Su mundo de pertenencia política y cultural ha sido la centroizquierda. Y aunque nunca tuvo el protagonismo de la primera línea, Ricardo Brodsky siempre estuvo ligado a los círculos de influencia.
Licenciado en Literatura de la Universidad de Chile, Ricardo Brodsky fue militante activo del PPD, embajador de Chile en Bélgica y director del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Hoy es miembro del comité político de Amarillos, y produce activamente ensayos y análisis.
Atento, preocupado y crítico, Ricardo Brodsky ha cuestionado duramente a la generación frenteamplista, pero también el rol que ha jugado el Partido Comunista. Sostiene que cuando la izquierda se plantea desde una postura extrema, no sólo alimenta la polarización, sino que le abre espacio a la ultraderecha.
Se ha profundizado la crítica de algunas figuras de la ex Concertación hacia la nueva generación de izquierda. ¿Qué hay en el bajo fondo? ¿Una rivalidad o se están cobrando otras cuentas?
Lo que pasa es que el Frente Amplio representa, o representaba, una crítica muy profunda a lo que fue la salida de la dictadura y al proceso de transición. Era una crítica desde la abstracción moralista del deber ser. O sea, de unas convicciones que nunca se confrontaron con la realidad.
¿Y ustedes sí supieron?
Te diría que en la izquierda que estuvo en la lucha contra la dictadura y que lideró la transición predominó la ética de la responsabilidad por sobre la ética de la convicción. Y la crítica del FA hace abstracción de la realidad en la que se desarrolló el proceso. Es una cosa típica del ultraizquierdismo...
¿Qué cosa?
Buscar anteponer a la realidad soluciones mágicas o inviables. Ahí hay una ruptura bien de fondo que se ha prolongado en el tiempo. Entonces, es verdad que muchos de los que somos parte de esa izquierda concertacionista somos extremadamente críticos, pero también quiero decirte que yo miro muy positivamente el surgimiento de esta generación.
¿Sí?
Claro. Porque en la Concertación nunca hubo tiraje de la chimenea. Faltaban figuras nuevas, más jóvenes. Y crecientemente se fue convirtiendo en una coalición gerontocrática.
De hecho, se hablaba de una generación intermedia que quedó pérdida…
Es que si miramos bien, la gente que tuvo alta responsabilidad en el gobierno de Allende, siguieron siendo los principales actores del proceso de transición. La generación de los 80 no ocupó un papel significativo. Nunca le dieron la pasada. Recién ahora, curiosamente, le está dando algo de la pasada a figuras como Carolina Tohá o al propio Mario Marcel, que también pertenece a esa generación.
¿Y por qué cree que el ingreso de esas figuras con más experiencia no ha logrado aplacar las críticas?
Porque los primeros seis meses del gobierno de Boric fueron una horrible decepción. Han cometido errores gigantescos y tuvieron dos derrotas electorales brutales. Ahora, a esta decepción, se le agrega el asalto a las platas fiscales a través de estas fundaciones. Obviamente, hay una crítica que hacer. Me parece importante que desde sectores de centroizquierda haya una distancia con respecto al gobierno.
¿Una distancia crítica?
Sí, pero colaborativa también. Yo no me definiría como una persona de oposición.
¿Tampoco como un gobiernista?
No, para nada. No me interpreta este gobierno. No me puedo sentir parte de un gobierno que, aparte de los errores políticos, ha tenido problemas de gestión demasiado grandes.
La decisión de Boric
¿Qué rol debería jugar la centroizquierda en esta etapa? El Presidente Boric ha ido inclinándose cada vez más hacia el Socialismo Democrático…
Es verdad que Boric está claramente inclinado hacia el mundo socialista. Desde que firmó el acuerdo de noviembre del año 2019 hizo una señal muy clara en ese sentido. Pero el problema es que va y viene. Primero, conformó un gobierno marcado por Apruebo Dignidad. Fue un fracaso absoluto. Y luego tuvo que recurrir al Socialismo Democrático, pero es ambiguo, ambivalente. Yo creo que la apuesta del Partido Socialista es que Boric finalmente sea de los suyos.
¿Por qué?
