Para tener 32 años, Tomás Vodanovic tiene bastante historia. Recién salido del colegio partió con un amigo a trabajar por unos meses en las cárceles de El Salvador con las “maras”, porque quería entender el fenómeno. Creó la ONG Formando Chile -para combatir las desigualdades desde la educación-, estudió Sociología en la UC, trabajó de voluntario en Enseña Chile mientras vivía en La Pincoya, milita desde temprano en Revolución Democrática y lleva dos años como alcalde de Maipú, una de las comunas más populosas de Chile.
Poco dado a las entrevistas políticas, hoy Vodanovic quiere entrar al debate. Porque está consciente de que a su sector, el Frente Amplio, no le es fácil encarar una agenda de seguridad habiendo vivido el estallido social desde la otra vereda. Y así como no tiene complejos en asumir que les falta “una autocrítica grande”, su preocupación es que el péndulo lleve los ánimos hacia el otro extremo, y la izquierda abdique a sus recetas para combatir la delincuencia.
¿Cómo han sido estos dos años para usted?
Intensos, ha sido muy bonita la pega. Hay muchos de nuestra generación que tienen una permanente queja, porque son cargos que te consumen la vida, de una u otra forma. La pega municipal yo la encuentro hermosa, apasionante.
A cierta generación le puede parecer poco atractivo, menos sexy de lo que pensábamos en la universidad, pero a mí me parece maravilloso. Yo me emociono poniendo un lomo de toro, me emociono arreglando una calle, me emociono cambiando una luminaria, porque entiendo el impacto que hay detrás.
Desde aquí es donde se pueden desarrollar proyectos políticos más robustos, de más largo plazo, con más contenido y a mí lo que me apasiona de la política es precisamente eso, es cómo a través de buena gestión pública podemos cambiar condiciones de vida. La discusión teórica, el cahuín, la negociada, es algo que a mí al menos no me llama la atención ni siquiera un poco.
Es difícil abstraerse de eso en un contexto donde son gobierno…
Los municipios te permiten abocarte a hacer tu trabajo y que las personas puedan evaluarte según aquello. Evidentemente puede haber alcaldes y alcaldesas con otras pretensiones, que es legítimo también, pero la nuestra es construir un mejor Maipú y que cuando termine nuestro periodo las personas puedan evaluarnos no por nuestras puestas en escena, sino por reconocernos como políticos honestos con una gestión pública que les permitió vivir un poco mejor.
Estoy muy preocupado por la calidad del debate público, porque a lo mejor la política va confundiendo mucho los medios con los fines, y veo que hoy día están todos los políticos muy desesperados persiguiendo como fin lo que debiera ser un medio, que es la agenda, el posicionamiento…
¿Y eso lo ve en su propio sector también?
Sí. Creo que es propio de la clase política por dónde están puestos los incentivos. No creo que haya buenos y malos, pero hoy día caemos en la tentación permanente de estar marcando pautas, de estar construyendo políticas públicas en código de matinal, más que en pensar cómo elaborar una buena política pública que va a tener resultados concretos en la vida de la gente.
Uno de los planteamientos del Frente Amplio era llegar al gobierno con otra forma de hacer las cosas. Ya instalados en el gobierno, ¿ha cambiado en algo la forma de hacer gestión pública o simplemente es una máquina que te come y uno solamente sobrevive?
Yo siempre lo decía desde el inicio; yo sentía que era muy pretencioso hablar de un proyecto transformador cuando ya solo el hecho de administrar el Estado es sumamente complejo. Y nosotros no sabíamos hacerlo y teníamos que ser conscientes de ello.
¿Hubo soberbia?
Más que soberbia, puede ser ingenuidad o desconocimiento. Es normal que cuando uno no conoce una experiencia, tenga ciertas ideas previas o preconcebidas que no siempre se ajustan a la realidad. Yo al menos siempre fui más mesurado, porque creo que dimensionaba un poquito mejor lo complejo de administrar una institución como esta. Recuerdo la noche que ganamos la elección, que había una euforia muy brígida y llegaron todos los medios, y para nosotros era todo nuevo, porque a mí con suerte me habían puesto un micrófono una vez antes en la vida y ahora estaba como en cadena nacional acá en la plaza. Y yo lo que más les trataba de transmitir a los equipos, más que a los medios, era: paños fríos, no hemos cambiado nada. Lo único que hicimos es ponernos una mochila tremendamente pesada en la espalda que tenemos que asumir con mucha responsabilidad y celebremos si después de tres años y medio de gestión la gente está igual de contenta y esperanzada de lo que está hoy.
