-”¿Cómo vamos?”, preguntó con cierto nerviosismo el Presidente Gabriel Boric al entonces jefe de la Unidad de Seguimiento de Compromisos Presidenciales, Diego Pardow, con quien se encontró en uno de los pasillos de La Moneda.
-”Vamos a perder por 20 puntos”, contestó lacónico el asesor presidencial.
-”¡Pero cómo!”, se lamentó el Presidente, quien recién regresaba a Palacio junto a la entonces primera dama, Irina Karamanos, proveniente de Magallanes, su zona natal y hasta donde se había trasladado porque allí mantiene su domicilio electoral.
Aunque aún empezaba la tarde en la jornada del 4 de septiembre de 2022, la proyección de Pardow fue dolorosamente cierta para el gobierno: la opción del Rechazo a la propuesta de nueva Constitución se impuso con el 61,86% de los votos -7,8 millones de preferencias- frente al 38,14% de los escrutinios alcanzados por la opción del Apruebo, 4,8 millones, en el plebiscito.
La mayoría de los chilenos había optado por desdeñar la propuesta elaborada por la Convención y sumía a La Moneda en su crisis política más amarga cuando aún no cumplía seis meses en el poder.
El escenario pintaba mal desde la mañana de ese día. Atrincherados en sus oficinas, los integrantes del Segundo Piso encargados de la proyección de cómputos bajo la supervisión del entonces jefe de Estudios, Carlos Durán, veían con sentimientos encontrados cómo se multiplicaban las personas que comenzaban a acercarse a los locales de votación. Era un mal augurio.
Los cálculos de Durán eran claros: había una oportunidad de triunfo en el plebiscito, pero la condición era que la participación no superara el 60% del electorado. Más allá de eso, la pista se tornaba cuesta arriba debido a la obligatoriedad del voto que operaba en esta elección y que hacía impredecibles las proyecciones.
El mensaje -en todo caso- terminó por resultar equívoco para los jefes de los partidos del Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad. Varios entendieron que la victoria era posible y transmitían a sus dirigentes y bases que los sondeos privados de La Moneda desafiaban a las encuestas de opinión pública que adelantaban el triunfo del Rechazo. La información hizo que se instalara un ligero optimismo en las filas oficialistas.
Pero la participación terminó siendo un mazazo para el gobierno: más de 13 millones 19 mil personas (13.019.278), lo que representa un 85,7% del padrón total de algo más de 15 millones electores, fueron a votar y se inclinaron masivamente por rechazar la propuesta constitucional.
El resultado cayó como un balde de agua fría en el oficialismo y congeló las expectativas del “lo damos vuelta” que se repetía como mantra en los pasillos del gobierno, donde era claro que una eventual derrota pondría en jaque el devenir de la recién instalada administración.
Era -en todo caso- una meta autoimpuesta. Así lo había revelado el futuro ministro secretario general de la Presidencia, Giorgio Jackson, en un seminario en el que participó en febrero de 2022 en Uruguay.
“La Constitución que se termine de redactar y se plebiscite será un momento determinante para el gobierno, no porque el gobierno pueda seguir o no, sino porque buena parte de las reformas que planteamos tienen como principal obstáculo la actual Constitución. El tener una nueva Constitución es una condición sine qua non para llevar a cabo estas agendas”, afirmó.
La suerte estaba echada.
La tarde del 4 de septiembre de 2022, los ministros de Hacienda, Mario Marcel; de la Mujer, Antonia Orellana; de la Segegob, Camila Vallejo, y el mismo Jackson subían y bajaban de la oficina presidencial. Los continuos traslados de los secretarios de Estado contrastaban con la decisión de la titular de Interior, Izkia Siches, quien optó por permanecer esa jornada en su despacho junto a su equipo más cercano -y su familia-, en una señal inequívoca de que estaba consciente de que vivía sus últimas horas en Palacio.
