¿Se siente amordazado aquí?

Mario Desbordes lleva dos meses instalado como ministro de Defensa, cargo que le ofreció el Presidente cuando ya estaba convertido en la figura del Apruebo dentro de la derecha, y la tradición indica que en esta cartera se habla poco de política.

“No, nunca estuvo sobre la mesa que yo tenía que quedarme callado en todo”, dice el ministro, y cuenta que el Presidente hasta lo ha felicitado por sus entrevistas. De retos, nada. Hasta ahora.

Dice Desbordes que manejar la Defensa es una tarea “preciosa” y que sacarla adelante es su principal preocupación. Pero el momento político está tan intenso que parece no resistir una empaquetadura tan rígida. Al rato se saca la chaqueta, se suelta el nudo de la corbata y se larga a hablar de por qué cree que tiene que haber una nueva Constitución.

El fin de semana pasado usted de alguna manera triunfó en el consejo general de RN, que optó por postergar las elecciones internas, como era su posición. ¿Conversó con el Presidente después?

Por supuesto, él estaba pendiente de lo que pasaba dentro del partido. Él quería saber cómo quedaron las cosas, cómo se proyectaba eso en lo que viene.

Quedó muy expuesta la relación tensa que mantiene con Carlos Larraín, con quien compartía la mesa directiva de RN. Usted fue su secretario general.

La relación está tensa hace muchos años, pero es una cosa natural, porque tenemos visiones distintas. Él prefiere un partido chico y ordenado, y ojalá con 12 diputados. A mí me gusta un partido grande y diverso, son enfoques distintos. Yo respeto el suyo, a él le cuesta más respetar el mío, y luego ha dicho esto que el partido se ha ido a la izquierda porque no comparte cosas que hemos planteado en los últimos meses, con una visión social que no es la que él tiene, con propuestas que él siente que son de izquierda, pero que para cualquier partido de centroderecha europea son la base.

¿Cómo definiría a la derecha que usted representa?

Me siento de derecha, sin apellidos. Pero una centroderecha moderada, dialogante, con vocación social, fuerte, que no le tiene miedo a ciertos conceptos como la solidaridad. Yo soy gran admirador de Angela Merkel, de Pablo Casado (...). Ahora, que haya gente que le guste o siga a rajatabla a Milton Friedman, está bien. Que haya gente que sienta que la economía tiene que ser solo de mercado, está bien, yo creo que tiene que ser social de mercado, pero ambas posiciones son compatibles dentro de un arco amplio que existe en la centroderecha.

¿Y siente que usted ha ido girando en su posición dentro de la derecha?

No, yo no he cambiado de opinión. Los que me conocen saben que siempre he pensando lo mismo.

¿Y cómo está su relación con el ministro Andrés Allamand?

No hemos tenido nunca más una diferencia, no estamos enemistados.

Hay un sector que dice que usted después del estallido social se desbandó...

Esas son las personas que tratan de descalificar y chaquetear, pero los que me conocen saben que nunca he planteado cosas distintas a las que digo ahora. Y se puede estar en una derecha y tener posiciones distintas también frente al plebiscito. Habemos muchas personas de derecha que estamos por el Apruebo y entendemos este proceso de una manera distinta a la que están por el Rechazo, pero eso no significa que no seamos del mismo sector y queramos lo mejor para Chile.

¿Por qué es importante para usted que gane el Apruebo?

Los ministros nos comprometimos con el Presidente a no hacer campaña por ninguna opción, y explayarse se transforma en hacer campaña. Pero yo ya he dicho que estoy por el Apruebo. El 37% de RN el año 2016, en un estudio de Stephanie Alenda, dijo que estaba por una nueva Constitución. No es algo raro en RN. Ahora, estoy por el Apruebo porque creo esta Constitución ha sido extraordinariamente positiva, pero sí siento que existe un interés mayoritario en un cambio constitucional.

Los países necesitan tener un paraguas común(…). Yo siento que la Constitución hoy día no es reconocida como propia por la mayoría de los chilenos y eso es un factor muy negativo. ¿Tiene cosas buenas la Constitución? Por supuesto, y también hay otras cosas que a mí no me gustan en esta Constitución.

¿Como qué?

No voy a entrar en los detalles, porque ya me salgo del marco que me planteó el Presidente.

Foto: Ministerio de Defensa

No tengo miedo de que en el próximo proceso constituyente esté lleno de barbudos de boina negra, con AK47, como han querido hacer una caricatura. Va a haber gente razonable.

Pero el Presidente ha dicho que hablen de contenido...

