La última vez que Rayhan Asat vio a su hermano Ekpar fue en abril de 2016, cuando él debía regresar a China tras un viaje a Nueva York para asistir a un prestigioso programa de capacitación en liderazgo del Departamento de Estado. Sin embargo, tres semanas después desapareció. Durante cinco años su familia, de la etnia uigur, no supo sobre su paradero, pero cuando salió a la luz la información de los campos de concentración en la región de Xinjiang, Rayhan temió que el joven empresario de 35 años podría estar en ese lugar. Recién en 2020, la ahora abogada se enteró de que su hermano había sido sentenciado a 15 años de prisión bajo sospecha de incitar al odio étnico.
Por eso, cuando Rayhan supo que la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, iba a viajar a China desde el 23 al 28 de mayo y que iba a visitar la región de Xinjiang, volcó su atención a esa misión. Se trataba del primer viaje al gigante asiático de la máxima autoridad de la ONU en materia de derechos humanos en 17 años, y se producía después de arduas negociaciones sobre las condiciones de su visita. En la ocasión, Bachelet instó a China a evitar “medidas arbitrarias indiscriminadas” en su represión en Xinjiang, pero también dijo reconocer el daño causado por “actos violentos de extremismo”.
“Esta visita no fue una investigación”, dijo Bachelet a los periodistas, insistiendo en que tuvo acceso “sin supervisión” a las fuentes con las que la ONU había previsto reunirse en Xinjiang: el jefe provincial del Partido Comunista y los jefes de seguridad.
Sin embargo, para Rayhan Asat fue una “traición”. “Esperamos que comprenda la urgencia de esta crisis, que hay familias sufriendo. Esperábamos que ella considerara esto como una preocupación seria que necesita ser investigada y enjuiciada. Nada de eso fue así. Pidió a la comunidad internacional no tener esa expectativa. Y ese era el mínimo básico que se suponía que debía ofrecer a la comunidad”, comenta en conversación con La Tercera.
“Dañó tanto la causa. No solo la daña hoy, sino que también tiene consecuencias de gran alcance, porque el gobierno chino va a tomar su declaración como respaldo de esta política. Creo que el daño es muy grave. Ha estado hablando sobre cómo va a publicar su informe, dijo que lo va a sacar antes de irse a Chile (en agosto). Creo que casi parece que no hay urgencia. En cambio, todos los días pienso en cómo torturan a mi hermano y es como una pesadilla. Hablo con los medios, trabajo todo el tiempo por mi hermano”, se lamenta.
“Si bien el Congreso Mundial Uigur y muchos otros grupos de derechos humanos habían destacado constantemente la necesidad de ciertas condiciones clave para que su visita fuera creíble, como el acceso sin restricciones para visitar los campos de internamiento y las reuniones sin supervisión con las víctimas uigures, todas las señales anteriores a su visita indicaban que ella no había asegurado estas condiciones. También hubo una falta total de transparencia y compromiso antes de su visita. Nuestros temores resultaron ser ciertos, ya que la alta comisionada le falló totalmente a la comunidad uigur al otorgar legitimidad a China para encubrir sus crímenes atroces. Haciendo caso omiso de las súplicas de los grupos de derechos humanos uigures. Ha hecho más daño que bien”, coincidió Dolkun Isa, presidente del Congreso Mundial Uigur, en declaraciones a La Tercera.
Similar balance hace Benedict Rogers, cofundador y director de la ONG Hong Kong Watch. Autor de la columna El viaje fallido de Michelle Bachelet a Xinjiang ha contaminado todo su legado, publicada el 13 de junio en la revista Foreign Policy, dice que “la visita a China fue desastrosa”. “Originalmente lo presentó como una investigación y retrasó el informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre Xinjiang durante mucho tiempo, presumiblemente para incluir la visita en el informe. Fue solo durante la visita que ella afirmó que no se trataba de una investigación. Hubiera sido mejor si hubiera pasado más tiempo hablando con los uigures que lograron salir de China y habrían podido hablar un poco más libremente”, comentó a La Tercera.
