Las denuncias son fuertes y los números dan una pista del complejo escenario en Cisjordania, el territorio palestino ubicado al noreste de Israel. Allí, el diario Haaretz, que se ha elevado como uno de los principales críticos de la administración del primer ministro Benjamin Netanyahu, narró algunas de las vejaciones –o, lisa y llanamente, torturas– que soportaron tres palestinos del pueblo beduino de Wadi as-Seeq y activistas israelíes de la mano de colonos y soldados.
Tanto el citado periódico como ciudadanos apuntan al líder de Israel como el principal culpable tanto de las fallas de seguridad que permitieron la masacre perpetrada por milicianos de Hamas el 7 de octubre en los kibutz cercanos a la frontera con la Franja de Gaza, como del aumento en los ataques a palestinos por parte de colonos en Cisjordania.
Aquel fatídico sábado, al menos 1.400 israelíes murieron a manos de Hamas, que lanzó su mayor ofensiva contra el suroeste israelí en décadas, causando, de paso, el día más mortífero para Israel desde su creación, hace 75 años. Pero el hecho gatilló una respuesta aún más mortífera. Si bien las autoridades israelíes argumentan su “legítimo derecho a la defensa”, lo cierto es que el asedio aéreo ha elevado el número de muertos en Gaza a más de 9.000, donde 3.760 son niños, según autoridades palestinas. Al mismo tiempo, ha desatado una ola de violencia en Cisjordania, donde el Ministerio de Salud cifra en 133 los palestinos muertos desde el inicio de la guerra en el territorio ubicado al noreste de Israel.
Abusos en Cisjordania
No había pasado una semana del brutal ataque de Hamas cuando las cosas se empezaron a agitar en Cisjordania. El 12 de octubre, en el pueblo de Wadi as-Seeq, tres palestinos fueron retenidos, amenazados y golpeados. Al mismo tiempo, un grupo de activistas israelíes de izquierda, incluido un niño, fueron amenazados por “apoyar a terroristas”.
Abu Hassan, de 46 años, es un empleado de la Autoridad Palestina que trabaja en la “Comisión de Resistencia al Muro y los Asentamientos”, en Ramala. Cuando salía de Wadi as-Seeq, fue detenido junto a dos compañeros por dos camionetas con “colonos vestidos con uniformes militares. Todos iban armados y algunos enmascarados”, relató Hassan a Haaretz.
Fueron tumbados y les rasgaron sus ropas con un cuchillo. “Nos golpeaban por todas partes, las manos, el pecho y también la cabeza. Nos apagaban cigarrillos en el cuerpo. Intentaron arrancarme las uñas”. Según Hassan, la violencia era implacable: “Nos echaron agua y nos orinaron encima. Luché con todas mis fuerzas hasta que simplemente se rindió”. El Ejército israelí inició una investigación debido a las graves sospechas y destituyó al comandante de la fuerza apuntada como la responsable del ataque.
Según Haaretz, la situación no se produjo en el vacío, sino que responde a tres elementos. En primer lugar, se debe a que la mayoría del Ejército permanente se encuentra o en la Franja de Gaza o en la frontera con Líbano. Esto hace que parte de las fuerzas presentes en Cisjordania sean reservistas, y un gran número de colonos cumple ese rol. Un segundo factor es la cultura de amenazas y violencia contra los pastores palestinos y la relación de Netanyahu con la extrema derecha, que abiertamente ha mostrado intenciones de “anexionarse Cisjordania y llevar a cabo una limpieza étnica en partes de la zona C definida en Oslo, incluidas las colinas de Hebrón y el valle del Jordán”, denunció el mismo periódico en su editorial del 8 de octubre.
En una columna de Amira Hass, periodista y escritora israelí, plantea que mientras siguen presentes la conmoción y el horror colectivo “por el pogromo de Hamas del 7 de octubre, al amparo del duelo, el luto, el dolor y la ansiedad por la suerte de los rehenes, las milicias de colonos están acelerando y ampliando sus ataques contra las comunidades de pastores palestinos en amplias zonas de Cisjordania”.
Según Hass, este ha sido un proceso gradual de tres décadas, que “ha recibido su oportunidad para acercarse a su conclusión lógica: la expulsión a plena luz del día como preparación para la ‘limpieza’ total de alrededor del 60% de Cisjordania de su población autóctona”.
Datos estimativos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas publicados en septiembre revelan que 1.105 pastores, equivalentes a cerca del 12% de la totalidad de pastores en Cisjordania, debieron abandonar sus hogares en el último año.
En tercer lugar, está la entrega de armas, donde, según las directrices de las Fuerza de Defensa de Israel (FDI), los colonos pueden portarlas. En numerosas ocasiones se ha reportado el mal uso –en actos violentos o ilegales– de fusiles de guerra del propio Ejército israelí.
