8.30 del miércoles 3 de mayo. El Presidente Gabriel Boric lidera su último comité político antes de las elecciones del Consejo Constitucional de este domingo. En la discusión en la que participan Carolina Tohá (Interior), Álvaro Elizalde (Segpres), Mario Marcel (Hacienda), Jeannette Jara (Trabajo) y Antonia Orellana (Mujer), la definición más importante fue que el rol del Mandatario durante esta jornada sea secundario para evitar que -ante un escenario adverso en los comicios- sea Boric quien se proyecte como el rostro de la derrota.
Las opiniones en el gobierno sobre el punto fueron diversas. Algunos defendieron que el Jefe de Estado debía dar un mensaje a la ciudadanía tras conocerse los resultados, en un papel republicano y llamando a los acuerdos. Otros, en tanto, advirtieron que no era la mejor idea. Sobre todo porque en La Moneda llevan meses, según los mismos ministros, preparándose para lo que anticipan como un golpe electoral al oficialismo, algo que evidencian todas las encuestas públicas y las mismas proyecciones de La Moneda.
Por lo mismo, la estrategia que se ha trazado en el último tiempo ha sido, precisamente, alejar lo más posible el proceso de la gestión del gobierno y, en particular, de la figura del Presidente Boric. El propio Jefe de Estado guardó silencio por 21 días respecto de ese y otros temas de la contingencia. Solo este jueves por la noche, tras arribar a Magallanes, se limitó a decir: “Confío profundamente en la sabiduría democrática del pueblo chileno”.
Pero, finalmente, el cronograma del gobierno, y la decisión del equipo político, fue que el Presidente hable sólo al momento de votar este domingo y que no aparezca luego de los resultados -al menos- hasta el lunes. Eso abrió otro debate en la planificación de los ministros: si no es Boric, ¿a quién le toca asumir ese rol? La respuesta lógica fue que la vocera Camila Vallejo (Segegob) debía tomar la palabra.
Otra opción que se discutió hasta el final de la semana es que la acompañaran los ministros Carolina Tohá (PPD) y Álvaro Elizalde (PS), para que las dos coaliciones estén en la intervención y así se repartan los costos. También se descartó la alternativa de invitar a todo el gabinete a La Moneda -como sí lo hicieron para el plebiscito del 4 de septiembre-.
La disyuntiva sobre el complejo libreto del “día D” transparentó la sensación de derrotismo del oficialismo, pero también el dilema que se le abrirá al Mandatario este domingo: cuánto involucrarse en un proceso constituyente en que se juega mucho.
En La Moneda reconocen que con los resultados de hoy arriesgan la oportunidad histórica -que defendió con su puño y letra el 15 de noviembre de 2019 el propio Boric- de tener una nueva Carta Fundamental escrita en democracia, pero también la unidad de su alianza de gobierno; las condiciones políticas para cumplir las principales reformas de su programa y -más allá- su capacidad de darle continuidad a su proyecto político en la Presidencia.
Pese a que desde que se cerró el acuerdo para el nuevo proceso constitucional y las listas que compusieron sus candidaturas -debates en los que el Presidente se involucró directamente- el gobierno ha intentado involucrarse lo menos posible, el resultado de este domingo obligará a La Moneda a tomar una decisión política sobre si incidirán o no -y de qué forma- en la discusión del Consejo Constitucional. En el comité político reconocen que la composición y el peso que logre el oficialismo en el órgano constituyente darán respuesta a esa interrogante.
Lo que ya es claro es que -pese a sus esfuerzos- será complejo que un fracaso contundente en esta jornada no se lea como un voto de castigo al propio Presidente. Pero, por eso mismo, en el Ejecutivo descartan cualquier ajuste de cargos a propósito de las cifras electorales de este domingo. “Iría en contra de la estrategia de no transformarlo en un test a La Moneda”, dice un ministro.
Los escenarios revisados por el equipo de Estudios de Presidencia, la Secom y el comité político no han mostrado resultados alentadores para ellos, con un crecimiento del Partido Republicano que, en el peor de los escenarios para el oficialismo, puede abrir una crisis más profunda: que no obtengan más de 2/5 del Consejo Constitucional, es decir, que no aseguren el “poder de veto”. En ese escenario, el Presidente se verá enfrentado a dilemas que eran inimaginables cuando asumió: tener que alejarse del mismo acuerdo constitucional que lo consolidó en la política nacional en 2019 -por lo que tiene un gran peso simbólico para él- y quedar atado de manos para avanzar en su agenda de cambios ante un escenario polarizado.
En el gobierno aseguran que, en ese objetivo, acercarse a Chile Vamos -sector que antes de la irrupción del Partido Republicano era visto como el enemigo principal- es la salida para llevar el trámite constitucional en la línea de las 12 bases institucionales fijadas al inicio del proceso.
