Michel Desmurget: “Dejar que un niño de dos o tres años se atiborre de pantallas es una forma de abuso, y el Estado debe actuar”

El científico francés, que acaba de publicar Más Libros y Menos Pantallas, aborda el "desastre sanitario" que la recreación digital está produciendo entre niños y adolescentes de distintas latitudes. El único antídoto, a su juicio, es la lectura.


Llámenlo anticuado o alarmista, pero Michel Desmurget tiene muy claro que la invasión de pantallas digitales con funciones recreativas está creando una catástrofe en el desarrollo intelectual de niños y adolescentes. Nada menos que una crisis sanitaria, frente a lo cual la lectura es un arma irreemplazable, como él mismo propone en su última publicación: Más libros y menos pantallas. Cómo acabar con los cretinos digitales.

Por eso, este doctor en neurociencia y director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia aplaudió la creación en su país, en enero pasado, de una comisión de expertos abocada al tema. La “Comisión pantallas”, como la llamaron, acaba de entregar un reporte de 130 páginas que alerta sobre “la realidad de la hiperconexión que viven los niños” y sobre “las consecuencias para su salud, su desarrollo y su futuro”, así como para el futuro de “nuestra sociedad y nuestra civilización”.

Desmurget, que ha impulsado este tipo de iniciativas en el debate público, celebra que el primer ministro francés, Gabriel Attal, haya declarado recientemente que las pantallas son “un desastre sanitario, educativo y de seguridad”. Porque, a su juicio, “es absolutamente escandaloso que en Europa los niños todavía puedan acceder a sitios pornográficos con un solo clic”, o que “puedan comprar juegos hiperviolentos, como Grand Theft Auto o Call of Duty”. Y es indignante, plantea vía Zoom, “que las grandes corporaciones, Meta, TikTok y similares, no rindan cuentas por los problemas de ciberacoso”.

Usted describe una situación catastrófica respecto de la lectura frente a la recreación digital. ¿Cómo ve el futuro?

Si me hubiera preguntado hace seis meses o un año, habría sido mucho más pesimista. Me gustaría decir que los gobiernos están comenzando a entender que hay un impacto, no solo en los niños, sino en la comunidad. Por mucho tiempo se creyó que se necesitaba entre el 5% y el 10% de las personas “inteligentes” para dirigir la economía y que el resto vendría por añadidura, pero nos dimos cuenta de que no es en absoluto así. Vemos que el desarrollo económico, el PIB, etc., dependen del nivel medio de educación y de la inteligencia general de la población. Y así, nos vamos dando cuenta de que el nivel educativo de nuestros niños, especialmente en lectura, se ha vuelto tan bajo que está empezando a representar un peligro económico para nuestros países. Entre el momento en que nos convirtamos en un país intelectualmente subdesarrollado y el momento en que nos convirtamos en un país económicamente subdesarrollado no va a pasar mucho tiempo.

Por ahora, todavía podemos ocultar los problemas, pero no va a durar. Hay una evidente disminución de la inteligencia de nuestros hijos, especialmente de su inteligencia verbal, en su capacidad de lectura, de comprensión, también en sus resultados, sobre todo en comparación con los países asiáticos. Y si seguimos así, nuestras habilidades económicas colapsarán.

¿Qué les pide a las autoridades de su país?

Les pido dos cosas. En primer lugar, necesitamos información un poco más honesta. Esto es como todos los problemas importantes de salud pública. TikTok, los videojuegos, todo eso genera mucho dinero para algunos, y sabemos desde los años 60, con la industria tabacalera, que es difícil obtener información honesta y sincera sobre los problemas de salud pública que involucran grandes sumas de dinero.

Asimismo, hay muchas cosas que estructuran positivamente el cerebro -la música, los deportes, el arte-, pero no he encontrado nada en la literatura especializada que tenga un impacto tan profundo, duradero y extendido como la lectura. Hay muchos estudios que demuestran que cuando hablamos con los niños, cuando les leemos cuentos, se desarrolla su lenguaje, se impulsa su éxito académico, hay un impacto en su regulación emocional. Y cuando se lo decimos a los padres, cuando les informamos, especialmente a los padres de entornos desfavorecidos, tiene un impacto extremadamente positivo. Por lo tanto, espero que los gobiernos informen honestamente a la gente por qué necesitamos leer y cuál es el impacto negativo de las pantallas. Pero me parece que es algo que está llegando.