El 29 de octubre, la policía militar israelí detuvo a un soldado sospechoso de haber disparado –y matado, como consecuencia de las heridas– a un palestino que recogía aceitunas en la zona de Naplusa, detalló la prensa local. Otros cinco murieron ese fin de semana en cuatro enfrentamientos distintos, todos en Cisjordania.
Un malestar político
Otra editorial de Haaretz denuncia que Netanyahu “y sus aliados del gobierno alentaron la criminalidad y el robo de tierras, y apoyaron la violencia de los colonos. El gobierno y el hombre que lo encabezaba, Benjamin Netanyahu, abandonaron a las comunidades fronterizas de Gaza y las dejaron indefensas, mientras las FDI proporcionaban seguridad a todos los caprichos de los colonos”.
Coincidió con esa postura el biógrafo de Netanyahu, Anshel Pfeffer, quien dijo a The Associated Press que “Netanyahu está librando una batalla personal de supervivencia y eso tiene prioridad sobre la guerra de Israel contra Hamas”. Es por eso que no ha asumido responsabilidades por la brecha de seguridad que permitió la masacre del 7 de octubre. “Como parte de esa batalla, está dispuesto a difamar a quienes ahora están al mando del Ejército y los servicios de inteligencia de Israel”, agregó.
Si bien Netanyahu ha dirigido por 13 de los últimos 14 años a la nación, y ha forjado una imagen de hombre fuerte y con amplios conocimientos sobre la defensa, gran parte de ese legado murió con lo ocurrido aquel fatídico sábado, donde las fuerzas de seguridad demoraron horas en responder a un ataque que los tomó por sorpresa.
El jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, el ministro de Defensa, el jefe de la agencia de seguridad interior Shin Bet y otros altos funcionarios del sector aceptaron la responsabilidad en los días posteriores al ataque. Quien no se hizo parte de la autocrítica fue Benjamin Netanyahu.
Incluso, héroes de esta guerra han puesto en entredicho su aptitud para guiar al país. Noam Tibon, un exgeneral del Ejército que rescató a su hijo y a su familia del ataque de Hamas en el kibutz de Nahal Oz, cerca de Gaza, planteó: “Cada israelí tiene que preguntarse: ‘¿Creo que Netanyahu puede llevar a Israel a la victoria en esta guerra?’”. Tibon fue uno de los militares que abiertamente se opusieron a la reforma judicial con la que Netanyahu podría escapar de sus juicios de corrupción, según acusan opositores al primer ministro.
En la editorial del día siguiente al ataque, Haaretz planteó que “Netanyahu no es un novato en el papel de árbitro último de los asuntos exteriores y de seguridad israelíes, como lo fue Ehud Olmert en la Segunda Guerra de Líbano. Tampoco es un ignorante en cuestiones militares, como decían serlo Golda Meir en 1973 y Menachem Begin en 1982″.
La similitud con lo que ocurrió con Meir tras la guerra de Yom Kippur es notable. La primera ministra tampoco vio venir el conflicto, y si bien Israel logró rechazar la agresión árabe, ganó las elecciones generales de 1974 y la Comisión Agranat, destinada a investigar las fallas en las FDI previo al ataque, libró a ella y a todos los políticos de cualquier responsabilidad –recayendo en el comandante en jefe, David Elazar–, la ola de protestas la obligó a dimitir.
Hoy, encuestas de opinión muestran un desplome en el apoyo a Likud, el partido de Netanyahu, señaló The Associated Press. Muchos están decepcionados por el trabajo de Bibi. “Netanyahu se vendió a sí mismo como Señor Seguridad y luego sucedió esto”, dijo a Financial Times Ya’akov Levin, un comerciante que votó toda su vida a Likud. “Él tiene que irse”.
Para el director de la empresa de autos autónomos Mobileye y uno de los principales empresarios de Israel, Amnon Shashua, apremia la destitución inmediata de Netanyahu. “Debemos reducir nuestras pérdidas y hacerlo rápidamente. La única solución a la situación actual en Israel es reemplazar al gobierno, y esto debe ocurrir de inmediato”, señaló.
En una encuesta del diario Maariv, publicada el 20 de octubre, el 80% de los israelíes dijo que Netanyahu, que no ha hecho ninguna declaración pública aceptando su responsabilidad, debería asumirla. El sondeo levantó dudas sobre si el primer ministro está cerca de seguir los pasos de Golda Meir, puesto que el 49% señaló que la persona más adecuada para guiar a la nación era el líder del partido Unidad Nacional, Benny Gantz. A Netanyahu, en tanto, solo lo respaldó el 28%.