Cuando Alexis Aguilera llegó a Santiago desde el sur, nunca pensó que iba a ser jefe de vigilantes en el barrio Meiggs. Mientras muestra unas fotos de los paisajes que lo vieron crecer en Longaví, llenos de ríos y bosques, admite otra cosa: tampoco pensó que lo iban a apuntar alguna vez con una pistola.
Aguilera dice que su primer trabajo era ser temporero, cosechando arándanos y frambuesas con su familia. Pero decidió migrar a Santiago. Hizo un curso del OS10 para ser guardia y en 2008 llegó a trabajar en ese oficio a la galería Parma, de Meiggs.
Alexis Aguilera entendió los límites del barrio. El norte era la Alameda. El deslinde opuesto estaba tres cuadras más al sur, en Grajales. Salvador Sanfuentes, la arteria principal que recorre el barrio de lado a lado, era el polo de comercio principal: ahí se venden cosas de estación, como huevos de Pascua en abril, juguetes en Navidad y adornos en octubre, cuando llega Halloween.
Pero Aguilera pronto se dio cuenta de otra cosa: Meiggs, de a poco, se fue poniendo bravo. Los toldos azules se multiplicaron y la gran cantidad de gente generaba inseguridad. El punto de quiebre, dice, llegó con el estallido social.
-Esto, acá, se desordenó. Los chinos salían con chaleco reflectante, con palos, con bates. En varias ocasiones se metieron por Bascuñán a quemar locales. Hasta que un día pillaron a uno en la madrugada con una botella con acelerante.
Ese momento, dice Aguilera, fue crítico. Ahí se dieron cuenta de que había que hacer algo. Junto a los comerciantes de la galería, y otros que se sumaron, inventaron un concepto: asistentes comunitarios. Por iniciativa privada compraron uniformes -que tienen la bandera roja de la República Popular China-, cascos y chalecos antibalas.
Así, crearon un primer cuerpo de 10 guardias. Se dedicaban principalmente a cuidar esta galería y sus alrededores. Pero Aguilera piensa que la situación los empujó a reforzarse aún más.
El trabajo de los guardias hoy, dice, es ser la primera respuesta ante una emergencia en el barrio. Lo que los llevó a esto es una razón sencilla: en un recorrido simple, en distintos días y horarios, es evidente la falta de personal policial en Meiggs. Lo muestra en los chats de su celular. De ahí saca un video.
-Mira esto: este hombre fue testigo de un asalto en Exposición. Quiso defender a la persona a la que le robaban y lo salieron persiguiendo con palos y un machete. Mira el corte que le hicieron en el brazo. Y el hoyo que le dejaron en la espalda.
Otra cosa le afecta aún más: él y su cuerpo tienen que exponerse a cosas que los sobrepasan. Una de esas pasó durante una emergencia en “Meiggs Norte”, como le dice al sector entre Sazié y la Alameda. Hubo una pelea con un ambulante. Ese hombre encañonó a Aguilera con su pistola.
-Mi equipo me defendió. Le dijeron: qué te pasa con el jefe. Andái vendiendo curado, drogado. Y lo sacaron, y se fue. Nunca más volvió, porque uno se gana el respeto en la calle.
Estas cosas pasan, asegura el guardia, por la falta de personal policial en la zona:
-Los carabineros no entran en donde nos movemos. Acá pasan carabineros de la Segunda (comisaría), pero pasan una o dos rondas entre 18.00 y 22.00.
Hasta hoy le da vueltas ese momento en que lo encañonaron. Dice que nunca se imaginó enfrentarse a algo así. Por eso se pregunta en qué minuto se llegó a este punto en Meiggs.
La multiplicación de los toldos
La crisis del barrio Meiggs, según autoridades y comerciantes, comenzó en 2013. Así lo cree Cristián Pizarro, director de la Asociación de Desarrollo de Barrio Meiggs (ADBM), una alianza de 40 empresarios -entre chinos, chilenos e indios- dueños de edificios comerciales en Meiggs.
Pizarro explica que este gremio nació para combatir los toldos azules que estaban apareciendo en el barrio. Por eso, junto al Instituto de Estudios Urbanos de la PUC, levantaron un análisis de lo que estaba pasando en Meiggs. Como una tesis para explicar la génesis de los toldos azules que, ahora, Pizarro comparte.
-Los primeros toldos los importó un chileno de la calle San Alfonso en 2012. Él vendía cosas para hacer camping. Ahí, la gente que tenía pañitos dijo: qué útil. Esto me sirve para protegerme del calor. Pero luego se trajeron una silla, una mesa, y así se fueron instalando de forma permanente.
