Sebastián Sichel quería estar en lugares a los que no podía acceder. Esa, dicen sus cercanos, fue su primera motivación para inscribirse en los trabajos de invierno de Derecho en la UC. Porque ese voluntariado era una forma fácil de viajar por Chile sin costo para alguien que, como él, no tenía los recursos para hacerlo por su cuenta.
Sichel, en ese momento, era un estudiante de Derecho algo disruptivo en Casa Central, a donde entró en 1996. No venía de los colegios tradicionales del sector oriente de Santiago, era becado por excelencia académica y tenía un carácter que podía ser explosivo. Esa forma de ser lo ubicaba en los márgenes de su facultad. Pero el voluntariado cambiaría eso.
Sus cercanos dicen que fue porque le encontró sentido al trabajo social. Aunque también es cierto que en esos viajes encontró la política.
—Era una persona bien convocadora, de armar equipos. Pero también con rasgos de liderazgo vertical —recuerda un estudiante UC que lo conoció en 1997.
En segundo y tercer año de su carrera, esas amistades DC le pidieron competir por el Centro de Alumnos de Derecho. Ambas veces perdió. Donde sí consiguió un puesto de representación fue como delegado de los becados Padre Hurtado. Ahí aprendió algo: cuando su nombre iba acompañado de un cargo, sí le prestaban atención. La inmersión DC se profundizó aún más con los vínculos que estableció con la Corporación Justicia y Democracia, de Patricio Aylwin. El objetivo de Sichel era pedirles plata para los trabajos de invierno. Pero en el proceso obtuvo algo más: una cercanía con el mundo del expresidente, su hija Mariana y su yerno Carlos Bascuñán.
En su vida universitaria, Sichel encabezó una elección más. A fines de 2000 fue el candidato de la lista K3 para la Feuc. Estar en esa papeleta le costó su primera pelea política, porque, según el diseño original de la DC universitaria, ese no era su turno de pelear por la presidencia. En el propio entorno de Sichel lo confirman. El candidato debería haber sido uno proveniente de las juventudes partidistas, pero el estudiante de Derecho le ganó la pulsada. Esa decisión no cayó bien en los cuadros jóvenes DC, quienes se sintieron pasados a llevar y observaron cómo Sebastián Sichel también perdió esa elección universitaria.
Esa derrota, sin embargo, no disminuyó el rencor que varios estudiantes DC comenzaron a sentir hacia él y que, a la larga, produce una suerte de patrón en la historia del candidato: en cada controversia partidista sobre Sichel, existan dos narrativas irreconciliables.
La primera tiene que ver con su rol en las elecciones para la Feuc 2002. Hay un grupo que dice que él negoció a espaldas del partido con los socialistas de la UC, para que ellos eligieran al candidato de ese año de la lista K3. Y que, por lo tanto, al año siguiente, el 2003, le tocara a Cristóbal Acevedo, muy cercano a Sichel. La misma versión dice que, cuando las juventudes DC se enteraron, les explicaron a los socialistas que Sichel no los representaba y que lo único que podían ofrecer era una elección abierta. Eso significaba que la centroizquierda se uniera en segunda vuelta en torno a quien sacara más votos.
Según un dirigente universitario DC de entonces, esa respuesta le produjo un enojo desbordado a Sichel.
La versión del entorno de Sichel es totalmente opuesta. Dicen que él fue el artífice de que la K3 compitiera con una lista abierta. Y que eso permitió que tuviesen posibilidades de ganar.
Finalmente, Enrique Álvarez, de Ingeniería y militante DC, fue electo presidente. Álvarez y Sichel eran amigos, pero la amistad se quebró. La administración del ingeniero enfrentó acusaciones de malos manejos de platas y una parte de su grupo se alejó. Sichel, que ya estaba en sus últimos semestres, fue uno de ellos. Lo hizo, dice su entorno, porque sintió que era lo correcto. Pero aún así Álvarez, dice un cercano, lo sintió como una traición:
—Se juntaron a almorzar en el centro. Álvarez lo recriminó por no haberlo defendido.
Ambos bandos sí coinciden en algo: después de eso, Sichel y Álvarez nunca más hablaron.
