Pocos lo llaman por su nombre formal. Partido Justicialista. El PJ. No. En verdad, es el peronismo. Y el expresidente uruguayo Pepe Mujica aportó una semana antes de las elecciones presidenciales del pasado domingo en Argentina una mirada que terminó siendo un augurio preciso.
“Argentina es una cosa indescifrable, porque es un país que tiene una mitología. ¿Cómo se explica que el ministro de Economía, con una inflación como la que tiene Argentina, va a pelear la Presidencia? Porque tiene el respaldo de una cosa que no está conforme con él, pero que lo va a votar igual, que se llama peronismo. Porque ese animal existe. Es una mitología que tiene el pueblo argentino y rompe todos los esquemas”, dijo el exmandatario.
“De que puede ganar, puede. Sería algo inverosímil, pero sí, puede pasar”, agregó. En aquel momento, ninguna encuesta publicada daba un escenario en que Sergio Massa, el ministro de Economía que mantiene una inflación interanual del 140%, saliera primero. Muchos dudaban incluso de que si lograría entrar al balotaje. “Aunque nos derriben mil veces, mil veces volveremos”, dijo alguna vez el propio Juan Domingo Perón. Y, tal como lo ha hecho durante casi ocho décadas –y como predijo Mujica–, el peronismo se levantó de las cenizas no solo metiéndose en la segunda vuelta, sino que lo hizo en el primer lugar y con importantes chances de mantenerse en el poder.
Entender qué significa este “animal” que, para un país como Chile, que nunca ha tenido una figura como lo fue para los argentinos la del general Juan Domingo Perón (1895–1974), es difícil de captar del todo. ¿Cómo se explica este fenómeno sociopolítico y su aparente capacidad infinita de reformularse y volver a ser competitivo electoralmente por décadas?
Un concepto inabarcable
Intentar resumir en unos cuantos párrafos el objeto de estudio de incontables libros siempre dejará espacio sin cubrir, vale partir introduciendo, pero tres académicos dieron pistas a La Tercera sobre qué es el peronismo y cómo siempre regresa.
“Las preguntas sobre el peronismo no son nada sencillas, por supuesto, porque hablar de peronismo es como hablar de sexo en los ángeles, más o menos”, dijo con ironía Loris Zanatta, historiador italiano y docente de Historia de América Latina en la Universidad de Bolonia, Italia, que ha dedicado gran parte de su carrera al estudio de los populismos y, por cierto, del peronismo.
Hecha la advertencia, el historiador italiano señala que la idea que rodea al peronismo “es que en realidad la política es una prolongación de la religión, y la religión es política. De hecho, el peronismo nace así, como brazo secular de revanchismo nacionalcatólico contra el liberalismo”.
Para el analista político y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Gustavo Dufour, se trata de “un partido muy heterogéneo y extremadamente pragmático y no dogmático”, dijo a BBC. Esa cualidad tan abierta y fluida en cuanto a su interpretación es la que permite la existencia de las múltiples caras que ha adoptado en su historia iniciada en 1946 por Juan Domingo Perón.
Dicha característica es la que ha hecho que desde su fundación, sin considerar los gobiernos de facto o los mandatarios electos cuando el peronismo estaba proscrito –entre 1955 y 1973–, solo tres mandatarios no pertenecientes al Partido Justicialista han llegado a la Presidencia del país, y dos de ellos terminaron de manera dramática: el de Raúl Alfonsín en 1989, en medio de una hiperinflación, y el de Fernando de la Rúa, que debió renunciar y salir en helicóptero desde la Casa Rosada tras graves protestas y una de las peores crisis económicas de la historia del país vecino, en 2001.
