“El Presidente consulta a muchas personas”. Así, de forma modesta, el abogado constitucionalista y académico de la Universidad Católica Sebastián Soto responde a la pregunta sobre su participación en hitos claves de la democracia chilena en el último año.
La noche del 18 de octubre del año pasado, el Presidente Sebastián Piñera lo llamó -entre otras personas- para consultarle sobre las implicancias legales de decretar un estado de emergencia. Un mes después, el Mandatario de nuevo agarró el teléfono para preguntarle su opinión respecto de las negociaciones que estaban ocurriendo en el ex Congreso y que terminaron por habilitar el actual proceso constituyente. Y hace poco, antes del plebiscito de octubre, desde La Moneda contactaron a Soto para consensuar varios de los principios constitucionales que el propio Piñera lanzó.
Soto, definido como uno de los constitucionalistas favoritos de La Moneda tras su rol como jefe de asesores de la Segpres cuando el ministro era el actual jefe del Segundo Piso Cristián Larroulet, aborda el rol que tendrá el gobierno en el debate constitucional y defiende dos ideas que sostiene su sector y que han provocado el rechazo de la oposición: que al final del trabajo de la convención constitucional se vote por 2/3 el nuevo texto y que éste tenga sesiones con “reservas temporales”.
Usted no era partidario de una nueva Constitución, pero antes del plebiscito cambió su postura. ¿Por qué?
En esto tuve una transición lenta. Fui durante muchos años opositor a una nueva Constitución. Me parecía que si bien era posible efectuar reformas, los momentos constitucionales que buscan crear nuevas constituciones solo son posibles y razonables en momentos de crisis profunda. Y, por eso, hasta octubre del año pasado mi posición fue siempre crítica. Pero sabemos que lo que ocurrió en octubre fue una crisis profunda, tal vez como pocas en las últimas décadas, y por eso me pareció que el camino constitucional podía ser el que siguiera la política para encontrar una vía institucional razonable.
Hace un año, en entrevista con La Tercera PM, después del estallido y cuando se estaba a punto de cerrar el acuerdo constitucional, señaló que las discusiones constituyentes pueden derivar en polarización, en una ruptura de consenso más que en una construcción. Ya con esto en marcha, ¿sigue creyendo lo mismo?
Efectivamente, las discusiones constituyentes son discusiones que promueven cierta efervescencia y momentos de polarización. A mí me parece que ante todo no tenemos un contrafactual, es decir, no sabemos si es que hoy sin un camino constituyente estaríamos más o menos polarizados. Me atrevo a apostar por lo que se ha hecho, por el camino que se ha seguido hoy. Si bien hay grupos y sectores que buscan seguir construyendo sobre la base de la polarización e incluso de la lógica amigo-enemigo, la política va dando algunos pasos en línea de recuperar momentos institucionales que canalicen, siguiendo las reglas del juego, esta vía constitucional. En la medida en que nos mantengamos respetando las reglas acordadas y dentro del cauce institucional, creo que vamos a mirar hacia atrás y darnos cuenta de que la decisión del Presidente, que la decisión de los partidos de centroderecha y de aquellos partidos de centroizquierda que participaron del acuerdo político del 15 de noviembre, fue una decisión acertada.
Sobre eso último hay voces críticas, incluso dentro de su sector, que no le asignan un rol muy importante al Presidente en la habilitación del proceso constituyente. Argumentan si bien en su programa de gobierno había reformas constitucionales, nunca estuvo lo de la nueva Constitución. ¿Cómo cree que será recordado le rol de Piñera?
Me parece que el liderazgo del Presidente Piñera fue fundamental para el éxito de la vía institucional y el camino constitucional que estamos recorriendo. Me parece que en esas horas difíciles de octubre y noviembre debemos dar gracias de haber tenido y de tener un Presidente con las convicciones democráticas, con la moderación suficiente y, sobre todo, con el carácter para tomar decisiones difíciles en momentos de tensión. Ese creo es el gran aporte del Presidente Piñera. Fue capaz de visualizar la profundidad de la crisis que evidentemente él no había creado, sino que era una crisis sostenida en el tiempo, y abrir una salida institucional que permitiera construir el Chile que viene.
Semanas anteriores al 15 de noviembre, los partidos de Chile Vamos no estaban a favor de iniciar un proceso constituyente, pero finalmente se abrieron. Hoy, ¿cree que hay convicción en el sector sobre este tema?
En esto la centroderecha se ha ido convenciendo lentamente sobre las oportunidades que abre este cambio. De hecho, fue muy incomprendida la decisión del gobierno por el electorado de centroderecha en noviembre del año pasado. Hoy día, y mañana mucho más, con la perspectiva del tiempo, vamos a darnos cuenta de que este era el camino más razonable a seguir por la profundidad de la crisis que se desató y porque se optó por el camino de la política, y en ese sentido va a haber una cierta coincidencia en cuanto a la relevancia de la decisión presidencial en esos momentos.
A su juicio, ¿qué rol debe jugar el gobierno cuando comiencen las sesiones de la convención constitucional?
El gobierno está llamado, como está establecido por la Constitución en el Artículo 133, a prestar el apoyo técnico-administrativo y financiero para el funcionamiento de la convención. Es decir, el gobierno tiene un rol en el proceso y es prestar un apoyo técnico respecto de las cuestiones que se vayan a discutir en la convención. Pero, además, el gobierno y el Presidente de la República es el líder de una coalición política relevante y que tendrá una representación importante en la convención. Y como tal, estoy seguro de que va a ser parte de la negociación y discusión propia que tengamos cuando la convención se organice.
