La idea le llegó a Antonio Ramírez (34), un ingeniero en informática viñamarino del DUOC-UC de esa ciudad, cuando estaba terminando su tesis de grado para sacar su carrera el segundo semestre de 2014. Un compañero le dijo que un conocido necesitaba alguien que le hiciera una tesis de informática.
-Este amigo mío no quería hacerla, porque encontró complicado hacer una tesis. Pero yo la estaba pasando bien haciendo la mía, y para mí no era problema tomar una segunda- dice Ramírez.
Esa tesis, dice, la sacó rápido. No tuvo contacto con el alumno que necesitaba el trabajo: solo le dijeron que tenía que hacer el marco teórico para desarrollar un software para un emprendimiento familiar. Cobró $150 mil por el trabajo.
En ese momento, cuenta Ramírez, este trabajo que había hecho fue dándose a conocer, pasando de boca en boca. Así entendió que había un mercado para este servicio.
Siguiendo esa idea, Ramírez creó una empresa. Lo bautizó Memorias Chile. Abrió un sitio web y le puso precio a su trabajo: cobraba $ 490 mil por una tesis de entre 80 y 120 páginas.
La demanda, cuenta, fue explosiva. Tanto, que el primer año tuvo que traer a dos ingenieros más, uno comercial y uno industrial, para satisfacer la demanda. Con el tiempo, sumó más colaboradores en el área humanista. Pasaron de hacer 100 tesis entre el 2014 y el 2015, a vender esa misma cantidad en un solo año.
-La mitad son alumnos de menos de 30 años que están saliendo de la universidad -describe Ramírez-. La otra mitad son profesionales que ya trabajan y necesitan que alguien se las haga. El 80% de los casos es netamente por tiempo. La mayoría trabaja, y las tesis que les encargan son demasiado complejas y requieren tiempo. El problema es que ese tiempo no lo tienen.
Mario Waissbluth, fundador de Educación 2020, considera que esta excusa es insuficiente.
-Perdóname, pero escudarse en la falta de tiempo es la cueca en pelotas. Eso es como decir: yo soy tu cliente y me tienes que regalar un título, porque yo soy una persona ocupada y no tengo tiempo para estudiar ni para perder mi tiempo en minucias. Es una disculpa grotesca.
A pesar de enfrentarse a críticas como esas, la empresa creció. Hoy ya tiene 10 colaboradores en casi todas las áreas del conocimiento que le ayudan a cumplir con los requerimientos. Funcionan así: ellos se quedan con el 50% de los ingresos y el resto va para la empresa. Así cubren los costos y gastos en publicidad. Ese avisaje en redes sociales es lo que les permite, a través de algoritmos, llegar a sus clientes potenciales.
-Aseguramos por completo que la tesis se apruebe, porque vamos avanzando con las correcciones que traen de los profesores guía -promete.
Ramírez dice que nunca rechazan hacer una tesis, independiente del tema. Las únicas excepciones éticas, asegura, son aquellas cuya área es la medicina o la veterinaria. “Es que con una tesis de esas puedes poner una vida en riesgo”, menciona.
María José Gallardo, doctora en Bioquímica y vicerrectora de Investigación y Posgrado en la Universidad de Atacama, no logra comprender por qué un estudiante pagaría por un servicio como este.
-Yo entiendo que alguien te pueda apoyar, asesorar en el proceso de hacer tu tesis -asevera-. Pero que te la escriban, lo encuentro insólito. Va en contra del proceso formativo y de toda ética.
Esto no solo ocurre en Chile. Paula Rossi es doctora en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires. Dice que empezó el año 2016 con una empresa similar a la de Ramírez. Le puso Parto Académico. Eso sí, aclara algunas cosas.
-Yo no vendo tesis: entrego soluciones y acompañamiento. Aunque si en algún caso me dicen “tengo un mes para entregar mi tesis”, está bien, vemos el caso y le entregamos un presupuesto”.
La licenciada esgrime razones por las cuales en Argentina los estudiantes también buscan este servicio.