El antropólogo social Alejandro Grimson, en su ensayo ¿Qué es el peronismo?, reconoce la dificultad de encasillarlo, puesto que “jamás será atrapado en una frase”, escribió. “Es la identidad política popular más persistente de Argentina”. Pero también le permite haber sido de derecha, de izquierda, neoliberal o hasta fascista, argumentó el académico, considerando la admiración de Perón por algunas de las medidas implantadas por Benito Mussolini, el dictador italiano.
Militar de formación, Perón experimentó su primer acercamiento a las masas desde la Secretaría del Trabajo, lugar que lideró tras el golpe militar de 1943 en Argentina. Su vínculo con grupos empobrecidos de personas que llegaban a Buenos Aires en busca de trabajo lo llevó a fomentar la creación de sindicatos, otro de los conceptos claves para entender al movimiento que luego formaría junto a su esposa, Evita.
El giro social no fue del gusto de la cúpula militar, siendo detenido el 12 de octubre de 1945 para, solo cinco días más tarde, ser liberado tras una gran movilización sindical y obrera, acaso otra de las claves a futuro. El temor ante una revuelta lo hizo salir al balcón de la Casa Rosada para tranquilizar a sus seguidores. Había nacido el peronismo. Al año siguiente, en 1946, llegó al poder de manera oficial tras ser elegido presidente, mismo año en que, posterior a su ascenso, fundó el Partido Justicialista.
En opinión de la politóloga y directora de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Católica de Argentina, María Lourdes Puente, “el peronismo expresa una cultura en la que se siente que quien conduce no se olvida de uno, que lo tiene en cuenta. Se asocia la gobernabilidad y la capacidad de manejo de crisis con el peronismo. Por eso es que quien más mal está, lo que siempre ve en la conducción peronista es que lo va a tener en cuenta, que no lo va a abandonar”.
Sin embargo, aún falta un componente clave en la lógica peronista. Su factor de reinvención aparentemente infinita. De otra manera no se explican figuras como Carlos Saúl Menem, el peronista con las políticas de corte más neoliberal, conviviendo con la expresidenta y actual vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, que siendo de izquierda, no asistió durante una década y media a la cumbre anual del PJ.
Junto a la expresidenta conviven el actual mandatario, Alberto Fernández, y Sergio Massa, candidato del bloque. Tres nombres que casi durante un año bien podrían compararse a la relación del agua con el aceite. Cristina Kirchner incluso renegó de su propio gobierno el día de las votaciones del domingo pasado.
“El peronismo siempre jugó todos los roles en la película, considerándose a sí mismo como una especie de religión de la patria, una especie de identidad del pueblo”, planteó a La Tercera Loris Zanatta. En cierto momento personificó “roles progresistas con el primer peronismo, los montoneros y hoy el kirchnerismo. Una vertiente antiimperialista y anticapitalista que distribuye recursos”. Pero también estuvo “el menemismo, y hoy llega Massa. El mismo peronismo juega el otro rol en la película, y luego se cambia al que va a tratar de arreglar los desastres dejados por el anterior”.
¿Massa peronista?
Tomando en cuenta el historial del movimiento, no es difícil integrar al actual ministro de Economía dentro de las huestes. Zanatta clarifica que “dentro de la galaxia peronista, Sergio Massa es el menos peronista. De hecho, llegó al bloque en los años 90 viniendo de la UCeDé (Unión del Centro Democrático), que era un partido de raíz liberal, o sea, no es el típico peronista ortodoxo que viene del sindicato o de otro grupo corporativo más afín”.
Alejandro Horowicz, ensayista y académico que también ha dedicado libros enteros al estudio del movimiento, señaló a este periódico que, frente a las “propuestas un tanto, para decirlo amablemente, estrafalarias de Javier Milei”, incluidas “dinamitar el Banco Central, romper las relaciones argentinas con los Brics, interrumpir los acuerdos comerciales con China, en un país con nuestra historia, produce un efecto que podemos denominar aterrador”.
En esa encrucijada entre el “salto al vacío” que el propio Massa cita, Horowicz ve una decisión racional del votante. “Entre una amenaza indeterminada y una política clara, la sociedad argentina opta, y este es el secreto del éxito del ministro de Economía”.