Esto coincidió con otro hito, dice Kevin Díaz, director de Seguridad de Santiago.
-Ese año fue un punto de inflexión. Ahí empezó un crecimiento explosivo de la población de nuestra comuna: pasamos de tener 300 mil habitantes, a 420 mil el 2018. Hoy, estimamos que viven 530 mil personas en Santiago.
Díaz aporta otro dato: la composición demográfica de Santiago cambió. “Hoy el 42% de la población nuestra es migrante”. Díaz dice que estos extranjeros, al enfrentar un proceso lento de regularización, y ante la falta de oportunidades, decidieron trabajar en el comercio ambulante.
Otro punto clave de la explosión del comercio ambulante en el centro de la capital es el edificio de la Estación Central: el centro comercial que alberga el Metro y la Plaza Argentina ha sido un foco de enfrentamientos entre ambulantes y carabineros hace años.
El alcalde de Estación Central, Felipe Muñoz (Ind.-FA), tiene un diagnóstico. Pero antes quiere aclarar algo: Meiggs nunca ha pertenecido a Estación Central. No obstante, entiende lo que ocurre en esa zona adyacente.
Muñoz explica que en el casco histórico de su comuna, a cuadras de Meiggs, está la Estación Central, el Metro homónimo, cuatro terminales de buses, la Usach y cuatro clínicas. Pasan, según sus cifras, 14 mil personas cada noche por ahí.
Pero también detalla otra cosa.
-Debido a una mala gestión de la administración anterior se entregaron permisos de edificación para estos megaedificios. Se construyeron más de 100 edificios en cinco años. Pasamos, en cinco años, de tener una población de 120 mil habitantes a 215 mil, según el INE.
Muñoz cree lo mismo que Díaz: buena parte de los nuevos habitantes de ambas comunas se dedican al comercio irregular. Tanto Meiggs como el sector de la Estación Central eran una buena alternativa para eso. Según Díaz, el ingreso de un informal puede ascender al millón 200 mil pesos al mes.
Sergio Morales, coordinador de Seguridad y Comercio Ilícito de la CNC, también ha estudiado el comercio ambulante. Dice que el vendedor ambulante en Meiggs, en un 42% de los casos, es un migrante irregular o en proceso de regularización. El resto son chilenos. De ese total, el 59% son mujeres, que tienen entre 29 y 40 años.
Pizarro añade que el fenómeno de los toldos creció explosivamente después de la pandemia.
-Pasaron de estar casi exclusivamente en la calle Salvador Sanfuentes, a expandirse hacia Conferencia, San Alfonso y Bascuñán Guerrero. Y no solo eso: empezaron a usar las calzadas, impidiendo el paso de los automóviles, perturbando el tráfico y la circulación en el barrio.
Kevin Díaz explica que no todos los toldos azules son irregulares. “Se ponen al lado de los regulares y se van camuflando”, explica. Pero lamenta que hay algo pasando debajo: un mercado basado en la extorsión y la pelea por los espacios.
Sergio Morales tiene identificado el fenómeno.
-Los toldos azules están muy relacionados al crimen organizado. Ya no se trata de la persona que pone su manta para vender. Acá hay una logística de arrendamiento de espacios, de pagar por seguridad entre ellos mismos, de avisar cuando van a fiscalizar y que le cuiden el lugar para ir a vender al día siguiente.
Morales continúa su explicación.
-Estas son varias bandas lideradas en un porcentaje considerable por extranjeros. Se dedican a la venta de productos robados, de contrabando o falsificados. Por ejemplo, los medicamentos que se venden ahí son robados de camiones o de bodegas. O los cigarrillos, que son traídos de Paraguay y Bolivia. Cuando ya tienen la mercadería, hay grupos que confeccionan los carros donde se venden, capacitan a los vendedores y luego cobran un porcentaje de estas ventas.
Cristián Pizarro dice que, según lo que indagaron, el arriendo del lugar de un toldo puede variar entre los 20 mil y los 100 mil pesos el día, dependiendo de lo rentable del lugar donde se ubique.
-El problema es que empieza a haber disputas -dice Pizarro-. Si el que arrienda dice, oye, me están cobrando muy caro. Peleemos el espacio, no paguemos más. Y disputemos el espacio con otro clan. Ahí empiezan las peleas, incluso con armas blancas o de fuego.