Claudio y Sebastián
A comienzos de la década del 2000 el DC y entonces concejal de Peñalolén Claudio Orrego organizaba “jornadas de reflexión” una vez a la semana con promisorios líderes universitarios. Luego de su quiebre con la directiva de la Feuc, Sebastián Sichel había formado la “Comunidad Bernardo Leighton” junto a otros 20 compañeros, como Cristóbal Acevedo y Cristóbal Portales. La idea, dice un miembro, era ofrecer una alternativa a la “carrera funcionaria” dentro de la DC. Y eso, obviamente, posicionó a Sichel. Lo suficiente al menos para ser invitado a las reuniones de Orrego.
Ambos engancharon. Sichel no sabía mucho sobre él. Solamente de su cargo municipal y su paso por la presidencia de la Feuc, pero sintonizaron por el enfoque social con el que veían el trabajo político. Orrego sabía que un sector de las juventudes del partido no hablaba bien de él. Pero eso no impidió que se convirtiera en su mentor. A su alero, Sichel se inscribió en la DC el 2003, trabajó en su exitosa elección como alcalde de Peñalolén en 2004 y, cinco años después, comenzó a empujar por un cupo para competir en el Parlamento.
—Sebastián entró a la política cachando, como todos nosotros, con mucha inocencia. Pero después fue cambiando —dice un antiguo compañero—. De repente tenía más ansiedad que otros. Había mucha gente DC en esa época con un perfil parecido al suyo. Entonces se arman cuadros de relevos. Uno sabe que en algún momento le va a tocar su turno, pero uno quiere que le toque antes. Y eso produce quiebres.
Sichel consiguió que Orrego, que había sido reelecto en su alcaldía en 2008, lo apoyara para la diputación de Peñalolén y La Reina en 2009. Eso, por supuesto, cayó mal entre las juventudes partidistas que recordaban que Sichel nunca había ganado una elección.
—Le pidieron que fuera para rellenar. Él no se moría por ese cupo, porque el favorito era Accorsi -defienden los cercanos a Sichel.
Efectivamente, el PPD Enrique Accorsi, que venía siendo elegido en ese distrito desde 2001, tenía la primera posibilidad. Pero el día de la elección Accorsi, que terminó segundo, superó a Sichel por sólo 2.642 votos.
Luego de la derrota, Claudio Orrego le dijo a Sichel que se fuera a trabajar con él a la Municipalidad de Peñalolén. Sichel no aceptó y, según cercanos, el alcalde DC le hizo ver que si no se quedaba en la comuna, terminaría dejando el distrito botado pensando en la elección de 2013.
Sichel, explican desde su entorno, ya tenía decidido irse al mundo privado, donde trabajó en consultoras y fundó un diario digital. Por eso, cuando Orrego le insistió, fue claro en que quería hacerse un nombre fuera de la política.
Según una fuente, le dijo que no quería “ser como los de las juventudes democratacristianas”.
La renuncia
En septiembre de 2011, Claudio Orrego le pidió al abogado Jaime Pilowsky que se fuera a trabajar con él como administrador municipal de Peñalolén. A ambos no sólo los unía la militancia DC, también había una amistad desde 1985. En ese puesto terminó trabajando con su correligionaria Carolina Leitao, que sucedió a Orrego como alcaldesa, luego de las municipales de 2012. Todo ese tiempo en Peñalolén hizo que a Pilowsky se le abriera el apetito parlamentario. Sobre todo porque, como analizaba su círculo, Sichel había dejado de marcar presencia en esa zona.
El problema es que Sichel no había olvidado al distrito 24. De hecho, cuando Claudio Orrego le pidió colaboración en su campaña para la primaria presidencial de la DC contra Ximena Rincón, Sichel, dicen sus cercanos, le hizo el punto: le dijo que sabía que Pilowsky quería ir de candidato por el mismo cupo que él. Dar esa pelea no le dejaba espacio para ayudarlo en su primaria. Orrego, según el entorno de Sichel, le ofreció su respaldo a cambio de su apoyo contra Rincón. Solo que, del lado de Pilowsky, entendían que no había ningún apoyo comprometido. Y que, más bien, la salida lógica era una primaria entre ambos en marzo: una que Pilowsky estaba seguro que ganaba.
Con esas tensiones a cuestas, Claudio Orrego ganó la primaria presidencial de la DC el 19 de enero de 2013. Sebastián Sichel fue su asesor comunicacional. El día después de la victoria, ambos se juntaron en el Liguria de Manuel Montt. Ahí Orrego le dijo que no podía apoyarlo. Que lo justo era una primaria y que, si tenía todos los votos que decía tener, seguro la ganaría. Sichel se paró, le respondió que no tenían nada más que hablar y se fue.
