-Ese día me dijeron: “Edu, vente altiro. Están saqueando y quemando los puestos”. Llegué y en mi negocio no pasaba nada. Pero más allá, por San Alfonso, estaban los manifestantes. Había toldos rotos y mercadería perdida de los colegas.
Entre los gritos, el reggaetón y los pedidos de la gente que atiende en su local de Salvador Sanfuentes, Eduardo Bustamante (28) cuenta lo que vio durante los enfrentamientos del 1 de mayo entre manifestantes y locatarios del barrio Meiggs.
Todo partió, dicen otros vendedores, con los gritos de los ambulantes haitianos que corrían despavoridos al sur desde Exposición con Alameda. Pedían socorro: les estaban robando y quemando su mercadería.
Al rato, comentan otros testigos, una columna de unos 100 manifestantes, de negro, con pasamontañas, presumiblemente jóvenes, bajaron a la altura del Paseo Salvador Sanfuentes, que es el corazón comercial de la zona.
Los locatarios, según el mismo relato, cerraron el portón. Pero los manifestantes siguieron arrojando piedras, botellas y petardos. Querían entrar. Gritaban que iban a quemar los locales, a romper todo. La confusión y el pánico se apoderaron de los negociantes. Mientras algunos se guarecían, otras locatarias sencillamente lloraban por desesperación: estaban a punto de perder toda su mercadería sin, aseguran, presencia policial.
Algunos se premunieron de armas improvisadas. Salieron bates de béisbol y palos para resistir. En ese contexto, dice Eduardo Bustamante, un comerciante chino le pasó una pistola de balines: un artículo ampliamente vendido en esas calles. Él la usó, insiste, para amedrentar a la turba.
Paralelamente, el barrio era atacado por distintos flancos. Ahí fue que se escucharon los primeros tiroteos. A las 12.50 fueron captados en cámara dos sujetos disparando, apuntando en dirección a la Alameda, desde un quiosco en Exposición con Campbell.
-En ese minuto, con la adrenalina, me preocupé por mí, no veía a nadie alrededor -cuenta Bustamante-. Luego me fui para la casa.
Eduardo Bustamante, que trabaja junto a su padre, Marcelo (49), y su abuelo, Jorge (74), es juguetero. Ellos, como familia, han estado más de 40 años en este sector. Por esa tradición y por haber acompañado a su padre en el trabajo desde que tiene seis años, es que Eduardo es conocido en el barrio. Sólo que su fama, después de ese día, trascendió las fronteras de Meiggs.
-Me metí a Twitter y vi que estaban viralizando mi foto.
En registros fotográficos que fueron apareciendo se lo ve a él, a rostro descubierto, apuntando el arma que el chino le había dado. En esas mismas horas también se enteró de que la periodista Francisca Sandoval, que cubría las manifestaciones, fue herida con un disparo en el rostro.
Bustamante sabía que no podía ser el autor de ese tiro, porque su arma era de balines. Pero aún así él, de profesión técnico en comercio exterior, se convirtió en uno de los rostros de la violencia de ese día. Y eso hoy lo lamenta y, por lo mismo, dice estar arrepentido.
Aunque luego agrega algo más.
Dice: “Estaba cuidando lo mío”.
Barrio bravo
Los Bustamante llegaron a Meiggs a fines de los 70, desde Curicó. Jorge, el abuelo de Eduardo, era pintor. Se instaló en el barrio como vendedor ambulante, acompañado de su hijo. Marcelo, en ese entonces, tenía seis años y creció en ese mundo donde la subsistencia dependía de la venta de verduras y animales.
El historiador y académico de la Universidad de Chile Pablo Artaza explica que la historia de Meiggs está muy enlazada con la vecina Estación Central:
-Hasta mediados del siglo XIX esta era una zona rural, de chacras de abastecimiento agrícola de Santiago. Su incorporación a la ciudad es de la mano de la estación de ferrocarriles.
De hecho, el nombre del barrio viene de Enrique Meiggs, empresario estadounidense de ferrocarriles que vivía en el sector. Parte del barrio se erige sobre terrenos que él donó.
-Su origen es comercial y de bodegaje, vinculado al desarrollo de la Estación Central. Por eso, ha sido un lugar que, naturalmente, se ha orientado a la venta mayorista y ese tipo de actividades -dice el director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica, Luis Eduardo Bresciani.
Artaza explica que, debido al alto tráfico que trajo la terminal, el barrio comenzó a seguir una lógica de “puerto urbano”. “Es un Valparaíso de Santiago”, sigue, detallando que el sector era vital para la llegada tanto de mercancías como de migración del campo a la ciudad. Pero esta llegada era un tanto forzada, en una ciudad que no estaba preparada para recibir tal cantidad de recién llegados. Esto generó “bolsones de marginalidad”.
- Y alguien que no cuenta con una política de cobijo, o de absorción, tiene que resolverse la vida por sí mismo. Y eso genera la figura histórica del roto, que vive la lógica de busquilla. Por tanto, la expansión de esa zona siempre ha estado asociada a un sector marginal muy ligado a la economía informal -agrega.
El auge vino en los 80, sostiene el historiador José Rosas. Cuando llegaron inmigrantes que establecieron negocios de importación. Así fue como el barrio sobrevivió al deterioro de la red ferroviaria.
Esos, justamente, fueron los años en que los Bustamante migraron.
-Da nostalgia acordarse, porque había un respeto -recuerda Marcelo Bustamante.
Él, hijo de Jorge, no estudió para dedicarse completamente al negocio en Meiggs. Al tiempo se casó y tuvo tres hijos. Eduardo es uno de ellos. Cuando lograron instalarse en uno de los módulos del paseo peatonal de Salvador Sanfuentes, el negocio familiar prosperó. Pudieron comprar una casa, la primera a la que accedían, en Pudahuel.