Un solo ejemplo. Soy defensor del concepto amplio de subsidiariedad, pero en serio. La Constitución no define la subsidiariedad, pero las pocas cosas que la aluden está en sentido negativo. Y yo los invito a ver los libros del Instituto del Estadio de la Sociedad (IES), que es la escuela que a mí me gusta y ojalá pudiéramos tomar mucho de lo que ellos plantean, donde se analiza desde la perspectiva nuestra el verdadero principio de subsidiariedad.

Los críticos del Estado subsidiario dicen que, en el fondo, la Constitución está atravesada completamente por este concepto.

Pero subsidiario en negativo. ¿Cuál es la diferencia? Que el negativo es solo una parte del principio de subsidiariedad: el Estado debe hacer solo aquello que los privados no quieran o no puedan hacer. Esa es la única arista del principio de subsidiariedad que ampara la concepción que nos plantea la Constitución del 80. Pero es mucho más amplio que eso. Volviendo atrás, el hecho de tener un paraguas colectivo ya hace un cambio importante. Yo no defiendo la Constitución que haya firmado Pedro, Juan o Diego, que es el segundo problema. Y tercero, no le tengo miedo a la democracia. No tengo miedo de que en el próximo proceso constituyente esté lleno de barbudos de boina negra, con AK47, como han querido hacer una caricatura. Va a haber gente razonable. No es cierto que haya hoja en blanco. Claramente lo que tenemos por delante es un proceso constituyente con un marco bien claro. Por lo tanto, creo que este proceso nos va a llevar, si es que gana el Apruebo, a una Constitución moderna, respetada, aceptada por todos nosotros. Y que va a contener buena parte de todo lo que se ha construido en términos constitucionales en los 200 años que tiene Chile.

¿Y qué responde a aquellos que dicen que aquí se está generando una ilusión tremenda respecto de la nueva Constitución?

Esa es una caricatura y eso es pensar que la gente es tonta. Es triste cuando uno hace política partiendo de la base de que uno está en un pedestal y la gente no entiende nada. El ciudadano chileno es capaz, inteligente, no es nada de tonto. Sabe perfectamente que las cosas no se van a arreglar con una nueva Constitución. Por otro lado, me cuesta entender que de una misma boca salga que la Constitución no te va a arreglar ningún problema, y que esa misma persona, renglón seguido, dice no puedes cambiar la Constitución, porque si cambias la Constitución se va todo abajo.

¿Le gustaría una Constitución minimalista?

No. Era la opción que planteó en su minuto Evópoli, y le dimos varias vueltas. Pero no, no me gusta esa opción. Pienso en una Constitución que parta por reconocer cuáles son para mí los pilares fundamentales de nuestra sociedad. Somos una república democrática, representativa, sustentada en la democracia, equilibrio de poderes del Estado y luego respecto de cuáles son los valores que queremos promover. Lo primero: el respeto a todos los derechos consagrados en la creación universal de los derechos humanos; derecho a la vida, la libertad, la libre expresión, libre asociación, etcétera, que están en esta Constitución. El derecho a la propiedad, que está también en la declaración universal de los derechos humanos. Y así sucesivamente.

¿Y de los derechos sociales?

Los derechos sociales no tengo ningún problema en los términos en que están. Está garantizado el derecho a la educación, a la salud, a vivir en un medioambiente libre de contaminación, está garantizada la igualdad de derechos... O sea, ¿qué te falta agregarle a ese catálogo? Cosas específicas. Vivienda, por ejemplo, a la salud algunos le quieren agregar detalles.

Si están la mayoría garantizados ya, ¿por qué el temor de esto de ir a judicializar todo?

Es que ese es el otro punto. Una cosa es que estén enunciados y otra cosa es que, además, se establezca el derecho a exigirlos. Entonces, creo que una Constitución bolivariana llena de derechos que jamás te los van a poder garantizar en un país subdesarrollado o en vías de desarrollo es un engaño a la gente. Y ahí sí comparto la tesis de qué cosas pueden ser un engaño. ¿La Constitución te va a garantizar una vivienda digna? Chuta, y ¿qué es una vivienda digna? ¿Va a ser la Corte de Apelaciones la que va a definir eso? Entonces, claro, el temor de algunos es justificado de pasar a una la guerra judicial que puede obligar al Fisco a una suerte de montaña rusa de exigencias que no son abordables por ninguna nación como la nuestra. Y obviamente me interesaría, si es que no está desarrollado, al menos que el enunciado de un principio de subsidiariedad sea amplio, en positivo. Y no tengo miedo a que se plantee también la solidaridad.

Uno de los aspectos que quedaron abiertos en el acuerdo del 15 de noviembre, en el cual usted participó, es si el texto constitucional se tiene que aprobar por 2/3 completo o solo basta por cada norma. El ministro del Interior planteó que se tienen que aprobar el reglamento, los artículos y el documento final con ese quórum.

