El día de las elecciones presidenciales en Venezuela, el 28 de julio pasado, el expresidente de Costa Rica (1986-1990 y 2006-2010) y premio Nobel de la Paz en 1987, Óscar Arias, siguió muy de cerca la jornada. Durante el día, nueve posteos en su cuenta en la red social X dieron cuenta de su interés. “¡Hoy debe terminar la dictadura venezolana!” y “El mundo entero será testigo hoy del triunfo de la oposición a la dictadura venezolana”, fueron sus primeros mensajes. Pero con el transcurso de las horas su optimismo se fue diluyendo. “Me preocupa que el resultado electoral en Venezuela no sea reconocido por el grupo perdedor. Nicolás Maduro debe entender que todo poder democrático es, por naturaleza, transitorio”, apuntaba horas después, para luego advertir: “Un resultado diferente solo tiene un nombre: fraude electoral”.
Transcurridos unos días, y luego de que el régimen de Maduro no accediera a entregar las actas electorales como pedían la oposición venezolana y la comunidad internacional, Arias no dudo en suscribir el 5 de agosto una carta firmada por exjefes de Estado y de Gobierno agrupados en la Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA). En ella, instaban al Presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, a “reafirmar su compromiso incuestionable con la democracia y la libertad, las mismas que disfruta su pueblo, y hacerlas prevalecer también en Venezuela”, haciéndose eco del rol de mediador asumido por Brasilia frente a la crisis poselectoral venezolana. “Venezuela tiene derecho a una transición hacia la democracia”, señalaron.
“Me esperaba que un demócrata como Lula, que perdió las elecciones y reconoció sus derrotas, hubiera llamado y dicho: ‘Maduro, perdiste, reconoce tu derrota y deja el poder’”, afirmó Arias al diario Folha de Sao Paulo una semana después.
Aunque Lula insistió este viernes, argumentando que “no hay pruebas”, en que no reconoce la victoria electoral de Maduro, pese a la decisión de la Corte Suprema de ese país a favor del mandatario chavista y, aclaró, que tampoco avala el triunfo del abanderado de la oposición Edmundo González Urrutia, Arias mantiene sus cuestionamientos al mandatario brasileño, en especial, por su insistencia en la idea de realizar una segunda elección como salida a la crisis venezolana. “Me parece bochornoso, porque eso no es viable. Y esa no es la manera de resolver el impasse que está viviendo el pueblo venezolano”, asegura el exmandatario costarricense en la siguiente entrevista con La Tercera, donde aborda el complejo escenario político en Venezuela.
¿Cómo calificaría usted este mes que ha transcurrido desde las elecciones presidenciales en Venezuela?
Cuando se proclamó, en la madrugada del 29 de julio, el triunfo de Nicolás Maduro sobre Edmundo González, desde todo punto de vista no era creíble. Interpretamos esa declaración como que el gobierno pretendía robarse las elecciones. Literalmente era un fraude, era un robo de las elecciones, traicionando la voluntad popular expresada en las urnas. Después, la oposición fue capaz de demostrar el resultado de la votación, mientras que muchos otros gobiernos continuaban insistiendo en que el gobierno venezolano enseñara las actas. Eso nunca sucedió, porque con el voto electrónico estaba la prueba del resultado, que el mundo entero conoció. Y le era imposible al gobierno fabricar otros resultados. Yo creo que eso está claro. Y lamentablemente, en este mes que ha transcurrido, el gobierno de Maduro, a pesar de la presión internacional y de la oposición que ha salido a la calle valientemente a expresar su indignación en varias ocasiones, con María Corina Machado y Edmundo González demostrando una gran valentía, cada día la persecución a los adversarios de parte del gobierno de Miraflores es mayor. A un mes de las elecciones, vemos cómo han llevado a la cárcel a una serie de gente, ha muerto un buen número de ciudadanos venezolanos. Lo que se ha infundido es la represión y el temor del adversario a manifestarse, de que le comisen desde el teléfono celular hasta que lo lleven prisionero a un calabozo. Eso es lo que ha sucedido en este mes.
¿Qué le parece el rol como mediadores que están jugando los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil; Gustavo Petro, de Colombia, y Andrés Manuel López Obrador, de México? Hay quienes sostienen, como el expresidente ecuatoriano Lenín Moreno que “es una forma de ganar tiempo nada más” para Maduro.
Creo lo segundo. Es una verdadera pantomima. Es poco responsable decir que las elecciones deben repetirse. El resultado es clarísimo y no hay ninguna duda de quién triunfó el 28 de julio. Y pedir una segunda elección hace suponer que el resultado va a ser igual o peor para Maduro. Y lo mismo podría decir si quieren una tercera o una cuarta elección. Cada día, con esta represión que ha vivido el pueblo venezolano, en lugar de tener más apoyo, tiene menos. Yo me he quejado de que alguien como Lula no haya tomado el teléfono para decirle a Maduro exactamente lo mismo que hice yo con Daniel Ortega el día de las elecciones en febrero de 1990 en Nicaragua, quien no tuvo más opción que irse para la casa y entregar el poder a doña Violeta Chamorro. Eso es lo que tenía que haber hecho. No digo lo mismo de AMLO y de Petro, porque nadie hubiera sido escuchado más que el presidente del país más poblado de América Latina, como es el caso de Brasil. En su lugar, lo que han hecho es pedir una segunda elección, lo cual me parece bochornoso, porque eso no es viable y esa no es la manera de resolver el impasse que está viviendo el pueblo venezolano.
¿Considera que Lula, Petro y AMLO han sido condescendientes con Maduro?