Los restantes miembros del gabinete -convocados desde las 18 horas a la sede de gobierno para seguir el conteo de votos- compartían refrigerios (sándwiches y bebidas) e intercambiaban comentarios en el Salón Montt Varas, que se había habilitado especialmente para la ocasión.
El ánimo era expectante. Y aunque varios de los secretarios de Estado se aprestaban a seguir con cierto optimismo el cierre de las mesas de votación, otros ya estaban resignados a una derrota.
Una de ellos era Orellana. La titular de la Mujer -quien oficiaba de enlace entre el gobierno y el comando del Apruebo- había decidido semanas atrás realizar su propio trabajo de campo.
Un fin de semana -de manera discreta-, Orellana se aventuró a hacer puerta a puerta en Macul, un lugar que conocía bien, ya que había hecho campaña allí en las elecciones de los últimos años.
Los testimonios que pudo recoger asombraron a la ministra. Conocía particularmente bien el perfil político de esos votantes como para darse cuenta de que el vuelco en favor de la opción Rechazo era totalmente anormal en la conducta electoral de esos vecinos. Orellana terminó su misión convencida de que la derrota en septiembre sería un hecho.
El primer golpe de realidad para La Moneda fue a las 18.15 horas del 4 de septiembre, cuando se conoció el resultado de las primeras mesas escrutadas del país en Magallanes, el bastión electoral de Boric, donde el Presidente derrotó al sistema binominal en 2013 para convertirse en diputado.
Las cifras eran contundentes, el 59,92% de los electores votó por el Rechazo y el 40,08% tuvo intenciones de aprobar el texto de la Convención. El fantasma de la derrota comenzaba a materializarse en La Moneda.
Por ese entonces, cerca de las 18 horas el Presidente activó el primer paso del plan diseñado para la jornada y mandató al ministro Jackson a enviar un correo a los jefes de partidos del oficialismo y la oposición en el que se les citaba para “dar continuidad al proceso constituyente”. Tras consolidarse el contundente triunfo, Chile Vamos rechazó la convocatoria: había que hacerle pagar el fracaso al gobierno.
Por esas horas los ánimos estaban tan crispados en Palacio, que casi todo era objeto de discusiones. Un encontrón fuerte fue el protagonizado esa tarde por el equipo de avanzada que dirigía en ese entonces Nelson Alveal y prensa de la Presidencia, a cargo de Tatiana Klima.
Todo se desató porque Alveal instruyó poner tarimas y parlantes en la Plaza de la Constitución para que el discurso presidencial previsto para esa noche se escuchara afuera de La Moneda fuera cual fuera el resultado. No advirtió que ante el inminente fracaso del Apruebo el diseño de La Moneda había sido alterado. La imagen de los trabajadores armando y luego desarmando la puesta en escena se viralizó rápidamente.
Al caer la noche el resultado no podía ser peor: la opción del Rechazo se impuso en todas las regiones del país y arrasó en la Región Metropolitana y Valparaíso. En el Gran Santiago, aventajó en 29 de las 34 comunas.
En La Moneda la desazón era mayor. Ministros y asesores varios apenas intercambiaban opiniones y el silencio se instalaba en el Salón Montt Varas. Varios de los consultados para esta serie de reportajes coinciden en que el más afectado era el Presidente. Quizás porque Boric entendía mejor que nadie que tenía que comenzar a despedirse de las expectativas que tenía para su gobierno.
-”Ta’ mala la cosa”, se atrevió a comentar el ministro de Vivienda, Carlos Montes, a sus pares para romper el hielo. Varios asintieron.
Un piso más arriba, en su oficina, el Mandatario se reunía con parte del equipo del Segundo Piso y el subdere Miguel Crispi, con quienes comenzó a definir el discurso que daría esa noche para esbozar la continuación de la ruta constitucional.
“Hoy ha hablado el pueblo de Chile y lo ha hecho de manera fuerte y clara”, comenzó sus palabras Boric, ya no desde un balcón de La Moneda -como estaba diseñado inicialmente- sino que desde el salón donde realizó la cadena nacional.
