De los muchos debates en curso, el tema de la regulación de las plataformas digitales ha tomado especial relevancia. La amenaza mayor es para la democracia, pero en esa lista roja también figuran la veracidad de la información y el rol que deben jugar los medios de comunicación tradicionales.
Pablo Vidal, el director de Anatel, hace especial énfasis en la necesidad de promover políticas públicas que permitan combatir la desinformación y los discursos de odio a través de plataformas de internet. “El problema es que no hay leyes que regulen la competencia. Por lo tanto, tampoco responsabilidad sobre los contenidos”, dice.
Vidal fue diputado. Su mundo era el Frente Amplio -el que luego abandonaría-, pero desde hace un año salió de esa escena y asumió como la máxima cabeza de la Asociación Nacional de Televisión. “Creo que puedo ser un aporte aquí. Los canales necesitan ayuda para dar estos debates en otros espacios. Tenemos una enorme preocupación, porque la democracia está en riesgo. Y la amenaza está más cerca de lo que creemos”.
¿Cuál es la amenaza?
Muchas, pero la principal alerta es que hemos normalizado que en las redes sociales y en otros espacios de debate se miente y se manipula la opinión pública. Eso es algo que no podemos normalizar.
¿La televisión también requiere nuevos marcos, nuevas regulaciones?
Hay un primer dato. La televisión sigue siendo el principal medio de comunicación que utiliza la gente para consumir contenidos de información y entretención. Pero, claro, la TV ha tenido que evolucionar junto con los cambios tecnológicos que le han impuesto una presión muy grande. Sin duda, en estos años, el ecosistema de los medios se ha ido robusteciendo para llegar a las distintas audiencias con estrategias diferenciadas. Ya no es solo esa TV que se medía por el rating.
También hay un debate sobre los contenidos de la televisión abierta. Por ejemplo, el rol de los matinales. Pueden pasar horas en torno a una misma noticia. Algo parecido sucedió con el estallido social. ¿Cuál es su evaluación?
La TV va acompañando conversaciones que están ocurriendo en distintos momentos. Los departamentos de estudio de los canales han buscado precisar las razones por las que la gente enciende el televisor. Hasta antes del estallido, la gente declaraba que buscaba, principalmente, entretención. El quiebre fue absoluto en el estallido. Un 80% de las personas declaró que prendía el televisor para informarse. Luego, con la pandemia, hubo una demanda noticiosa mayor.
Y el año pasado, se volvió a invertir.
¿Se activó la demanda por entretención más que por información?
Claro. Más gente empezó a declarar que iba a la TV a buscar entretención, relajo, deporte, contenidos misceláneos. Hoy el tema vuelve a la información a propósito de lo que está pasando en seguridad.
Las críticas tienen que ver con si se alimenta el miedo que ya subyace…
No creo que esté siendo la televisión la que provoca ese estado de ánimo. Sin duda, la manera en cómo se aborda esa temática siempre puede ser mejor. Ahí hay un debate, pero creo que la TV está siendo un espejo de nuestra sociedad.
El derecho a una información oportuna y veraz es clave para la ciudadanía, pero sin sembrar pánico. ¿No se le estará sacando mucho jugo a la naranja?
Pareciera que en otros ámbitos también se le trata de sacar jugo a esta misma naranja. Y sí, estoy de acuerdo: hay una responsabilidad pública que todos tenemos que asumir. Lo hemos conversado con los canales.
¿Los canales privados deben tener la misma responsabilidad que la televisión pública?
Son distintos, pero todos los canales, independientemente de quiénes sean sus propietarios, deben tener una responsabilidad pública. Especialmente, en cómo se presentan los contenidos. Muchas veces pasa que son los entrevistados, los invitados, los que terminan marcando un tono en esa conversación sobre seguridad. Pero yo creo que como país no hemos estado a la altura en el debate de seguridad.
¿En qué sentido?
En que se requiere un debate más integral. Lo que pasa en los medios, lo que pasa en la política, es que estamos más condicionados por las redes sociales. Y ahí, en esas plataformas, el algoritmo se encarga de diseñar contenidos que respondan a tus intereses y preferencias. Entonces, se van construyendo estas burbujas, estas cajas de resonancia donde las personas sólo van reafirmando sus creencias.
Se ha visto en campañas electorales…
Claro, y el problema es que esa conversación digital no tiene el rigor periodístico que sí tiene un medio de comunicación. Entonces, se van construyendo conversaciones de buenos y malos, de ellos y nosotros. Lamentablemente, eso está permeando muchos otros espacios del debate público.
¿Y cómo entran aquí los medios informales que funcionan con sus propias reglas? ¿O son un aporte porque democratiza la información?
Ahí hay una zona medio gris. Hay quienes sostienen que una persona con un teléfono en la mano se constituye como un medio de comunicación. Pero no es así. Esa persona puede conseguir un registro, una foto, un video y hacer un aporte valioso, pero eso no es un medio de comunicación propiamente tal.
¿Qué lo diferencia?
Un medio de comunicación tiene la responsabilidad de entregar información que ha sido investigada, chequeada. Esa rigurosidad es una garantía para la ciudadanía. En lo digital, eso se empieza a perder. Uno no tiene certezas de dónde vienen o a qué intereses responden la mayoría de los contenidos que uno ve en redes sociales.
¿Y se pueden regular las redes sociales?
