El turno de Valentina C. (25) comenzaba a las 8 am. Era mediados de agosto del año pasado y debutaba en el internado de enfermería en el Hospital Gustavo Fricke de Valparaíso. La primera tarea que le asignaron fue atender a 12 pacientes del área pediátrica médico quirúrgica, quienes estaban distribuidos en cuatro salas. En una de ellas había tres niños: dos de ellos estaban acompañados de sus padres y el que ocupaba la última cuna estaba solo. Ahí, cubierto de sondas y en silencio, Valentina recuerda que miraba atento la película Shrek que se transmitía en una tele instalada para él sobre las vigas de su cuna.

Después de examinarlo, la interna se acercó al mesón principal de su área a preguntar por la historia del paciente. La respuesta la dejó helada.

-Me contestaron que a ese chiquitito lo habían abandonado.

Pese a que en las salas de pediatría las visitas se permitían las 24 horas del día, sin restricciones por Covid-19, al niño que Valentina atendió nunca nadie lo había ido a ver en el año y siete meses que tenía de vida. Era poco lo que se sabía de sus progenitores: eran chilenos, vivían en Viña del Mar y habían egresado del hospital sin su hijo. Quizás el hecho de que el lactante hubiese nacido con el síndrome de intestino corto -lo que lo convertía en un paciente crónico-, intuían los funcionarios, podría haber sido una de las razones por las cuales sus padres no se lo quisieron llevar.

Esto ya había pasado antes, le dijeron las funcionarias del mesón a Valentina, inmediatamente después de explicarle la situación del niño. Una realidad que, cuenta ella, nunca, en los cinco años que llevaba estudiando Enfermería en la Universidad Santo Tomás de Viña, le advirtieron que podría pasar. Por eso, señala, su primer día como enfermera fue chocante. Pero también marcó el inicio de un vínculo.

Todos los días de su internado a Valentina C. le tocaba atender a ese niño. Solo que los cuidados comenzaron a ir más allá que una atención médica. Así, si su ropa se ensuciaba, ella se la llevaba hasta su casa en Viña -donde vive con sus padres- y se la traía de vuelta, lavada y planchada. Si veía que al paciente se le acababa el champú, lo incluía en sus gastos de supermercado. Lo mismo con la compra de pañales e, incluso, de juguetes.

-Con un grupo de colegas nos fuimos encariñando. A veces juntábamos algo entre todas para poder comprarle regalos o nos dábamos nuestros tiempos para ir a jugar con él a su cuna -dice.

A medida que transcurrían sus días en el Fricke, Valentina también empezó a ver cómo otras enfermeras se encariñaban con otros lactantes que empezaban a vivir la misma situación que la del niño del año y siete meses.

-Eran mayoritariamente recién nacidos que, en general, heredaban la abstinencia a las drogas de sus padres, enfermedades de transmisión sexual u otras condiciones. Y pese a haber sido dados de alta, seguían viviendo ahí porque no tenían a dónde ir.

Cuando Valentina llevaba cinco meses haciendo su internado, ya no era solo el niño de un año y siete meses el que estaba solo. A esa altura, ya había visto al menos cuatro casos similares.

Vivir hospitalizado

Hace seis años, cuando el pediatra Juan Pablo Miranda (47) trabajaba en la Clínica Las Condes y en el Hospital Barros Luco, su rutina veces tenía paradojas:

-Mientras en mi trabajo en la clínica veía cómo muchas mujeres gastaban millones de pesos para hacerse uno, dos y hasta tres tratamientos de embarazos in vitro para ser madres, cuando llegaba a la Unidad de Neonatología del hospital tenía a tres recién nacidos que habían sido dejados por sus progenitores.

La realidad de los lactantes abandonados no es nueva en el trabajo de Miranda en el Barros Luco. Ocurría de manera recurrente, especialmente en embarazos adolescentes y en familias donde el consumo de drogas se daba con regularidad.

Este fenómeno, que ya existía de antes, no cambió con la llegada de los nuevos usuarios migrantes al sistema de salud. De hecho, se mantuvo igual, explica Miranda:

-Con pacientes migrantes nos empezó a pasar que llegaban sin papeles a atenderse al hospital, entonces dejaban a sus niños ahí y no tenías cómo ubicarlos. Pasa también que si en la población chilena la tasa de mortalidad de los recién nacidos es de seis por cada mil, en la haitiana, por ejemplo, es 45. Por lo que ahora asomaban razones culturales, como que el apego de esos padres es distinto, porque la probabilidad de que sus hijos se mueran es demasiado alta.

