Son las 17.30 del miércoles y Edwin Sánchez (14) trabaja en una guía de matemáticas sobre fracciones y números mixtos que el Centro Educacional Federico García Lorca, de Renca, le entregó para esta semana. Sentado en una mesa del patio común del lugar en donde vive, acomodado con un par de sillones viejos, una mesa redonda y un telón de nylon que funciona como techo, resuelve los ejercicios, excepto algunos que deja en blanco. En la mesa no hay computadores ni celulares, solo un lápiz mina, una goma de borrar y ocho guías de otras materias, como física e inglés, que tiene que completar. En unos minutos lo llamará por teléfono su profesora, quien le responderá las dudas que tiene. Hace varias semanas que ni él ni su familia tienen internet en sus celulares, la compañía les cortó el plan tras no pagar la última deuda, y donde viven no hay ninguna conexión a Wifi.
Desde Chimbote, Perú, llegaron los papás de Edwin junto a sus cuatro hijos hace tres años a vivir a Chile, en búsqueda de oportunidades laborales. Si bien en un principio ambos trabajaban, hoy están cesantes. Arriendan dos habitaciones de una casa en la comuna de Renca, una donde duermen los seis y otra donde instalaron la cocina y una mesa de comedor. Hoy sus únicos gastos son mantener ese arriendo y comida, el 3G no es prioridad. No alcanza.
“A los cuatro le dejan trabajos por internet, a mi niña le mandaron una tarea que consistía en ver un video y hacer un resumen, pero no lo ha podido hacer, otras veces en ciencias tienen que hacer investigaciones, pero yo no tengo acceso ni siquiera a WhatsApp”, cuenta Virginia Aguilar, mamá de Edwin y sus otros tres hijos que estudian en el mismo establecimiento.
La realidad de la familia Sánchez Aguilar es una de muchas del Liceo Federico García Lorca. Es por esto que el establecimiento se ha encargado de entregar la mayor cantidad de material impreso posible, pero está en los profesores la retroalimentación que puedan darles a sus alumnos. La mayoría se comunica vía WhatsApp con los apoderados, pero en el caso de Edwin y sus hermanos no funciona así. La profesora Paulina Ávalos es la que hace las gestiones con otros docentes para imprimir material de todas las clases para que su madre los vaya a buscar. Explica que con los alumnos que tienen acceso a internet hace clases vía Zoom -la mayoría se conecta a través del celular de sus padres- y a los que no pueden los tiene que llamar y saber en qué están. “No basta solo el material físico, cada estudiante es un mundo distinto, muchos necesitan la clase en vivo para entender, otros les basta con leer, otros escuchar y otros practicar. En el caso de Edwin, por ejemplo, es un niño súper aplicado, ya terminó todas sus guías, incluso antes que los niños con más recursos de la sala”, comenta Ávalos, quien trabaja en el liceo a través de Enseña Chile.
Sin señal
La suspensión de clases en todo el país producto de la crisis sanitaria que afecta a más de tres millones de escolares ha vuelto a develar una de las desigualdades más grandes a nivel nacional y la que se viene tratando de erradicar por años: la brecha educacional que existe entre colegios del sector privado y el sector público, el cual concentra al 88% de los alumnos en el país.
“Con la suspensión de clases, las brechas que existen pueden impactar con mucha fuerza en el sistema educativo. Nuestro esfuerzo está en que esta crisis afecte lo menos posible en el aprendizaje de los niños, para que cuando volvamos a la normalidad, el proceso de nivelación sea lo más corto posible”, advierte el ministro de Educación, Raúl Figueroa. De ahí que se han tomado una serie de medidas para aminorar las complejidades que se puedan dar a nivel de accesos.
El Plan Solidario de Conectividad gratis durante 60 días para clientes actuales, pertenecientes al 40% de los hogares más vulnerables, y que la plataforma Aprendo en Línea -habilitada por el Mineduc y que ha sido visitada por 2,4 millones de usuarios- no consuma datos móviles, son las políticas más influyentes a nivel tecnológico. Sin embargo, en el caso de Edwin y su familia, al cancelarle su plan de datos semanas antes de esta medida, hace que ya no corran como clientes actuales. Volver a pagar o asistir directamente a una de las sucursales de la compañía para explicar el problema sería la única solución.
Mientras los alumnos del sector privado acceden a guías impresas, buena conexión a Wifi, clases por videollamada de lunes a viernes y evaluaciones virtuales, en el sector público aplicar estas modalidades se vuelve complejo. Pero no solo por la conexión a internet que perjudica al 12,5% de la población nacional -que derechamente no tiene acceso según los últimos datos de la Ocde-, sino también por la falta de dispositivos móviles para conectarse y el ambiente de estudio tanto físico como familiar. “En el país hay niños y niñas que están más seguros en los colegios que en sus casas, y son estos los que más me preocupan hoy, no por sus aprendizajes, sino por su seguridad e integridad física y emocional”, advierte una de las fundadoras de Enseña Chile y académica de la Escuela de Gobierno UC, Susana Claro. Una mirada que comparte la defensora de la Niñez, Patricia Muñoz, quien hace énfasis en realizar acciones que eviten vulnerar adicionalmente los derechos de los menores de edad. “No podemos pretender que las casas se transformen en escuelas ni tampoco exigirles a los padres ni abuelos que se conviertan en profesores. El centro de atención no debe estar en lo académico, sino que en su salud mental”, señala.