Es un debate mundial. Lo hemos discutido mucho en la Asociación Internacional de Radiodifusores, pero todavía no hay un consenso internacional sobre cuál sería la mejor forma de hacerlo. Lo que sí sabemos es que nunca la regulación pasa por la censura de los contenidos. La libertad de expresión sigue siendo el principio fundamental, pero debe ser con responsabilidad.
Difícil cuadrar el círculo, ¿no?
Esa es la complejidad de esta discusión. Pero sin duda que las plataformas digitales tienen que tener responsabilidad, especialmente cuando hay sospechas de que reciben financiamiento para viralizar o difundir contenidos de odio, o que simple y llanamente distribuyen mentiras. No podemos normalizar que en redes sociales se mienta y se manipule a la opinión pública.
LA DESCONFIANZA
A la par camina otro fenómeno: la desconfianza, la sospecha de la ciudadanía con algunos medios. Creen que hay agendas ocultas, que son de la élite. ¿Cómo abordar esa distancia? ¿Alguna autocrítica por hacer?
Sin duda que esa autocrítica debe existir. Pero la idea de que las redes sociales son la gran plaza pública donde todos nos encontramos no es verdad. Las redes sociales no están diseñadas para generar diálogos ni hacer análisis democráticos, transparentes, transversales. El algoritmo está diseñado para aislarte en tu burbuja de eco y a partir de eso perfilarte y ofrecerte como un producto a una base de datos para vender publicidad. Las redes te muestran aquello que tú quieres ver.
¿Y por qué cree que se instala la sospecha sobre la televisión, por ejemplo?
Los canales están permanentemente haciendo esa evaluación, ajustes, cambios, mejoras. Y cuando son errores más evidentes, por ejemplo porque citaron mal una fuente, eso se explicita en pantalla. Además, tenemos un órgano supervisor que es el Consejo Nacional de Televisión. Por lo tanto, en la TV no pueden proliferar mentiras de una manera descarada como sí ocurre en las redes. La ciudadanía tiene espacios donde puede reclamar. El problema que tenemos es de asimetría regulatoria.
¿Hay experiencia comparada con otros países?
Es interesante ver la experiencia brasileña. En algún momento, a los grandes medios de comunicación se les acusó de haber colaborado con el triunfo de Jair Bolsonaro. Mientras gobernaba, se observó que él atacaba a los medios cada vez que no le convenían las verdades que se daban a conocer. Eso generó una conversación acerca de cómo regular la convivencia con las plataformas digitales...
¿Las redes sociales se escaparon de las manos? ¿Eso es?
Es peor que eso. Las redes sociales se nos montaron por encima. Controlan buena parte de las comunicaciones en el mundo. Piensa que sólo las ventas publicitarias de Google son 1,3 veces el PIB completo de Chile. Estamos hablando de gigantes tecnológicos. Este es un desafío para la humanidad. Tenemos que resolver cómo vamos a convivir con estas tecnologías y con estas grandes corporaciones tecnológicas, porque afectan nuestra convivencia democrática.
El nuevo proceso constituyente chileno, ¿debería incorporar algo de esto en la Constitución?
Hemos visto que los expertos constitucionales han conversado respecto de cómo seguir regulando la televisión y no hemos visto ninguna propuesta respecto a cómo regular al mundo digital, que es el principal debate que se está teniendo a nivel internacional.
¿Censura?
¿Lo que pasó con la periodista Paulina de Allende-Salazar no atenta contra el necesario cuidado de la democracia? Un funcionario de Carabineros dijo que no iba a dar declaraciones mientras ella estuviera presente y luego su canal la despidió. ¿Qué dice Anatel sobre esto?
Creo necesario separar los dos temas. La decisión que tomó el canal es una relación entre particulares. Por el rol que yo cumplo, no corresponde que entregue una opinión. La tengo, por supuesto, y la expresé. Pero, a mi juicio, el otro hecho es significativamente más preocupante…
Más concretamente…
El hecho de que una autoridad pública sienta que puede censurar a un medio o a un periodista es algo intolerable en democracia. Se lo hemos manifestado a las autoridades de gobierno, pero a todos los ciudadanos nos debe llamar la atención. Esto no puede volver a pasar. No puede normalizarse que el día de mañana un parlamentario, un alcalde o cualquier autoridad pública se sienta con el derecho de decir: “Yo no hablo con este medio”. A mí me preocupó mucho.
¿Y Anatel no debería entrar en esa discusión? Quizá sea una manera de evitar que se alimente la animadversión a la prensa para ocuparla como arma política.
Está completamente ligado con lo que hablábamos al principio. Las campañas de desinformación son un fenómeno mundial. Su principal interés es destruir la credibilidad de la prensa. En el fondo, se busca ensuciar a los medios para poder reemplazarlos por la verdad que ellos quieren instalar. Vamos desacreditando a los canales, a la radio y a los diarios para instalar su propia verdad. No estamos inmunes.
¿El punto es cómo y qué hacer para evitar esa campaña en contra?
Los canales están en un permanente esfuerzo de evolución para acompañar el avance tecnológico. Ahora, los canales no van a ir a disputar el terreno de las mentiras, porque tendríamos que caer en ese juego de barro. Lo que tenemos que hacer es lograr que las personas comprendan y se protejan, que sigan las plataformas de Fact Check que están chequeando si lo que se dice es verdad o no. La regulación es necesaria, pero también lo es empoderar al ciudadano y que sepan comprender cómo funcionan estas plataformas.