Se lee en el libro que los estudiantes chinos del primer ciclo secundario “dejan en ridículo a sus compañeros no asiáticos en unas proporciones asombrosas”. Tal superioridad, agrega, es fruto “de decisiones políticas drásticas y autoritarias” (como la estricta regulación del uso de dispositivos) y, como demuestra el rendimiento de los menores chinos emigrados a otros países, “de la persistencia de valores culturales anclados en el rigor, la excelencia, el trabajo y el éxito académico”. ¿Está pensando en regular los usos digitales recreativos como en China, gobernada por un régimen autoritario?

La pregunta suele formularse así, pero en China el actor principal son las familias. Si usted toma a una pareja china que se va a vivir a Estados Unidos o Australia, sus hijos van a tener la misma superioridad académica frente a los estadounidenses o los australianos que en el país de origen. Ahora, es posible considerar el asunto de otra manera. Como sucedió en Taiwán, si tengo un hijo que comienza a llorar en la calle y le doy una bofetada, se considerará un abuso, con razón, y el gobierno actuará. Pero dejar que un niño de dos o tres años se atiborre de pantallas es también una forma de abuso. Y el Estado debe actuar, al menos informando, y no me indignaré en absoluto si toma medidas para proteger a los niños. Si yo quisiera darle cocaína a mi hija, el Estado intervendría y eso estaría bien. El Estado interviene en las políticas sanitarias, y esto es un problema sanitario.

También subraya las influencias embrutecedoras de la “cultura digital recreativa”. ¿Considera posible una convivencia virtuosa de la lectura con la tecnología digital?

Nadie está tan chiflado como para decir que se debe renunciar a la tecnología digital, a los computadores. Obviamente, tienen usos positivos. Nadie dirá que Word, Excel, las hojas de cálculo, no son cosas positivas. Nosotros mismos nos estamos comunicando a través de Zoom. Pero la pregunta no es qué podrían hacer los niños si dieran usos positivos a la tecnología digital: la pregunta es cómo la usan realmente. Y podemos ver que los usos digitales de los niños y adolescentes, así como de los adultos en cierta medida, están masivamente enfocados en los aspectos más negativos y dañinos de la tecnología digital. Entre redes sociales, videojuegos, películas y series, un niño habrá pasado entre los cero y los 18 años el equivalente a 30 años de escolaridad.

“Independientemente de la edad, del género, de las posibles reticencias o de los problemas académicos, la puerta de acceso a los beneficios (y a los placeres) de la lectura siempre está abierta, incluso para los supuestos ‘malos lectores’”, dice usted. Pero uno tiene la impresión de que si no se han adquirido algunas habilidades en la infancia, algo se ha perdido completamente. ¿No es así?

No podemos decir que se haya perdido, pero va a ser complicado construir a los 20 años lo que no construimos desde el comienzo. El volumen de información, el lenguaje, las palabras, el vocabulario que vas a ser capaz de construir: es difícil ponerse al día cuando tienes 20 años. De hecho, va a ser muy frustrante y muy difícil, porque el lenguaje de los libros es casi un segundo idioma. El lenguaje hablado y el lenguaje de los libros no son lo mismo, y si no aprendo este segundo idioma, nunca lo hablaré y no seré capaz de entender lo que hay en los libros. Hay palabras que están muy presentes en los libros y que están ausentes de la palabra hablada. Eso hay que transmitírselo al niño, y se transmite a través de la lectura compartida, a lo largo del tiempo.

Usted dice que la lectura compartida no debe detenerse cuando los niños han aprendido a leer. ¿No les está pidiendo a los padres que hagan algo a lo que han renunciado, que no saben cómo hacer o incluso que no quieren hacer?

Si no quieren hacerlo, que no lo hagan, no hay problema [risas]. Muchos padres están pensando “mi hijo está empezando a leer por sí mismo, y si le leo voy a impedir que aprenda”. Pero están confundiendo la decodificación con la comprensión.

Se necesitan varios meses para que el niño sea capaz de decodificar, para que pueda pasar de los signos a los sonidos, y esto se hace necesariamente en un lenguaje sencillo. Pero mientras aprende a decodificar en un lenguaje sencillo, seguimos desarrollando su lenguaje para que el día que lea por su cuenta haya adquirido suficientemente el lenguaje de los libros, para que hable lo suficiente.

No pocos asocian el placer y el ocio a la pérdida del tiempo. En lo que toca a la lectura, para usted es todo lo contrario, ¿no?

No hay lector sin placer. Tiene que haber placer, y sin placer no hay niño lector. Al leer con un niño, no solo le ayudaremos a adquirir el lenguaje, sino que también mantendremos el placer: el placer de los cuentos, el placer de leer. Podemos decirle al niño tú lees una página, yo leo una; tú lees un libro durante un cuarto de hora, y luego leemos juntos un cuento. Pero es muy importante que los padres entiendan que hay que apoyar al niño, que hay que empezar temprano y continuar lo más que se pueda.

