Nacida en La Coruña y afincada en Barcelona, Patrycia Centeno (39) es periodista y experta en el estudio del lenguaje no verbal como herramienta de comunicación política y corporativa, además de autora de libros como Política y moda. La imagen del poder (2012) y Espejo de Marx. ¿La izquierda no puede vestir bien? Asomada al pack que componen lenguaje corporal, indumentaria, escenografía, coreografía y protocolo, asesora a políticos y enseña acerca de liderazgo femenino en Cataluña y en el resto de España.
“No he apreciado tanto la moda como tendencia, como cultura, o incluso como economía, sino como un lenguaje”, comenta vía Zoom desde la capital catalana. “Empecé investigando acerca de cómo se vestían los políticos y me di cuenta de que, al final, la ropa no tiene vida, y de que somos nosotros quienes le imprimimos ese carácter. Fue entonces cuando me interesé por el resto de la comunicación no verbal. Con la palabra, desde pequeños se nos educa para no ser sinceros del todo, pero con la comunicación no verbal suele ser mucho más complicado”.
A lo enumerado suma Centeno el análisis de la actualidad política en radio y TV, así como el rol de tuitera en @PoliticayModa, nombre que es también el de su web/pyme. Por eso, buena parte de sus tuits exponen imágenes que ella se encargar de escrutar y de interpretar en 280 caracteres. En términos profesionales, eso sí, que la idea no es tuitear por tuitear.
Así ocurrió el domingo 4 de diciembre último, a propósito del alboroto en redes y medios por el look del Presidente Gabriel Boric en una actividad oficial de fin de semana: una aparición con camisa blanca veraniega, bordada y remangada (que permitía ver los tatuajes en sus brazos); también los lentes de sol que se dejó puestos. Como pasa en Twitter, el asunto se transformó en una minibatalla en la que abundaron los reproches de informalidad e irrespeto a la investidura presidencial.
Pero Centeno fue de otra idea, y así lo tuiteó: “Mucho más coherente (creíble y auténtico) así que con el traje que incomprensiblemente os seguís autoimponiendo (no por convicción, sino por convención) al alcanzar el poder. La seguridad no la da una pieza de ropa, la trae el estilo (personalidad/carácter)”
¿Qué es tener estilo?
Para mí, es tener personalidad. El estilo es la personalidad. Cuando hablamos de estilo, no estamos hablando de algo superfluo. Por eso es tan importante que nuestros representantes tengan un estilo, porque eso nos está diciendo que son personas maduras.
¿Diría que Gabriel Boric lo tiene?
Creo que hay muchas personas, y el Presidente Boric es una de ellas, que aún no han alcanzado su estilo. Creo que ha pasado por muchos estilos, sobre todo antes de llegar a la Presidencia. Cuando ya se presenta como candidato presidencial cambia otra vez su estilo, pero ya lo había cambiado muchas veces. Cuando una persona adulta cambia tantísimo su estilo, es cierto que le asumimos una cierta inmadurez.
Normalmente, configuramos o buscamos el estilo cuando somos adolescentes: con amigos intentamos ir encajando dentro de un grupo que estéticamente sea lo más parecido a lo que deseamos reflejar. Y es durante la adolescencia cuando nos permiten jugar algo más con la estética. Cuando vamos creciendo, se supone que ya tenemos ciertas ideas más sólidas de quiénes somos, de qué queremos ser, de qué queremos proyectar. Nuestro estilo se va definiendo. Es cierto que el estilo siempre puede mejorar, pero es sospechoso cuando se cambia tantas veces de estilo.
Lo sorprendente, y también preocupante, es que un mandatario, cuando alcanza el poder, cambie de estilo y se autoimponga un estilo que otros impusieron. Sobre todo para una persona de izquierdas. Soy una gran apasionada de la figura de Salvador Allende, también por un tema estético, y él decía puedo vestir así, aunque sea de izquierda. Esa es otra batalla de las izquierdas: tengo derecho a vestir bien, pero el vestir bien es que tú puedas defender con tu estilo y tu carácter las piezas de ropa que te echas encima.
