¿Hasta dónde hay que remontarse para empezar a contar la historia de cómo llegamos al punto en que nos encontramos hoy? Si hablamos de los principales problemas del mundo hoy y, en proyección, sus principales amenazas, el periodista británico Misha Glenny fija el punto de partida en 1989.

Como corresponsal de la BBC, Glenny fue testigo del derrumbe del comunismo en Europa del Este, de lo que llama el espejismo optimista de los 90, con el entusiasmo de los nuevos mercados y consumidores sumándose a la fiesta, y del derrumbe de todo eso, que encontró su gran hito en la crisis financiera y económica de 2008 y el impacto de las medidas de austeridad que siguieron.

Son parte de los antecedentes que, en su relato, configura el mundo en el que estamos hoy, enfrentando las consecuencias de una pandemia que si bien evidencia los fracasos de la humanidad en muchos sentidos, también es un “llamado de acción política”.

De todo eso hablará en su exposición, el próximo 8 de noviembre, en el Festival Puerto de Ideas de Valparaíso, que este año se realizará, por razones obvias, de manera online y gratuita. “Los cuatro jinetes del Apocalipsis moderno” -como titula su charla- hacen referencia al conjunto de problemas interrelacionados que amenazan a nuestra especie, nada menos.

El primero de ellos es aquel en que ya estamos: una pandemia que, dice, nos pilló mal parados no por falta de conocimiento científico, sino porque la prioridad estaba en cuidar la ganancia económica de unos pocos. La siguiente gran amenaza, advierte, es la cada vez mayor sobre dependencia en las redes tecnológicas computacionales, un problema que se acrecentará con el desarrollo de la robótica y la inteligencia artificial, y el posterior advenimiento de la computación cuántica.

Todo eso, señala, aleja de las personas la comprensión básica de cómo funcionan las cosas y, dado que todo en el mundo depende cada vez más de esas redes, nos hace más vulnerables. Otro gran peligro existencial es el representado por las armas de destrucción masiva, en un mundo donde los tratados que nos protegían del mal uso de las armas nucleares y químicas están expirando o derechamente siendo desmantelados, y donde el acceso de actores no estatales a éstas carece cada vez más de control.

Y luego está el problema que considera más urgente de todos: el cambio climático. Glenny es particularmente elocuente al interrelacionar todos estos males y al explicar, además, el rol que juegan en ese panorama una serie de líderes populistas que ha denominado “los hombres de hierro” y cuya historia detalla en su muy entretenido podcast “The Rise of the Iron Men”: Orban en Hungría, Duterte en Filipinas, Erdogan en Turquía, Bolsonaro en Brasil, Modi en India y el primer ministro británico Boris Johnson (“el humorista nacional”, como lo llama). Un grupo, por supuesto, liderado por el más poderoso de todos: Donald Trump.

“Sospecho que una de las consecuencias de la pandemia será que estos líderes populistas van a tener más problemas para aferrarse en el poder, porque han sido desastrosos en el manejo de la crisis en sus países. Así que sí habrá una ola de ajustes de cuentas político después de esta pandemia. Pero tal como después de 2008, nadie puede adivinar si será el populismo oportunista y la ultraderecha la que lo explotarán o si existirá alguna respuesta progresiva coherente”, dice Glenny en esta entrevista a través de una videollamada.

Según el periodista y ensayista, los populismos y nacionalismos han impedido que el mundo tuviera una mejor respuesta frente a la pandemia, y son el resultado del mal manejo de las consecuencias de la crisis del 2008 que, dice, “terminaron pagando los pobres y la clase media”.

Ahora cree que sí podría ser distinto: “La gente se está enojando”. Cómo se encauce ese enojo es otro tema, y Glenny teme que la “política de identidad” y las fisuras de las sociedades democráticas occidentales hagan más difícil construir una salida racional.

¿Cuánto complica que encima de todo esto haya actores estatales, como Rusia, invirtiendo en explotar esos problemas?

El comportamiento de Rusia muy predecible bajo Putin. Esta es la situación de Rusia: tiene una economía débil, sobredependiente de un sector industrial, los hidrocarburos; y tiene un muy serio declive demográfico en el largo. Pero Rusia está determinada a mantener su estatus de potencia, y la única razón por la que aún lo tiene es su arsenal nuclear residual que heredó de la Unión Soviética.

Eso lo hace un jugador importante, nos guste o no. En el largo plazo, los rusos reconocen que no pueden competir con China o Estados Unidos. Así que lo que hacen es mirar a Occidente y buscar sus debilidades. Y éstas, particularmente después de la crisis financiera de 2008 y la década de austeridad, están en su propio sistema político y las crisis que está sufriendo.

