Raúl Bustos, presidente de la Junta Nacional de Bomberos: Detrás de la línea de fuego
Muchas veces atrapados por la violencia, en medio de los manifestantes y las fuerzas del orden público, Bomberos de Chile tuvo que adaptarse rápidamente para resistir el estallido. Los voluntarios debieron actualizar sus protocolos para el servicio y acostumbrarse a peligros que iban mucho más allá del calor de las llamas.
La noticia de una muerte empujó a Raúl Bustos (57) al servicio en Bomberos. En la víspera de Navidad de 1990, recién egresado de Derecho en la Universidad Católica, estaba de vuelta en Linares cuando se quemó el hotel de las Termas de Panimávida. Uno de los voluntarios que combatía el fuego falleció en el derrumbe de la estructura principal. Este hecho lo conmovió tanto que decidió ingresar a la 1ª Compañía de Linares apenas tres semanas después del incidente. Era una decisión poco habitual, pues nadie en su familia había sido bombero.
Veintinueve años después, ya como presidente de la Junta Nacional de Bomberos, Bustos vio otra noticia que lo obligó a tomar una determinación mucho más urgente. Aunque sabía que todas las compañías de Santiago estaban acuarteladas por la tensa jornada que se vivía ese 18 de octubre, el incendio de la escalera de emergencias del edificio de Enel lo convenció de que tenía que estar en la capital. Salió de Linares y llegó alrededor de la medianoche.
Se dirigió de inmediato al Comando Regional Metropolitano, en calle Beaucheff; desde ahí se monitoreaba la masiva cantidad de llamados que entraban a esa hora. Había 19 estaciones de Metro con incendios de distintas magnitudes en ese momento. Pasaría varias noches durmiendo lo mínimo, acompañando a los bomberos en algunos de los siniestros más complejos. Recuerda particularmente el de Construmart, en La Pintana, donde se encontraron dos cuerpos calcinados. Ocurrió la madrugada del 20 de octubre, el mismo día en que se registraron récords en llamados de emergencia -más de mil- y en cantidad de voluntarios desplegados en las calles, con 5.375 bomberos a lo largo de Chile.
Parecía un país en guerra.
En los primeros días del estallido, entre el 17 y el 28 de octubre, los datos del Sistema de Gestión de Actos de Servicio (SGAS) de Bomberos muestran que hubo un aumento sustancial de un 76% en los operativos con respecto al mismo intervalo del año 2018.
El impacto de los episodios de violencia de esos días elevó la cantidad de actos de servicio en octubre a 14.051, superando así en un 37% a los 10.277 del mismo mes de 2018. Esta tendencia también se reflejó, lógicamente, en un fuerte incremento de la presencia de bomberos en terreno, que fue un 71% mayor en octubre del año pasado.
Bustos comenta que el gran desafío de ese período fue coordinar la respuesta de los 313 cuerpos autónomos de bomberos a la multiplicidad de incendios que se reportaban al mismo tiempo, primero en Santiago y luego en el resto del país. Afortunadamente, la institución había comenzado a avanzar en el proyecto del “Sistema de Comando de Incidentes”, pensado originalmente para responder a desastres naturales como terremotos o incendios forestales.
“Nosotros estábamos trabajando en esquemas de grandes coordinaciones, pero nunca nos imaginamos que tendríamos que llegar a aplicar esos mismos estándares a una situación como esta. Realmente al haber estado trabajando en esto, es que pudimos tener una reacción bastante rápida, una respuesta operativa en lo que ocurrió, sobre todo en el mes de octubre del 2019 y en los meses que le siguieron”, cuenta.
Los viajes de Bustos entre Linares y Santiago fueron una constante en esas primeras semanas. Como a muchos bomberos, se le hizo difícil continuar con sus actividades laborales. Alojaba en un departamento que la Junta Nacional posee en el Parque Bustamante, por lo que nunca podía eludir los incendios de la “Zona Cero” -atendidos por la exigida Tercera Compañía de Santiago- ni el olor a lacrimógena.
A medida que el estallido se extendió por el país, visitó otros focos de conflicto, como Valparaíso y Concepción. En esta última ciudad, recuerda la conversación que tuvo con un joven bombero que no se acostumbraba a extinguir el fuego en medio de piedrazos y disparos. Lo que más le preocupaba eran las armas largas de los soldados. Para Bustos, esto no era nada tan extraordinario; había vivido la dictadura y trabajado en conjunto con el Ejército para el 27-F. Entonces comprendió que, con solo 21 años, el voluntario había nacido en democracia y era apenas un niño para el terremoto.
