“Con el respaldo de los grupos agroindustriales adinerados de Brasil, un creciente movimiento evangélico y una fuerza militar y policial envalentonada, Jair Bolsonaro asumió el cargo en 2019. Impulsado por la retórica controvertida y agresiva del excapitán del Ejército, la campaña presidencial divisiva vio fake news y desinformación compartida con las decenas de millones de seguidores de Bolsonaro en las redes sociales. Prometió soluciones simples al aumento de los delitos violentos en Brasil, la caída del nivel de vida y la corrupción generalizada, pero lo que ha surgido es el presidente más derechista de América Latina desde las dictaduras militares de la década de 1970″.
Esa es parte de la descripción que la editorial Manchester University Press hace del libro Beef, Bible and bullets: Brazil in the age of Bolsonaro (Carne, Biblia y balas: Brasil en la era de Bolsonaro), del periodista y consultor británico especializado en América Latina Richard Lapper. El mismo que fue elegido por el diario Financial Times como uno de los 10 mejores libros de política de 2021 o como uno de los textos imprescindibles para entender Latinoamérica, según la revista The Economist.
Y es que Lapper es un periodista con años de experiencia en la región. Graduado en Sociología en la Universidad de Liverpool, ocupó varios cargos de alto nivel en el Financial Times de Londres entre 1990 y 2015, y fue el editor de América Latina del periódico entre 1998 y 2008.
Precisamente desde Sao Paulo, Lapper dice a La Tercera que le “sorprendió” el resultado de Bolsonaro en la primera vuelta presidencial del domingo pasado, que le permitió pasar al balotaje del próximo 30 de octubre con el exmandatario y líder del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva. Pero lo que no le sorprende es el fenómeno político desarrollado en torno a Bolsonaro en sus casi cuatro años de gestión. “El bolsonarismo parece que, de una forma u otra, llegó para quedarse”, sostiene en la siguiente entrevista.
¿Le sorprendió el resultado de la votación de Jair Bolsonaro, quien incluso consiguió casi 1,8 millones de votos más que en 2018? ¿Qué motivos tuvieron los más de 51 millones de brasileños que en 2022 optaron por la reelección del presidente?
Me sorprendió, sí. Desde marzo del año pasado había habido un patrón bastante consistente en las encuestas que sugería que Bolsonaro tenía tasas de rechazo extremadamente altas y alcanzaba un máximo de entre el 33% y el 38% de los votos, en comparación con el 43% que realmente registró. Aunque tal vez no debería haberme sorprendido. Ha habido muchos casos en los últimos años en los que las encuestas han subestimado la fuerza de la derecha populista, el más significativo fue Trump, y el Brexit en 2016. El propio plebiscito de Chile el mes pasado fue otro ejemplo más reciente. Es difícil decir por qué sucede esto. ¿Quizás las personas que están de acuerdo con los argumentos de Trump, Farage o Bolsonaro simplemente han decidido no responder a las encuestas de opinión o admitir públicamente que tienen puntos de vista que la opinión liberal dominante considera inaceptables? Todo esto es un desafío grande y continuo para los encuestadores.
Bolsonaro no sólo sorprendió con su votación, sino también con la de su partido, el Partido Liberal, en el Senado y la Cámara, así como con las de sus aliados que postulaban a las gobernaciones. ¿Cree que el mandatario es el gran responsable de estos triunfos electorales también? ¿Se consolida una tendencia conservadora en Brasil?
Esta es la gran sorpresa, de hecho. Este gobierno tiene un historial bastante pobre en la economía y especialmente en la pandemia, pero a los bolsonaristas les ha ido extremadamente bien en las elecciones legislativas y gubernatoriales. Ver a figuras como Eduardo Pazuello, el exministro de Salud cuyo historial en la pandemia fue catastrófico, ganar tantos votos en Río de Janeiro donde se postuló como diputado es extraordinario. No es sólo que salió electo, obtuvo más votos que la mayoría de los demás diputados de ese estado. El año 2018 fue un terremoto político en Brasil y un triunfo extraordinario para la derecha. En 2022 terminaron con una posición aún más fuerte en el Congreso y en las gobernaciones estatales y bien podrían ganar otras. Esto sugiere que la ola conservadora de Brasil aún no ha seguido su curso por completo.
