Dice que sintió alivio cuando Evelyn Matthei lo llamó para decirle que el candidato a la alcaldía de Santiago sería Mario Desbordes (RN) y no él.
Sebastián Sichel estaba a punto de formalizar su candidatura, pero la decisión de Renovación Nacional lo dejó sin piso -y él dice que sin ganas- de lanzarse para competir con Irací Hassler (PC) en una de las comunas más importantes en la elección municipal de este año.
Corren muchas tesis sobre por qué no le dieron el apoyo al excandidato presidencial, pero hay dos que subyacen. La primera, que hay una desconfianza de base desde la elección presidencial anterior. Y el segundo, que finalmente Sebastián Sichel es visto como un afuerino, como alguien que no pertenece al sector ni política ni culturalmente.
¿Lo bajaron o se bajó?
Partamos al revés. Estoy muy tranquilo de no ser candidato. A mí me pidieron que pusiera mi nombre a disposición y después me dijeron que los partidos habían definido un nombre distinto. Entonces, el punto no es si me bajaron o me bajé. Es que nunca fui candidato.
Pero estaba a punto…
Es que para ser candidato tendría que haber sido nominado por un partido político y, finalmente, Chile Vamos nombró a un candidato que se llama Mario Desbordes, cosa que me tiene muy contento.
Más allá de eso, ¿qué cree que trasluce esa decisión? Usted tiene la experiencia de haber sido abanderado presidencial de ese sector. ¿Será desconfianza, será resistencia?
Yo creo que Chile Vamos tiene una dificultad con los independientes y no sabe cómo resolverla. Le pasó a la Marcela Cubillos en Las Condes, le pasó conmigo cuando gané una primaria como independiente. Entonces, el problema de fondo es que Chile Vamos es una agrupación de partidos más que una coalición política. Por lo tanto, los independientes como yo le descuadran la cuadratura de sus partidos que, naturalmente, pelean por tener esos cupos para sus militantes.
Entonces, ¿no es un asunto personal?
No lo creo. Más que un choque conmigo, yo diría que en Chile Vamos tienen una mala forma de ser coalición y eso les impide invitar a gente que no sea militante de sus partidos.
¿Quizá figuras como usted los complica, porque al frente hay partidos como republicanos o el Social Cristiano que condicionan…?
Yo me siento muy cómodo en el mundo de Chile Vamos. No tengo problemas con ellos. Sólo surge un problema cuando alguien que no viene de sus partidos quiere postular a un cargo. Y una segunda dificultad, que es tu pregunta, es qué pasa con aquellos mundos que no son de Chile Vamos, pero presionan, como son republicanos y el Partido Social Cristiano…
¿Y qué pasa?
Hay una cierta presión de grupos que están más a la derecha de la cultura de Chile Vamos. Son sectores que piden ser como ellos, respirar como ellos, vestirse como ellos y comer como ellos. Eso no me parece legítimo. Si la condición es que todos sean iguales, difícilmente vas a poder construir mayorías y ser gobierno.
¿Cómo se traduce esa tensión?
Es una presión implícita que imponen ciertas fuerzas más a la derecha, incluso más de derecha que los republicanos, y que han provocado que Chile Vamos se confunda.
¿Se confunda en qué?
En cuál debe ser su agenda. Y esto tiene directa relación con el espíritu de lo que impulsó Sebastián Piñera: una centroderecha democrática y moderna. Ese es el desafío de Chile Vamos.
¿Correr la frontera?
Con todo lo que pasó en la presidencial pasada y con lo molesto que usted quedó, ¿por qué pensó en ir de nuevo como candidato en la derecha?
Primero, porque confío en el liderazgo de Evelyn Matthei. Ella me llamó y estoy convencido de que puede hacer el giro que hizo Piñera en su minuto. Por eso accedí, pero si hubiese sido otra persona, la respuesta habría sido no. Mi única condición era ser candidato si me apoyaban los partidos. Para mí era un requisito mínimo después de la experiencia anterior. Pero, finalmente, los partidos no me apoyaron y es legítimo.