Cuatro días después, Claudio Orrego leyó una entrevista de Sichel en La Segunda donde anunciaba la salida de su campaña y afirmaba que el abanderado DC tenía que “dejar de ser sólo ‘orreguista’ y transformarse en una candidatura generacional… Esta fue una decisión personal, pero es la señal evidente de que hay que dejar de creer que las candidaturas son proyectos personales”.
La movida no cayó bien. El mundo de Orrego no podía entender que lo hubiera traicionado y el equipo de campaña de Pilowsky lo leyó como un desprecio a sus posibilidades de llegar al Congreso.
—No puedes estar en el comando de Orrego, salirte cuando se declara neutro, hablar mal de él en los diarios y después irte donde Andrés Velasco, que era su adversario en la primaria de la Nueva Mayoría —comenta un exparlamentario DC.
Sebastián Sichel sí se acercó a Velasco. Le hizo talleres de vocería al exministro de Hacienda, pero, enfatizan desde el entorno de Sichel, no fue parte de su campaña. Dentro del partido, varios comenzaron a etiquetarlo como alguien poco confiable. Pero eso a Sichel parecía no importarle.
—Mentalmente, Sebastián ya se había ido de la DC. Pensaba que era un partido que estaba podrido —asegura un cercano.
El 30 de junio de 2013, Michelle Bachelet arrasó en la primaria presidencial de la Nueva Mayoría. Pero lo que le causó gracia a Sichel fue que Velasco, sólo con su movimiento Fuerza Pública, y sin un partido detrás, sacara más votos que Orrego.
Fuerza Pública, que luego pasó a llamarse Ciudadanos, captó la atención de Sichel. Le atraía como una alternativa moderada y liberal. Luego de que el mismo Velasco y Soledad Alvear conversaran con él, Sichel fue como candidato a diputado DC en un distrito imposible: Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea. El resultado fue el previsible, una derrota aplastante y doblaje de la derecha con Cristian Monckeberg y Ernesto Silva. Jaime Pilowsky, en cambio, sacó primera mayoría en Peñalolén y La Reina.
En el equipo de Sichel, sin embargo, trataron de ver el vaso medio lleno. Esa elección lo había dado a conocer en el sector oriente de Santiago. Y con eso, se abría otros espacios.
—Sichel tiene talento comunicacional —sostiene alguien de Ciudadanos—. Siendo nosotros un partido chico, conseguía espacio en los medios.
La participación en el partido de Velasco comenzó a ser un problema en la DC. No sólo para él, sino que también para otros, como Juan José Santa Cruz y Mariana Aylwin.
—Era un grupo que llevaba mucho tiempo pensando que el partido no mejoraba. Que quizás lo mejor era irse y armar algo más. Sebastián era el que más proponía esa idea —dice un testigo de esas conversaciones.
Sichel era crítico de lo que, según él, era un giro hacia la izquierda de su partido. Prueba de ello era que participa de un pacto donde convivían con el Partido Comunista. El 7 de noviembre de 2014, en una entrevista con La Tercera, el entonces presidente democratacristiano, Ignacio Walker, dijo: “La DC es un partido de gobierno y de la Nueva Mayoría, por lo tanto, los militantes tienen que elegir: o están en Fuerza Pública o están en la DC, pero no se puede servir a dos señores”. La primera semana de enero de 2015, también en La Tercera, luego de que lo pasaran al tribunal supremo, Sichel comunicó que dejaba el partido de Walker asegurando esto: “La DC tiene un gran problema del cual todos somos culpables: es caníbal. Cada vez que aparece un nuevo liderazgo lo destruyen”. No fue el único. Santa Cruz se fue ese mismo año y Mariana Aylwin tres años después. Ambos, además de otros, hoy forman parte de su círculo más próximo.
—En la DC, cuando alguien se va, genera muchos anticuerpos. Es un partido que no tolera las renuncias —dice un antiguo colaborador de Sichel—. Por eso es que las ganas de pasarle cuentas ahora, que es un adversario, son grandes.
Un ejemplo de eso, dice la misma persona, fueron los ataques de Yasna Provoste en los debates presidenciales. En todo caso, dicen en su entorno, para Sichel no hay nostalgia.
—Sebastián dice que su pasada por la DC es un accidente.