Es difícil explicar el Chile de hoy sin la farándula. Y todos los que recuerdan su origen saben que fue en una discotheque llamada Skuba, cuando la modelo Daniella Campos agarró del pelo a la también modelo Titi Ahubert. ¿El objeto del deseo? El futbolista, también ícono, Iván Zamorano. ¿Cómo se bautizó el episodio? Coloquialmente como “el mechoneo”.
Ese fue un momento de quiebre. Y empezó algo totalmente nuevo.
Veinticinco años es la cantidad de tiempo suficiente para hacerse cargo de este fenómeno que ha influido al país en más de una forma. No es solo gente famosa, es gente que también, en varios casos, llegó a posiciones de poder, al Parlamento, a encabezar municipios y a ser parte de procesos constituyentes, con resultados disímiles, a veces cuestionables.
Por eso, desde La Tercera, La Cuarta y Glamorama preparamos una docuserie de ocho capítulos, llamanda Todo por la tele: 25 años de farándula. Y así como aparecen una serie de figuras clave, como Julio César Rodríguez, Kenita Larraín, Karen Doggenweiler, Adriana Barrientos, Ignacio Gutiérrez, Daniel Fuenzalida y Juan Pablo Queraltó, entre muchos otros, también decidimos incluir a analistas que han visto pasar el fenómeno desde la vereda.
“No he sido un seguidor cuidadoso de la farándula”, dice el sociólogo Eugenio Tironi. “Pero reconozco que es un indicador del estado de ánimo del país, la he visto como analista”.
Y así es. Aunque uno trate de evitarla, de mirar para el lado, en la farándula están varios de los síntomas que se han ido manifestando en el Chile del último cuarto de siglo. Esta es la mirada, entonces, de tres connotados intérpretes de la realidad del país.
El origen
Óscar Contardo: “Era la época en la que ya la población empieza a desencantarse de la política, no solamente a no participar, sino que a mirarla con distancia y más desconfiada, entonces, aparecen personajes que resultan muy acordes con esa época, como por ejemplo los futbolistas exitosos fuera de Chile, en las ligas europeas. O sea, el ícono es Iván Zamorano. Por un lado eso y, por otro, el desarrollo de una entrecomillas industria de los eventos, donde aparecen figuras en torno al mundillo del entretenimiento, digamos, que son figuras que no tienen un oficio claro, no son ni cantantes, ni actores, ni actrices, sino modelos, entrecomillados. Figuras que tienen que ver con la promoción de productos, de lugares de entretención”.
Eugenio Tironi: “Yo creo que nosotros, a diferencia de lo que fue España u otros países donde la apertura, el destape, se vivió en el campo de la cultura, de las artes, de los intelectuales y de cierto modo de la política, nosotros lo tuvimos a través de este mecanismo tan curioso como fue el de la farándula. Fue nuestra manera de vivir el destape”.
Roberto Izikson: “Yo me aproximaría a la farándula como un segmento, un grupo de gente que se dedica a la entretención de las personas y que configuran una élite. Aquellos que venimos del mundo de la política y que reconocemos una élite política, cuyo rating se mide a través de encuestas o elecciones, no existe otra élite que esa y la empresarial, que configuran las estructuras del poder. Pero hay otra élite que es ciega para muchos, que puede ser más relevante e influyente, que es la élite de la farándula”.
ÓC: “No hay que dejar de lado el crecimiento económico en el origen de la farándula. En los 90 todo estaba lleno de grúas. La voz la tenían los economistas y todo era metáforas de jugar en las primeras ligas. Cuando firmamos tratados de libre comercio se hablaba de ser el país 15 de Europa”.
ET: “En algún momento este comidillo era una manera de burlar la censura. Pero en Chile ya no era el caso. Quizás había una alta contención de los medios main stream, pero no teníamos censura. Lo que hace LUN es, por una parte, darle espacio a la farándula, pero por otro lado le da un tratamiento más o menos sofisticado, porque tiene a periodistas o columnistas muy reputados, que descubren en la farándula una grieta de la sociedad que no estaban viendo los sociólogos, o las ciencias sociales y los think tanks, una parte más oculta y que se podía mirar un poquito tras la rendija que abría la farándula. O sea, ahí apareció otro mundo, que no estaba muy observado, muy categorizado. Ya no era un mundo de izquierda y derecha, ricos y pobres, víctimas y victimarios. Eran otros los códigos, otras las figuras”.