Muchos pensaron que por la experiencia anterior usted nunca más iba a incursionar en una candidatura en la derecha.
Puede que sea contumaz, pero también puede que sea persistente. Estamos viviendo en un mundo que es como un río con dos orillas. Una opción es ir solo en tu barquito, que es lo que hace cierta gente de centro. Y la otra alternativa es tratar de construir grandes mayorías. Esa es mi opción.
¿Aunque no sea parte de ese mundo?
Yo me siento muy cerca de los postulados de la centroderecha y me importa construir mayorías. La política está llena de proyectos individuales y a lo único que han contribuido es a que siga ganando la izquierda. Ese fue el error más profundo de José Antonio Kast en su momento.
¿Existe en Chile Vamos la intención de moverse hacia el centro?
Eso es lo que yo espero: que el eje sea el centro político. Porque a lo que no estoy dispuesto es estar en la centroderecha tratando de parecerme a la derecha. Esa sería una coalición identitaria y, por lo tanto, sería un desastre. No sirve para ser alternativa de gobierno y probablemente tampoco sirve para darle gobernabilidad al país.
Hay otro punto que quizá no es tan político, y es que usted no pertenece a ese mundo…
Comparto el punto ciento por ciento.
¿Quizá por eso siempre será visto como un “afuerino”? ¿Por qué insistir?
Alguien dijo que la política es sin llorar. Yo creo que es con llorar. Efectivamente, uno tiene dolores personales, pero también cree en proyectos políticos racionales. Yo quiero convencer a la derecha de que si sigue hablando de “mi sector” va a seguir siendo el 40 por ciento del electorado. Si no amplía sus redes culturales, no van a ser gobierno. Por eso insisto en destacar el legado de Sebastián Piñera. Yo sé lo resistido que fue en la derecha. Lo hablamos. De hecho, mi primera conversación después de la derrota fue con él. Y me dijo básicamente lo mismo: “¿Usted cree que lo resistieron? Déjeme contarle mi historia”. Ahí me contó todos los episodios que vivió.
También era un poquito porfiado.
Sí, y para mí es un ejemplo. Con esa porfía logró ser Presidente dos veces y corrió las fronteras posibles. Desde hablar de los cómplices pasivos hasta ser el primero que avanzó en matrimonio igualitario en Chile. ¡Mira lo que logró un gobierno de centroderecha que tuvo un líder como Piñera! Lo mismo espero yo.
¿Qué cosa?
Quiero correr la frontera de lo posible. Espero romper ese paradigma de quienes hablan de “mi sector”, de “mi cultura”. Yo creo en una centroderecha liberal en Chile. Pero, además, el populismo es una amenaza tan, tan grande, que vale la pena mantener esta porfía. Sin el apoyo de una mayoría, ganan los populistas. Entonces, yo sé que muchas veces dar la pelea significa recibir escupos, que te digan no eres de los nuestros, que no eres tan de derecha. Pero, justamente, esa es la gracia. Abrir espacio a la diferencia.
¿Miedo a la funa?
Juan José Santa Cruz, muy cercano a usted, dijo que a Chile Vamos le sale muy natural llegar a un acuerdo con la derecha extrema. ¿Eso es lo que se configuró aquí?
Más bien, yo creo que Chile Vamos le tiene un temor reverencial al bullying, a la funa de la extrema derecha, pero hay que enfrentarla.
Y hoy día, ¿cuál es la extrema derecha?
Creo que los republicanos han pasado a ser un partido más institucionalizado. Por lo tanto, hay que pensar en tender puentes para construir mayorías. El caso de Rojo Edwards, de Johannes Kaiser es distinto. Ellos están en una lógica identitaria.
La ampliación de la derecha, ¿la podrá hacer Evelyn Matthei?