Andrea Soto (32) vive en el Campamento 21 de Mayo de Colina junto a sus tres hijos de 13, 10 y cinco años. En su espacio de 13 metros armó un escritorio para sentarlos a estudiar y también invita a otros niños del lugar para ayudarlos con las guías que le llegan a través de WhatsApp. La rutina es simple. Ahí no hay tablets ni computadores, solo el celular de Andrea, que se conecta con las profesoras, quienes le mandan el material todos los días. Una de sus hijas apoya el celular en la mesa de centro y copia los ejercicios en el cuaderno, se lo presta a otra vecina y comienzan a estudiar. “Lo que me llega al celular es lo que puedo compartir con mis hijos, pero igual me tengo que repartir entre las materias de mis tres hijos, y con las labores de la casa se complica estar encima. Además, hay contenidos que no puedo explicarles, porque yo solo tengo octavo básico cumplido”, afirma.
Cambio de hábitos
En contextos vulnerables, esfuerzos como los de Paulina Ávalos al contactar a sus alumnos por llamados son fundamentales para influir en el progreso de los niños por estos días. “Lo que necesitan los estudiantes es sentir que alguien se preocupa de ellos, que alguien cree que ellos pueden aprender muchísimo y que lo que van a aprender es realmente importante. Si a un niño o niña le faltan esos mensajes, no servirá el acceso a internet o material que tenga”, asegura Susana Claro.
Justamente por esto es que los docentes han tenido que adaptarse y pensar en nuevas formas de enseñar, acordes con las condiciones de cada uno de sus alumnos. “Trabajamos en equipo en todo momento, equipos “online” a través de grupos de WhatsApp, en donde nos coordinamos y recibimos información de cómo va funcionando el proceso, no es un trabajo aislado como profesor, no hemos estado en ningún momento solos”, cuenta desde Pitrufquén Diego Rivas, profesor del Liceo Bicentenario Politécnico de esa localidad.
Con el fin de conocer estas estrategias, el Mineduc realizó una encuesta a más de ocho mil establecimientos a nivel nacional, que arrojaron datos sobre la entrega de material, los modelos de clase virtual que han aplicado y cómo se ha monitoreado este aprendizaje.
Así, el 99% de los establecimientos aseguró estar entregando material pedagógico a sus alumnos. Con más de una opción marcada, el 71% declaró entregar material físico propio del establecimiento, el 54% utilizar el material de la plataforma Aprendo en Línea y el 38% una plataforma online propia.
Sobre la modalidad de clase virtual, el 32% aseguró ocupar este método. Entre ellos destacan clases grabadas disponibles en plataforma propia del establecimiento, Zoom, YouTube y Google Meet. Y en cuanto a cómo están siguiendo el aprendizaje de los escolares, el 80% de los establecimientos declaró que mantiene algún sistema de monitoreo, como el correo electrónico (59%), llamada telefónica (51%) y a través de plataformas (20%).
Gonzalo Novoa es estudiante de primero medio del Liceo Bicentenario Politécnico de Pitrufquén, en La Araucanía, y vive a 90 kilómetros de esa localidad. Al estar en una zona rural, el plan de internet que tiene su mamá en su celular tiene una señal escasa y llega con un desfase de horas, por lo que las clases por videollamadas no son una opción para él. “Ha sido un desafío para mí, porque hay materias, como inglés y matemáticas, que me cuestan mucho y no hay profesores de manera presencial, entonces se complica la explicación”, reconoce.
Gonzalo es parte de los 380.000 estudiantes de primero básico a cuarto medio que pertenecen a escuelas rurales, establecimientos en categoría de desempeño insuficiente y/o que viven en zonas con bajo acceso a internet, según los datos entregados por el Mineduc. Este grupo es el que más preocupa al ministerio, pues es a quienes verdaderamente les puede afectar la brecha de aprendizaje en comparación con los otros escolares. En ellos se enfoca la última medida implementada de entregar material pedagógico impreso, que ya comenzó a distribuirse y se espera que llegue a todo el país a mediados de la próxima semana, con el apoyo de las Fuerzas Armadas, quienes repartirán material en zonas más extremas. “Todos vamos a tener que poner un esfuerzo que significa hacernos cargo del objetivo en una realidad para la cual no estábamos acostumbrados y probablemente habrá que cambiar muchos de nuestros hábitos para que esto se pueda llevar a cabo”, advierte el ministro de Educación.
Un cambio de hábitos que para Susana Claro puede ser una oportunidad para cuestionarse la manera en que se les está enseñando a los escolares. “Además de la preocupación por el crecimiento de las brechas de aprendizaje, tenemos que contestarnos ¿qué es lo realmente esencial que cada niño y niña deben aprender y qué nuevas oportunidades abre esta situación? El sistema educacional tiene muy poca tendencia a la innovación y esta es una ventana que si se toma bien, puede cambiar la educación para siempre”.