ÓC: Aparecen Iván Zamorano y su novia, una modelo de este circuito, digamos de entretenimiento y de promoción de productos, en la portada de revista Cosas, en lugar de Cecilia Bolocco, Raquel Argandoña o la realeza europea. Eso es un cambio súper importante, porque significa que hasta ahí llegó el tema de conversación (de programas como Viva el Lunes), hasta ese público”.
RI: “Obviamente que hay un interés del chisme. Chile es un país que incluso se declara a sí mismo, dentro de sus principales atributos, como chismoso, digamos, y siempre va a haber interés en la vida de otras personas, pero yo creo que esto es más profundo”.
ÓC: Cuando se cancela el matrimonio de Iván Zamorano, eso fue portada de La Segunda. Un diario que su portada siempre es política, pero ese era el pulso del momento, o sea, la principal noticia de ese día y esa semana fue la cancelación de ese matrimonio del que todo el mundo tenía algunos detalles, o sea, dónde se iba a celebrar, quién estaba a cargo, y claro, era la llegada también a ese estatus de celebridad de un mundo que en otro tiempo no hubiera tenido ese estatus. No eran cantantes, no eran actrices ni actores. Tampoco había una obra, sino el uso de una vida privada como un producto que se vende en los medios”.
ET: “Tuvimos una suerte de apertura tardía, porque la democracia comienza el año 90, pero era una democracia muy tutelada, con Pinochet como comandante en jefe, con una Iglesia Católica muy poderosa, particularmente por su contribución a la democratización de Chile; con un Parlamento muy ordenado en torno a partidos muy fuertes, y con un gobierno bastante poderoso, con liderazgos también fuertes. Esto se empieza a romper a fines de los 90. Está el episodio de Stanley Tunick, que creo que fue muy importante, una suerte de proclamación de que entrábamos a un ciclo distinto. Una suerte de ánimo de proclamar al mundo que podíamos andar desnudos por el Parque Forestal. Había otros espacios más bloqueados, más contenidos, como la política, y este cambio se empieza a expresar más a través de la televisión, que vio, además, una veta para conectar con las audiencias”.
ÓC: A partir de la segunda mitad de los 90, y eso está medido, comenzó una era del desprestigio de la política. La gente empezó a votar menos. Y estos personajes empezaron a ser un gancho. No tenían que darse el trabajo de difundir su figura, ya eran populares. Y en ese valor de la franqueza descarnada, innecesaria, de humillar al otro, resultaban candidatos de cocción rápida. Pero ahí también les cabe una gran responsabilidad a los partidos políticos.
El desarrollo
ET: “Cecilia Bolocco era una mujer de clase alta que interpela a su propia clase y la conecta con la cultura pop. No se conoce mucho de su vida sentimental, hasta que de repente estalla con su flirteo y su enamoramiento de Carlos Saúl Menem, el presidente del país vecino. Eso fue cruzar todas las fronteras habidas y por haber. Con ella se rompió con la idea de que la farándula era solamente del mundo pop y que la aristocracia estaba alejada de ella y que se contentaba con leer el Hola y saber lo que pasaba con la monarquía española o de los Países Bajos o de Noruega”.
ÓC: “Una idea que aparece mucho con los realities y la farándula es la idea de que lo mejor es, “entre comillas”, ser frontal, que la franqueza es una especie de valor, y que decir cosas fuertes, hirientes, humillantes es una especie de valor educacional. Y eso marca un contraste con lo que se suponía era la idiosincrasia local. Guardar silencio, tener modales, ser discreto. Ahora hay que decirlo todo, y mientras más hiriente, mejor. Y a la audiencia le empieza a gustar esa suerte de carnicería”.
RI: “Yo no lo vería, y no es que quiera hacer una defensa sociológica de la farándula, pero yo no vería la farándula como la simple relación del interés de las personas por conocer las vidas de otros, yo lo veo como una cuestión mucho más estructural, mucho más compleja, que tiene que ver con un grupo de personas que representa una élite que te entretiene y esa élite tiene relevancia, influencia y va marcando pautas y guías también de consumo, de comportamiento”.