Desde 1989 muchos rusos han estado viviendo en Occidente, entienden las sociedades occidentales extremadamente bien. Y se dieron cuenta de que lo que puedes hacer es usar redes sociales para sembrar desinformación y ansiedad en Occidente, y es muy barato. Asumamos que Rusia sí alentó la elección de Trump en Estados Unidos, como creo que sucedió. Bueno, le costó muy poco en términos de dinero, y aún así fue capaz de influenciar la elección en el país más poderoso. Lo que Occidente tiene que hacer no es tanto ocuparse de Rusia, sino identificar sus propias vulnerabilidades y solucionarlas.

China es un problema distinto…

Con China la lucha es muy diferente. Y esa, diría, es la principal fuerza motivadora de las relaciones internacionales y de la competencia internacional, y hemos visto esto acelerándose particularmente bajo la administración Trump, pero también con Xi Jinping reforzando mecanismos autocráticos en China y en territorios como Hong Kong y amenazando a Taiwán.

Estamos en un camino muy peligroso de polarización entre China y Estados Unidos. Y el resto de nosotros estamos como atrapados en el medio. Ambos están ejerciendo presión en todos los terceros actores para apoyarlos a ellos en esta lucha naciente. Y en el corazón de la lucha está la tecnología y la carrera por la superioridad tecnológica.

En todo este panorama, lo que puedan hacer Alemania y Francia cobra más relevancia. ¿Qué margen de acción tienen?

Primero que todo, depende de quién esté en la Casa Blanca. Si Trump se queda otros cuatro años vamos a ver un quiebre histórico entre Europa y Estados Unidos, en muchos frentes. Si gana Joe Biden, su administración tendrá que poner mucho esfuerzo tratando de restaurar las relaciones con Alemania y Francia.

Pero la Unión Europea, que tiene todo un rango de problemas políticos en términos de su propia estructura interna, tendrá que invertir mucho en sus redes y tecnología; si no, va a tener que aliarse como un socio menor con China o Estados Unidos, y eso la pondrá bajo una inmensa presión. Creo que oiremos un enorme suspiro de alivio a través de Europa -con la posible excepción del Reino Unido- si Biden gana las elecciones.

En todo esto, ¿qué rol pueden jugar la prensa y los medios tradicionales, considerando la crisis de su modelo de negocios y su irrelevancia entre las nuevas generaciones?

-Es un gran tema. Tienes esta cacofonía de información y desinformación en internet. Y como consecuencia no sólo la gente está leyendo menos periódicos actualmente; también están leyendo menos libros. La generación más joven está absorbiendo su información de muchas maneras muy diferentes, y aquellos que ahora estamos viejos y cansados y enfermos y estúpidos no entendemos bien cómo lo hacen y cómo impacta en su visión de mundo.

Sí sabemos que la noción y entendimiento de la historia se ha transformado en algo muy fragmentado. Y creo que debemos encontrar un modelo de reemplazo para el que quedó obsoleto. ¿Cómo hacerlo? No tengo una respuesta hoy, pero creo que alguna forma de regulación será necesaria si vamos a desarrollar una respuesta racional a esta serie de amenazas globales de las que hablaba al principio.

Usted sí tiene un buen caso de estudio con lo que pasó con su libro McMafia... Con la adaptación de su libro a una serie de ficción comprobó el potencial de la TV de ficción: ahora existen las llamadas “leyes McMafia” (Unexplained wealth order law)...

Sí, este es un punto importante. McMafia fue publicada en 2008 y fue traducida en todo el mundo, pero... es un libro. Vendió en total quizás 350 mil copias, que es bueno, no me estoy quejando para nada, fue leída por muchos policías, abogados, gángsters, políticos... y lo apreciaron mucho. Pero su impacto fue restringido a una banda estrecha de lectores de no ficción. Cuando la serie de televisión salió 10 años después como una ficción (de BB1), tuvo una gran audiencia en el mundo.

Y su impacto, particularmente acá en el Reino Unido, fue uno de los elementos que influyeron en que se aprobara la llamada “ley McMafia”. Eso me confirmó que si quieres que temas realmente importantes se discutan en el espacio público, donde la gente común y corriente empieza a presionar a los políticos y a los medios, entonces la mejor manera de hacerlo es a través de un drama de televisión. Y por eso he dedicado algo de tiempo en los últimos años a trabajar en esto y desarrollar una o dos producciones adicionales, centradas en algunos de estos grandes temas.

No es una idea muy nueva, sorprendentemente: que la vieja y conocida televisión -en su forma actual- instale temas de conversación. Pero para Misha Glenny puede dar una pista para la acción. “Necesitamos tener el apoyo más grande que podamos para elaborar respuestas racionales a amenazas globales. Y eso significa hacer que la gente ordinaria se interese. No puedes dejárselo a una élite que en los últimos años ha demostrado ser absolutamente impotente al lidiar con asuntos profundos que el mundo enfrenta hoy”.