Se pensaba que el triunfo de Bolsonaro en 2018 había sido prácticamente un accidente, motivado por la crisis económica, los escándalos de corrupción del PT y el aumento de la violencia criminal. Pero los resultados del domingo pasado parecen mostrar que eso no fue así. De hecho, un titular en la prensa brasileña decía: “Lula da Silva puede ganar la presidencia, pero el bolsonarismo ya venció”. ¿Considera que el bolsonarismo, efectivamente, es un fenómeno que llegó para quedarse en Brasil?
En mi libro he sugerido que la tendencia derechista en Brasil está profundamente arraigada y no es simplemente una aberración. El bolsonarismo parece que de una forma u otra llegó para quedarse y está dominando a expensas de los conservadores más moderados. El PSDB, el partido de Fernando Henrique Cardoso, y el partido que trajo la estabilidad económica a Brasil es un partido proempresarial centrista coherente que ha sido la principal oposición a la izquierda durante casi tres décadas. Ahora tiene solo 14 diputados y ha perdido el control de Sao Paulo, un estado que ha dirigido durante gran parte de las últimas tres décadas.
En su libro Beef, Bible and bullets: Brazil in the age of Bolsonaro analiza cómo el respaldo de iglesias evangélicas en rápida expansión, grupos agroindustriales adinerados y un poderoso establishment de seguridad -la llamada coalición Biblia, carne y balas- llevó a Bolsonaro a encabezar el gobierno más conservador de Brasil desde la década de 1970. ¿Cómo definiría el bolsonarismo de 2022? ¿Siguen estas tres fuerzas siendo sus principales impulsores?
Lo matizaría un poco, ya que creo que los partidarios de la agroindustria más virulentos de Bolsonaro son los grupos agrícolas pequeños y medianos, especialmente en las áreas más marginales y recién colonizadas de la Amazonía. Al menos algunos de los grandes grupos agrícolas han aceptado la narrativa verde en gran medida porque quieren mantener el acceso a los mercados desarrollados, donde los consumidores están preocupados por el calentamiento global. Pero, en general, estas tres fuerzas son absolutamente centrales para el bolsonarismo. También creo que en 2018 Bolsonaro pudo forjar una alianza con la derecha liberal conservadora que tradicionalmente podría haber votado por el PSDB, pero vio a Bolsonaro como la mejor manera de mantener a Lula y al Partido de los Trabajadores (PT) fuera del poder. Esa alianza entre la derecha dura BBB (Beef, Bible and Bullets) y la derecha más moderada parecía estar rompiéndose, especialmente durante la peor fase de la pandemia, en marzo y abril del año pasado. La gran sorpresa es cuánto se ha mantenido unida y cuántas empresas, especialmente las pequeñas y medianas empresas, odian al PT. Estuve en Bahía durante la última semana y hablé con pequeños empresarios a los que no les gusta Bolsonaro, a quien consideran “grosero”, pero están mucho más preocupados de que el PT quiera retener el poder indefinidamente. Se quejan del “proyecto de poder” de Lula.
Refiriéndose a Bolsonaro, usted señala: “Lo etiqueto de populista, en lugar de fascista, porque me parece, al menos hasta ahora, que Bolsonaro aún tiene que desarrollar el tipo de maquinaria política o introducir la capacidad institucional que necesitaría para hacer realidad el fascismo”. ¿Mantiene hoy su calificación de “populista de extrema derecha” para Bolsonaro, a quien compara con Trump, Orbán y Duterte? ¿Existe el riesgo de que vaya más allá si logra la reelección?
Supongo que la ironía es que la derecha de Bolsonaro tiene su “proyecto de poder”. Los bolsonaristas parecen creer que un establishment liberal (en el que el Poder Judicial juega un papel clave) es parte de una conspiración para evitar que implementen un cambio conservador. Pero sigo pensando que Bolsonaro está lejos de desarrollar un tipo clásico de proyecto fascista. Es más una especie de conservadurismo autoritario extremo que un fascismo en toda regla. En el Congreso seguirá dependiendo de sus aliados del Centrão, la alianza de partidos oportunistas de centroderecha y derecha que están en política por lo que pueden sacar de ella en términos de empleos y dinero.