-”Debemos ser autocríticos sobre lo obrado (...); el maximalismo, la violencia y la intolerancia con quien piensa distinto deben quedar de lado. Como Presidente recojo con humildad este mensaje y lo hago propio, hay que escuchar la voz del pueblo”, remató el Mandatario, haciéndose cargo de la mayor crítica al trabajo de la Convención, donde la izquierda había optado por monopolizar el debate.
Aún cabizbajo, el Jefe de Estado bajó al Salón Montt Varas, donde intentó animar a los ministros, asesores y funcionarios que lo habían esperado en el lugar.
-”El gobierno no termina aquí, tenemos que seguir gobernando, viene una nueva etapa y vamos a tener que ir adaptándonos... Hay que reponerse luego”, improvisó el Presidente.
La ministra de Salud, Begoña Yarza, fue la primera que intervino tras las palabras de Boric.
-”Seguiremos trabajando, Presidente”, aseguró.
Los ministros uno a uno fueron cerrando filas con el Mandatario y dándose ánimo. En medio de la incredulidad por el resultado que se expresaba en la cara de todos los presentes no pasó desapercibido para algunos que Siches fue una de las pocas que guardaron silencio en esa oportunidad.
Sólo a metros de La Moneda, en la calle Londres, se vivía el desgarro de los partidos oficialistas congregados en el Comando del Apruebo.
Hablar de desánimo es poco. Nadie quería dar la cara para enfrentar a la opinión pública. En el Socialismo Democrático -donde se había empujado la tesis del “Aprobar para reformar”- encontraban justo que el rostro de la derrota recayera en alguno de los líderes de Apruebo Dignidad.
Fue el presidente de Revolución Democrática, Juan Ignacio Latorre, el conminado a dar la primera reacción reconociendo el fracaso. Sobre el escenario se acomodaron los distintos líderes oficialistas, pero apenas terminó su alocución Latorre intentó pasar el micrófono a los otros jefes partidarios para que también dieran sus impresiones. El aparato pasó de mano en mano y nadie se animó a agarrarlo.
Entusiasta como siempre, la presidenta del PS, Paulina Vodanovic, intentó poner algo de onda en el ambiente y a viva voz empezó a entonar El Pueblo Unido.
-”Ya poh’, canten”, alentaba la líder socialista.
Sin embargo, todos dieron media vuelta y comenzaron a bajarse del escenario.
Las huellas de La Moneda
El destino del plebiscito y el del gobierno de Boric se terminó de amarrar en el verano de 2022 por el entonces Mandatario electo y su círculo más cercano en la denominada Moneda chica.
Para comenzar a diseñar el primer año de gobierno se establecieron dos grupos: uno a cargo de la estrategia política y otro responsable de la económica.
A cargo de esta última quedó el designado ministro de Hacienda, Mario Marcel; la futura directora de Presupuesto, Javiera Martínez, y personeros de confianza de Boric, como el hoy ministro Diego Pardow, que al inicio del mandato se desempeñó en el Segundo Piso.
En el diseño político los responsables fueron -principalmente- la tríada de oro del Presidente electo: Izkia Siches, Giorgio Jackson y Camila Vallejo, todos quienes pasarían a ocupar algunos de los principales ministerios del futuro gabinete.
El diagnóstico era común en este grupo y -por cierto- compartido por Boric: sería difícil avanzar en el programa de gobierno con las reglas constitucionales vigentes. Para ese entonces el devenir de la Convención se miraba con optimismo: aún no se iniciaba la votación de las polémicas normas que terminarían con el masivo rechazo de los votantes y continuaba la resaca de una elección exitosa en la que habían arrasado a la derecha y a la centroizquierda.
También había un dato innegable. El Presidente electo concebía el proceso constitucional como un triunfo propio, por el que arriesgó su propio capital político al firmar en solitario el Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución en pleno estallido social, en 2019.