Porque Boric es el líder indiscutible de izquierda en Chile. Es la figura con más proyección. Claramente, la experiencia de gobierno lo está haciendo madurar aceleradamente y eso lo deja en una posición especial. Sin dudas, Boric es el futuro de la izquierda.
¿Pero, a la vez, dice que el problema de Boric es su ambivalencia? ¿Eso afecta, no?
Claro, el problema es que Boric sigue jugando en la ambigüedad. Eso afecta directamente a su gobierno, porque al final del día, un gobierno es evaluado por las cosas que logra, no por las que prometió. Por ejemplo, ahora dicen que si no hay reforma tributaria no hay PGU, no hay vivienda, no hay pensiones, no hay nada. ¡¿Pero cómo?! Si son gobierno. Ellos son los que tienen que resolver esos problemas y no pasárselo a la oposición. Eso es lo que la Concertación supo hacer, a pesar de tener una relación de fuerzas mucho más precaria y tener a Pinochet encima. El punto es que ellos no lo saben hacer. No logran aterrizar la necesidad de que el gobierno haga gestión y no se quede trancado en los ideales.
Pero están Mario Marcel, Carolina Tohá, Carlos Montes, ministros que vienen de esa vertiente. ¿Por qué no han podido hacerlo? ¿O es tanta fuerza del Frente Amplio que no les permite influir?
Opera, pero en ámbitos acotados. Carlos Montes, por ejemplo, estaba haciendo un muy buen trabajo en el Ministerio de Vivienda y enfrentando los problemas reales del país. Hasta que apareció el caso de la fundación que echa abajo su gestión, evidentemente. Le cambia la agenda ciento por ciento, incluso lo pone en peligro a él, que es una figura enormemente respetada por todos los sectores. Pero lo van a quemar en el altar de la frivolidad del Frente Amplio, esa es la verdad.
¿Cree que Montes va a pagar la cuenta?
Va a pagar la cuenta, yo creo que sí.
¿Y Giorgio Jackson?
No sé.
¿Por qué Giorgio Jackson genera tanta animadversión? ¿Será porque cristaliza una manera de ser del FA, una especie de resentimiento de la izquierda vieja con esos jóvenes?
Puede ser. Pero a mí no me parece una mala persona. Lo que sí creo es que ellos como grupo son tremendamente ambiciosos de poder.
¿Ustedes no lo fueron?
Nosotros no lo fuimos para nada. Diría que fuimos excesivamente responsables en el sentido de no producir grandes contradicciones internas en la coalición ni en el mundo nuestro. ¿Por qué? Porque entendíamos que la fragilidad del proceso era tal que no podíamos darnos un gustito por error generacional
¿Y esa generación sí?
Obviamente que sí. Ahora, no es malo que tengan ambición. Lo malo es que la ambición de poder se pueda convertir después en ambición de dinero, y eso es muy complicado. Eso los está golpeando fuertemente hoy día.
¿A todo el Frente Amplio?
No. No diría que es el FA en general. Tampoco es todo Revolución Democrática. Son grupos. Y no considero que Giorgio Jackson sea el monstruo que pintan. Para nada.
Igual quedaron bajo la lupa.
Bajo lupa, sí. Porque claramente ahí hay una asociación buscando defraudar al Fisco para beneficio propio o para activismo político, cosa que también va en beneficio propio. Porque usar las platas fiscales para penetrar sectores poblacionales es muy feo. Impresentable en realidad.
Si Boric es el futuro de la izquierda chilena, como usted dice, ¿cuánto lo pueden afectar estas situaciones?
Primero, mi impresión es que Boric va a terminar más cerca del PS que del FA. Y, segundo, Boric es una figura que está por sobre ellos. Si el Frente Amplio se hunde, Boric no se hunde con ellos. Él lo trasciende. Por eso es un líder tan importante para la izquierda en general.
¿Diría que en sus hombros recae la proyección de la izquierda?
El futuro de la izquierda está más en el lado de Boric que de cualquier otro. Ahora, él tiene mucho que mejorar, aprender y corregir, porque sus ambigüedades afectan mucho la capacidad de gestión de su gobierno.
¿Debiera resolver su doble alma?
Claro, esa cosa que va para allá y para acá insistentemente. Allende tenía un poco el mismo problema.
¿En qué sentido hace el paralelismo?