Boric -de hecho- ha liderado conversaciones con sus opositores más cercanos. Siempre activo en la aplicación Signal, se ha mensajeado con el senador y presidente de la UDI, Javier Macaya, y con el presidente del Senado, Juan Antonio Coloma (UDI). El ministro Elizalde también tiene una relación fluida con sus expares.
De todas formas, el Presidente también ha tenido desencuentros con la oposición. El viernes -pese a su prolongado silencio- no se contuvo y confrontó al senador y presidente de Renovación Nacional, Francisco Chahuán, quien llamó a convertir estos comicios en un plebiscito a la administración de Boric.
Las condiciones para sacar adelante el programa
La posibilidad de que el Partido Republicano obtenga una mayoría por sobre Chile Vamos en estos comicios se convirtió en la primera preocupación de La Moneda en las últimas semanas. Las mismas fuentes señalan que un triunfo de la colectividad liderada por José Antonio Kast podría forzar una “radicalización” de la UDI, RN y Evópoli, sectores con los que el Ejecutivo sabe que está obligado a negociar sus reformas ante un Congreso hiperfragmentado y sin mayorías oficialistas.
En el gobierno subrayan que ese escenario podría transformarse en una valla compleja para que el Ejecutivo logre avanzar en sus principales banderas: la reforma tributaria y la previsional. En ambas negociaciones -lideradas por Marcel y Jara, respectivamente- la derecha ha pedido que se retomen los diálogos solo después de los comicios. Y más allá de los cálculos electorales de ese gesto, en La Moneda no están tan seguros de que ante una pérdida de espacio de la derecha democrática -como la llama el Mandatario- ellos tengan el mismo margen para pactar con el gobierno.
Menos aun si se entiende que la derrota oficialista es también del gobierno y que ella abrirá heridas internas entre las coaliciones que esta vez compitieron de manera separada. “Si hay indisciplina entre los nuestros, menos podemos pedir al frente”, dicen en Palacio, donde, además, sinceran que ante un escenario muy polarizado las huestes propias podrían verse tentadas a aprobar ofensivas populistas como el sexto retiro de fondos previsionales.
Por todo eso es que la principal estrategia del gobierno ahora es fijar una hoja de ruta que -a diferencia del triunfo arrollador del Rechazo en septiembre pasado- sea movilizadora y no paralice la gestión de La Moneda. Un hito clave y ordenador en ese sentido será el consejo de gabinete -con subsecretarios incluidos- que está convocado para el próximo viernes, donde, además, se trazará parte de la cuenta pública que prepara el Presidente para el próximo 1 de junio.
En el gobierno esperan que -pese a las resistencias previas- pueda haber un acuerdo en materia de pensiones y también en la reforma tributaria que sufrió un traspié inesperado y fue rechazada en su idea de legislar. “No hay garantías, pero el gobierno tiene la responsabilidad de buscar acuerdos”, dice un miembro del gabinete que agrega que está más que asumido que tendrán que hacer concesiones en ambas iniciativas.
Lo que sí preocupa a algunos sectores del gobierno es que el ministro Marcel logre recomponer su relación con el mundo empresarial y -más allá de los diálogos políticos- pueda afirmar un acuerdo sostenible también con ese sector que permita recaudar lo necesario para las urgencias fijadas por el Presidente.
De darse un escenario parlamentario demasiado complejo, en el gobierno no descartan que sean esas las únicas dos batallas que puedan dar en lo que queda, sobre todo, porque en salud ven demasiado complejo el cuadro por el fallo de la Corte Suprema contra las isapres.
Lo que sí -recalcan en el gabinete- es que no hay que subestimar el poder administrativo que tiene el Presidente y todo lo que se puede avanzar por vías distintas al Congreso, un escenario que -eso sí- consideran poco ideal.
“En el mediano plazo nos jugamos la gobernabilidad, que cambie la correlación de fuerzas y que el gobierno tenga que ‘entregar’ todo en las reformas, negociar hasta las comas y los puntos. Terminar administrando no es el ideal”, afirma un presidente de partido oficialista.
¿Unidad o cuchillos largos?
“La tentación de pasar cuentas será grande”. Así definía esta semana un ministro del gabinete otro temor que se instaló en La Moneda días antes de los comicios: que la noche de este domingo, ante un fracaso rotundo en la constituyente, los dos pactos oficialistas -Todo por Chile y Unidad para Chile- se pasen factura por las definiciones electorales que terminaron dividiendo las aguas en el sector.