En ese marco se definió en lo más íntimo del futuro gobierno un diseño que se denominó de “dos tiempos” -antes y después del plebiscito- y que se presentó en sociedad al nuevo oficialismo en la Casona Cañaveral, cerca de Farellones, donde el 28 de enero de 2022 Boric encabezó un encuentro masivo con el recién nombrado gabinete y los principales líderes de sus coaliciones.
El plan quedó plasmado en un power point que presentaron Jackson y Martínez, del que tomaron ávida nota los presentes.
En términos simples, la estrategia contemplaba dejar las reformas comprometidas en la campaña -previsional y de salud, principalmente- para después del 4 de septiembre y concentrar la primera etapa del gobierno entrante en “bajar la incertidumbre” que se había instalado tras el triunfo de Boric.
En lo económico, la reducción del gasto público -una meta no menor en un año electoral- y particularmente frenar un quinto retiro de las AFP se transformaron en parte de las metas prioritarias.
Este último objetivo tuvo de dulce y de agraz. Tras una serie de presiones y con los votos apenas -La Moneda debió lamentar descuelgues- se logró frenar el proyecto que, apenas un año atrás, había sido votado de manera entusiasta por el mismo Presidente cuando era diputado.
El jefe de Estudios del Segundo Piso, Carlos Durán, tomó con preocupación nota del desplome en la popularidad de Boric por oponerse a la iniciativa: a dos meses de instalado en La Moneda el Mandatario cayó al 36% de aprobación. Nunca pudo recuperar sus niveles de respaldo anteriores.
La caída de Boric se cruzó con las críticas que comenzaba a acumular el trabajo de los convencionales -ya se había producido la renuncia de Rodrigo Rojas Vade, quizás su representante más emblemático, luego de que LT Domingo revelara que había mentido sobre su cáncer- y se terminaba de dinamitar el contundente 78% de respaldo ciudadano que habilitó un proceso constituyente en octubre de 2020.
El Mandatario tomó cartas en el asunto. Pidió a Jackson -quien quedó como enlace entre el gobierno y la Convención- intentar encauzar el debate y alejar el tono refundacional que iba adquiriendo el organismo y que llegó a uno de sus puntos cúlmines con la propuesta de eliminación del Senado.
Pero para el ministro fue imposible influir en ese espacio. No sólo porque -desde un principio- defendió públicamente la autonomía de la Convención, sino que -además- porque su ascendencia no alcanzaba.
Otros enfatizan en la idea de que Jackson y buena parte del Frente Amplio simplemente compartían los acuerdos que se iban consolidando en el debate del organismo.
Otro punto a considerar era que las autoridades e integrantes del gobierno solían subir en sus redes sociales privadas sus encuentros de camaradería con los convencionales, lo que llamaba la atención de los ministros que estaban fuera de ese círculo social, porque no entendían que hubiera tantos problemas de comunicación política entre ambos si los veían en fotos constantemente. Prueba de esa estrecha relación es que -una vez terminada la Convención- al menos 10 convencionales terminaron contratados por el gobierno.
-”Espero que el proceso constituyente sea refundacional”, comentaba por esos días Fernando Atria, acaso el intelectual emblema del Frente Amplio en el organismo y tan cercano al mismo Boric que este lo visitó en su casa en más de una oportunidad durante el proceso -una de ellas en agosto, a pocas semanas de la votación- e incluso le había pedido ser la carta presidencial de esa coalición cuando aún Boric no se había planteado esa posibilidad.
Al principio, en completa reserva, el Presidente comenzó a monitorear permanentemente el proceso constituyente y a pedir gestiones.
Al ministro de Hacienda -por ejemplo- le encargó reunirse con convencionales y meter mano en las normas transitorias para hacer más digerible a la opinión pública y las distintas instituciones el texto que se propondría.
Pero también el Mandatario realizó movimientos propios, particularmente con el PC. Boric se comunicó en más de una oportunidad con el presidente de ese partido, Guillermo Teillier, para pedirle intervenir y ordenar a los convencionales comunistas. Un jefe de partido del FA afirma que el Presidente estaba particularmente frustrado con el desmarque de los comunistas.