Pero no todos critican el viaje de Bachelet. William Schabas, profesor de derecho internacional en la Universidad de Middlesex, estima que la visita a China “fue una contribución importante”, dijo a este medio. “China plantea una serie de preocupaciones graves en materia de derechos humanos que el Alto Comisionado no debe ignorar. Creo que abordó los puntos más importantes en su declaración final, emitida en Guangzhou. La condición de los uigures ha sido exagerada por quienes tienen agendas políticas, incluido el Departamento de Estado de Estados Unidos. Bachelet expresó serias preocupaciones sobre la situación en Xinjiang al mismo tiempo que utilizó un lenguaje equilibrado y mesurado”, agregó.
“Como en el régimen de Pinochet”
Existen alrededor de 12 millones de uigures que son en su mayoría musulmanes, que viven en Xinjiang, que se conoce oficialmente como la Región Autónoma Uigur de Xinjiang. Ubicada al noroeste de China, es la región más grande del país, abarcando la sexta parte del territorio chino. En teoría, tiene algunos poderes de autogobierno, pero en la práctica está sujeta a importantes restricciones por parte del gobierno central.
Los uigures hablan su propio idioma, que es similar al turco, y se consideran cultural y étnicamente cercanos a las naciones de Asia Central. Constituyen menos de la mitad de la población de Xinjiang. En las últimas décadas han visto una migración masiva de chinos Han (la mayoría étnica de China) a la región, supuestamente orquestada por el Estado para aplacar a la población minoritaria allí. Beijing también ha sido acusada de atacar a figuras religiosas musulmanas y de prohibir prácticas religiosas, así como de destruir mezquitas y tumbas. Los activistas uigures temen que su cultura esté bajo amenaza de ser borrada.
Un comité de derechos humanos de la ONU en 2018 dijo que tenía informes creíbles de que China estaba reteniendo a un millón de personas en “centros contra el extremismo” en Xinjiang. Mientras que el Instituto Australiano de Política Estratégica encontró evidencia en 2020 de más de 380 de estos “campos de reeducación” en Xinjiang, un aumento del 40% con respecto a estimaciones anteriores.
Varios países, entre ellos EE.UU., Canadá y Países Bajos, han acusado a China de cometer genocidio. Las declaraciones siguen a los informes de que, además de internar a los uigures en campamentos, China ha estado esterilizando en masa a las mujeres uigures por la fuerza para reprimir a la población, separando a los niños de sus familias e intentando romper las tradiciones culturales del grupo.
“Creo que las desapariciones forzadas de los uigures se pueden comparar a lo ocurrido con el régimen de Pinochet. Entonces puedes estar en el trabajo un día y simplemente te llevan. En algunos casos, puedes ser alguien que le gusta practicar la religión”, indica Asat.
China niega todas las acusaciones de abusos contra los derechos humanos en Xinjiang. En 2019 dijo que había liberado a todos de su sistema de campos de “reeducación”, aunque el testimonio de la región sugiere que muchos todavía están detenidos y otros tantos fueron trasladados de campos a prisiones formales. Además, Beijing señala que la represión en Xinjiang es necesaria para prevenir el terrorismo y erradicar el extremismo islamista y que los campos son una herramienta eficaz para reeducar a los reclusos en su lucha contra el terrorismo.
Tras su visita a China, Bachelet anunció que renunciará a otro mandato en el cargo, alegando “razones personales” y que se trataba de una decisión tomada con antelación.
“Aunque Bachelet dijo que su decisión de no buscar un segundo mandato no está relacionada con su visita a China, las crecientes críticas sobre su incapacidad para condenar las atrocidades contra los derechos humanos de los uigures, tibetanos, hongkoneses y otros seguramente deben haber influido. El Congreso Mundial Uigur se unió a más de 230 organizaciones de derechos humanos para pedir su renuncia. La desastrosa visita a China le ha costado al Alto Comisionado, y al sistema de la ONU en su conjunto, su credibilidad para hacer frente a las atrocidades contra los derechos humanos cometidas por Estados poderosos y autoritarios como China”, dijo Isa.
Para Rayhan Asat, en tanto, la noticia fue una suerte de golpe. “Bachelet dice que va a volver a Chile. Yo no puedo volver a mi casa ni a mi familia, ni a mi hermano. Ella tiene esas opciones y nosotros no. Y eso realmente me dolió mucho”, concluyó.