¿Qué pasa en su caso?
Yo creo que Boric no va a defender bien un traje, una camisa y una corbata, porque no es su estilo. Te lo puede imponer el protocolo, pero también podríamos entrar en qué es el protocolo indumentario: si existe, si es tácito, si no lo es. Ese traje diplomático occidental con el que se supone que todo mandatario debe cumplir está cambiando.
Entonces, ese no atreverse a modificarlo es lo que me preocupa. Porque si no estás cómodo con una corbata, pues quítatela, pero seguir llevando un traje que a veces es más más ceñido, que a veces es más holgado, que a veces no es de su talla, que a veces no es de buena calidad, eso resta imagen de Presidente. Si no vas a defender esas ropas, no te las pongas, porque entonces lo que parece es que vas disfrazado. Puede parecernos raro ver a un Presidente vestido de esa manera, y seguramente ese estilo se puede mejorar, pero lo reconozco más ahí [con la camisa remangada] que en la foto oficial, porque realmente ese no es él. ¿Quién es?
Excluyendo a Bachelet, naturalmente, los presidentes chilenos usaban corbata. Incluso Pinochet y su corbata con perla fueron un ítem de la campaña plebiscitaria de 1988. Boric la abandonó.
Cuando asesoro a políticos, cuando hablo con partidos políticos, me dicen “es que tiene que ser así”. Y te lo dicen incluso partidos antisistema, de lo más radical: “Pero es que el protocolo dice...”. El protocolo indumentario no dice nada. Es cierto que hay tradiciones, y que nuestras miradas están acostumbradas a ver a un hombre vestido con traje, con camisa y con corbata ejerciendo el poder, al menos en el último siglo y medio.
Me decías “excluyendo a Bachelet”. Yo digo que la incluyamos. ¿Qué pasa cuando aparece una mujer en ese campo? Pasa que esa fórmula no sirve, y hay que reinventarla. Hay que crear otros códigos indumentarios. Hay que crear otro protocolo indumentario, otro patrón indumentario. Cuando hay la revolución indumentaria para la mujer ejerciendo el poder, también asoma esa revolución para el hombre.
La indumentaria es un lenguaje. Consciente o inconscientemente, nos guste o no que nos juzguen, siempre estamos comunicando alguna cosa. Por supuesto, un representante público debe mirarse al espejo y saber qué lleva puesto, porque eso es un mensaje. Que tú elijas o no una corbata, que elijas un color u otro, que quieras ponerte unas gafas de sol o no... Si alguien las usa porque le molesta la vista y las necesita, bien, pero hay un pasado visual que asocia esas gafas de sol a un sistema militar dictatorial. Pasa en Chile, pasa en España, donde tuvimos a Franco y todo el núcleo duro franquista iba con esas gafas de sol, por lo cual aun ahora cuesta muchísimo que nuestros gobernantes aparezcan con lentes oscuros.
Por el lado del Presidente Boric se explicó que esos son también lentes ópticos.
Pero eso también lo tienes que tener en cuenta. Hay una cierta sensibilidad en el que mira. Yo veo a Boric con esas gafas, y esas gafas me producen cierto rechazo visual. ¿Por qué? Porque un gobernante con lentes de sol oscuros me tira para atrás: es alguien que está ocultando algo. Eso también lo tiene que tener en cuenta. Yo creo que se pueden integrar nuevos códigos indumentarios al poder, como por ejemplo ha hecho él con los tatuajes, y me parece digno de aplaudir. O que se saque la corbata. No estoy diciendo que todo el mundo deba renunciar a la corbata: depende del significado y de cómo la vayas a utilizar y del respeto que le guardes a esa corbata.
