Su primer PCR lo tuvo como a los 15 o 16 años, en los 60. Le salió positivo, se llamaba Partido Comunista Revolucionario y por ahí pasó Eduardo Antonio Artés Brichetti en su irreductible timeline ideológico antes de llegar al mítico Partido Comunista-Acción Proletaria (1979) que lidera hasta hoy. El PC-AP es un movimiento, base de Unión Patriótica, que sí es el partido que legalmente lo lleva de nuevo a la papeleta presidencial.
El 2017 sacó 33.665 votos, menos que las firmas que se exigen para inscribirse como independiente, pero 9.697 más que Alejandro Navarro (0,51% contra 0,36%). En este segundo asalto él y el UPA -además agrupa al MIR, el Andha Chile de Roxana Miranda y la Corriente Estudiantil Popular, CEP- llevan además candidatos a parlamentarios y cores y quieren subir la marca en varios miles, confiados en que el levantamiento popular del 18/O (no hablan de “estallido social”) y en que la derrota de Daniel Jadue en la primaria les dejó en bandeja otro mapa.
UPA ha debido reinscribirse dos veces en su historia, luego de ser disuelto por caer bajo el umbral electoral legal. En los pasillos del debate del miércoles, Artés le oyó a alguien comentar que estaba seguro que si otra vez les pasa, volverán a juntar las firmas para entrar de nuevo en el juego de un sistema que, si fuera el solar, lo tendría a él y su gente tan lejos como Neptuno o Plutón.
Una suerte de planeta aparte localizado a la izquierda de la izquierda del Partido Comunista de Teillier y Vallejo, donde El Profe -como le dicen sus adherentes- se enorgullece de no haber cedido un palmo de lo que piensa, citando a cada tanto a Lenin y Marx. Aunque desde fuera le caigan mofas de que vive pegado en los sesenta (como le dijo Sebastián Sichel en el foro; se ganó de vuelta ese “¡Eres de derecha, dilo así con ganas!”), aunque le critiquen que cómo diantres puede admirar a la Corea del Norte de Kim Jong-un en pleno 2021, o que el 2017 haya propuesto reponer la pena de muerte para los grandes narcotraficantes.
Las burlas “pueden ser mala intención, desinformación o ignorancia”, dice sentado en un café en San Miguel a la mañana siguiente del debate. “Sabemos que no es nuestro escenario. Es el escenario de ellos, que nos invitan para poder decir que son democráticos”, le comentaba a su equipo minutos antes de salir en pantalla.
“No hubo tiempo ni tuve ganas” de departir con los otros candidatos, dice. Cuando Gabriel Boric se acercó a saludarlo en los momentos previos, “me estiró la mano; le di la mía y ni lo miré más allá. No me iba a prestar para el circo, si esas son puestas en escena”.
-Ir al debate ya es ser parte de ese circo.
-Nosotros decimos: en cualquier lado, donde exista un espacio. Lenin decía que aunque exista solo una rendija, hay que aprovecharla.
Tirana, 1976
Es tan de izquierda, que en el foro ni José Antonio Kast se molestó en ir a buscarle bronca; para la derecha el nicho electoral de Artés es irrelevante como amenaza. Si hasta le dijo “don Eduardo”, ya habían estado en estos lances el 2017.
La tarde del debate lanzó su campaña en un bandejón al lado del hace poco vandalizado monumento a Salvador Allende en San Joaquín, en medio de un círculo de una sesentena de entusiastas jóvenes que raspaban la veintena, con banderas, megáfonos, pifias apenas se mencionaba “a un candidato que se dice de izquierda” (Boric, sin nombrarlo), y vehementes consignas que reivindicaban el lema del PC-AP de “refundar Chile”.
Refundar el país con un partido que está constituido en cuatro regiones está bien difícil, pero sus dirigentes no ceden. Dicen que bajo clima campañero y el ambiente de descontento han estirado sus fuerzas. En redes sociales tienen cuentas -Artés tiene la suya en Instagram- donde de cuando en cuando usuarios postean que están con “Jaduelo” y prometen votar por él. Y dicen estar expandiendo su red de comandos populares.
“Si llegamos a 100 mil votos será un exitazo. Pensamos que podemos llegar a más. Tenemos más orgánica. Pero si sacamos los mismos 33 mil de la presidencial pasada, sería complejo, no sería para estar aplaudiendo”, apuesta este profesor que también ha sido obrero metalúrgico, y cuyo bisabuelo fue un anarquista catalán que llegó a Chile antes de la Guerra Civil Española.
Su abuelo se volvió comunista y su padre también lo fue. Pero Artés no, jamás ha militado en ese partido. Es que ideológicamente no es lo mismo que el PC-AP y éste ni siquiera es una escisión del PC de Teillier, como podría pensarlo algún incauto.
