De las muchas figuras emblemáticas que habitan en el Partido Socialista, Ricardo Solari es uno de ellos. Líder del llamado “tercerismo” -una de las corrientes internas del partido- ha transitado en la vida política ejerciendo roles activos. Fue subsecretario en el gobierno de Patricio Aylwin, ministro del Trabajo en la administración de Ricardo Lagos y luego un influyente asesor de Michelle Bachelet en su primera campaña presidencial.
Solari es economista, pero también ha incursionado en el mundo académico. Hoy es el director del Instituto Igualdad y mantiene la mirada atenta sobre la situación política que atraviesa el país.
De la crisis de las izquierdas, del avance de la derecha dura, del trauma que aún pesa en el socialismo chileno por el gobierno de Allende habla en esta entrevista.
No prosperó la acusación constitucional contra el ministro de Educación. ¿Cuánto aire le da al gobierno?
Le da un respiro que puede ser bien relevante. No lo minimizaría. Si se hubiese aprobado, el ambiente de la conversación sería otro. Estaríamos hablando de una crisis muy aguda de la coalición y de un gobierno al que se le van sumando distintas crisis por capas y que lo podrían inmovilizar. Eso no pasó. La controversia se trasladó a la oposición.
Pero las crisis siguen en curso…
No hay duda de que se está enfrentando una crisis compleja por lo de las fundaciones, pero hay margen para que el gobierno pueda encarar este segundo semestre de buena manera. A mi juicio, estos próximos seis meses son claves para el gobierno del Presidente Boric…
No se ve tan fácil. El tema de las fundaciones golpea a uno de los partidos eje del Frente Amplio.
Es verdad. El gobierno está enfrentando una seria dificultad a raíz de ese tema, pero es una crisis que puede quedar acotada a las investigaciones que lleva adelante la Fiscalía y al accionar oportuno de la Contraloría. Es decir, esto tiene bordes institucionales. Y, por supuesto, aquí también hay lecciones políticas que sacar.
¿Cuáles?
La lección obvia es que las fuerzas políticas que habían venido a cambiar la política han quedado atrapadas en las peores prácticas. Porque distraer los recursos de los chilenos y chilenas más pobres en acciones vinculadas al clientelismo político -que es lo que se observa hasta el momento- es una práctica que todos debemos rechazar. Es lo que se ha hecho.
Al Partido Socialista se lo ha visto incómodo con Revolución Democrática. ¿Se pueden recomponer las confianzas?
De manera institucional y con total energía, el PS ha señalado que RD tiene que dar explicaciones, clarificar su relación con los hechos denunciados.
¿Cuál es el enojo más profundo del PS?
Son dos. El primero es que todo este discurso de tener una moral superior tenía como propósito debilitar al PS y a los partidos de la ex Concertación. Pero no se condecía con ninguna convicción profunda en relación a las prácticas políticas, como ha quedado demostrado. Y eso es algo que está en la piel de todos. Lo segundo es por el daño que esto le hace al sistema político.
¿Y al propio gobierno?
Por supuesto, afecta el funcionamiento de un gobierno que tiene el propósito de hacer las cosas bien en un momento difícil para el país. Porque este no es cualquier momento…
Se dice que esta crisis ha provocado una nueva reconfiguración de fuerzas políticas dentro del gobierno. ¿Hay un movimiento en curso?
Lo que ha pasado, tácticamente, es que las fuerzas políticas que están en la conversación más estratégica son el PS, Convergencia Social y el Partido Comunista. Pero no hay una redefinición. Se trata de coordinar la acción política en tiempos de crisis. La energía que tenemos es poca y los problemas que tiene el país son muchos. Debemos concentrarnos en sacar adelante nuestra agenda y superar esta crisis. No es la hora de las ingenierías políticas.
Pero es bastante evidente que el PS decidió soltar la mano de RD.
No lo creo…
¿No?
Lo que ha habido es un impasse severo respecto de la velocidad en que transitó la información al resto de los aliados. Pero no hay una decisión de enfrentar a RD. Lo que sí nos interesa es que ellos clarifiquen, entreguen toda la información, porque los efectos de este escándalo nos afectan a todos.
Meses clave
Dice que este segundo semestre será clave para el gobierno. ¿Por qué tanto?