Usted también sostiene que Bolsonaro es “un político que busca reducir problemas complejos a decisiones simples”. ¿Cómo se grafica eso en su gestión?
Supongo que más obviamente durante la pandemia, cuando Bolsonaro parecía creer que las personas simplemente podían tomar tabletas de hidroxicloroquina para evitar contraer Covid. O que la enfermedad podría evitarse simplemente a través de la fuerza de carácter. Otro ejemplo sería que la mejor manera de abordar el riesgo de delitos violentos es dar armas a las personas o permitir que las personas que tienen armas (la policía y el Ejército) usen sus armas con mayor libertad. En política económica ha sido bastante intervencionista. Por ejemplo, cuando Petrobras se vio obligada a subir los precios de la gasolina y el diésel, simplemente ordenó un cambio de política y despidió a los directores ejecutivos que se negaron a implementarla.
Durante esta campaña el tema de un eventual golpe de Estado ha sido recurrente. Incluso, Estados Unidos ha estado monitoreando de cerca estas elecciones. ¿Cómo es la relación que Bolsonaro mantiene actualmente con las Fuerzas Armadas de Brasil?
Bolsonaro tiene algunos aliados importantes en los escalones más altos de las Fuerzas Armadas, pero, según tengo entendido, no hay un apoyo militar generalizado de alto nivel para un golpe clásico. Esto no es 1964, cuando Estados Unidos, los medios brasileños y el sector privado apoyaron la intervención militar.
En una columna publicada en el diario Folha de Sao Paulo, el cientista político Mathias Alencastro sostiene que el “avance de Bolsonaro pone fin a la historia de la derecha moderada en Brasil” y que “el país debe prepararse para una política conflictiva, inestable e impredecible”. ¿Comparte ese análisis?
Creo que Matías probablemente tiene razón. El PSDB y sus aliados centristas, así como algunas personas moderadas en el PT, han presentado los mejores planes para enfrentar los enormes problemas de desarrollo de Brasil, pero han sido aplastados por la polarización en la política brasileña.
¿Cuál es su pronóstico para la segunda vuelta?
Lula sigue siendo probablemente el favorito. Tiene muy pocos votos que ganar para lograr el 50% más uno que necesitaría. Pero en la primera vuelta se abstuvieron 30 millones de personas. Bolsonaro sigue siendo el incumbente y los presionará para que voten a fin de mes. Ya ha gastado bastante dinero para ganar votos (el beneficio de asistencia social de Auxilio Brasil se incrementó en un 50% en agosto y se extendió a 20 millones de familias) y los precios de la gasolina y el diésel han sido subsidiados. ¿Quizás hay espacio para ofrecer más incentivos económicos? Estoy seguro de que Bolsonaro y sus ministros no se quedarán sentados esperando.
Si gana Lula, ¿ve a Bolsonaro reconociendo su derrota? ¿Qué tipo de oposición haría frente a un eventual gobierno del PT?
Si fracasa, aún puede optar por no reconocer el resultado. En repetidas ocasiones ha argumentado que el sistema de votación electrónica tiene fallas y sugirió que el establishment está orquestando un fraude para negarle la victoria. Ha amenazado con movilizar a sus seguidores para respaldar esas protestas en las calles. El peligro, según un consultor brasileño que conozco, es que las fuerzas policiales de Brasil, que son grandes partidarios de Bolsonaro, puedan lanzar huelgas para respaldar esos llamados, una perspectiva que podría conducir al caos social y llamados a la intervención militar. Incluso si Bolsonaro acepta el resultado de alguna manera, el gobierno de Lula será mucho menos radical que sus predecesores. De hecho, difícilmente será un gobierno del PT, en absoluto, de hecho. Para ganar las elecciones y luego sobrevivir, y Lula ya lo ha insinuado, su gobierno tendrá que moverse hacia el centro. Si no lo hace, el Congreso será hostil con él. Lula podría incluso estar abierto a la amenaza de impeachment. Su alianza en el Congreso simplemente no es lo suficientemente fuerte si los partidos bolsonaristas y el Centrão deciden ir tras él.