Y antes de la primera sesión de la convención, ¿es probable que veamos al gobierno interviniendo en la discusión por el reglamento que definirá la propia convención?
No, eso no lo sé. Es una cuestión que les toca decidir al Presidente y a sus ministros.
Pero obviamente respondiendo al pie de la letra de ese artículo de la reforma es probable que veamos al gobierno tomando postura durante lo que quede de su mandato en la discusión constitucional. No sería extraño, ¿no?
No, el gobierno, como dice la Constitución, debe prestar un apoyo también técnico en los debates y discusiones que haya al interior de la convención. Y el Presidente, como líder de una coalición política, estoy seguro de que va a tener posición.
La votación final y la reserva temporal
Desde el oficialismo, usted ha sido una de las visiones expertas que ha defendido la idea de que al final del trabajo de la convención constitucional se someta a votación por 2/3 el nuevo texto. ¿Por qué defiende esta idea?
Nosotros debemos entender la regla de los 2/3 no como hoy día se plantea en cuanto a una doble ratificación, sino que más bien en el contexto de un procedimiento circular. Uno que regularmente va exigiendo el apoyo de los 2/3 de la convención y, de esa forma, generando un texto que va una y otra vez de comisiones a pleno en búsqueda del consenso más amplio. Visto así, la regla de los 2/3, al principio, al final o en todo momento es una regla que favorece la cooperación. Es un mecanismo que promueve la legitimidad del texto final y que también busca proteger la coherencia del texto aprobado. Y no es, entonces, un mecanismo de veto, sino que un mecanismo de cooperación y de compromiso. Por eso, entonces, yo creo que debemos desdramatizar la votación final por los 2/3, porque ¿qué sentido tiene pensar que algunos van a haber apoyado por los 2/3 a las partes para finalmente restarse en el todo?
Usted en una columna en Ciper, donde defendió esta idea, reconoció que la aprobación final por 2/3 o la llamada “doble ratificación” sí es un mecanismo de veto. ¿Se puede ser una fórmula de veto y al mismo tiempo de cooperación y confianza?
Por supuesto. Lo que tenemos que tener claro es que el veto, la fórmula de veto, está incorporada desde el inicio de este proceso al exigir una regla de 2/3. Una regla que no es extraña en el Derecho Comparado, porque lo que estamos discutiendo es una Constitución, no una ley. Estamos discutiendo el pacto fundamental que requiere, que busca y que aspira a tener un amplio consenso. Ahora, cómo apliquemos esa regla de 2/3 en el procedimiento nos puede facilitar mecanismos de cooperación y precompromiso, de forma tal que las partes vayan mostrando sus preferencias desde el inicio. Porque las parten saben que las cuestiones más importantes, que son aquellas que se suelen discutir al final, también serán cuestiones en las que se mantiene la exigencia de los 2/3. Pretender que en un momento se entrega la carta principal, que es la carta de los 2/3 y luego las partes intervinientes se ven despojadas de ella, es no entender cómo opera la dinámica propia de un proceso de elaboración de la ley o en este caso de la Constitución.
Pero es un veto…
Esa votación final es mucho más un símbolo que un veto, porque al saber que tengo la posibilidad de que en cada votación y en cada negociación que se haga tendré la posibilidad de contar con esa herramienta, facilita que se vayan cerrando los temas menos importantes, porque sé que en los temas más importantes seguiré contando con esa herramienta.
Al igual que la propuesta de reglamento que presentó el abogado Sergio Verdugo, a nombre de Horizontal -el centro de estudios ligado a Evópoli-, usted defiende la idea de que la convención tenga sesiones secretas. ¿Cree que eso es plausible en los tiempos de hoy?
Creo que es fundamental generar instancias abiertas al público, al escrutinio, que serán muy posiblemente las instancias del pleno de la convención y las instancias de la comisiones en las cuales haya una deliberación donde se planteen las posiciones y donde haya una discusión más abstracta. Pero no debemos olvidar que todos estos procesos requieren, exigen negociaciones, y es importante para el éxito de esas negociaciones que éstas se lleven, en alguna medida, de forma más o menos reservada.
¿A qué se refiere?
A que esta reserva puede ser temporal, es decir, esta reserva puede ser que sea por un tiempo y que luego se difundan las actas, las grabaciones de esas negociaciones. Pero insertar una cámara de televisión o micrófono a un espacio de negociación solo logrará trasladar ese espacio de negociación a un lugar no institucionalizado. A nosotros nos debiera interesar que ese espacio de negociación se dé en la institucionalidad de la convención y para eso entonces tenemos que asegurar ciertos espacios de reserva. Reserva temporal, llamémosle.
Pero una de las principales críticas de la ciudadanía es este alejamiento de las instituciones. Mucho se ha hablado de las “cocinas”, las “negociaciones entre cuatro paredes”. Eso puede generar una desconfianza profunda de las personas ante el trabajo de la convención…
En la medida en que se comprenda que la negociación exige mantener ciertas posiciones estratégicas que van cambiando en el tiempo, la ciudadanía perfectamente puede entender que éstas se lleven bajo una cierta reserva temporal. La legitimidad del proceso no pasa porque una comisión transmita o no por streaming sesiones. La legitimidad del proceso está mucho más atada a la capacidad que muestre la convención de generar, de superar los conflictos y de generar una nueva Constitución con relativa calidad, no tanto por si es que todas o parte de las sesiones se transmitan por streaming.