Cuando Rocío Cantuarias era chica, Jaime Guzmán iba seguido a su casa en Concepción. Con su papá, Eugenio Cantuarias, fundaban la UDI y recorrían poblaciones difundiendo su posición política.
-Lo conocí ene. Me acuerdo de él siempre flaco, como cagado de frío.
Más tarde, el 91, cuando mataron a Guzmán, apedrearon la casa de los Cantuarias y quebraron los vidrios. Rocío -hoy de 43 años- tenía 13.
-Entonces tiene que ser bien simbólico para usted haber sido miembro de la Convención.
-No, pa ná, fíjate. Si hubiese querido estar en la política, ya lo habría hecho. Esto fue mi contribución a la patria. Un año y medio, y ya.
Rocío Cantuarias, exconvencional de derecha, anda de gira por el plebiscito en una comuna cercana a Concepción.
-Más informativa que de repartir panfletos en la esquina, ¿cachái?
¿Y cómo se ve la cosa en terreno?
Bien. Se ve bien. Pero yo creo que hay las mismas posibilidades de ganar que de perder. Por naturaleza soy optimista, pero para este plebiscito no sé lo que va a pasar.
Abogada de la Universidad de Concepción, y profesora de esa casa de estudios, además de la UDD y de la Andrés Bello -cursos que hoy tiene congelados-, cuenta que su idea era poner al servicio de la Convención la década que enseñó derecho constitucional.
-Se suponía que iba poder aportar, pero como a las dos semanas me di cuenta de que daba lo mismo lo que supieras. Era un circo.
¿Cree que pudo aportar?
Desde el punto de vista del derecho constitucional, no. Daba lo mismo si no sabías nada. El aporte fue más bien político y eso que nunca había estado en política.
Da la impresión de que nació una faceta política en usted.
Esa es la impresión que hay en el resto de las personas, pero yo vine a hacer una pega, salí electa y me puse muy feliz, porque soy competitiva, y me saqué la cresta trabajando para la campaña. Dije “me quedo tranquila si es que es una campaña bacán”, y lo hice. Era mi contribución a la patria. ¿Por qué? Porque me dio susto, me dio temor de lo que estaba pasando, lo que vi para el octubrismo, que fue heavy. Dije “tengo que aportar más que el domingo en la casa, reclamando”. Yo ya aportaba, porque pertenezco a la Fundación para el Progreso desde hace varios años, pero con lo que pasó en octubre del 2019, dije “hay que hacer algo más”.
Y hay gente que me dice “tienes talento para la política”, pero me cargan los medios de prensa, la tele, el matinal lo encuentro atroz... No me gusta. Prefiero mil veces estar en mi oficina tratando de resolver algún problema jurídico, que habitualmente es complejo, y darle la vuelta hasta encontrar una fórmula. Para estar en la política hay que tener una cierta vanidad que yo no tengo. O narcisismo, y yo no lo tengo. Y para qué hablar del ambiente, que fue hostil-hostil-hostil, adverso-adverso-adverso, heavy. De una mala educación a la que yo no estaba acostumbrada en mi ámbito laboral.
¿Qué cosas le llamaron más la atención?
El desorden, la improvisación salvaje, la desprolijidad en hacer todo como “echémosle pa’ delante y hagámoslo mal, si total después lo arreglamos”. Eso, en mi estructura mental, no funciona. Yo trato de hacer todo bien a la primera, evaluar escenarios, estrategias. Y el cambio de reglas, la arbitrariedad con que se actuaba la encontré heavy también.
¿Y ese desorden lo veían en todos lados, o más en un sector?
Es un desorden de la forma de llevar a cabo este proceso, lo encontré súper despelotado. Y de la forma de hacer política, creo que es amateur. Esa fue la sensación que me dio, como poco pro. La política no me dejó grandes aprendizajes, para nada.
Usted entró en cupo Evópoli, pero a poco andar se fue al lado más republicano…
Sí, pero yo no me fui para ningún lado. Yo le agradezco de verdad a Evópoli -no es porque tú seas periodista o estemos hablando como en una reunión, sin una piscola en la mano-, pero de verdad yo estoy súper agradecida de ellos, porque me ofrecieron ir de candidata.