En el sector norte de la RM, en el Hospital San José, también ha pasado. Macarena Cortínez, psicóloga del programa Chile Crece Contigo -la entidad que se encarga de ver estos temas-, explica que este tipo de casos se da con familias chilenas y extranjeras que tienen una serie de factores de riesgo.

-Aparecen prevalentemente los problemas de consumo, eso es algo frecuente. Pero también son familias cruzadas por dinámicas de violencia, pobreza y abandono de figuras significativas -dice Cortínez.

La psicóloga recuerda un caso que marcó no solo a su equipo, sino también a toda la Unidad de Neonatología del hospital, quienes tomaron el cuidado de una niña que estuvo cinco meses con ellos.

-Era hija de una mamá extranjera que estaba en una situación de pobreza extrema, sin redes de apoyo, migración irregular, consumo y violencia de pareja. Al principio, luego de dar a luz, estuvo presente. Pero llegó un momento en el que no pudo seguir. Volvió al consumo y no tenía una red de apoyo en Chile, entonces esta bebé quedó al cuidado de la institución.

Así, los funcionarios del hospital comenzaron a hacerse cargo de ella, mientras en los equipos de asistencia social buscaban a su familia extendida y daban aviso a los tribunales de familia para resolver su caso. En ese intertanto, Cortínez comenzó a escribirle un libro de vida, una práctica que hacen regularmente con estos niños.

-Este libro lo que hace es dar una narrativa de lo que, hasta ese momento, ha sido su historia, con fotos y mensajes. Ahí le hablábamos acerca de quiénes somos nosotros, de quién es su mamá y quiénes conformaban su familia. Al final es contar toda esa historia que corre el riesgo de quedar en el olvido.

No hay datos

Pese a que esta no es una realidad nueva, lo cierto es que no ha existido un manejo acabado de los datos. La Subsecretaría de Redes Asistenciales respondió que es un número que no está centralizado. La única manera de hacerlo, es preguntando hospital por hospital.

En la Fundación Apoyo Adopción hicieron ese ejercicio. Su directora y cofundadora, María Eliana Reyes, junto a su equipo pidieron los datos al Portal de Transparencia. Según lo que entregaron los servicios de salud, entre el año 2010 y julio de 2022, han existido 296 casos de recién nacidos en situación de abandono. En los establecimientos donde más se ha repetido esta situación es en el Hospital Regional de Coronel, San José, Barros Luco y el San Juan de Dios.

De todas formas, Reyes dice que esa cifra que entregaron tampoco es exacta:

-Nos empezó a hacer ruido, porque teníamos testimonios de personas que trabajaban en unidades de neonatología de hospitales públicos que nos decían que en el período de tiempo en el que habíamos investigado sí tenían casos. Pero, en las cifras, los establecimientos informaban que tenían cero.

El problema, dicen en los hospitales, es que tampoco es fácil definir qué se entiende por un niño en situación de abandono. En el San José, por ejemplo, los denominan como “casos con problemática social”. Ahí entran madres con problemas de consumo que no visitan a sus hijos, progenitores que dieron direcciones falsas o lactantes que, pese a que no están con sus padres, tienen familias extendidas presentes en la hospitalización, pero no un lugar a dónde irse.

Así, cada hospital tiene su propia definición. Eso, para María Eliana Reyes, es un problema:

-Nadie se atreve a decir que es un niño en situación de abandono. Me imagino que no los asumen porque están buscando a su familia, que existe. Pero en términos prácticos, una guagua que está tres semanas en un hospital sin que nadie la vaya a ver, es un niño que está solo.

Como los números no están claros, es difícil saber si esta realidad ha ido en aumento, a la baja o si se mantiene igual. La jueza de familia de la VI Región y vicepresidenta de la Federación Latinoamericana de Magistrados, Natasha García, dice que ha ido aumentando en el tiempo. Todos los meses le toca ver un caso así.

-Se ha ido agudizando con diferentes situaciones que han aumentado en el país. Situaciones asociadas al consumo problemático de drogas, por ejemplo, en adolescentes gestantes, en la situación de los hijos de migrantes, indocumentados, etc. -explica.

