Hace 295 días, Colo Colo visitaba a Huachipato, con la urgencia de sumar puntos y eludir el descenso. Sin embargo, los albos debieron conformarse con un 2-2 y bastantes críticas. De todos modos, esa tarde del 5 de diciembre de 2020 quedó en los libros, pues ahí se produjo el debut de Pablo_Solari, el jugador que anotaría uno de los goles más importantes de la historia del club: el que evitó el primer descenso de los albos en sus 96 años de vida.
Hoy, con un montón de vivencias en el cuerpo, el delantero argentino de solo 20 años, aborda con El Deportivo esas experiencias que nunca olvidará. “Recuerdo que la noche anterior al debut fue una de las peores que he pasado, estaba con muchos nervios. Es lo que siempre soñé, a uno se le pasan miles de cosas por la cabeza en ese momento y yo creo que esos nervios, esa ansiedad se vieron en la cancha. No pude demostrar tanto, porque en la primera pelota que toqué quería hacer todo. No anduve bien, pero yo creo que fue lindo, porque es algo que nunca voy a olvidar”, rememora el ariete de 20 años.
Él mismo se sorprende, porque en la víspera del choque por la permanencia ante Universidad de Concepción las sensaciones fueron totalmente opuestas a las de ese debut en Talcahuano: “Todos me preguntan si estaba nervioso, y es increíble porque fue el partido que más tranquilo me tomé de todos los anteriores. Porque contra Coquimbo y La Calera no podía dormir en la noche anterior. En el de Talca, no me di vuelta tanto la cabeza, fue mucho más tranquilo y eso me sirvió para jugar mejor; para pensar mejor y para poder resolver mejor dentro de la cancha”.
Y, de hecho, el saber administrar esa presión le ha dado buenos réditos en duelos importantes. Por ejemplo, anotando el primer gol del Cacique en el 2-0 sobre Everton, que le dio al equipo el bicampeonato de la Copa_Chile. “Venía con confianza desde el partido con Unión Española, y quería ganar esa final. Además, mis compañeros me hicieron sentir de buena manera; te hablan, te dicen muchas cosas y eso te ayuda a demostrar el juego”, recuerda.
Antes de esos momentos tan dulces, fueron pocos los que comprendieron su llegada y muchos menos los que imaginaron la trascendencia que iba a tener el extremo proveniente a préstamo desde Talleres de Córdoba. Nadie entendía mucho la apuesta por un juvenil que ni siquiera había podido jugar en su país. Pero ahí fue fundamental la opinión de Walter Lemma, ayudante de Gustavo Quinteros, quien lo conocía desde su paso por la T.
“A él lo aprecio mucho, confió en mí cuando yo no estaba jugando. Fue el que me dio confianza, el que me ayuda en muchas cosas. Tengo más feeling con él, porque nos conocemos de antes; es una excelente persona y como profesor es extraordinario”, dice sobre su mentor, para luego sumar agradecimientos a Gustavo Quinteros: “Él también es parte de que yo esté acá, porque confió en Walter, confió en mí. Me hizo jugar. Cuando hay cosas por mejorar, me las dice”.
“Mi adaptación fue buenísima. Vine a la Casa Alba, me recibieron de muy buena manera. El plantel siempre me apoyó. Yo era chico y futbolísticamente no había jugado. Yo quería sumar y aprender de la gente más grande. Eso me hizo bien para jugar más tranquilo”, detalla sobre ese proceso de inicio de su carrera.
No obstante, a pesar de transformarse en héroe e ídolo de la hinchada, también tuvo que enfrentarse a momentos difíciles tras ese cúmulo de emociones de los primeros meses en el club. “Dije una vez en una entrevista que no la estaba pasando bien. Uno, cuando no le salen las cosas, se empieza a fastidiar, se empieza a poner mal, te da vuelta la cabeza, y yo en ese sentido me apoyé mucho en mi familia y mis amigos, que me escucharon mucho y me apoyaron. Y eso me hizo sentir mejor y levantar cabeza”, narra, sobre una situación que cada vez se hace más común en los deportistas. “Mucha gente no le da importancia, pero hay muchos jugadores que lo sufren. A mí mi familia me apoya. Siempre que me siento mal, me siento triste o quiero hablar algo, lo hablo con ellos. Pero hay gente que necesita ayuda en ese sentido y por ahí es feo. Si alguien no tiene con quién contar, es difícil”, resalta.
En ese afán por sentirse mejor, se las ha ingeniado para contactarse con sus seres queridos y superar de alguna manera esa nostalgia. “Mediante videollamada o por mensajes siempre trato de hablar con ellos. Mis amigos me apoyan mucho, me escuchan, que yo creo que eso también me sirve para desahogarme, porque no le cuento a nadie mis cosas y ellos están para escucharme y apoyarme en todo”, subraya. De hecho, esa es una de las razones por las que no se acercó a un psicólogo, como quizás podría suceder en otros casos parecidos. “A mí me cuesta abrirme a otras personas, por eso me abro con mi familia y con gente de confianza. No sé si está bien o está mal, pero es mi manera de desahogarme”, añade.
Y ese método para solucionar esas dificultades le ha dado buenos resultados. “Ahora estoy bien, se me fueron dando las cosas, me empezaron a salir mejor a medida que va pasando el tiempo. Juega un poco en contra tener la familia lejos, pero es parte de esto”. Además, subraya que en el césped cambia todo: “Entro a jugar al fútbol y me olvido, trato de no pensar en esas cosas, porque ahí la cabeza juega en contra”.