En simple -y esto sirve para entender los contornos de este planeta-, para ellos los comunistas son en rigor revisionistas. Es un quiebre histórico que para Artés se remonta a mediados de los 50, cuando la Unión Soviética de Nikita Khrushchev pecó al abrir el proceso de desestalinización (el fin del culto a la personalidad de losif Stalin, muerto en 1953). Ese reformismo clavó una profunda zanja con los comunistas chinos, que acusaban de blandos a los soviéticos en los 60. Estuvieron al borde de la guerra por una isla perdida -Damanski, o Zhenbao, según a quien se le pregunte- en la frontera del río Ussuri.
-Hay un chiste viejo. Marx los vio peleando y les dijo: ¡Proletarios del mundo, separaos!-, ríe el candidato.
Por eso es que a Artés y los suyos algunos los acusan de estalinistas o neoestalinistas; él dice que simplemente es marxista leninista, de la “verdadera izquierda”. Por eso que su modelo nunca fue Moscú, sino China -en junio le rindió homenaje a los 100 años de ese Partido Comunista-, Norcorea y Albania. Y por eso viajó dos veces a ese país, el último comunista en Europa salvo la URSS, bajo el puño de Enver Hoxha (1908-1985).
Fue clandestinamente en 1976 y 1986, tres meses cada vez. Se fue vía Argentina -donde había embajada albanesa- con pasaporte y carné falsos: los “envejecía” sumergiendo la foto en una taza de té.
Dice que no volvió cegado, que “los modelos no puedes trasladarlos” y “aprendí de sus luces y sombras”. A la República Popular Democrática de Corea fue “una vez no más”, por 15 días. El 2017 discutió en tevé con Daniel Matamala por su defensa al régimen, argumentando que no tuvo restricciones para sacar miles de fotos; pero claro, fue invitado.
El PC-AP tiene relación oficial con Pyongyang y Artés insiste en rebatir que allá repriman y ejecuten a disidentes, pero “ahora, que me haga cargo de todo lo positivo y negativo, no pues. El día que yo sea incondicional… Marx dice: cuando tú terminas de escribir, está la tinta y ya debes ser crítico de lo que acabas de escribir. Si no, jodiste, te metes en una cosa conservadora”.
Con los comunistas chilenos a secas la relación ha sido complicada. Bajo dictadura, dice, con la extrema desconfianza, el interminable juego de las chapas (Artés usó varias, “Juan”, “José”, “Francisco”), el PC “llegó a lanzar cantidad de barbaridades sobre nosotros que no eran ciertas: que éramos un partido inventado por la DINA y otras”. Es que no los conocía casi nadie: el partido -movimiento lo fundaron tres personas. Nunca tuvo que asilarse ni exiliarse.
Para las parlamentarias 2005 sí unieron fuerzas bajo el pacto Juntos Podemos Más. Artés compitió como candidato a senador en lista con el PC Gonzalo Rovira. Ninguno de los dos salió electo, pero él sacó más votos que su compañero e incluso más que en la presidencial 2017: 48.329.
Se descolgó del pacto porque el PC apoyó a Michelle Bachelet para ese balotaje: “Lautaro Carmona me decía entonces que lo hiciéramos. Yo le decía que no era un problema de principios, sino de qué le íbamos a pedir, porque no tenía sentido aplaudirle todo. La planteé varios puntos, pero me dijo que no estaba en el programa. El PC ha estado en todos los gobiernos después de Pinochet. De forma abierta o encubierta. Punto”.
Aún no tiene claro cuánta plata tendrá para la campaña. Todo es voluntariado, dice. “No vamos a pedir crédito, nadie nos va a dar. La vez pasada Servel no entendía que no presentara gastos de cómo se movilizaba, comía y dormía el candidato. Si los compañeros pagaban los viajes en bus y me alojaban, ¿qué boleta les iba a llevar?”.
Artés aclara que no está en la lucha armada “porque no es la que predomina hoy”, pero no cree en la contradicción ideológica entre ésta y la vía pacífica porque “tienes que participar de todas las formas de lucha de acuerdo la realidad. Por ejemplo, si hoy apareciera otro Pinochet, tienes que tomar los fierros. No tienes más que hacer.
-Usted encontraba que la vía pacífica era impracticable.
-En cualquier época es impracticable. Incluso hoy. Lo sigo pensando. Sigo pensando que cuando los trabajadores seamos millones, con una conciencia de clase, van a dar un golpe de Estado de nuevo. No van a perder su forma de vida, sus privilegios.
-Si la clase trabajadora tiene más poder, las clases privilegiadas…
-... no se retira, dice Marx, del escenario de la Historia por su propia voluntad. No se retira. Mantengo esa convicción absoluta hasta hoy. Y creo que me voy a morir con ella. Ese sería mi éxito en la vida.