Con esa preocupación, de hecho, es que en las semanas previas a la elección el Presidente mandató a las ministras Carolina Tohá y Camila Vallejo a ordenar a sus coaliciones -en reuniones privadas- para evitar que el ruido interno amplifique más la posible derrota electoral que indican sus proyecciones, y que no existan sacadas de cuentas entre ambas almas. El discurso de La Moneda para responder a estos escenarios ya está definido: unidad hasta que duela. De hecho, ese será uno de los principales focos del cónclave que liderará el Jefe de Estado este miércoles 10 en Cerro Castillo con todos los partidos del arco oficialista.
Un mensaje en esa línea, de todas formas, ya había esbozado Boric ante sus ministros y los timoneles del sector cuando la última semana de abril pasó a saludar a las cenas organizadas -en paralelo- por Tohá y Vallejo. En la cita que reunió a Apruebo Dignidad en la casa del ministro Nicolás Grau (Economía) -donde degustaron comida india-, el Mandatario tomó la palabra por alrededor de 20 minutos.
“Es muy importante que mantengamos la unidad”. “Tuvimos momentos de debilidad, pero ahora estamos mejor”. “Tenemos que proyectar y cuidar al gobierno en un escenario complejo como este”. Fueron parte de las intervenciones del Mandatario, según presentes.
La ministra Tohá, por su parte, recibió a los integrantes del Socialismo Democrático en su casa en Santiago en dos ocasiones. Una, el mismo día que la otra coalición, y la siguiente, el miércoles pasado. Las opiniones fueron varias; que el escenario es complejo, que hay mucha incertidumbre por el voto obligatorio, y también se llamó a buscar la unidad de la coalición más allá de que el PPD y el Partido Radical no formen parte de la misma lista que sus eternos aliados y se hayan ido junto a la DC.
Incluso, tanto en el comité político como en los espacios de conversación entre integrantes del oficialismo, ya se ha propuesto una idea que cada vez toma más fuerza a medida que el gobierno avanza: “Después del domingo vamos a tener que discutir nuevamente si incorporar a la DC al gobierno”, han planteado ministros del comité político.
De todas formas, el llamado de Tohá a los presidentes de partidos fue claro: “Por favor, pido cautela con las declaraciones hasta el cónclave oficialista en Cerro Castillo”, solicitó la ministra del Interior.
La instancia en Valparaíso servirá para transparentar las verdaderas sensaciones tras una elección que podría definir una nueva hegemonía en el oficialismo. Por un lado, se evaluará la decisión del PPD de ir en listas separadas y en algunos sectores del Socialismo Democrático temen que esas facturas se las cobren a la ministra Tohá, la única del partido en el gabinete. Por otro lado, el Partido Socialista también quedará en una posición compleja entre Apruebo Dignidad y sus eternos aliados.
Todo esto en medio de un clima en La Moneda que solo ha profundizado las diferencias entre las dos almas de gobierno. En esa línea, se ha evaluado que si sectores como el PC y Convergencia Social tienen una buena votación, puedan reabrirse pugnas por cargos de segunda línea, como la designación de seremis -que está pendiente desde marzo- y también que el Frente Amplio busque un espacio en el Ministerio del Interior, donde casi no tiene participación.
La duda sobre si el PS va a insistir en una alianza con la izquierda o volverá a su eje histórico también es algo que está por verse. Pero hay quienes aseguran que si la tesis de la unidad es la gran lección oficialista en las urnas, debiese ser esa -y no otra- la premisa que ordene los pactos electorales hacia adelante.
Como sea, y más allá del discurso de las primeras horas, los socialistas deberán afinar esa decisión en su próximo congreso ideológico que define de aquí para adelante la política de alianzas.
¿Apruebo o Rechazo?
En La Moneda -hasta ahora- ven casi imposible que el Presidente Gabriel Boric termine inclinándose por una tesis del Rechazo a la nueva propuesta constitucional. Un ministro lo explica así: “Si fuera igual a la Constitución del 80, aun así sería mejor, porque sería redactada en democracia”. Por lo mismo cayó tan mal en el gobierno que el presidente de Revolución Democrática, Juan Ignacio Latorre, se precipitara y advirtiera que si la derecha logra los 3/5 se arriesga a una nueva negativa al texto.
Las mismas fuentes -en todo caso- aseguran que todo dependerá de la composición del Consejo Constitucional, de cómo se oriente el proceso y del clima que marque la discusión. Por lo mismo es que el mensaje que esta noche entregue el gobierno tras conocerse los resultados apuntará justamente a generar consensos amplios en la constituyente para evitar un nuevo proceso fracasado.
El mejor de los mundos para el Ejecutivo es un escenario donde ninguno de los sectores logre los 3/5 y poder así asegurar la necesidad de consensos transversales.
En lo que hay coincidencia en el oficialismo, de todas formas, es en que sea como sea, en este proceso también se juegan la capacidad del gobierno de darle continuidad en el próximo ciclo a su proyecto político.