Es difícil contestar esa pregunta, porque no puedo leer qué hay en el corazón de los tres y en la mente de los tres. Pero hay un componente de afinidad ideológica con eso que llaman izquierda y que viene desde hace 25 años con Hugo Chávez. También hay algo de antiyanquismo, de quererle demostrar a Estados Unidos que ellos son independientes y que no tienen que seguir los dictados del Departamento de Estado. Y quién sabe, cuántas otras razones tendrán. Lula escucha mucho a Celso Amorim. En mi segunda presidencia era el canciller (de Brasil) y su influencia era muy fuerte. Hoy no es canciller, pero es asesor importante, a quien Lula escucha mucho.
El Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, llamó “arrastrado” y “cobarde” a Lula por cuestionar la reelección de Maduro. En cambio, el Presidente de Chile, Gabriel Boric, no ha tenido dudas en calificar de “dictadura” al gobierno venezolano y hablar de “fraude” en las elecciones. ¿Cómo analiza usted las distintas posiciones adoptadas por los líderes de izquierda de la región frente a la crisis poselectoral venezolana?
Viniendo esas palabras de Daniel Ortega, me imagino que no está nada contento en que Lula, Petro y AMLO pidan que se repitan las elecciones. Porque Ortega lo que hizo fue encarcelar a todos sus adversarios, deshacerse de toda la oposición, enviarlos a Estados Unidos y posteriormente montar las elecciones. Y, como todos sabemos, terminó de esta manera con los últimos vestigios de pluralismo político en Nicaragua. Debo decir que la posición de Gabriel Boric ha sido muy valiente y muy consecuente con los ideales democráticos que él profesa. Aquí poco importa que se sea de izquierda o de derecha. Aquí, de lo que estamos hablando, es de si queremos democracia o si preferimos la tiranía. El dilema de América Latina en el caso de Venezuela es que el gobierno de Maduro ha empobrecido al pueblo venezolano y que al robarse las elecciones lo único que uno puede esperar es más expulsión de venezolanos. Ya la cifra casi llega a los ocho millones de migrantes. Y a los venezolanos los ven ustedes los chilenos en sus ciudades y los vemos nosotros, los costarricenses, en nuestras ciudades y están en toda América Latina y en todo el mundo. Y es que ese sistema fracasó desde hace tiempo, porque es imposible para Venezuela recuperar las condiciones económicas que con el tiempo se han ido deteriorando hasta el punto de que, sin ninguna esperanza, su gente tenga que abandonar el país.
Ahora hay algo que quiero decir que es sumamente importante para mí. Y que no se dice con mucha frecuencia. Mucho antes de las elecciones, mucho tiempo atrás, he venido repitiendo que Venezuela es un narcoestado y que el presidente de un narcoestado no puede abandonar el poder. Porque todos los que se involucran en drogas, en el narcotráfico, como es el caso de la alta dirigencia política del gobierno de Maduro, se ven en el espejo de (el dictador panameño) Manuel Antonio Noriega, que como todos sabemos terminó su vida en un calabozo. Entonces yo estoy absolutamente seguro de que en la mente de toda esa camarilla mal llamada bolivariana existe esa espada de Damocles, que es ser llevado a los tribunales en Estados Unidos por haberse involucrado en el narcotráfico.
A propósito de Estados Unidos, ¿cuál es su visión del rol que ha jugado Washington en esta crisis poselectoral en Venezuela? ¿Cree que ha sido un papel más bien pasivo?
Más que pasivo. Estados Unidos está en plena campaña electoral. Joe Biden tenía sus prioridades en política exterior, que eran tres fundamentalmente: la guerra en Gaza, la guerra en Ucrania y enfrentar a China. Estados Unidos, el adalid de libre comercio, hoy en día es un país proteccionista imponiéndoles aranceles a todos los productos chinos. Con esas tres prioridades, Venezuela está muy lejos, muy atrás, en la lista de su política exterior.
Además de manifestarse en las calles, ¿qué más puede hacer la oposición venezolana para lograr que Maduro reconozca su supuesta derrota? ¿O usted es más bien pesimista?
Soy muy pesimista, muy escéptico. Lo ideal sería que las Fuerzas Armadas venezolanas se dividieran, porque ese es un país con 2.000 generales. No hay países que tengan 2.000 generales, y ahí la manera de mantener la unidad es ascender a la gente más incondicional y compartir los dineros mal habidos del narcotráfico con muchos de estos miembros de las Fuerzas Armadas. Entonces una división no es fácil, pero no dejo de soñar en que algunos miembros de esas Fuerzas Armadas se puedan identificar con ese pueblo venezolano que se empobrece día a día como consecuencia de esta dictadura. Quisiera estar equivocado, pero por más manifestaciones que haga María Corina Machado no creo que eso vaya a ser suficiente para que esta gente reconsidere el no robarse las elecciones del 28 de julio.
¿Tampoco ve mucha esperanza en la presión internacional?
Tampoco. El aislamiento diplomático o sanciones económicas no son suficientes para que un gobierno caiga. Y le repito una vez más, es muy difícil que en un narcoestado los principales responsables que han usufructuado del tráfico de drogas abandonen el poder sabiendo lo que les espera.
¿Cómo ve usted la decisión de Maduro de reformular su gabinete y traer de vuelta a Diosdado Cabello como ministro de Interior y Justicia?
Se está rodeando de su gente más leal e ideológicamente más afín, los que están dispuestos a mantenerse en el poder a cualquier precio y a reprimir al adversario.
O sea, ¿cree que el retorno de Cabello se traducirá en un aumento de la represión a los opositores?
Sí. Él es uno de los grandes beneficiarios del narcotráfico, de tal manera que es el último que podría estar de acuerdo con entregar el poder.