Juan Pablo Miranda dice que en el Barros Luco los casos se mantienen igual y en el San José, incluso, aseguran que podrían ir a la baja. Ese es el problema, dice Eliana Reyes:

-Porque si no tienes un diagnóstico, ¿cómo haces una política pública?

A la espera de una resolución

Cuando Valentina C. llevaba un mes en su internado, decidió acercarse a la asistente social de Chile Crece Contigo en el Gustavo Fricke, que estaba viendo el caso del niño de un año y siete meses abandonado. Le dijo que llevaba esas cuatro semanas cuidándolo y que quería adoptarlo.

-La asistente me dijo que sería difícil: era un proceso tedioso, tenía que estar casada y tener una casa.

Pese a que sus padres le ofrecieron poner la casa a su nombre y que, incluso, hasta un amigo de Valentina le ofreció casarse con ella para cumplir el requisito, al paciente le faltaban varias etapas para ser declarado susceptible de adopción -una decisión que sólo puede tomarla un juez de familia-.

El proceso, en estos casos, funciona así: luego de notar que los progenitores de un recién nacido no han ido a visitarlo en una semana o más, el área de asistencia social de los hospitales da aviso al tribunal de familia y, en paralelo, activa las redes de búsqueda de la familia extendida. En el San José, el trabajador social y jefe del área de Servicio Social, Paulo Silva, es quien dirige esa tarea:

-Generalmente consiste en hacer una visita domiciliaria en las direcciones que nosotros tenemos, e indagar, ya sea con el vecindario o con la gente que encontremos en el domicilio en particular. Usamos todos los mecanismos para poder dar con esa familia y contextualizar la situación en la que se encuentran los niños.

Los tribunales de familia también realizan la búsqueda de familiares o de una familia de acogida que pueda recibir a los niños temporalmente, como medida cautelar. El tema es que mientras eso se resuelve, el lactante sigue viviendo en el hospital. El tiempo que pasa en adoptarse cualquiera de estas medidas es indeterminado, explica la jueza Natasha García.

Si es más de un mes, como ocurre en muchos casos, aseguran en los hospitales, las consecuencias físicas y psicoemocionales para el niño no son menores. Así lo explica Marcelo Sánchez, director de la Fundación San Carlos de Maipo.

-Lo que pierde un niño ese mes o más en el que está sin un cuidado parental es muy fuerte y genera un trauma muy importante hacia adelante, dice.

La psicóloga Macarena Cortínez advierte que esto incluso podría traer consecuencias peores:

-Corren el riesgo de generar defensas autistas, que dejen de vincularse con otros. En el fondo, es muy arriesgado, porque quedan solos, a la deriva. Entonces no confían en un otro que pueda contenerlos.

Una hospitalización prolongada no solo estresa a los tribunales de familia. También presiona a un sistema de salud que, en tiempos de alta circulación de virus en pacientes pediátricos, utiliza camas que no sobran en los hospitales. Eso dice Juan Pablo Miranda.

-Muchas veces pasa que necesitamos tres camas para hospitalización, pero esas mismas camas están ocupadas por niños cuya situación social se ha judicializado y están a la espera de definir quién podrá quedarse a su cargo.

En septiembre del 2022, cuando el paciente de Valentina recién había cumplido un año y ocho meses de edad, apareció la pareja de su abuelo materno, quien decidió hacerse cargo de él. Valentina ya había empezado a hacer el papeleo para la adopción, pero la respuesta del equipo de servicio social -y lo que se sostiene también en los tribunales de familia- es que siempre se privilegiará que los niños se queden con su familia de origen.

Esa aún no era opción para la niña de madre extranjera que llevaba cinco meses en el San José. A mediados de marzo de este año, el tribunal decretó como medida cautelar que fuera recibida por una familia de acogida de emergencia mientras se resuelve su situación.

Casi ninguno de los hospitales que actualmente tiene niños en esta situación quisieron participar de este reportaje, pese a que sus equipos de neonatología sí querían dar a conocer esta realidad. Sólo en el San José informaron que de los siete niños hospitalizados con problemática social -padres con consumo de drogas, vivienda en malas condiciones o nada más que familia extensa presente en hospitalización- había uno que no presentaba visitas de familiares desde su nacimiento.

Todo apuntaba a que sería un nuevo caso. Entonces, dice un funcionario del establecimiento, pasó algo inusual. Algo, explica, que casi nunca sucede: apareció el padre.