-Llegan diciendo que no tienen tiempo. Pero si tuvieran tiempo, tampoco lo harían. Lo que pasa es que acá falta acompañamiento y dirección.
Antonio Ramírez tiene una respuesta simple que, asegura, explica por qué su empresa, hoy rebautizada como Hacemos tu tesis, haya entregado más de mil tesis, para todas las universidades, en la última década.
-Los alumnos hoy sienten que tienen que hacer la tesis solo por cumplir.
Un problema legal
Francisco Bedecarratz, académico de Derecho de la Universidad Autónoma, quiere ser claro.
-Este es un mercado que no es nuevo. Ahora se está popularizando y alcanzando mayor visibilidad a propósito de las redes sociales, pero los profesores que corregimos tesis siempre hemos tenido que estar atentos a estudiantes que falsifican su trabajo y que lo presentan como propio.
Que fuera una práctica antigua no significa que ya existe una manera sistematizada de detectarla, como ocurre con otras faltas. Para lo que las universidades sí estaban preparadas, detalla Claudia Mejías, vicerrectora académica de la PUCV, es para alumnos que copian textos de otros autores, citándolos como propios.
-Como todas las instituciones -comenta Mejías- tenemos ciertos resguardos, que van de la mano con someter este tipo de trabajo a controles de originalidad. Hay programas, aplicaciones. “Turnitin” es uno de los más conocidos que ocupamos en las universidades, que permite dar cuenta del trabajo que el estudiante ha ido viendo y las distintas versiones con las que ha trabajado.
En el caso de las tesis, agrega Bedecarratz, los profesores sólo pueden cotejar si hay un correlato entre el trabajo entregado y lo que ha visto en el alumno durante la elaboración de la investigación.
-Esa es la forma en que uno descubre este tipo de casos. Porque si un estudiante que no se presentó nunca a las reuniones y nunca estudió te entrega una tesis que es maravillosa, uno dice aquí hay algo raro y empieza a examinar. Y claro, también los hemos descubierto en el examen oral, porque el estudiante no tiene idea de lo que escribió.
Aún así, no es un método infalible. Y eso puede ser preocupante, considerando la gravedad de la falta, cree Álvaro Ramis, rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC).
-Esto es distinto a un plagio. Porque en las universidades, si se detecta en un trabajo un plagio parcial, el estudiante reprueba, pero se le da una segunda oportunidad para hacerlo. Si es reincidente, se le expulsa. Pero comprar una tesis no da pie a reincidencias.
Ramis sigue su explicación.
-Esto es un delito contra la fe pública. Porque a través de la tesis respaldas la obtención de un título frente al Estado. Y de eso vas a sacar beneficios, como poder ejercer una profesión que te dará réditos. Es como falsificar un título profesional, pero no falsificas el título, sino que el instrumento que te permite acceder a él -dice Ramis-. Y así, además de engañar a la universidad, engañas al Ministerio de Educación.
Antonio Ramírez, por su lado, dice que conoce superficialmente los riesgos que conlleva su negocio.
-Nunca, nadie me ha llamado para decirme que esto está mal o que es poco ético. He buscado muy por encima en internet si es que existe alguna ley, y en realidad nunca he encontrado nada.
Claudio Ossa, abogado y jefe del departamento de Derechos Intelectuales del Servicio Nacional de Patrimonio Cultural, dice que además del problema ético, los alumnos que compren una tesis lista se exponen a ser procesados judicialmente.
-Ese alumno estaría cometiendo un delito contemplado en la Ley de Propiedad Intelectual. Esta señala que quien falsifique obra protegida, o la distribuya ostentando, cambiando o editando el nombre del autor, será sancionado con penas de reclusión menor en su grado mínimo -explica-. Es decir, entre 71 y 540 días de presidio. Y la multa puede llegar a los 62 millones de pesos. Eso es más caro que la misma carrera que está cursando.
Teoría versus práctica
Antonio Ramírez tiene su propia teoría para explicar el creciente número de clientes que acuden a su empresa: las universidades están fallando en preparar a sus alumnos para que escriban sus propios textos académicos.