Al principio yo decía ¡ni cagando!, pero ahí fue mi marido, Sergio Escobar, que siempre ha estado más involucrado con la política, que me convenció. Un gran amigo nuestro es cercano a Evópoli y Horizontal, y me dijo que estaban como en etapa de head hunting. Me decía: mujer, profesora de constitucional, estás lista total. Pero antes de aceptar yo les planteé cuáles eran mis condiciones. Suena presuntuoso, arrogante, pero fue súper en buena, porque yo no soy desleal, ni soy traidora, ni con mis convicciones, ni con la gente que me apoya o que me dio una oportunidad. Al revés, soy más agradecida que la cresta. Pero yo les dije con quién estaban jugando: se los dije a Felipe Kast, a Hernán Larraín, a Luciano... O sea, yo no me fui para ningún lado. Siempre fue así.
Y adentro de la Convención se sintió cómoda con otros sectores, como la UDI y Republicanos.
Fue natural, igual mi papá es fundador de la UDI... Entonces igual era como “¡Rocío, mentira, el gallo que estaba en la sala de reuniones de Suecia es tu papá!”. “¡Eres hija del senador que estaba en el Senado con Jaime Guzmán!”. O sea, también había algún vínculo para integrarme...
Mis viejos no querían que fuera e hicieron todo lo que pudieron para evitarlo: hablar conmigo, mandar a mis hermanos a hablar conmigo, mandar a mis hijos a hablar conmigo. Sabían el costo que tenía. Igual, después de que acepté, ellos ayudaron todo lo que pudieron.
Usted se hizo muy cercana con Teresa Marinovic en la Convención...
Con la Tere fue un vínculo muy, muy especial. Nos hicimos amigas. La Tere es una persona muy inteligente, muy trabajadora y muy generosa. Sé que mi opinión no la comparte tanta gente, por los ataques que recibe, pero creo que ella es una amenaza para las persona que la atacan.
Pero varias de sus actitudes no contribuían a generar un buen clima en la Convención. Es provocadora.
Sí, pero nosotros estábamos en una situación muy adversa, no era en una situación amable, de debate, de proponer ideas y de que alguien te oyera. Entonces, si en alguna medida la Tere era provocadora, que puede ser, jamás para echar a perder nada, porque no teníamos nada que echar a perder. Entonces, al revés, yo creo que sí contribuyó a que se dieran a conocer, o que la opinión pública a través de redes sociales se diera cuenta de lo que estaba pasando. Esa provocación, en este contexto, fue un aporte más que echar a perder algún ambiente, porque ya era muy malo.
Cuándo dice que era muy hostil, ¿qué cosas la violentaron de los comportamientos ajenos?
En términos emocionales o personales, soy un robot. Siempre he trabajado en el sector privado y eso implica que con los bueyes que hay se tira la carreta y hay que hacerlo bien. Lo que me violentó es que lo que teníamos que hacer, no se condecía con lo que hacíamos. O sea, el objetivo de redactar una Constitución nunca se tuvo a la vista cuando se desarrolló el proceso. ¿Cómo vas a redactar una Constitución, que tiene que recoger las ideas de todos, sin oír? Bueno, el resultado fue que el país está totalmente dividido y, en una cosa increíble, lograron pitearse el 80% del plebiscito de entrada.
Yo a la semana dije “no vamos para ninguna parte”. O sea, representantes indígenas que entraban con traductor al hemiciclo y no hablaban mapudungún, poh. Que te cortaran el micrófono, que las reglas se cambiaran cuando la izquierda no lograba ponerse de acuerdo, o sea, un desprecio por la democracia... Una Constitución lo que debiese ser es una regla que mira hacia adelante, cómo progresa Chile, cómo hacemos para la descentralización, que tenga herramientas modernas de gestión del Estado, limitar el poder de los políticos, y fui cachando que nada de esto iba a pasar... La cuestión era a grito pelado poh. Prendías el micrófono y te gritaban: “¡Privilegiada, millonaria!”. Hueón, a mí no me conocían y yo tampoco a ellos. Un montón de veces me dijeron que yo defendía las comunas más ricas de Chile y yo decía “chucha, no me calza, porque he vivido en Talcahuano, Chiguayante y Concepción”. Todo inspirado en un prejuicio.