Eso sí, su ánimo promete subir aun más, pues ya no estará solo. “Ahora que se abrieron las fronteras, voy a traer a mis papás o a mis hermanos. Hace siete meses que nos los veo. Los voy a traer, que hagan la cuarentena y que se queden acá conmigo”, cuenta, feliz.
Hoy ya no vive en la Casa Alba y se las arregla por su cuenta en su propio departamento. De ahí también la necesidad de contar con su núcleo más cercano. “Almuerzo en el club al mediodía, pero a la noche me cocino. No lo hago mal. Siempre, milanesa con guarnición de arroz o fideos”, expone sobre su rutina, entre risas.
También otro de sus pasatiempos favoritos son los videojuegos y la transmisiones por Twitch, junto a varios de sus compañeros: “Juego con los chicos para divertirme y para salirme un poquito de todo. Lo hacemos para reírnos un rato y pasarlo bien”.
El compartir también lo ha hecho interiorizarse en algunos vocablos chilenos. “Hay palabras que escucho y la verdad es que sin querer se me han pegado algunas. Repiten mucho el hueón, que en Argentina no se escucha”, afirma.
Hándbol, Barti y Messi
Antes de ser el promisorio jugador que es, Pablo Solari pudo dedicarse a otro deporte cuando era estudiante del Malvinas Argentinas N°23, en su natal Arizona. “Me gusta mucho el hándbol. Jugaba mucho cuando estaba en mi pueblo, porque mi padrino era profe de hándbol y jugaba para el colegio. Hace mucho tiempo que no juego, pero lo sigo bastante”, cuenta sobre ese desconocido pasado.
Otra de las confesiones del transandino tiene relación con cómo aprendió a enfrentar la exposición pública y a los medios. “Al principio hasta inventaba palabras de los nervios. No me gustaba, empezaba a decir cualquier cosa. A medida que fueron pasando las entrevistas, empecé a hablar mejor y a sentirme más tranquilo”, rememora.
En los últimos días, la dirigencia de Colo Colo ha comenzado a abocarse en compromisos, renovaciones y compras. Partió con el nuevo contrato colectivo del sindicato por tres años, que se consiguió en cuatro reuniones y sin mediación externa; para luego seguir con la continuidad de Gustavo Quinteros, quien confirmó que no será difícil llegar a un acuerdo; hasta finalizar con los trámites para la compra del 50% del pase de Solari, con sus correspondientes derechos federativos.
Enfrentado al dilema de regresar al club que lo formó, y por consiguiente debutar en el fútbol argentino, o seguir en el Cacique para jugar la Copa Libertadores, el puntero es tajante en su convicción. “Me gustaría quedarme, estoy bien acá y me siento cómodo. No sé nada de lo que va a pasar, no tengo información, pero me gustaría quedarme”, manifiesta. Por lo mismo, la valoración que le otorga a la opción de permanecer entrenando en el Monumental es la mayor: “Colo Colo me cambió la vida”, sentencia. Así también se lo han hecho saber muchos hinchas en el transcurso de su estadía en Chile, quienes comparan su historia con la de Marcelo Barticciotto, de quien el Pibe tiene las mejores referencias. “Hablé con él, lo conocí y tuvo una muy buena recepción hacia mí. No pudimos hablar mucho, pero a pesar de lo poco que hemos podido conversar, para mí es un crack. He visto videos suyos y era un crack dentro de la cancha, además de serlo también afuera”, apunta.
A esa admiración por el histórico número 7 de los albos, también se suma su fascinación por figuras de talla mundial. “Soy muy fan de Messi y también me gusta Neymar. Admiro a esos jugadores, que son extraordinarios. Me gusta mirar a esos extremos. Alexis, también... Extremos que son maravillosos y hacen que parezca fácil jugar al fútbol”, valora.
Con solo 20 años, naturalmente que a Solari le quedan muchos anhelos y experiencias por vivir. Él las tiene muy claras. “Mi sueño a nivel de club es ganar una Libertadores y obviamente jugar en la selección mayor, que es lo máximo para un jugador”, sostiene. Incluso, si no se da la opción de representar a su país y suma los años para nacionalizarse chileno, no descarta la opción de hacer los trámites para ser carta en la Roja: “Obviamente que tienen que pasar muchas cosas, yo soy argentino y la prioridad la tiene Argentina, pero si un día se da la posibilidad, lo analizaría con mi familia”.
Antes de eso, hay un desafío inmediato: el Superclásico de hoy en Rancagua, al que llega con el ánimo a tope. “En lo personal, llego bien, como todo el equipo. Se nos dieron resultados positivos y venimos con confianza. Obviamente, los clásicos son partidos aparte y diferentes, pero nosotros vamos a ir a buscar los tres puntos. Nos sentimos muy bien”, plantea. Sin embargo, prefiere no darle importancia a los números que indican el invicto albo de ocho años sobre la U: “Los clásicos son diferentes. Por más estadística que haya, cada clásico es diferente y se toma de esa manera. No se ve por la estadística si se va a ganar o perder, eso se ve en la cancha”, apunta Solari, quien hoy tiene la oportunidad de anotarse otro punto con la hinchada del Cacique.