
227 páginas