ET: “Hubo personajes muy importantes en ese momento, como fue el Chino Ríos, que pasaron a ser personajes de talla mundial, número 1 del mundo, y que tenía una vida, no digamos muy expuesta, que estaba lleno de misterio y que era atractiva”.
ÓC: “Las figuras femeninas, en general, van a ser las principalmente juzgadas, las que más escarnio soportan, las que más burlas tienen que soportar, porque lo que están mostrando es su vida privada, ese es su capital. En el caso de las personas que son modelos, las personas que de alguna manera dependen de su aspecto físico, el capital también es ese aspecto físico”.
RI: “Dado que somos un país pequeñito, la posibilidad de producir rostros de farándula es mucho más limitada y probablemente es una de las razones por las cuales tendimos a maltratar el concepto de farándula; es que buscando audiencias muchas veces forzamos el surgimiento de rostros o buscamos amplificar conflictos menores y transformarlos en grandes temas de la farándula”.
ET: “Hay otros países, sobre todo de la región, donde la política siempre fue tomada como un espectáculo, con una frontera muy tenue. En Chile teníamos una política muy aburrida, casi como un sacerdocio. Y los parlamentarios estaban metidos en Valparaíso casi como si estuviesen en un convento. La farándula fue como un espectáculo paralelo, que dejaba ver algunas cosas que estaban ocurriendo en las profundidades de la sociedad que la política y la academia no captaban. De repente en la farándula se dieron cuenta de que tenían un patrimonio de atención, de popularidad, de sensibilidad, porque uno tira de un hilo al que explota, entonces qué tal si rompo la frontera y entro al campo de la política. Y por ahí nos peronizamos un poco o nos argentinizamos. Algunos lo intentaron y les fue muy bien. Y hoy día las cosas se confunden muchísimo. Hoy son los políticos los que siguen a los periodistas en el Congreso y hacen performances y tienen discursos golpeadores”.
¿El final?
RI: Me marcó mucha una encuesta que hicimos recientemente. Habíamos preguntado a los jóvenes entre 18 y 29 años: ¿quién es tu principal referente hoy día? Y no aparece el Presidente Boric, no aparece el ex Presidente Piñera, ni la ex Presidenta Bachelet, aparece Naya Fácil. Con pocas menciones, porque los jóvenes sienten que son sus propios referentes, pero Naya Fácil tiene más menciones que Jesús (…) Eso me ha hecho darme cuenta, a través de las encuestas, de que hay una élite, que para la élite político empresarial es totalmente desconocida y se mueve en otras redes sociales y con otros códigos. En este tipo de encuestas, como la 5C, Carla Jara y Claudia Iturra han sido los personajes de la semana. No es el Presidente Boric. Y eso da cuenta de una élite”.
ET: “No sé qué es más fácil hoy. Si entrar de la farándula a la política o de la política a la farándula. Las cosas están más o menos equiparadas”.
RI: ”Es un país mucho más complejo, donde ya no hay grandes identidades que nos ordenan. De hecho, uno de los grandes cambios que me parece que es súper relevante para el mundo de la farándula, es que hoy día no hay grandes referentes: yo soy mi propio referente. Lo que hay es microsegmentos en que cada uno se siente identificado con distintas cosas. Ya no existe la Cecilia Bolocco en Chile, hay 50 Cecilias Boloccos distintas. Probablemente eso se va a ir profundizando en el tiempo, la conexión es con microinfluenciadores, con microfarándula. Dudo que el programa de Julio César Rodríguez, que es un tremendo rostro de la farándula, tenga 50 puntos de rating”.
ET: “La televisión deja de ser lo central que era. Aparecen las redes sociales, que farandulizan de alguna forma la vida cotidiana y la vida personal. Todos somos actores de la farándula, todos nos presentamos, todos hacemos performances, todos nos exponemos. O sea, la farándula siguió. Entonces no tiene mayor sentido seguir observándola afuera, lejos de mí. El estallido también influyó, pero más que el estallido también influyeron las denuncias de acoso, de abuso, de pedofilia. Antes del estallido incluso se demostró esto como un terreno muy resbaloso y que cualquier traspié me puede llevar a ser objeto yo mismo de acoso. O sea, yo puedo ser funado o funada. Entonces esto causó un efecto de autocensura de la farándula. Por eso creo que la farándula hoy se mueve con códigos muy distintos a lo que se pudo haber movido a principios de los 2000.