Salvador Allende tenía a los miristas por un lado, entre los cuales estaba su propia hija, y por otro lado, la vía democrática, la vía chilena, al socialismo. La Unidad Popular vivía en este conflicto y Allende nunca lo pudo resolver. Veo algo parecido en ese sentido.
¿Pero cuál es el símil?
Es como la autoimpuesta obligación moral de no quebrar con su coalición. Eso lo lleva a dar señales para allá y para acá. El problema es que con esas señales se empiezan a radicalizar las cosas. Me refiero, por ejemplo, al discurso de Daniel Jadue que está arrastrando a parte del PC también.
¿Aunque el PC también pareciera tener dos almas?
Sí, y como nunca. Por un lado, Camila Vallejo y la ministra Jeannette Jara y, por otro lado, Jadue. La ambivalencia va radicalizando las posturas y eso va afectando al gobierno.
El frente de izquierda
¿Los 50 años del Golpe están reavivando viejas disputas en la izquierda? Se suponía que había una cierta lectura común…
Con el Partido Comunista nunca ha habido un acuerdo expreso ni tácito sobre las causas de la derrota o del fracaso de la Unidad Popular. De hecho, el mundo socialista y el comunista tomaron caminos muy distintos. Esa ruptura se mantuvo en los primeros años de la transición.
¿Pero después se superó?
Se superó cuando Guillermo Teillier empieza a buscar acuerdos con la Concertación para retomar la senda parlamentaria del PC. Así logran entrar al Congreso y convertirse en un actor válido en la transición. Ese camino fue consistente hasta el 19 de octubre del 2019.
¿Hasta el estallido social?
El estallido abrió una grieta nuevamente. Pienso que octubre del 2019 hizo renacer en el PC la tentación insurreccional, una revalidación de la violencia… Hay una situación totalmente nueva a partir del estallido.
¿Y cómo y en qué cambió la izquierda?
En toda América Latina hay dos izquierdas: una socialdemócrata y otra izquierda que oscila entre el populismo y la radicalidad. Ahí están Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa. En Chile, el Frente Amplio nació bastante cargado hacia allá y muy inspirado en Podemos, de España. Pero al encontrarse en la situación de gobernar, se dan cuenta de que no basta con la radicalidad discursiva, sino que hay que dar soluciones a problemas reales. Por lo tanto, se empieza a moderar y a cambiar su eje.
¿Y eso tiene un valor, o no?
Obviamente, tiene el valor de cambiar su eje hacia una alianza con el Socialismo Democrático. Pero el problema de ese modelo es que es una versión nueva del clásico Frente de Izquierda que está en muchos otros países.
¿Qué representa ese Frente de Izquierda?
Es una política que no construye mayorías, que te arrincona en un 30 o en un 40% y que produce, como de hecho está ocurriendo, un resurgimiento de la derecha más extrema, más conservadora. En algunas partes incluso produce fascismo, como ocurrió en Italia en los años 20 o en Alemania en los años 30.
Estos procesos se dan en medio de la conmemoración de los 50 años. ¿Habrá algo por leer ahí?
Efectivamente, es bien raro el momento. Pero podría ser una gran oportunidad. La experiencia de la UP deja lecciones muy importantes para la izquierda chilena. Boric debería aprovecharlas y no enredarse en una especie de revival de la UP.
¿Qué lecciones debería sacar?
La primera y la más importante es que no puedes hacer cambios profundos sin construir una mayoría. Y eso implica buscar otros aliados. Eso es algo que el gobierno todavía no logra entender. Y otra cosa que veo es que los 50 años están generando mayor polarización. Eso dista mucho de la intención de Boric de dar una mirada de futuro.
¿El PC no lo permitió? ¿La derecha no lo está permitiendo?
El PC no le dio piso para eso y la derecha tampoco. Entonces, volvemos a una situación de polarización aguda. Creo que los 50 años, tal como los ha enfrentado el gobierno, están siendo un problema.
¿En qué sentido?
En que el gobierno exageró al convertir todo el 2023 en los 50 años. Es como que quisiera hacer de esa conmemoración la agenda del gobierno. Debió haber concentrado todo en el día 11 de septiembre. Y hacer algo más simbólico, más interpretable, para que cada uno hiciera su propia lectura.