En abril de 2015, en un mundo aún libre de Covid-19, Bill Gates, el cofundador de Microsoft, advirtió en una charla TED que el mundo no estaba preparado para una pandemia. El video recibió más de 40 millones de visitas. Una de ellas fue de Adar Poonawalla, heredero del Serum Institute of India (SII). La amenaza epidemiológica resonó en su cabeza hasta que más de cinco años después se convirtió en el mayor productor global de vacunas contra el coronavirus, con envíos mensuales que superan los 80 millones de dosis y que esperan elevarse a 2.000 millones para fines de 2021.
En medio de la presión por estar en medio de la guerra de los países por adquirir vacunas para inmunizar a la población y detener el avance del virus, Adar trasladó su oficina a uno de sus aviones privados, un Airbus A320, al que denominó su propio “AirForce One”, en referencia al utilizado por el Presidente de EE.UU. El joven empresario de 40 años vive en India y en una jornada ocupada, como han sido los últimos meses, sube a su aeronave después de la cena, duerme en una de las habitaciones y en la mañana despierta en Europa para asistir a reuniones y vuela de regreso durante la misma noche.
Es el único hijo de Cyrus y Villoo Poonawalla, considerada la sexta familia más rica de India, con una fortuna estimada de US$ 15 mil millones. Aunque no siempre fue así.
Según Bloomberg, la historia del linaje se remonta al siglo XIX, cuando un migrante se instaló en la ciudad de Pune y comenzó un negocio de construcción que lo llevó a tener tanta tierra que los locales lo bautizaron Poonawalla, “el hombre de Pune”. El abuelo de Adar y padre de Cyrus, Soli, inició un criadero de caballos de carrera. Con el exitoso negocio en marcha, los Poonawalla notaron que los animales retirados eran vendidos al instituto médico estatal Haffkine para elaborar suero equino, un antídoto para mordeduras de serpiente, y la antitoxina contra el tétano, que se genera cuando inyectan a los caballos pequeñas cantidades de veneno o bacterias para que desarrollen anticuerpos, que luego es recolectada y refinada para tratamiento humano. Medicinas que hasta ese momento el gobierno de India no producía. Así, Cyrus fue bautizado como el “rey” del suero.
En un golpe de suerte y sin experiencia científica nació en 1966 el imperio de las vacunas de los Poonawalla. Antes de la pandemia, el SII producía 1.500 millones de dosis de inmunizantes contra diversas enfermedades, como poliomielitis, difteria, hepatitis B, meningitis, tos ferina y MMR ( sarampión, paperas y rubéola), y con la licencia de Naciones Unidas exportan a 170 países. Según el sitio oficial del SII, a la fecha la empresa ha vacunado al 65% de los niños del planeta con uno o más de sus productos en más de 100 países. Esto los hacía parte del exclusivo puñado de conglomerados internacionales clave para enfrentar el Covid-19.
“La única lección que aprendimos en esta pandemia es lo poco preparados que estábamos en la fabricación de vacunas, en nuestros sistemas de salud, detección y testeo. Estoy dispuesto a apostar cualquier cosa a que una próxima pandemia será mucho peor que esto”, señaló Adar en una reciente entrevista.
Antes que el 11 de marzo de 2020 la OMS calificara al Covid-19 como una pandemia, Adar, que en 2011 desplazó a su padre del cargo y asumió como director ejecutivo del SII, una empresa que opera “24x7 con más de cuatro mil trabajadores”, convocó a una reunión de urgencia para anunciar una inversión de US$ 800 millones. En abril, cuando la Universidad de Oxford y la farmacéutica AstraZeneca trabajaban contrarreloj por obtener una vacuna, Adar Poonawalla hizo una llamada “de menos de cinco minutos” al director ejecutivo de AstraZeneca, Pascal Soriot, y pactaron la fabricación de mil millones de dosis en un año.
