Con el 36% de las intenciones de voto, según una encuesta de Ipsos, Agrupación Nacional está a las puertas de dominar la Asamblea Nacional en las elecciones legislativas francesas. Este domingo es la primera vuelta, y el 7 de julio, la segunda: ese día se conocerá la composición del Parlamento galo, y si Jordan Bardella, el líder del partido de extrema derecha, llega a ser primer ministro, forzando al Presidente Emmanuel Macron a un gobierno de cohabitación.
En entrevista con La Tercera, la eurodiputada Mathilde Androuët, reelecta en las pasadas elecciones europeas, comenta la visión de su partido y lo que harían en caso de ganar el gobierno.
Este segundo mandato de Emmanuel Macron ha estado marcado por su mayoría relativa en la Asamblea, por la reforma de pensiones, las revueltas por la muerte de Nahel, la reforma de migración, entre otras cosas. ¿Cuál es su diagnóstico de la gestión presidencial?
Pienso que podemos hacer un mismo bloque con sus dos mandatos, y lo que confirma es la desconexión de Emmanuel Macron con las aspiraciones del pueblo francés. Nos vendió una Francia más fuerte, más serena frente al futuro, y lo que tenemos es una Francia empobrecida, que gastó mucho, con un déficit récord, que no encuentra su lugar en el mundo. Él ha arruinado nuestras relaciones diplomáticas, tanto en África como en Europa. La verdadera cuestión es saber si Macron ama realmente a los franceses, y creo que los franceses respondieron claro en las elecciones europeas, recordándole que no, que no están satisfechos con lo que ha hecho.
Si Jordan Bardella se convierte en primer ministro, ¿cuáles serán las primeras medidas que adoptaría?
Hay una estrategia de instalación, y desde julio habrá una sesión extraordinaria en la Asamblea para ocuparse de tres grandes problemas que son la angustia de los franceses: bajar el IVA en los productos energéticos, primero, porque hay un verdadero problema de inflación.
El segundo capítulo es la seguridad, porque ha habido una explosión de las agresiones que hay que parar, sobre todo en la escuela, e impondremos el vouvoiement (tratar de usted y no de tú). Además, proteger a los profesores agredidos o amenazados para que puedan hacer el ejercicio jurídico que permita condenar a los alumnos, además de suprimir las ayudas familiares a los padres de hijos que no asistan al colegio, o a los padres de delincuentes.
La tercera urgencia es la inmigración, y tendremos que reflexionar cosas relativas al derecho constitucional, como la suspensión del derecho del suelo y la vuelta a un manejo de las fronteras, nuestras fronteras, porque es imposible recibir a medio millón de extranjeros por año sin tener la capacidad de asimilar, recibirlos, protegiendo también a los franceses. Hay un costo de la inmigración que se puede medir en la seguridad de la calle.
Está también la posibilidad de que Agrupación Nacional obtenga la mayoría relativa en la Asamblea, escenario en el cual Bardella ya advirtió que no quiere ser primer ministro. ¿Qué pasa en ese caso?
La pregunta habría que hacérsela al que creó este bazar, dígase Emmanuel Macron. Eso no le quita a Bardella la misión de reparar las estupideces, esta estupidez institucional de Macron. Él, que se hizo elegir diciendo que era él o el caos, y él mismo ha sido quien lo empeoró y amplificó.
Desde el exterior, normalmente, cuando se habla de Agrupación Nacional y Marine Le Pen, se habla de un partido extremo. ¿Cómo ve esta percepción, tanto en Francia como en el mundo?
Para ser honesta, sufro mucho, ya que recuerdo que pido un reequilibrio de las fuerzas políticas para la serenidad, para la paz política, porque encuentro que el contexto político es muy violento y eso me molesta. Me molesta aún más porque soy madre de tres hijos y quiero ofrecerles un futuro tranquilo y no me considero extremista y, al contrario, sufro el extremismo que he observado en mis estudios, en mi trabajo, por parte de la izquierda y que no oculta que la violencia está autorizada cuando afecta a personas que no piensan como ellos. Cuando defiendo mi nación, defiendo todas las naciones y su derecho a tener un destino propio, una originalidad propia sin atropellar a sus vecinos, porque justamente pienso que la mundialización, la uniformización, crea tensiones. Pienso que Europa tiene vocación de algo más que el sencillo taburete de Estados Unidos, algo más que un mercado de productos chinos, y si hay una vía europea, como existe una vía francesa, es parecido para todos los países.
Una de las propuestas más polémicas de su partido es la prohibición del uso del velo islámico en el espacio público, y Jordan Bardella ya “retardó” la adopción de esta norma, que sería para 2027, en caso de que salga presidente. ¿Qué puede decir al respecto?
Es más prudente esperar hasta 2027. Se trata de una auténtica revolución cultural, claramente sin ninguna alusión al maoísmo, pero en el sentido de que también se trata de una originalidad francesa. Es decir que el laicismo va casi más allá que la simple ley de 1905. Siempre ha habido en Francia una cierta desconfianza hacia el poder religioso, una cierta independencia, y eso para nosotros es histórico. Además, la cuestión del velo plantea también la cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres, porque las limitaciones y esta forma de ocultarse, este pudor público, en última instancia, se impone sólo a las mujeres y nunca a los hombres, y es un signo de la desigualdad. Saca a la luz la diferencia entre hombres y mujeres, y de manera infeliz. Tenemos una visión en la que el laicismo permite dejar las convicciones religiosas en el círculo privado para apaciguar el espacio público.
Entiendo eso, y es lo que pasa en los liceos públicos y escuelas, donde los símbolos religiosos están prohibidos. Pero le pregunto por qué en particular el velo islámico, y no la kipá judía o el colgante de cruz, que sí están prohibidos en la escuela pública.
Es toda una cuestión de discreción, es decir que yo mismo llevo una pequeña cruz, pero a veces no la vemos. No es lo primero que se ve, y en un velo es inmediatamente la afiliación religiosa, se ve una religión antes de ver al individuo, y en Francia estamos muy apegados a esta noción de laicismo. La cuestión es cómo hacer que la religión sea discreta en los espacios públicos, porque esta discreción permite, de hecho, establecer una “especie de igualdad”.
También he visto que se defiende esta medida hablando de un “combate contra el islamismo”. En términos prácticos le pregunto: ¿No es echarle bencina al fuego el prohibir esta expresión, en particular musulmana, y no a las otras creencias?
Por el momento es la más exuberante. No te escondo que si, por ejemplo, todas las comunidades asiáticas comenzaran a vestirse con, no sé qué, saris u otra cosa en el espacio público... sí, nos haríamos la pregunta. Se trata simplemente de una realidad demográfica dentro de Europa. Sí, las primeras poblaciones de inmigrantes son esencialmente musulmanas, pero no es un problema ser musulmán. Lo que plantea un problema es, de hecho, ser proselitista e imponer estos códigos culturales, y especialmente cuando estos códigos contravienen la igualdad entre hombres y mujeres. Entonces sí, ciertamente, no irá bien, pero estos son nuestros códigos.