El promedio de los últimos cinco años fija la cifra: 650, con el número más bajo en 620 para 2016, y el más alto para 2018, con 679. Ésa es la cantidad de muertes que la comuna de San Ramón, en la zona sur de la Región Metropolitana, tiene de enero a diciembre en un año habitual. Sin embargo, en 2020 la comparación es dramática: la comuna sobrepasó las 700 muertes en agosto, y hasta fines de septiembre la cifra se empinaba sobre las 773 defunciones.
Entre enero y septiembre, San Ramón ha tenido 56,3% más de decesos que el promedio de los últimos cinco años, un estándar que internacionalmente sirve para comparar lo que se denomina el “exceso de mortalidad”. No hay dudas de cuál es el factor que incide en el fenómeno: 279 de las 773 defunciones registradas en el municipio por el DEIS del Ministerio de Salud están vinculadas -como confirmadas o sospechosas- al Covid-19, es decir, el 36%. Y si se ve sólo el período de mayor actividad, el vínculo aparece más nítido: entre abril y septiembre, es decir, excluyendo los tres primeros meses del año, donde el virus no estaba presente, el exceso de muertes en la comuna llega al 74,6% respecto a los promedios previos.
Prácticamente ningún lugar de Chile se ha salvado del duro golpe del virus, pero hay lugares que han sido más azotados que otros. Un análisis de las estadísticas de mortalidad hecho por La Tercera Domingo muestra que en los primeros nueve meses del año el exceso de muertes a nivel nacional alcanza el 19,2%, mientras que en la Región Metropolitana llega al 33,6%.
Sin embargo, en la capital se da una tendencia clara: las comunas que están sobre esa cifra son aquellas que tienen una peor situación socioeconómica, o bien que tienen bolsones de población dentro de sus municipios que viven en situación de hacinamiento.
De hecho, el tema causó controversia hace un par de semanas, luego de que el ministro de Salud, Enrique Paris, mencionara el punto en una comparecencia ante la comisión investigadora por los decesos a causa del Covid-19. “Cuanto más pobreza hay, hay más posibilidades de contagio, pero no más posibilidad de mortalidad, o no hay una relación entre la letalidad y la pobreza, porque eso significaría que los pacientes son atendidos de forma discriminada según su lugar de origen”, señaló.
La argumentación apunta a un concepto distinto: la letalidad apunta a cuántas personas de las que se contagian terminan falleciendo a causa del virus. Y el ministro buscaba destacar que, en ese respecto, no hay diferencias porcentuales significativas entre una comuna y otra. Sin embargo, lo que los números sí respaldan es que, al menos en la Región Metropolitana y en particular en el Gran Santiago, las comunas más pobres son las más impactadas en casos y defunciones por la pandemia. El propio Paris lo reconoció meses atrás, a fines de junio, cuando se liberaron por primera vez los datos del DEIS de muertes por Covid-19 a nivel municipal: “En estas comunas los determinantes sociales han influido en forma negativa en el aumento de la cantidad de enfermos y en la mortalidad”, señaló.
Vulnerabilidad al centro
Desde 1995, el Ministerio de Desarrollo Social publica anualmente el denominado Índice de Prioridad Social de Comunas. Es un indicador que, según la descripción, “integra aspectos relevantes del desarrollo social comunal”, buscando una aproximación más compleja a la vulnerabilidad de los municipios, puesto que no sólo considera los ingresos como variable de pobreza. En el ránking de 2019, los municipios más vulnerables de la Región Metropolitana fueron La Pintana, Lo Espejo, Cerro Navia y San Ramón. Tres de ellos están entre las primeras cuatro comunas en exceso de fallecidos en la RM entre abril y septiembre de 2020, con tasas de aumento superiores al 65%, siendo Lo Espejo la única excepción.
En el otro extremo se aprecia el fenómeno opuesto. De los 10 municipios mejor evaluados en el Índice de Prioridad Social para la región, ocho presentan cifras de exceso de mortalidad significativamente menores que el promedio de la capital. Entre abril y septiembre, el porcentaje para la RM fue de 44,9%. Santiago tiene 43,4%; Las Condes, 34,3%; Vitacura, 31,7%; Macul, 29,7%; La Reina, 22,17%; Providencia, 17,9%; y Ñuñoa, 15,43%, es decir, casi tres veces menos que el promedio de la región, y cinco veces menos que el porcentaje de aumento en San Ramón.
El peso de la vulnerabilidad se nota aún más cuando se analizan otros factores que podrían incidir, como la edad. Entre las 10 comunas con mayor cantidad de personas mayores de 65 años en Santiago de acuerdo al Censo 2017, sólo San Ramón está por sobre el promedio regional en cuanto a fallecidos. De hecho, la edad sí podría ayudar a entender otros factores, como la letalidad por comuna, donde se aprecia una correlación mayor, pero no incide de manera evidente en el aumento total de decesos.
El factor Covid-19
En otros países, la estadística de exceso de muertos sirve como un elemento de chequeo a la información oficial de defunciones. Así, la cifra ha causado controversia, porque en varios casos es mucho más elevada que el total de muertes que se atribuyen al Covid-19, lo que genera una brecha difícil de explicar.
En el caso de Chile es distinto. Al analizar el Gran Santiago, los aumentos de muertes respecto a otros años se respaldan prácticamente en todos los casos con la cifra de decesos por Covid-19. Si se consideran sólo los confirmados, la diferencia sería menor al 10%; si se añaden además los sospechosos, la cifra queda cubierta e incluso habría más muertes atribuidas al virus que exceso de fallecimientos comparado con años anteriores.
Así, el factor de la pandemia explica de forma casi completa el aumento de defunciones. De hecho, un análisis hecho por The Economist basado en la información pública de distintos países apunta a que Chile está en un buen pie respecto a cómo entrega dicha información si se compara con sus vecinos, agregando que “en general, sólo en Chile la mortalidad ha retornado a niveles normales: las muertes en exceso han mostrado pocos signos de descender en países como México y Perú”.