Esa es una definición que tiene que hacer la constituyente.

¿Para usted no está claro?

Yo esperaría que fuera así. Artículo por artículo, marco general y lo final. Yo espero que así sea, pero no podemos, yo creo, no soy partidario de que le impongamos.... El órgano constituyente tiene que dictarse un reglamento de funcionamiento y ahí es donde se va a discutir. Ese reglamento también requiere consensos. Y yo confío en que vamos a tener un proceso constituyente en donde participen personas con ánimo constructivo, democrático y conscientes de la importancia que va a tener.

<b>¿Usted comparte lo que dijo el ministro Pérez sobre que el legado del Presidente será el plebiscito?</b>

El camino institucional es gracias al Presidente Sebastián Piñera, fue la persona que nos convocó el 12 de noviembre a buscar una salida política, pudiendo haber decretado estado de emergencia. Él es el que nos convocó al diálogo. Mucha gente el 12 de noviembre decía que Piñera no dijo nada en el discurso de esa noche, y eso es muy injusto, porque fue él quien llamó a una salida política juntos.

Pero no tenía muchas alternativas, el otro camino era cuestionado..

El otro camino era decretar estado de emergencia, como le pedían muchos en mi sector, muchos, muchos. Y sacar los militares a la calle, y que el Congreso estuviera disponible o no para dialogar. Pero el Presidente optó por la vía institucional, por abrir este camino. Que el Presidente no estuviera de acuerdo con hacer o no un plebiscito no quiere decir que no estuviera de acuerdo con que se eligieran constituyentes, que se redactara una nueva Constitución. Son cosas completamente distintas.

La próxima semana se cumple un año del 18 de octubre, ¿cuál es su reflexión sobre la proyección política que ha alcanzado desde entonces?

Eso a veces se hace como crítica o un buen comentario, pero hasta antes de eso era uno de los presidentes de partidos mejor evaluados. No hay duda de que las encuestas demuestran que hay un aumento de la aprobación después del 18 de octubre. Pero no sólo de Mario Desbordes, sino que respecto de los que hablan de que el partido se fue a la izquierda, RN pasa a ser por lejos el partido mejor evaluado de Chile de octubre en adelante, por la gente de centro y de centroderecha, por los que no se identifican con ningún sector político también. ¿Por qué? Porque creo que, en general, conectamos con lo que la gente estaba planteando.

A mí me tocó liderar la conducción justo en ese momento tan complejo y uno tiene que tratar también de imponer un sello. Y la buena evaluación yo la agradezco y la valoro, y obviamente, más allá de lo que pueda ser que a uno le llene el ego, también uno siente una responsabilidad con eso.

¿Siente que se ha mermado su liderazgo estando en Defensa?

No lo sé, pero es que no hice ese análisis cuando le acepté al Presidente el cargo. Si hubiera querido proyectarme en términos de candidatura, habría capitalizado el 10%, como me recomendaban algunos técnicos.

¿Quién le recomendaba eso?

Algunas de las personas que trabajan con asesorías políticas que están detrás, incluso en los centros de estudio, me decían “tú eres el señor 10% de la ciudadanía. Eres el que lideró esta cuestión”. Mis detractores dicen que soy el señor que abrió la puerta. Pero no me arrepiento, porque fue adecuado lo que hicimos. Si hubiera querido hacer eso, capitalizar, porque fue justo después, no me vengo al gobierno.

En ese sentido, en RN hay dirigentes que dicen que usted podría ser una carta para las primarias presidenciales y salir del gabinete para competir. ¿Es una alternativa?

Hay dos cosas que hay que tener en cuenta ahí. Que tenemos buenos líderes en el sector que marcan bien en las encuestas, dos en la UDI, Joaquín Lavin y Evelyn Matthei, a quienes yo quiero mucho y respeto mucho, soy amigo de los dos. En Renovación está el Cote Ossandón, que marca muy bien y que yo confío que a esa altura va a haber dejado atrás el tema judicial. Está Germán Codina, que es un gran liderazgo. Por lo tanto, en primer lugar, hay liderazgos buenos. Y segundo, estoy dedicado full a ser ministro de Defensa. De hecho, cambié completamente las pautas de prensa, las actividades a las que voy. Pudiendo estar en los matinales, he decidido que no; le hemos dado un giro a esto, pensando en qué es lo mejor para el ministerio y para las Fuerzas Armadas.

¿Y si se lo piden en el partido?

No me gustan los hipotéticos. Estoy feliz como ministro de Defensa.

¿Y no le gustaría?

A todo político le gustaría ser candidato presidencial, el que dice lo contrario está mintiendo, pero no estoy trabajando aquí para eso.