Coinciden los otros dos entrevistados. Massa es competitivo gracias a las propuestas que tenía enfrente, especialmente considerando que si bien creció con respeto a las primarias de Unión por la Patria, el rótulo peronista para esta elección, también fue la peor elección del bloque al conseguir 9.645.983 votos. En 2019, por ejemplo, cuando Alberto Fernández triunfó en primera vuelta, obtuvo 12.946.037 respaldos. En 2015, en tanto, Daniel Scioli se quedó con 9.338.490, pero el bloque fue dividido con el propio Massa cosechando 5.386.977 votos. En segunda vuelta, el primero perdió con Mauricio Macri, el tercer mandatario fuera del PJ desde 1946.
“La sociedad vota lo que le ofrece la política. No selecciona. Y últimamente su voto expresa más lo que ‘cree menos malo’ que lo que quiere realmente, pero eso no quiere decir que compra todo el paquete”, argumentó María Lourdes Puente.
Para la politóloga, el respaldo peronista y su capacidad para rearmarse en cada elección también responde a que el movimiento “representa muy bien algo muy argentino, que es la comunidad, la organización, lo gregario. La idea de comunidad, donde todos importan, buscan y defienden los derechos de todos”, pero, además, “para muchos es una pertenencia, que aunque no ha logrado resultados en el último tiempo de la historia, funciona como lugar ‘mejor’ cuando las alternativas que se proponen no convencen”.
Frente al balotaje de noviembre, “Milei, desde la perspectiva del peronismo, es el que encarna por su ética y por su estética, por sus costumbres, por sus ideas, por sus valores, por su manera de vestir, por su manera de hablar, incluso por su peluca, lo que un peronista definiría como un hombre de otro palo, o sea que pertenece a la oligarquía, a los cipayos, a los enemigos del pueblo”, explicó Zanatta.
Pero así como Milei “tiene éxito dentro de su propio campo, el liberal, y logró conquistar un montón de votos –y de paso sumergir a Juntos por el Cambio–, al mismo tiempo su efecto fue el de compactar al peronismo”.
En opinión de Puente, el llamado a la unidad nacional hecho por Massa es también un recurso recurrente en la historia peronista. “Perón lo hizo en su último mandato. El mismo Néstor Kirchner tuvo una etapa de transversalidad con un vicepresidente radical. Massa sabe que lo que se viene es duro y va a necesitar reunir mucho volumen político, así que el llamado es genuino”. Es por eso que se está distanciando comunicacionalmente del kirchnerismo. Tras vencer el domingo pasado, se subió al escenario en solitario, acompañado solo de su familia, sin el aparato kirchnerista detrás.
“El kirchnerismo fue un peronismo de izquierda que se fue volviendo faccioso y más de izquierda que peronista, y que no tiene capacidad para llamar a la unidad nacional, ya que se pasó moralizando y cancelando a los opuestos”, explicó la politóloga. Massa “significa, en algún punto, la muerte del kirchnerismo, o al menos, eso es lo que él quiere mostrar y que el resto crea”.
En agosto de este año, este periódico habló con Alejandro Horowicz. Tal como Mujica, visionó un posible repunte de Massa, e incluso aseguró que, en un eventual balotaje con Milei, el ministro de Economía tenía la mayor chance de imponerse, dijo meses atrás. Ahora, a la luz del pacto entre Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, y Milei, el académico lo reconfirma.
“En el momento en que hace una alianza pública y explícita con Bullrich, él no es más que una variante de lo mismo, al mismo tiempo que los términos de esta situación son altamente inaceptables para los votantes tanto de Bullrich como de Milei. Por tanto, es bastante razonable pensar que las posibilidades de Massa de ser presidente no han disminuido, sino que han mejorado sensiblemente”, sentenció.