“Los jóvenes no tenían ninguna noción de esta clase de incidentes. Estaban impactados. Es un tema que el país entero debe sobrellevar. Como Bomberos estamos pendientes de controlar y proteger a nuestras comunidades. Sin ver colores políticos, debemos atender y servir. No vamos a identificar a quién estamos protegiendo”, asegura.
Muchos servicios de Bomberos tuvieron que lidiar con la violencia callejera cuando aún no existían protocolos claros para enfrentar esas situaciones.
Estos no son incidentes o emergencias que podríamos calificar de normales. Cuando nosotros acudimos a una emergencia, en general no tenemos mayor conflicto con el entorno y aquí es diferente, hay un conflicto social, por lo tanto nuestros procedimientos tienen nuevos instructivos en cuento a la forma de proceder
En el protocolo específico de la crisis se estableció que los bomberos no entrarían en zonas donde no tuvieran garantías mínimas de seguridad. Tampoco apagarían barricadas, por ser incendios menores, lo que les generó inconvenientes con Carabineros en muchas oportunidades. Finalmente, se determinó que si existían las condiciones básicas para operar entre multitudes, debían siempre intentar un diálogo con manifestantes y autoridades.
Durante los primeros días del estallido, hubo algunas agresiones de los manifestantes contra bomberos. Entonces comenzaron una “campaña pública de sensibilización” -como la llama Bustos- que buscaba dejar en claro que Bomberos era una institución ciudadana y autónoma.
“Hubo perfecto entendimiento en que atacar un carro de bomberos era como atacarse a sí mismo. Bomberos es la propia comunidad protegiéndose”, dice el mandamás de la institución.
Bustos recuerda que también tuvieron problemas puntuales con Carabineros, como en Talca, donde la policía uniformada trató de detener al vicesuperintendente regional por haber supuestamente albergado a violentistas dentro de uno de sus cuarteles. Tuvo que viajar hasta allá y recurrir al intendente Pablo Milad -hoy presidente de la ANFP- para desactivar el conflicto. Bustos afirma la neutralidad de su institución, dejando en claro que nunca hubo una posición en contra de las manifestaciones mientras fuesen pacíficas.
“Se puede comprobar en las imágenes que, ante un llamado de un incidente de incendio, precisamente las personas que estaban protestando por sus derechos sociales abrían el paso a las unidades y carros bomba. Y sí, hubo situaciones en que tuvimos problemas con sectores más radicalizados en violencia para poder llegar y otros con los que tuvimos que conversar y negociar que nos dejaran pasar. Hubo de todo”.
El balance que hace Bustos del trabajo de Bomberos durante el estallido es positivo, pero cree que también evidenció sus carencias. Hace años que la institución viene pidiendo un incremento de presupuesto estatal para sus gastos operacionales, el dinero necesario para mantener los cuarteles en funcionamiento. A su juicio, los 23 mil millones que reciben para ese ítem están muy debajo del óptimo; la Junta Nacional estima que necesitarían al menos 50 mil millones para trabajar con tranquilidad.
Cuando estaban en conversaciones con Hacienda, sobrevino la pandemia. Los voluntarios tuvieron que regresar a sus casas y los cuerpos de Bomberos tuvieron que buscar nuevas formas de operar a distancia. La Junta tuvo que aceptar un recorte de emergencia a su propio presupuesto y al de la Academia Nacional de Bomberos para evitar un descalabro en el servicio. Sin embargo, Bustos reconoce que la Ley de Presupuesto 2021 es un pequeño avance, pues contempla un aumento de 5% para la glosa de operacionales.
A un año del estallido, la máxima autoridad de Bomberos cree que hoy son una institución más flexible. “Hemos pasado de una complejidad a otra y esperamos tener algún descanso en lo que queda de 2020, que no es muy promisorio”, bromea Bustos. La adaptación forzosa a escenarios desconocidos les permitió aprender varias lecciones sobre el manejo estratégico de emergencias, tanto sociales como sanitarias.
Y aunque Bustos dice haber quedado marcado por el 27 de febrero de 2010, considera que el otro terremoto, el del 18 de octubre, será el gran hito para la nueva generación de bomberos.
“Nuestro servicio durante el estallido social tiene algo de dulce y agraz, porque duele ver a los ciudadanos enfrentados. Esto nos puso a prueba a todas las instituciones del país”.
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