Cuenta el cineasta Silvio Caiozzi García (Santiago, 1944) que todo comenzó hace un par de meses con una llamada de su colega Jorge López, realizador de películas como El último grumete y presidente de la Asociación de Directores y Guionistas (ADG):
“Un día me llama y me dice, ‘oye, tú tienes que estar en la convención [constitucional]’. Y yo le digo que no, que por ningún motivo, que no soy para eso, que nunca he pensado en ser eso. Al día siguiente, me vuelve a llamar, y como al tercer o cuarto llamado me dice una frasecita que me quedó dando vueltas: ‘Tienes que considerar que este es un hecho histórico, que tal vez es la única posibilidad que va a existir en este país para que el arte y la cultura estén en la Constitución como un gran pilar’. Y sí, efectivamente es el momento, dije, así que hay que esforzarse y hay que participar”.
Así partió todo. Luego, los mencionados sumaron al también cineasta Edgardo Viereck y empezaron a llamar gente. Optaron por “tomar la bandera de los creadores”, dice Caiozzi vía Zoom desde su productora de calle Eliodoro Yáñez. De ahí, poco más o menos, nació “Creadores de arte y cultura”, lista independiente que tiene hasta el 11 de enero para presentarse como tal ante el Servel y así participar en la elección que determinará en abril a los 155 de convencionales de la constituyente.
La lista, si consigue los clics requeridos, presentará a los artistas visuales Concepción Balmes y Arturo Duclós, además del propio Caiozzi, como candidatos en el distrito 10 (Ñuñoa, Providencia, San Joaquín, Santiago, La Granja y Macul), al tiempo que dos de sus adherentes, el compositor Alejandro Guarello y el comunicador Eduardo Tironi, irán “solos” en los distritos 11 y 7, respectivamente. Eso hasta el momento, en realidad, porque movidas ha habido y puede seguir habiendo: hasta la tarde del miércoles, cuando tuvo lugar esta entrevista, Balmes no era aún candidata por el 10, sino la cantante y compositora Magdalena Matthey, quien al decir de Caiozzi se vio superada por la variedad de obstáculos que encontró para cumplir con los requerimientos del Servel.
Y así como hay candidatos, hay un manifiesto de los “Creadores de arte y cultura”. Uno que lleva once firmas, incluidas las de los infrascritos, y que arranca con la solemnidad de rigor para expresar un propósito: “Los abajo firmantes, miembros activos de la comunidad artística y creativa de nuestro país, queremos ser una alternativa independiente de representatividad ciudadana ante la próxima convención encargada de redactar una nueva Constitución para Chile”.
Hacia el final del documento, se explicitan cuatro demandas “que defenderemos en la convención”, a saber: el derecho a la cultura como un derecho humano fundamental, el derecho a la creación y la expresión libre de toda censura previa, el acceso al conocimiento y a la información pública y, por último, “el deber del Estado de respetar y hacer respetar el derecho de autor como principal forma de proteger el resultado de la creación”.
Se habla de los creadores, pormenoriza el director de Coronación, y no de los intérpretes, porque “estamos seguros de que intérpretes va a haber en muchas listas (actores, rostros famosos, etc.)”, y porque “pensamos que en la creación artística, a veces el autor es quien menos está representado y necesita estar muy representado en la nueva Constitución; en la autoría, en quién hace, quién crea las obras, hay un tema que vamos a luchar fuertemente”.
Más allá de “alta cultura”, Caiozzi piensa en una cultura de amplio espectro, que entre otras cosas combata “lo que vemos nosotros, lo que está tremendamente deteriorado: esta es una sociedad donde la gente no es capaz de escucharse, ya no dialoga, sino que se agrede. Esta sociedad dividida en buenos y malos”.
“Se ha ido instalando una especie de anticultura”, afirma con total convicción. Y una nueva Carta Magna, añade, va a crear “una sociedad de verdad fuerte, amable”, hay que “fomentar la parte cultural”.
¿Qué puede aportar la lista a una convención constituyente?
Si colocas la cultura y las artes entre los pilares fundamentales de la Constitución, cambia todo inmediatamente. En la actual, el tema cultural y artístico casi no existe: un poco de derechos de autor, de libertad de expresión, pero nada más. Es completamente loco, cuando lo fundamental para poder desarrollarse es el tema cultural. Y desde el colegio, para poder relacionarse, vivir en sociedad, entenderse, dialogar, ayudarse mutuamente.
Cuando se defienden los derechos de autor, ¿cómo distingue la aspiración gremial de la demanda ciudadana?