¿Y no rescata un trabajo serio en nadie de izquierda?
A ver, yo creo que los jóvenes del Partido Socialista, pero como Andrés Cruz, César Valenzuela, Matías Orellana, me parecieron gente preparada, educada, gente con la que tú podías conversar, debatir racionalmente. Me sorprendieron desde el punto de vista de una relación profesional. Pero los encontré muy cobardes. Los que podrían haber puesto los puntos sobre las íes para hacer un rol de moderación, que es lo una propuesta de Constitución requiere, eran justamente ellos. Y no lo hicieron.
Pero asumieron un rol negociador.
No se jugaron nada. Los acuerdos eran puras cocinas en que ellos nunca ganaron nada. En la propiedad está clarísimo. Patricio Fernández firmó una propuesta que impulsaba el valor de mercado como indemnización en el caso de expropiación. O sea, como mecanismo de protección del derecho de propiedad. Y lo retiró porque habían cocinado con la izquierda. ¡Era lo que había que proteger! Entonces, tienes que tener un poquitito más de valentía, o abres una planillita excel para decir “los nuestros son 15 votos”. Y no, no lo hicieron. No los estoy pelando, porque esto se los dije muchas veces.
¿En qué cree usted que pudo haberlo hecho mejor?
Mmm, no soy muy autocrítica en esto. Si lo miro como sabiendo todo lo que iba a pasar, tal vez me hubiera adelantado a planificar mejor. Habría organizado qué cosas había que priorizar. Si hubiera cachado que esto era tan amateur, habría desplegado mi talento más organizacional para que hubiéramos tenido una estrategia política, jurídica y comunicacional mucho más sólida.
¿Cómo ve el escenario del 5 de septiembre?
Como ciudadana, no en mi rol de exconvencional, creo que tenemos la cagá en Chile y no estoy exagerando. O sea, en diciembre de este año vamos a ver los efectos del bajo crecimiento, de la nula inversión y de la fuga de capitales, en el empleo. Cuando veamos eso, ya no va a ser solamente poco gracioso ir a comprar el aceite a tres lucas. Esto va a pegar muy, muy, muy firme y vamos a tener preocupaciones en miles de familias. Esos son los problemas. Para mí esta cuestión tan microclímica de que “el Apruebo para reformar”, que “los compromisos de la derecha”, es blablá. A mí me parece que, de peón a paje, deberíamos preocuparnos de las cosas que importan. ¿Eso implica reformar la Constitución actual? Tal vez sí. Pero primero, yo quiero saber cuál es el plan. Cuál es el plan del gobierno de seguridad, cuál es el plan del Parlamento en seguridad, cuál es el plan económico. En mi región está la cagada con el terrorismo y no sabemos nada, solo que se prometieron un par de drones para Carabineros y la Izkia que anda hablando tonteras. En resumen, creo que hay que preocuparse de las cosas que interesan. ¿Eso involucra dar seguridad jurídica? Por supuesto que sí. Nunca tan lesa para decir que no. El 5 de septiembre, si gana el Apruebo, vamos derecho al precipicio, al deterioro salvaje, al peligro de tiranía. Pero si gana el Rechazo, yo me lo tomaría con calma, poniéndome en los zapatos de la gente. Me pondría serio.
¿Meter el tema constitucional al congelador?
Tratemos de hacer planes para mejorar la situación hoy y veamos qué va pasando con la Convención. Hay miles de alternativas. No creo que la solución sea llamar a una nueva Convención. ¿Con qué garantía? ¿Vuelta con los escaños? ¿Vuelta con la estupidez de la paridad? ¿Vuelta con lo independiente que nunca fueron independientes? Si nos vamos a repetir el plato, es que no hemos aprendido nada. La solución también es una comisión de expertos, es hacer reformas en el Congreso de materias que a las personas les interesan, ¿cachái? Entonces esto de amarrarse hoy a que el 5 de septiembre tenemos que llamar a una nueva Convención, me lo tomaría con calma.
¿No sería de nuevo convencional?
No te voy a decir la grosería que se me acaba de venir a la mente. La respuesta elegante es no, no gracias. Y no sé si sería bueno para el resultado de una nueva Constitución que fuéramos los mismos.