El desafío en Defensa

Foto: Ministerio de Defensa

Lleva dos meses en Defensa, ¿qué evaluación hace de este tiempo?

Son meses que para el ministerio se dan en un periodo bien sui generis, para las Fuerzas Armadas también. Porque está la Fuerza Armada en la calle, con un estado de excepción que se ha extendido más que ningún otro en los últimos 40 años. Por lo tanto, tanto para mí como para las Fuerzas Armadas son dos meses atípicos. Para mí, bueno, trabajo nuevo, obligaciones nuevas, tengo jefe, cosa que no tenía, en muchos años y ha sido un trabajo precioso con las Fuerzas Armadas. Como balance, han sido dos meses positivos y en términos legislativos logramos retomar la ley de inteligencia, que era un desafío.

¿En qué se verá reflejado ese cambio a la ley?

El Sistema Nacional de Inteligencia urge, es muy importante porque tenemos déficit en esa área. Los jefes de inteligencia no están obligados a traspasar información, no hay ninguna sanción al que no lo hace. Ahí hay fuentes de información de inteligencia que no están contempladas dentro del sistema. Por ejemplo, la Unidad de Análisis Financiero, Gendarmería, Aduana, que en el proyecto no son instituciones permanentes, sino que son instituciones que colaboran, que entregan información.

Hay una serie de herramientas que se le entregan al director de la Agencia Nacional de inteligencia para realizar mejor su labor y así una serie de otras cosas que creo que son urgentes en un país que está lidiando con una serie de conflictos que hacen urgente tener buena inteligencia. Luego, la carrera militar me parece que es un proyecto necesario. Tenemos hoy día Fuerzas Armadas integradas por personas que se jubilan a los 53, 54 años en la flor de la vida y además con conocimiento muy fresco que nos obliga muchas veces a recontratarlos, porque son además personas con expertise en áreas donde hay pocas otras personas calificadas. Por eso, adaptarnos a la lógica internacional de las carreras militares más extensa es urgente. Tenemos otros proyectos como el de llevar al Código de Procedimiento Penal y lo vamos a ingresar pronto, las garantías procesales que están en la nueva justicia penal, que también me parece que es un proyecto súper interesante. Junto con eso, eso es sólo legislativo. Obviamente que hay una serie proyectos con las Fuerzas Armadas que son para mí importantísimos. Pero el paraguas de todo esto es que logremos reposicionar la idea de que las Fuerzas Armadas son de todos los chilenos. Da lo mismo al partido político, da lo mismo la religión que tú tengas. Las Fuerzas Armadas son de todos nosotros. Y eso para mí es un principio base de la discusión en torno al rol que deben cumplir.

En el proyecto de infraestructura crítica, los militares no van a hacer guardia de seguridad, pero tampoco van a ser carabineros de fuerzas especiales. Tampoco van a ser agente 007 con derecho para matar.

El otro proyecto que se tramita es el que resguarda la infraestructura crítica. ¿Qué tan importante es para usted que salga luego?

El proyecto de infraestructura crítica, tiene un futuro incierto porque hay un sector de la oposición que está discutiendo en un plano que llega a ser surrealista. Porque alegan respecto del proyecto cosas que no están en el proyecto de ley. Este proyecto jamás ha planteado que las Fuerzas Armadas hagan control del orden público, jamás ha planteado que las Fuerzas Armadas quedan exentas de responsabilidad penal a todo evento. Jamás ha planteado muchas cosas que yo escucho en la Comisión de Defensa y ahora en la comisión de Constitución o en la comisión Mixta, porque no son así. Entonces, cuando uno llega a un nivel en la discusión en que uno le pregunta a algunos parlamentarios oiga, ¿en qué parte del proyecto dice que van a ser responsables del orden público? ¿En qué parte del proyecto dicen que se van a hacer cargo las manifestaciones sociales? ¿En qué parte del proyecto dice que hay eximente de responsabilidad penal? ¿Dónde? En ninguna parte.

Entonces uno dice bueno, aquí hay bien pocas posibilidades de dialogar con un sector que no solo no quiere aprobarlo, sino que además está tergiversando completamente el proyecto. Este es un proyecto que busca una solución intermedia, entre la normalidad total y el estado de excepción. Y que permite que las Fuerzas Armadas resguarden determinados lugares físicos que, de ser dañados, provocan estragos en el funcionamiento de una ciudad y, por lo tanto, en una sociedad completa.

Eso es lo único que estamos pidiendo. No es más que eso. Los militares no van a hacer guardia de seguridad, pero tampoco van a ser carabineros de fuerzas especiales. Tampoco van a ser Agente 007 con derecho para matar.