Estas disputas se suman a otro factor, explica Kevin Díaz. La falta de control en el período de la pospandemia, además de la situación económica del país, hizo que los toldos se expandieran mucho más allá. El estudio de la Católica muestra lo mismo: para 2022, toda la calzada de la calle San Alfonso estaba tomada por toldos azules, que cortaron el tránsito permanentemente.
En cinco años, los toldos se habían apoderado de 10 cuadras en el barrio.
Huir del fuego
Ricardo Naser, segunda generación de comerciantes del sector, está seguro de algo: en Meiggs ya nadie se soporta.
-El comercio ambulante baja las ventas y la plusvalía de todo el barrio. Esto genera roces entre los ambulantes y los comerciantes chinos.
Naser agrega que parte de la culpa del desorden del barrio también es de los chinos.
-Algunos no dan boleta ni factura, porque no están ni ahí con Chile. Les gusta la plata y la mandan para afuera. Les da lo mismo lo que pase en el espacio público.
Esto, dice Naser, se suma al poco cuidado de algunos comerciantes chinos al dejar basura apilada en las calles. De todas formas, afirma Cristián Pizarro, para la comunidad china en Chile, Meiggs es un punto esencial: de los 15 mil chinos que viven en el país, tres mil habitan en el barrio a diario.
Lo otro que alerta Pizarro es la cifra negra de denuncias. Los locatarios chinos muchas veces prefieren no denunciar los robos por miedo a represalias. Por esto también se aburrieron, dice el mismo dirigente. Algunos se están yendo del barrio.
Pizarro indica que ya son 100 los chinos que han migrado, preferentemente a México. Otros, al ver poco rentable el negocio en Meiggs, están incursionando en el negocio inmobiliario, construyendo stripcenters en el sector oriente de Santiago.
Naser también se fue. En enero del año pasado, la cocinilla de un ambulante quemó un toldo que estaba al frente de uno de sus locales en Salvador Sanfuentes. Para ese punto, ya había decidido marcharse del barrio. Se cansó de la falta de regulación.
Un año después de la partida de Naser, el problema sigue así. Pero ahora no fue un toldo quemado, sino que todo un árbol navideño.
La ventana rota
-Hay una teoría sociológica que se llama la ventana rota -cuenta Felipe Muñoz-. Dice que si el Estado está ausente en un lugar, y permites incivilidades, como que el comerciante viva en la calle, orine, bote aceite y basura, el siguiente paso es la comisión de delitos.
El edil aporta otro dato: en el sector de la Alameda, en ocho cuadras a la redonda, se produce el 65% de los delitos de su comuna.
Díaz aporta en la misma línea.
-Tenemos la estadística de los delitos cometidos en el barrio Meiggs. La curva, desde 2013, solo va en ascenso, con un peak muy alto en 2019, con 1.250 delitos sólo en ese barrio.
Según señalan en Carabineros, los delitos más recurrentes en este sector son el robo por sorpresa, robo con intimidación y los robos de accesorios de vehículos, principalmente espejos. Asimismo, entre el 2022 y el 2023, los robos con fuerza disminuyeron de 867 a 749. Eso sí, los detenidos por Delitos de Mayor Connotación Social aumentaron: van 304 en lo que va del año.
El problema es que los municipios tampoco estaban preparados para enfrentar esta explosión demográfica.
-Tenemos menos carabineros que antes del estallido social. Antes del estallido había 187 en la 21 Comisaría, y cerca de 98 en la subcomisaría. Pero ahora tenemos un 30% menos - dice Muñoz, aunque resalta que aumentó la dotación de guardias comunales de ocho a 53.
Díaz dice algo parecido: aunque no puede revelar la cifra exacta, cuenta que no alcanzan.
-Es que piensa: si nos ocupamos de Meiggs, tenemos que descuidar otras zonas. Eso nos pasó el año pasado.
El punto crítico al que hace alusión Díaz fue el 1 de mayo del 2022: ese día, 11 cuidadores de los toldos azules sacaron pistolas para enfrentarse con manifestantes de una marcha por el Día del Trabajador. La bala de uno de ellos, disparada desde San Alfonso, mató a la periodista Francisca Sandoval.
Luego de eso, la crisis de Meiggs se volvió evidente.
Entre mayo y agosto del 2022 hicieron la intervención más grande en el barrio, dice Díaz, con 200 carabineros y 40 inspectores. Resultados hubo. Desde marzo del 2022 han incautado más de 400 carros con comida. Pero eso no resuelve la situación.
-El copamiento solo funciona mientras estamos presentes. Cuando nos vamos, el mismo ambulante se pone al día siguiente.
Lo mismo cree Alexis Aguilera.
-Los procedimientos que hacen son para la tele.