Porque muchos temas se juegan en el segundo semestre. Por eso es clave establecer una interlocución activa con la oposición. Yo vislumbro que ya se están dando pasos en esa dirección. En el tema tributario, por ejemplo, Evópoli se reunió con el ministro Mario Marcel y le planteó que un pacto fiscal debe exceder lo meramente tributario. En el fondo, hay que cambiar el eje de la conversación para romper con el inmovilismo actual del país.
El segundo proceso constitucional también es un tema decisivo…
Totalmente, y quedan varios pasos de aquí a diciembre. Luego está la reforma previsional. O se destraba o la discusión va a seguir abierta con la frustración que eso conlleva. Sería el tercer gobierno que fracasa en la búsqueda de un acuerdo. Sumemos la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado y la organización de los Juegos Panamericanos.
¿También?
Sí, ese será un asunto muy relevante, porque pondrá en juego la capacidad de gestión del país. Y otro aspecto muy esencial es que el segundo semestre el Parlamento va a tener que transformar en política pública la sentencia de la Corte Suprema sobre las isapres. O sea, tienes: pacto fiscal, previsión, isapres, 50 años, Constitución y Panamericanos. Es una agenda bien robusta.
¿Eso requiere una destreza mayor por parte del gobierno?
Obviamente, esto exige un liderazgo y una clara definición de prioridades y estrategias. Si el gobierno entiende que esos son los temas que tiene que despejar, pone ahí su energía y construye un cierto relato, podrá avanzar. Pero eso requiere una identificación de un cierto momentum.
¿Y que significa eso?
Lo que decía antes: claridad en las definiciones. Porque para que puedas llegar a acuerdo en algunos de estos campos, requieres identificar qué es lo que estás dispuesto a ceder. O sea, cuáles son tus líneas rojas en lo constitucional, en lo fiscal, en lo previsional.
¿Y el oficialismo las tiene?
No lo sé. Y cuando digo “no lo sé”, eso es relativamente severo. En varios de estos temas ya deberíamos tener una claridad, porque algunas materias no van a ser simples ni fáciles.
Promover acuerdos
¿Cuán incondicional es el PS con el gobierno? Cristián Valdivieso ha recordado la difícil relación del FA con la ex Concertación y habla de que hay una suerte de constante menoscabo.
Estoy en desacuerdo con eso. Muy al comienzo de este proceso, el PS dijo que los iba a apoyar sin ninguna condición. Para los socialistas, tomar una responsabilidad en el gobierno era simplemente una obligación.
¿Qué aporta el PS al gobierno, además de ministros claves?
Para nosotros la idea de promover acuerdos es una cuestión crucial en este minuto. Si algunas otras fuerzas políticas que apoyan al gobierno son contrarias a eso, bueno, tendrán que plantearlo. Pero nosotros vamos a respaldar todas las agendas que se pretendan construir sobre probidad, modernización del Estado, cambios tributarios, políticas en La Araucanía, seguridad. Estamos por llegar a acuerdos en todos esos temas.
¿Aunque tengan que pasar por encima del sello socialdemócrata?
Al revés. Nosotros creemos que la impronta socialista-democrática queda expresada en la medida en que esto se mueva, en que haya cambios, en que se logre resolver temas. Las pensiones no dan para más. La necesidad de que el Estado disponga de mayores instrumentos para combatir la evasión y la elusión es un consenso técnico. No estamos hablando de cosas que sean ajenas a nuestro ideario.
¿Pero pueden implicar renuncias?
Respecto de nuestro pensamiento, no observo una renuncia.
Me refiero a renunciar a las promesas del programa con las que llegó el gobierno de Boric.
Bueno, pero nosotros no iniciamos este proyecto. Esto se inició con una primaria del Frente Amplio. Nosotros hicimos otra. No estoy hablando del ideario, sino que estrictamente de cómo se configuró nuestra participación en el gobierno.
Efectivamente, el PS se sumó después…
El gobierno no podía gobernar sin el Socialismo Democrático. Su coalición no tenía ni el 10% de representación en el Senado, lo mismo en la Cámara de Diputados. En esas condiciones, no podía configurarse ninguna posibilidad de dar gobernabilidad. Ese fue el contexto en que el PS se hizo presente, pero también porque compartía la orientación estratégica de transformación y cambios que inspiraba al Presidente Boric.
