En el momento de esta entrevista, todo Kiev venía de sufrir ataques aéreos que habían provocado el corte de la energía eléctrica en casi toda la capital. Con su centro de operaciones en la capital ucraniana, Saviano Abreu lleva meses moviéndose de un lado a otro del país: es parte de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), y ya había participado en misiones humanitarias en Kenia y Somalia. En esta entrevista con La Tercera da cuenta sobre su labor en Kherson y Mariupol.
¿Cómo fue la llegada de OCHA a Kherson?
Llegamos a la ciudad 72 horas después de las fuerzas ucranianas, y fue la primera vez que pudimos entrar allí desde que la guerra empezó. Durante todo el tiempo que la ciudad estuvo bajo el control de las fuerzas rusas no tuvimos como ir, aunque habíamos enviado nuestras notificaciones para los convoyes humanitarios, donde comunicábamos a todas las partes del conflicto que estamos pasando para que no haya ningún riesgo. Cada vez que hicimos esta notificación para ir a Kherson, nunca recibimos un mensaje positivo de la Federación Rusa. Pasábamos por las calles, por los pueblos que están muy cerca de la ciudad y veíamos a la gente. Había mucha gente mayor en los pueblos cercanos. En Kherson he visto más jóvenes, pero muchos mayores en los pueblos, que se habían quedado porque no podían salir, y los abuelos y abuelas en las puertas de las casas los veíamos sonriendo, y dando la bienvenida cuando pasábamos. Fue bonito de ver, pero muy triste también. En Kherson fue distinto: había mucha más esperanza, la gente ahí estaba celebrando. Fue interesante de ver. Habían pasado pocas horas desde que las tropas ucranianas habían llegado a la ciudad, y el proceso de sacar las minas tarda mucho. Es una sensación de esperanza, pero también es dura, porque no te deja olvidar en un solo momento que estás en una zona de guerra.
Ahora mismo se está recomendando la evacuación de Kherson por parte de los civiles. ¿Cómo ve eso?
Yo estuve en esa ciudad y es muy complicado que esta localidad pueda atender las necesidades básicas de la gente que está ahí por un periodo largo de tiempo, si no hay un proceso de reconstrucción o reparación rápido de los servicios. El día que llegamos pasé por supermercados, pequeños mercados y farmacias, y te puedo decir que no he visto uno siquiera que tuviera las estanterías con algo. Las farmacias estaban totalmente destruidas, y la gente lo que comía eran los productos locales que aún se podían seguir produciendo como vegetales, verduras, frutas y poco más.
También participó en las evacuaciones de Mariupol. ¿Cómo encontró la ciudad, cómo fue la retirada de civiles?
Estuve a principios de mayo, cuando hicimos el proceso de la evacuación de la población civil que estaba en la planta de Azovstal, y también de unas centenares de personas que estaban cerca de la ciudad, y que querían salir e ir al lado controlado por el gobierno ucraniano. La gente que estaba en la planta llevada dos meses ahí, bajo la planta siderúrgica, sin poder ver la luz del sol por todo ese tiempo, y sin poder tener un acceso digno y adecuado a la higiene. La gente que conocí, con quienes hablé, se notaba con mucha tristeza y que no había podido siquiera ducharse de manera adecuada por ese tiempo. Vivían en ese sitio, en la oscuridad, escuchando afuera los bombardeos constantes. La planta misma fue atacada decenas de veces: estar escuchando el ruido afuera, sin saber que estará pasando, sin saber si su casa sigue ahí o está destruida, fue una situación tristísima, y el trauma que podías ver en la cara de las personas que salían de Azovstal.
¿Cómo ha sido tener que negociar el ingreso de los servicios humanitarios en distintos focos de la guerra? ¿Cómo ha sido la relación con ambos ejércitos, en cuanto a la accesibilidad y permisos para ingresar como equipo humanitario?
La oficina en que trabajo yo, que es la oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de la Respuesta Humanitaria, es la que está encargada de las negociaciones para el acceso humanitario para todas las organizaciones, no solo las de la ONU; pero las ONG que trabajan en áreas en conflicto. Esto se hace en distintos niveles y jerarquías: al más alto nivel hubo negociaciones con el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, o con el jefe de la oficina, el subsecretario de Asuntos Humanitarios. También conversamos a nivel más local. Aquí en Ucrania ha sido bien complicados: cada vez que intentamos ir a áreas controladas por el gobierno ruso, hasta ahora, no hemos conseguido mucho. La única vez que hemos pasado de un lado a otro de la línea de batalla fue cuando fuimos a Azovstal, y eso ocurrió porque el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, fue a Moscú primero, se reunió con Vladimir Putin, y entre otros temas que discutió estaba la evacuación de Azovstal. Luego vino a Kiev, y habló con el Presidente Zelensky, y ese fue el momento que al final, después de meses de intentos por Mariupol, entramos.
¿Qué espera del futuro de la guerra en Ucrania?
Desgraciadamente nadie, creo, ve en el futuro más cercano el final de esta guerra. Desgraciadamente está muy lejos de terminar. Lo que vemos es todo lo contrario: siempre empeora, aunque no esté tanto en los titulares como en los primeros meses. La gente no ha dejado de tener que huir cada día, todas las mañanas la gente despierta para descubrir que más casas han sido bombardeadas, más hospitales bombardeados, escuelas destruidas, y que más gente, civiles, familias, han perdido sus vidas en bombardeos que han caído en zonas civiles, que no deberían ser atacadas. Hoy mismo las cifras nos dicen que son 18 millones de personas, casi el 40% de la población ucraniana, que ecesita ayuda humanitaria, y que es un número gigante si comparas con las mayores crisis humanitarias del mundo.