Al menos en España, la gran mayoría de los hombres lleva mal anudada la corbata y no saben con qué cuello de camisa va. Entonces, esa corbata que se supone que te iba a dar cierta dignidad, cierto prestigio, cierta seguridad, da más bien la impresión de que vas a las 4 de la mañana volviendo de una boda. Entonces, no digo que los candidatos de izquierda deban ir sin corbata. El tema es que cuando pierdes de vista lo que te estás echando encima y solo te lo pones porque sí, porque siempre se ha hecho así, ahí te equivocas: me estás comunicando verbalmente un mensaje, pero después, con tu imagen, estás siendo contradictorio. Y cuando se crea una incongruencia entre el discurso verbal y el discurso no verbal, solemos darle mayor validez al no verbal.
Eso es algo que a mí me chirría del Presidente Boric. Hay cosas que no son congruentes: ¿por qué te pones ese tipo de traje? Es que hay más trajes, y los trajes no tienen que ser estructurados. Hay trajes desestructurados. ¿Por qué no ven más allá? ¿Por qué con el discurso verbal o con el discurso ideológico me estás vendiendo un progreso y después, con la imagen, no te atreves? Y está el peinado. ¿Cómo alguien de su equipo permitió esa imagen? Es tremenda, es nefasta. No sé a quién se le ocurrió. Yo creo que quisieron innovar de alguna manera. Él está repeinado. No es él. El traje está como si se lo hubieran embutido. Lo prefiero con los tatuajes, con los botones desabrochados de la camisa, que yo siempre critico, con las gafas de sol. Esta me parece una imagen del pasado, cuando él se está vendiendo como una persona del presente o del futuro.
¿No se apuntaría a algo más clásico?
La gente confunde lo clásico con lo casposo, con lo rancio. Una persona clásica es cualquier personaje masculino que aparece en Casablanca. Pero esto no es clásico: esto es querer ir de algo que alguien se inventó hace tiempo y que tú deseas reproducir, pero ese no eres tú. Si ahora cogiéramos una fotografía de cualquier momento de Salvador Allende, creo que sería incluso más actual que estos estilismos del Presidente Boric.
Allende fue el primer Presidente [chileno] que en su jura no se presentó con chaqué, y tuvo problemas por ello. Pero él tenía un estilo definido, formal e informal, y a Gabriel Boric no se lo veo. Y no es una crítica sólo a Gabriel Boric, por favor. La mayoría de los líderes actuales no tienen una imagen o un estilo definido, y es que tampoco tenemos referentes de estilo.
¿Por dónde puede encaminarse Gabriel Boric?
No lo sé. No lo conozco personalmente, y no me atrevería a decirle que tiene que vestir de esta manera. Creo que es una conversación un poco más profunda. Pero sí creo que ni él mismo se siente cómodo con los atuendos que lleva, y eso sí que se percibe, y creo que es un problema para su imagen como Presidente. Creo que debe redefinirlo. Este verano, en la toma de posesión del Presidente colombiano vimos otras propuestas de indumentarias, incluso un cierto activismo estético que intenta poner en valor otras indumentarias que siempre se habían infravalorado y que tienen igual o mayor prestigio que un traje diplomático occidental impuesto.
Creo, también, que es importante tener referentes visuales. Cuando se crea el poder, nadie piensa que la mujer va a llegar a la primera línea, con lo cual la mujer, cuando alcanza el poder, tiene otro deber, que es pensar: ¿Y ahora, qué hago? ¿Me visto como mis compañeros varones o creo una indumentaria nueva? Durante la primera etapa de las mujeres en el poder, se masculinizaron y ahora estamos viendo otra etapa en la que están diciendo tenemos una riqueza indumentaria en nuestro ropero en el que podemos ir saltando de piezas masculinas a femeninas. ¿Por qué no integrar dentro del poder las piezas femeninas? Y eso es lo que están haciendo las mujeres.
Por lo tanto, si Camila Vallejo fuera Presidenta, estaría obligada a replantearse su uniforme diplomático occidental, porque no existe para la mujer. Entonces, Gabriel Boric, que llega como Presidente más joven, como Presidente de izquierdas, ¿por qué no defiende un atuendo que calce con su personalidad y que refleje su mensaje?