-”Tenemos un problema”, era el mensaje.
El Mandatario también fue determinante en la organización de un comando unitario del Apruebo que quedó encabezado por el abogado Felipe Heusser y los diputados Karol Cariola (PC) y Vlado Mirosevic (PL).
La ministra de la Mujer, Antonia Orellana, y el subsecretario Manuel Monsalve también debieron involucrarse en el tema.
Ambos definieron organizar todos los domingos encuentros reservados con los secretarios generales de los partidos oficialistas para tomar el pulso y mantener informado al gobierno de la campaña. La convocatoria la realizó -vía WhatsApp- el jefe de gabinete de Monsalve, Gabriel de la Fuente.
La primera cita se realizó el 10 de junio de 2022 y en ella Orellana y Monsalve pidieron mantener distancia pública entre el discurso de la campaña y el gobierno para evitar que una eventual derrota golpeara con demasiada fuerza al Ejecutivo.
Pero el secretario general del PC, Lautaro Carmona, replicó que era complejo disociar ambas esferas y que -de alguna manera- los riesgos ya estaban sobre la mesa.
El siguiente encuentro fue a la semana siguiente -el 17 de junio- y terminó siendo el último, ya que la cita se filtró en La Tercera.
Un jefe de campaña
Pero no pasó mucho tiempo hasta que el Presidente se decidió a jugar un rol protagónico en la campaña del plebiscito.
En La Moneda sostienen que decisiones de esta naturaleza suelen ser propias de Boric, algunas a contrapelo de los consejos del mismo comité político.
Por ejemplo, a mediados de julio de 2022, durante una entrevista al matinal de Chilevisión, el Mandatario anunció que, en caso de imponerse el Rechazo en el plebiscito constitucional del 4 de septiembre, convocaría a un nuevo proceso constituyente, que deberá ser aprobado por el Congreso. Agregó que -de ganar el Apruebo- era partidario de hacer modificaciones al texto propuesto.
Este era un tema que venía conversándose en el comité político desde algunas semanas, pero del que no había acuerdo.
El “Plan B” -como se le llamaba- no era del agrado del ministro Jackson, quien sostenía que cualquier señal en este sentido podía debilitar la opción Apruebo. Entonces, era partidario de iniciar ese debate posterior al plebiscito.
Pero Boric apostó de todas maneras por adelantar el diseño y -tal como temía Jackson- las palabras del Mandatario fueron interpretadas como un reconocimiento velado a la posibilidad de que el Rechazo se iba a imponer en el plebiscito de septiembre.
En el oficialismo se generó una revuelta. Las coaliciones estaban tensionadas por el desmarque del Socialismo Democrático, donde la presidenta del PPD, Natalia Piergentili, se había decidido a impulsar la tesis del “aprobar para mejorar”.
Los mensajes de los parlamentarios no se demoraron en llegar a La Moneda, donde se intentó explicar la jugada como una manera de subir el precio a la opción del Rechazo.
La exposición del Presidente en la campaña quedó en mayor evidencia debido a la decisión de la derecha de dejar en un segundo plano a toda figura del sector, en especial al exabanderado José Antonio Kast y al exmandatario Sebastián Piñera. La estrategia opositora terminó por transformar a Boric en el virtual jefe de campaña del Apruebo y en el gran elector que terminó por pagar los costos de la derrota.
La posibilidad de un traspié electoral no era totalmente ajena a los cálculos de Palacio a medida que se acercaba la fecha del plebiscito, pero en lo que hay consenso total es en que la brecha de más de 20 puntos fue la que sorprendió y desestabilizó al gobierno.
El “game over” para los más optimistas del oficialismo -sin embargo- se produjo cerca de las 18.30 horas del 4 de septiembre, cuando desde La Moneda llegó un mensaje de texto a las distintas autoridades y a los convencionales del sector:
-”Los números son irremontables”.