Confío que sí. Y en las conversaciones que hemos tenido, ella está disponible para ampliar la base de apoyo de la derecha tradicional. Además, ha tenido el coraje para marcar las diferencias con el mundo más de ultraderecha e incorporar sectores de centro como Demócratas y Amarillos. Ha demostrado que está disponible a correr la frontera.
¿Cuál diría que es la principal amenaza que tiene Matthei? ¿José Antonio Kast?
Creo que su principal amenaza es que Chile Vamos no entienda que tienen que hablarles a esos otros mundos que no están dispuestos a votar por una derecha identitaria. Ese discurso puede funcionar en Las Condes, pero no en La Pintana.
Pero a republicanos, por ejemplo, le fue bastante bien en los sectores populares…
En los sectores populares, pero no en los sectores medios. Hoy tenemos una crisis de seguridad que es prioritaria, pero la derecha tiene que tener un relato que vaya un poquito más allá.
¿Abriéndose hacia dónde?
Por ejemplo, yo quiero que mis hijos y mi mujer se sientan identificados con lo que yo defiendo. A mi mujer le importa la igualdad salarial, sus derechos reproductivos y que esta sociedad deje de ser machista. Quiero que ella vote por nosotros y no sólo por los temas de la seguridad. La derecha tiene que tener un relato que no sólo sea el orden y la seguridad. Eso es el desde.
La autocomplacencia
Se dice que en la derecha ronda una cierta autocomplacencia, como que sintieran que ya tienen ganada la próxima elección. ¿Nota ese clima?
Sí. Hay un triunfalismo torpe. Y ese es un gran pecado, porque en vez de estar buscando a los mejores candidatos, están priorizando el cupo de uno u otro sector. El problema es que esos codazos se están dando no para ganarle a un mal gobierno, o una mala administración de un municipio… Esa es la principal torpeza que nos puede llevar al descalabro.
¿El ánimo triunfador?
Claro. No entender que aquí no hay nada ganado. Un mal gobierno no hace una buena oposición. Aquí se requiere liderazgo, unidad, programa, conciencia de a dónde quieres llegar. Y yo veo que esos puntos están débiles. De hecho, me he encontrado con conversaciones privadas en que te dicen: ¡Oye, si esto está ganado!
¿El caso del municipio de Santiago?
Ese es un ejemplo. Y yo digo: perdón, ¿cómo va a estar ganado si al frente hay un gobierno con un 30% de aprobación y una Irasí Hassler que tiene casi 40% de aprobación en la comuna de Santiago? No hay nada ganado. Por eso hay que apoyar a Mario Desbordes con todo. Hay una dificultad para ganar ese municipio. Hay que tener cuidado con la soberbia. El caso de España, que todos miran, es un ejemplo de aquello. La centroderecha tienen que crecer a nuevos mundos.
¿Cuál es el riesgo?
Que si no lo hace, los jóvenes van a seguir votando por Gabriel Boric, las mujeres van a seguir votando por la izquierda. Esto ya lo vimos. Cuando se optó por José Antonio Kast, de la derecha químicamente pura, Boric sacó la votación más alta que ha sacado un Presidente desde el retorno a la democracia. Esta es la encrucijada de la derecha: o tiene vocación de mayoría y construye un proyecto que dé gobernabilidad, o puede quedarse pegada en la identidad.
¿Cree que la derecha está prisionera de esa agenda identitaria?
Pienso que está prisionera de las fuerzas centrífugas que compiten por quién es más de derecha, como si eso fuera un mérito, una credencial. Cuando dicen: ¡Pero si Sichel no es de derecha! Obviamente que no. Soy de centroderecha. Esa es la frontera que hay que correr.
¿Y por qué piensa que usted va a correr esa frontera?
No es que yo la quiera correr, pero no voy a renunciar a la posibilidad de ser parte de un proyecto que represente las ideas en las que creo. Mi acervo cultural está en el mundo liberal. ¿Por qué voy a renunciar a estar ahí? Lo preocupante es que el proyecto de una derecha identitaria a lo Milei va a ser un fracaso en Chile. Eso te lo aseguro.