¿Puede asumirse que la polera de la ministra Vallejo con la lectura “Mamacita needs a margarita” no le pareció una buena elección?
Esta camiseta no era pertinente. Hay un error. Estamos hablando de comunicación, y cuando la imagen eclipsa el discurso hablado es porque ha habido una falla. Es un error, porque me estoy fijando en la camiseta, pero no voy a atender a lo que me estás diciendo. Eso te lo puedes poner para salir, o si en algún momento no tienes posibilidad de palabra. En España se empezó a hacer lo de las camisetas-pancartas por parte de grupos de izquierda que no tenían representación parlamentaria ni repercusión mediática y lo único que tenían era una camiseta. El problema es que se puso de moda, y cualquier político, aunque tuviera horas y horas parlamentarias para hablar, se ponía la camiseta con algún eslogan o con algún dibujo, y lo que eso hacía era distraer. Si estoy observándote, no puedo estar escuchándote, y nuestro cerebro siempre apuesta porque observemos y no escuchemos tanto.
El suyo no era un eslogan político...
Es vital y personal, y yo lo compartiría en otra faceta, pero como portavoz de un gobierno no puedes estar transmitiendo ese mensaje. Incluso te puede salir un colectivo de alcohólicos anónimos, o lo que sea, y puedes tener un problema. Creo que ahí se equivocó. Aun así, Camila Vallejo, ya desde su etapa estudiantil, me parece una mujer que ha sido muy valiente en incorporar piezas del atuendo femenino dentro de la imagen creada de poder.
¿Qué diría del estilo de la ministra?
Creo que, como otras referentes del liderazgo femenino político (Alexandria Ocasio-Cortez, Sanna Marin, Yolanda Díaz, Jacinda Ardern, Anne Hidalgo), está intentando proyectar, buscar otra imagen de líder mujer que no implique obligatoriamente masculinizarse. Debemos ser conscientes de la dificultad que entraña cambiar el patrón visual de uniforme diplomático occidental. En su caso, es de agradecer su valentía al feminizar y rejuvenecer el atavío del poder político: fabuloso su traje de americana con shorts rosa en la presentación del nuevo gobierno, y divina cuando se descalza para cambiarse el calzado con tacón por unas zapatillas al iniciar o acabar un acto. Su imagen la proyecta como una mujer joven, femenina y práctica. Quizá, en algunos de sus looks debería apostar por tejidos de mayor calidad (al final, son las prendas más sostenibles) y buscar otra montura de lente que no le apague el rostro.
¿Es hoy más difícil distinguir orientaciones políticas según el vestuario?
Depende. En España depende incluso de los territorios: en algunos es difícil distinguir entre izquierda y derecha, y en otros se ve muy claramente. Creo que hay países, también, en los que esto es muy claro, y otros donde las fronteras indumentarias se han ido desdibujando. Para mí está bien que la izquierda y la derecha se diferencien: si tienes un mensaje verbal o un discurso ideológico propio, es bueno que también te diferencies estéticamente. La diferencia no es nada malo. Incluso las imperfecciones son oportunidades para ser vistos, para ser percibidos.
Ahora, cuando hablamos de indumentaria en el poder, muchas veces de lo que hablamos es de estrategia estética. A través de tu indumentaria estás intentando sintonizar con una parte del electorado que a lo mejor ya tienes u otra parte que piensas que no confía en ti, o que no se siente tan atraído, y vas a hacerlo a través de la indumentaria. Hay casos en los que el dirigente, sobre todo en las campañas electorales, decide cambiar algo de su estilismo para atraer aquel tipo de electorado que en principio no sería su target. Por eso, también, ahora hay tantos juegos entre la derecha y la izquierda, y por eso es tan importante que se definan. Si no, lo que están haciendo es una falsedad, como si jugaran con el electorado.
¿Y el electorado no podría entender que la investidura presidencial justifica vestirse de otra manera?
El estilo no cambia ni debe cambiar, porque no debes cambiar tu personalidad. Lo que debes hacer, cosa que hacemos todos a lo largo de nuestra vida, es mejorarlo.