¿Y por qué hay que separarlos? No hay nada más importante y más amplio que el tema de la cultura, y no veo entonces por qué tenemos que separar, menos cuando estamos llenos de temas que funcionan como “el temita”, y se empieza a pelear por ese “temita”, que hay que hacer tal cosa o tal otra. Esto es más amplio, y la cultura desarrollada evita esta cuestión de los buenos y los malos, y que los que piensan distintos son todos malos.
¿Ve complicado el clima para entenderse y formar mayorías?
El clima político está pésimo en el país. No estoy hablando contra los partidos, porque en una democracia tiene que haber partidos, pero algo pasa que los políticos no se miran a sí mismos. La enorme mayoría de la gente no quiere saber de los políticos, ¿y qué hacen?: echarle la culpa al otro. Es una anticultura. Por eso, para lograr cambios en la partida, tienes que tener cultura en el amplio sentido de la palabra. Los países nórdicos, tan admirados, tienen tanta cultura, que los ciudadanos participan cada vez más de las decisiones. Aquí es impensable.
Pero hay decisiones que toman representantes en quienes se ha delegado un poder…
Pero si tienes personas contratadas, en el fondo, para que cumplan una función, la ciudadanía los puede fiscalizar. En las empresas los accionistas fiscalizan a los gerentes, pero nosotros, los ciudadanos, no podemos fiscalizar a nadie. Ellos se autofiscalizan. Lo que pienso que debería haber, a título personal, es un poder ciudadano fiscalizador independiente.
Lo de escuchar al resto lo suscribe casi todo el mundo, pero tras una vuelta por Twitter se podría creer otra cosa…
Voy a hablar a nivel personal respecto de Twitter y las funas. Creo que es un grupito así de gente (gesticula con la mano derecha como diciendo que pueden contarse con esos dedos) y que la inmensa mayoría del país no quiere eso. Hay un grupito así que se dedica a usar la tecnología y da la impresión de que fuese todo el país. Yo hablo con medio mundo y me doy cuenta de que no es así: la inmensa mayoría quiere paz, quiere justicia, quiere vivir en una sociedad donde puedan hacer su trabajo, desarrollar sus pasiones e ir eliminando, por supuesto, las injusticias y las desigualdades. La inmensa mayoría no quiere esta situación de guerra, pero se asusta, y entonces usa la técnica de la funa para asustar.
Le preguntaron una vez si consideraba que Bachelet 2 había sido “una mala película” y usted contestó que sí. ¿Qué piensa cuando, especialmente en la derecha, se dice que albergar mucha esperanza en una nueva Constitución es “pasarse películas”?
Uno tiene que soñar, tiene que imaginar, porque si no, te quedas en lo mismo, que es lo que suele pasar en este país. Falta imaginación, falta soñar con el futuro. Entonces tenemos que imaginar que una nueva Constitución nos da la posibilidad de dar un gran paso adelante. Ahora, si la nueva Constitución queda mal hecha, obviamente puede ser un desastre, o a lo mejor nos lleva a una dictadura. Pero hay que soñar hacia lo bueno, soñar un país ideal.
Hay quien recomienda que haya buenos prosistas para que la Constitución quede “bien escrita”. ¿Qué piensa de la distancia entre la buena factura y la existencia de leyes donde se aplique bien lo que dice la Constitución?
Es que con cualquier Constitución es lo mismo. Si en un país empiezan a predominar los narcotraficantes, por ejemplo, quizá cualquier Constitución da lo mismo. Estamos hablando de un país que todavía se puede rescatar, digamos, un país que algo de cultura tiene.
Fue opositor a la dictadura y tuvo alguna cercanía a la Concertación. ¿Ha reformulado su relación con la política tras el 18-0?
No. Nunca he sido miembro ni adherente a ningún partido. Por algo soy cineasta: miro a través del lente y me gusta hablar de lo que me parece bueno y de lo que me parece malo, y a veces las cosas buenas están en un lado y a veces, en el otro. Siempre me he mantenido como un observador independiente. Desde luego, si me hablas de dictadura, ahí sí tengo una posición política absoluta: viví 17 años en este país bajo dictadura y no quiero vivir ni un día más.
Patricio Guzmán vino a filmar el plebiscito de octubre. ¿Se le ha ocurrido hacer profesionalmente cosas a este respecto?
Me pasa a mí al menos que, cuando uno está en el medio de la cuestión, es como si estuvieras metido en una pesadilla. Ahora, cuando estás más lejos, cuando estás saliendo de eso, empiezas a recordar y empiezan a surgir las ideas, las pasiones, los temas que uno empieza a interesarse. Así que no me extrañaría que en un futuro cercano me aparezca un tema.
Pero si lo eligen convencional no va a tener mucho margen…
Sin duda, porque uno tiene que estar ahí cien por ciento. Sería entregar un año y medio de mi vida. A lo mejor, después haré la película de esa experiencia. No sería malo.