El ascenso del príncipe
Un mes después llegaron a India los insumos necesarios para dar el puntapié inicial. El SII ordenó que tres de sus fábricas dejaran sus labores habituales y se dedicaran a producir el medicamento contra el coronavirus bajo la licencia de AstraZeneca, en maquinarias que permiten “llenar 500 pipetas de vidrio por minuto y biorreactores de acero de casi dos pisos de altura que pueden producir más de 10 millones de inyecciones al mes”. Por esto, cuando la vacuna recibió la luz verde de la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios de Reino Unido, en diciembre pasado, la empresa de Adar ya había entregado 40 millones de dosis para comenzar a inmunizar a la población británica.
Los primeros años de Adar transcurrieron en la casa familiar en Pune, urbe de más de 3,1 millones de habitantes, pero a los 10 años se trasladó al internado St. Edmund’s, en Canterbury, uno de los centros educativos más caros de Reino Unido, con una matrícula de más de US$ 40 mil. A los 21 años, después de estudiar en la Universidad de Westminster, regresó a India para concentrarse en el negocio familiar. Según la revista Vanity Fair, en 2006 Adar se casó con Natasha, empresaria y socialité india, con quien tiene dos hijos: Cyrus y Darius. La familia dio a conocer que desde la pandemia están aislados en su casa de campo rodeada por 76 mil hectáreas. El Covid-19 evitó que uno de sus hijos siguiera la tradición y asistiera a un internado británico. En cambio, los menores reciben educación en casa alejados de las mascarillas y el distanciamiento social debido a que el personal de la mansión debe cumplir con periódicos exámenes de PCR.
En 2010 murió su madre y en su memoria su único hijo creó la Fundación Villoo Poonawalla, que hoy comprende seis escuelas, un hospital, 25 plantas de agua, 250 camiones y maquinaria que recogen y procesan desechos en Pune.
La extravagancia viene incluida en el gen Poonawalla. Según el diario Pune Mirror, el heredero tiene una colección de 35 vehículos “raros”, que incluye modelos de Ferrari, Bentley, Rolls Royce y Mercedes Benz. Se desconoce cuánto habría pagado Adar para modificar el Mercedes S350, que pintó de negro y al que agregó alas y un maletero extendido para recrear el Batimóvil usado en las películas, y que fue un regalo para su primogénito.
El sitio oficial de Adar Poonawalla señala que su casa de fin de semana en Bombay está decorada con pinturas de Picasso, Dalí, Rembrandt, Renoir, Van Gogh, Monet y Rubens, todas compradas en subastas. El sector inmobiliario es una de las pasiones familiares. En 2015, sumaron a su lista de bienes raíces la exembajada de Estados Unidos en India, la Lincoln House, ubicada en Bombay, por la que desembolsaron US$ 113 millones, siendo la casa más cara vendida en la historia del país.
“Queridos países y gobiernos, mientras esperan los suministros de Covishield, les pido humildemente que tengan paciencia, SII ha recibido instrucciones de priorizar las enormes necesidades de India. Estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo”, escribió Adar Poonawalla en su cuenta de Twitter el 20 de febrero, después de que el gobierno de Narendra Modi prohibió por dos a tres meses la exportación de vacunas.
Según Our World in data, India ha administrado 65, 12 millones de dosis. Es decir, solo un 4% de su población de 1.360 millones de habitantes ha recibido al menos una inoculación.
Aún sin controlar el Covid-19 y con la amenaza de nuevos virus zoonóticos, el SII planea lanzar en los próximos dos años un nuevo medicamento contra el dengue y una vacuna contra la malaria, mientras están a la espera de que finalice la ampliación del Centro de Ciencias de la Vida, que permitirá solo en ese lugar producir mil millones de dosis de vacunas anuales.
Por el momento, el príncipe de las vacunas confirmó que seguirá vigente el principio de la empresa con más de 50 años de experiencia: “No pedirán préstamos ni cotizarán en la Bolsa y que el crecimiento solo se realizará a través de acumulaciones internas”.