-La mitad de nuestras tesis son de alumnos que están saliendo recién de la universidad y quedan colgados. No saben cómo hacerlas -explica el ingeniero-. Tienen un ramo de proyecto de título, pero en él tocan aspectos técnicos de la carrera, y no te prepara para ver cómo redactar un documento, realizar una buena investigación o aplicarle un formato correcto a la tesis. Entonces el alumno se asusta y, por eso, busca nuestra ayuda.
Eduardo Pino, académico de Psicología de UMAG, ofrece una explicación.
-Muchas veces el aspecto metodológico de una tesis les cuesta más a los estudiantes, porque las metodologías, cuantitativas, especialmente, se han pasado en los primeros años. Entonces están un poquito olvidadas y hay que refrescarlas.
Hay otro factor, cree Ramírez: los alumnos ya no ven a sus tesis como un método en el que van a generar nuevo conocimiento. Por ende, pierde sentido pasar por ese proceso.
-Los alumnos que contratan este servicio quieren salir rápido al mercado laboral. Quieren salir del cacho.
María José Gallardo, de la Universidad de Atacama, discrepa.
-La tesis cumple un rol importante en el desarrollo profesional. Porque, claro, puede que no tengas tiempo o estés trabajando. Pero desde el punto de vista de quien emplea estos profesionales, no hacer tu tesis, aunque sea ayudado y apoyado, es perder una oportunidad de ganar know how valioso para su carrera.
La masificación de plataformas de inteligencia artificial con capacidad de elaborar textos en cosa de minutos sólo ha complejizado aún más la discusión en torno a la validez y sentido de que todos los estudiantes entreguen un trabajo de este tipo.
Hasta ahora, la defensa de la metodología más tradicional se sostiene en valorar a la tesis como una prueba de carácter y un rito de paso antes de terminar la vida universitaria.
-Yo creo que el estudiante tiene que hacer ese proceso inevitablemente, porque le va a ayudar -argumenta Eduardo Pino-. Sobre todo a probar cómo esas competencias, a lo largo de los años de carrera, se han ido plasmando para que pueda desarrollar un tema específico de buena manera. Comprarlas prefabricadas es muy cómodo, pero coarta varias de las competencias. Como la iniciativa, la proactividad, el hecho de probarse a sí mismo.
Roberto Vidal, director de Posgrados de la Facultad de Educación UAH, rescata el valor de elaborar un texto académico antes de recibirse.
-Este mercado emerge porque no se le ha dado la importancia a la reflexión al hacer este trabajo. Porque se le ve como la entrega de un material escrito, como algo instrumental, más que en el proceso de hacerlo.
A pesar de esa mirada, hay otras que están cuestionando la utilización de los mismos métodos y parámetros para evaluar a universitarios.
-Nos hemos dado cuenta de que hay una multiplicidad de asignaturas en muchos programas de estudio que no tienen justificación para el pregrado. Y entre esas asignaturas, probablemente las memorias o tesis pueden ser reemplazadas por análisis de caso, trabajos prácticos o levantamiento de información de campo, por ejemplo. ¿Para qué? Para fortalecer este proceso formativo que permita entregar profesionales que muestren adecuadas competencias disciplinares y profesionales para después desempeñarse en el mundo laboral -explica Emilio Oñate, vicerrector académico de la Universidad Central.
Ramírez cree que ahí puede estar el corazón del problema. El motivo que, finalmente, explica por qué varios estudiantes no ven tanto valor en las tesis.
-La mayoría de los alumnos saben que la tesis no define cómo vas a ser tú de profesional. En realidad se aprende más en la práctica, en el día a día, cuando empiezas a trabajar. Entonces, la tesis no la ven como algo importante.
Ramírez muestra un ejemplo: dos alumnas de Ingeniería Comercial escriben a su WhatsApp. Solicitan ayuda para una tesis de grado: crear el modelo de negocio de un espacio cowork para una cafetería que ya está funcionando. Por falta de tiempo, mandan a hacer su tesis dos semanas antes de la entrega.
Antonio Ramírez, una vez más, aceptó.