-Se ganó plata por bolsas. Me acuerdo que llegaba un camión de cuadernos, cada uno valía 35 pesos y en la calle se vendía a 60 pesos. Y vendíamos todo el rato, sin parar -cuenta el mismo locatario.
Aunque el comercio del barrio, que se expandió por los límites de Santiago hacia Estación Central, se fue deteriorando. Bustamante recuerda que llegaron migrantes después de 2010 que, al asentarse en Meiggs, se convirtieron en vendedores informales. El volumen y densidad del fenómeno convirtió los pocos espacios públicos que se encontraban libres en un bien por el cual había que pelear.
Nelson Silva es uno de esos comerciantes ambulantes. Se ubica bajo los toldos en Conferencia y enfatiza que no por trabajar así “somos delincuentes ni queremos pasar a llevar a los locatarios. Pensamos en el bien común, tratando de no tapar ni interponernos”. Enseguida, expone que no pagan arriendo, porque se hacen cargo de la seguridad.
Mientras todo eso cuajaba, vino el estallido y la pandemia. Eso, en las calles, se tradujo en pobreza, delincuencia y en la pérdida de ese antiguo respeto
-Ya no hay lanzas. Ahora te roban, te botan al suelo -admite Marcelo Bustamante.
Esa violencia no se demoró mucho en tocarlos. En diciembre de 2020, Jorge, el abuelo, fue herido en una pierna por una bala loca disparada durante una riña en la que él no tenía nada que ver. La infección que le provocó el tiro le quitó dos dedos del pie y lo obligó a caminar para siempre con ayuda de un burrito. El patriarca de la familia tenía, entonces, 71 años y una diabetes. Nunca más quiso volver a Meiggs.
Los otros culpables
El abandono de Meiggs no tiene padres.
Jaime Ravinet, alcalde DC de Santiago entre 1990 y 2000, dice que entregó su comuna sin comercio ambulante:
-Dejé limpio Santiago. No había permiso para nadie. Y Carabineros detenía a los ambulantes.
Carolina Tohá (PPD) asumió la oficina municipal en 2012, por cuatro años:
-Nos dimos cuenta de que, ya entonces, estaba instalándose crecientemente una actividad de comercio informal en Meiggs, pero con una característica distintiva: no sólo había un aumento de este, sino que tendía a haber un tipo de dinámica más violenta que en el centro.
Estos incidentes venían de “operadores” que controlaban los espacios y se resistían a la presencia de fiscalizadores. Así, asevera Tohá, se encontraron con una situación informal inesperada. Estos operadores eran los que proveían de mercancía, muchas veces robada o de contrabando, a modo de consignación, a los vendedores finales. Con esto los vendedores sólo recibían un pago por la venta del producto, dejando las ganancias en manos de los operadores.
-Si me preguntas qué hizo tan complejo el barrio -reflexiona la exalcaldesa-, fue el altísimo atractivo comercial que tuvo la calle Meiggs. Es demasiado conveniente ponerse a vender en las esquinas. La dinámica se puso violenta entre todos los que estaban ahí: migrantes y no migrantes.
Ismael Calderón, concejal PS del mismo municipio de 2008 a 2016, le endosa la responsabilidad a un alcalde de otra coalición política.
-Bajo la gestión del alcalde Alessandri, con la entrega de permisos precarios, hubo un desorden en ese barrio. A partir de ahí comienza todo, porque después nos encontramos con la revuelta o estallido, y llegaron otras personas informales, no sólo migrantes, y se formaron verdaderas mafias.
Felipe Alessandri (RN) no quiso participar de este reportaje. Sin embargo, Juan Mena, concejal independiente en cupo RN, sostiene todo lo contrario. Que durante el mandato de Alessandri en Santiago hubo un grupo de 20 funcionarios municipales que hacían control y mitigación del comercio ambulante en conjunto con Carabineros. Se llamaba Plan Centauro.
-El cambio fue radical en esta nueva administración de Irací Hassler (PC). Eliminaron el Plan Centauro el día uno. Y ahí entramos a otro tema, que es la promesa de campaña que esta alcaldesa hizo de 1.500 permisos para comercio ambulante.
El actual director de prevención y seguridad comunitaria de Santiago, Kevin Díaz, desmiente esto:
-La tónica de la administración ha sido no otorgar nuevos permisos y, en su momento, se señaló que estaba en estudio la entrega de nuevos permisos.
En Estación Central el discurso no es tan distinto. Rodrigo Delgado (UDI), alcalde entre 2008 y 2020, tampoco quiso referirse al tema y el edil actual, Felipe Muñoz (independiente en cupo del FA), apunta a otros culpables.
“Acá está fallando la fiscalía. ¿Qué pasa que estas personas, a pesar de que se han entregado estas herramientas, que están sumamente identificados, no sólo con nuestras cámaras, han salido en reportajes de televisión, siguen ahí?”, dijo esta semana en el matinal de CHV.
Los Bustamante vieron esas responsabilidades pasar de una coalición política a otra, año tras año, sin que ninguna mejorara la situación de Meiggs. Ese detrimento, que primero sacó al abuelo Jorge, ya está empujando a Marcelo a salir del barrio donde su familia encontró una identidad laboral. Si eso pasa, todo quedaría sobre los hombros de su hijo, el mismo que disparó una pistola de balines para “defender lo suyo” el 1 de mayo.
Mientras decide qué hacer hay una duda que no puede sacarse de la cabeza y que nadie ha sabido responder:
-Todos los días me pregunto: ¿En qué momento cambió tanto esto?