A eso me refiero: a que quizá esas transformaciones tendrán que acotarse.
El punto es qué es lo que estamos comparando. ¿Una situación de inmovilismo o retroceso versus la posibilidad de avanzar? Esa es la discusión en la cual estamos.
El PS es pragmático, no les teme a los acuerdos, pero eso es justamente lo que el FA tanto les criticó…
Entiendo, pero creo que ese cambio de percepción ya está ocurriendo.
¿Desapego?
Lo que algunos llaman “la soledad del Presidente”, ¿es un factor político en este momento?
El Presidente ha tenido una gran capacidad de modificar su discurso y cambiar su enfoque sobre muchas materias. Esa es una clara demostración de que el Presidente entiende el compejo escenario que tenemos. Hay cambios culturales muy significativos y no del todo positivos para las causas que hemos enarbolado.
¿Lo nota apesadumbrado?
La verdad es que no. Y convengamos que después de dos derrotas electorales como las del 4 de septiembre y la del 7 de mayo, si no eres capaz de procesarlas, es que estás definitivamente en un estado de negación. Y no es lo que he visto en el Presidente. Al revés.
Se abrió otra grieta, pero esta vez con el PC por la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado. ¿Le preocupa?
Más que preocuparse, hay que estar muy activo en esto. Hemos tenido una discrepancia respecto de los 50 años a propósito de lo de Patricio Fernández. Eso tiene que ver con miradas, con enfoques. Tengo la sensación de que eso quedó cerrado.
¿En qué sentido?
En el sentido de que Fernández planteó un propósito de aumentar la base social, política y cultural del “nunca más”. Ese camino quedó debilitado. Desde ese punto de vista, la salida de Fernández no es una buena noticia.
¿Esto puede generar un desapego en los partidos oficialistas? Me refiero a que algunos opten por perfilarse con sus propios derroteros políticos.
No tengo esa visión catastrofista. Todos vemos que hay un castigo general al sistema político. La gente quiere que los políticos actúen con responsabilidad, buscando acuerdos y soluciones. No creo que el premio sea la disrupción. Para nada.
¿Cuál diría que es el rol del PS hoy?
El rol del PS es jugar el papel de un actor constructivo muy relevante… Quizás como nunca antes en los últimos 30 años. La situación es más compleja. Tenemos una economía estancada, con serias dificultades de despegar, pese al inmenso esfuerzo del ministro Marcel. Hay una grave crisis de seguridad que no conocíamos. Ya se rechazó un proyecto constitucional y el segundo está lejos de estar garantizado. Y tenemos una oleada conservadora que también es motivo de preocupación. En este cuadro, no es una buena idea dramatizar o maximizar ningún conflicto.
¿El PS siente que tiene una mayor responsabilidad? ¿Hay un trauma del pasado que revive?
Por supuesto. A pesar de que hay gente que -en absoluta ignorancia de nuestra trayectoria histórica- dice que nosotros nunca hemos hecho una autocrítica. Pero hicimos esa reflexión en los inicios de la dictadura. En marzo de 1974 sacamos un documento en que nos hicimos cargo de que no acompañamos al Presidente Allende con suficiente fuerza. Asumimos que la falta de unidad de las fuerzas de apoyo al gobierno generó grandes dificultades. Obviamente que eso impregna la conducta de los socialistas en este momento. Además, obviamente, de tener en la gestión gubernamental a las figuras claves: Marcel, Elizalde, Tohá, con quienes nos sentimos muy cercanos y comprometidos.
La izquierda ha tenido dos derrotas y ganó terreno la derecha más dura. ¿Está en curso una batalla cultural?
Tengo la impresión de que el debate está puesto en otro campo: en la capacidad de interpretar la realidad de la sociedad chilena y en el interés por entenderla. Ahí los republicanos han trabajado duro y bien. Entienden la sociedad en la que se están moviendo. Y si hay que hacer una autocrítica, sería nuestra incapacidad para entender el país real. Tenemos que trabajar más duro, pensar más. Ahí tenemos un déficit.