La evolución biológica, con el fin de mantener ciertos comportamientos, inventó el placer. Para el cerebro, el placer y la utilidad no son cosas diferentes. El juego es un placer para el niño: el niño, cuando juega, lo disfruta. Pero el juego es la forma en que la evolución desarrolla su cerebro y el placer es la forma que hemos encontrado para que el niño lo haga. Pero el hecho de que haya diversión no significa que no sea útil. Es una tontería oponer el placer a la utilidad, como hacen algunos. También uno disfruta de las cosas porque son útiles. Así, el placer es la dopamina que se libera en mi cerebro y es una forma de asegurarme de que voy a empezar a leer de nuevo. El niño que se va a divertir, va a empezar a leer. Y es precisamente este placer el que lo convertirá en lector.

¿Qué sabemos hoy sobre la relación entre la lectura y la plasticidad cerebral, considerando lo mucho que se habla de esta última?

Lo que sabemos es que la lectura afectará a todo el cerebro. El cerebro humano no fue diseñado para leer, pero sí para aprender. Por lo tanto, lo primero que hay que hacer al leer es decodificar. El lenguaje entra por el oído: con la lectura, tendrá que entrar por el ojo. Y así vamos a tener que transformar los signos en sonidos. Entonces, la primera plasticidad consiste en hackear ciertas áreas del cerebro del niño. Cuando los niños son muy pequeños, te ven, reconocen tu cara y te dicen “papá”. Y es esta voz la que va a ser hackeada: en lugar de reconocer rostros y objetos, vamos a aprender a reconocer letras y vamos a aprender a reconocer código escrito.

Pero la plasticidad no se detiene ahí. La lectura tendrá un impacto profundo en todas las áreas relacionadas con el lenguaje en el cerebro, porque vamos a tener más palabras. También tendrá un impacto significativo en la concentración, por lo que todas las áreas que nos permiten enfocarnos también van a estar estructuradas. Va a tener un impacto en todas nuestras áreas emocionales. Cuando leo un libro, me meto en la cabeza de los personajes, entiendo, siento lo que ellos están sintiendo. Por lo tanto, también habrá una reestructuración de la forma en que entendemos a los demás. Ahí nos damos cuenta de que la lectura reorganizará y nutrirá todo el cerebro, no solo la pequeña área que se usará para decodificar, sino también las áreas del lenguaje, las áreas emocionales, las áreas de decisión. Y hay una forma muy sencilla de comprobarlo.

Cuando se es niño, cuando el cerebro se reorganiza, se requiere energía. Así, hay una medida de reorganización y plasticidad cerebral que es el sueño, que es la fatiga. Cuando el cerebro se reorganiza, eso lo cansa. Y así, cuando el niño lee durante un cuarto de hora, media hora -depende de su hábito-, su cerebro estará cansado, lo que es un signo de esta reestructuración. En cambio, si pone al niño durante tres horas frente a una serie de Netflix, puede tener un poco de dolor en los ojos, pero no estará cansado, lo que es una prueba de que no reestructurará mucho su cerebro.

Usted ve la ortografía como una cuestión medular, allí donde otros ven un detalle. ¿Por qué le parece importante?

Si estamos hablando de olvidar una “s” al final de una palabra plural, obviamente no es un problema. Pero la ortografía está fuertemente correlacionada con nuestro dominio de la lengua.

Todos los estudios demuestran que las personas con excelentes habilidades lingüísticas tienen una buena ortografía. Además, siempre pensamos que la ortografía se usa para escribir, pero sirve principalmente para leer. No es una curiosidad inútil, y hoy es un claro síntoma de la degradación de la lengua. Y cuanto más leen los niños, más eficazmente se configura su ortografía.

¿Ve un deterioro irreversible de la lectura?

Es complicado. Ray Bradbury dijo que no es necesario quemar libros para destruir una cultura, que sólo hace falta que la gente deje de leer. Toma mucho tiempo construir una lengua, pero no mucho destruirla. Por eso, si empezamos a tener generaciones de niños que ya no leen y profesores que ya no pueden transmitir la lengua, esto se va a ir cuesta abajo muy rápidamente.

Los estudios PISA para España, Francia y otros países de la OCDE muestran un colapso en las habilidades de lectura, un colapso en las habilidades de ortografía también, que es un indicador de la lectura. El lenguaje se ve profundamente afectado en las nuevas generaciones, y si seguimos así, no hará falta que pasen 50 generaciones antes de que el lenguaje se encuentre en una situación imposible y de que sea difícil reponerse. Dado que se transmite, la lengua es un patrimonio, y si las generaciones que vienen no pueden transmitirlo, ¿cómo lo adquirirán sus hijos?

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