Una cosa es interpelar a una gestión y otra cosa muy distinta es resolver los problemas. Voy a ir al caso concreto de Maipú. Nosotros tenemos 18.000 fugas de agua corriendo por las calles por falta de inversión en la sanitaria. Súper fácil de denunciar, pero resolver ese problema cuesta una cantidad de recursos, de tiempo, de trabajo administrativo muy complejo. ¿Y cuál es la expectativa de la gente? Cambió al alcalde, espero que en una semana me arreglen la fuga de agua.
Y en los temas de delincuencia es lo mismo. Creo que nosotros fuimos una oposición muy injusta -y creo que la oposición actual también está siendo muy injusta-, en no hacernos cargo de la dificultad que tienen los procesos de gobernanza y en cómo podemos contribuir desde los distintos roles a que el país avance. Tenemos un nivel de mezquindad en las declaraciones y en la acción política que creo que tenemos que hacer esa autocrítica.
Fuimos una oposición sumamente injusta y a mí me preocupa que hoy la derecha, habiendo sufrido eso y siendo conscientes de lo injusto que fuimos, esté cayendo muchas veces en las mismas prácticas y con más vehemencia aún.
“Siempre lo decía desde el inicio; yo sentía que era muy pretencioso hablar de un proyecto transformador cuando ya solo el hecho de administrar el Estado es sumamente complejo”.
¿Cree que con más vehemencia aún, comparado con la oposición para el estallido?
No, yo creo que dejando fuera el estallido social, que fue una época donde todos se sobregiraron un poco, siento que hoy hay una derecha que está sobregirada en el discurso público. Siempre hago la autocrítica en nuestro sector. En los momentos del estallido social, cuando hubo un levantamiento popular muy grande, se podría decir que las ideas progresistas o de izquierda jugaban con viento a favor. Y muchas personas se aprovecharon de eso para exagerar demasiado el discurso, y muchos de ellos hoy día se desdicen de declaraciones que hicieron mientras el viento corría a favor.
¿Como el Presidente?
Muchas personas, no lo identificaría en alguien. Fue una condición bien genérica, y no solo de los dirigentes políticos. La reflexión social en ese momento iba muy a la vanguardia de lo que siempre habíamos escuchado, y uno oía cosas que hoy día son súper condenables o cuestionables. Y yo esta semana también he escuchado declaraciones de liderazgos de derecha que me dicen como ´ojo, está bien, hoy día la gente está súper angustiada, está súper insegura, requiere soluciones urgentes y de corto plazo, pero ojo hacia dónde nos vamos’.
¿Se refiere a Evelyn Matthei y sus declaraciones sobre la violación de los derechos humanos?
En general, yo he estado escuchando ideas que están saliendo en el debate público, y pienso “cuidémonos”. Es evidente que la gente está angustiada, está enrabiada, tiene miedo y no quiere escuchar de causas del delito que se van a resolver en 30 años, sino quiere poder dormir tranquila hoy. Y ahí, como sector político, tenemos que entender que hay una urgencia inmediata que atender, pero no desconocer que es un problema que tiene un montón de variables que hoy están fuera del debate. Como sector tenemos que ser más valientes en defender nuestras ideas, no vamos a resolver los problemas de inseguridad de nuestra comuna solamente con garrote o con declaraciones rimbombantes sobre quién es más duro que el otro. Y al menos lo estamos haciendo a nivel local en Maipú, sin tener la pretensión de usar las primeras planas de los diarios, haciendo un trabajo súper riguroso, metódico y coherente con la forma que tenemos de entender de cómo debe organizarse la sociedad; con recuperación de espacios públicos, fomentando deporte y cultura en los sitios más conflictivos de la comuna, cambiando 16.000 luminarias, metiendo 107 proyectos de inversión de espacios públicos, trayendo el Metro al sector poniente, generando programas de convivencia escolar muy potentes en las escuelas. Yo creo que eso va a ser mucho más efectivo que demoler una ampliación de 10 metros cuadrados por un matinal en la mañana. Un político evidentemente tiene el deber de conducir su actuar según la inquietud o la reflexión ciudadana, pero con un poco más de sentido de responsabilidad y menos como sentido de matinal.
¿Qué opina de la demolición de las “narcocasas”? ¿Usted lo haría?
Es importante que entendamos y respetemos el diseño institucional que existe en Chile. Cuando se le pide a los municipios que además sean carabineros, sean PDI, sean ejércitos, sean fiscalías, caemos en un error. Nadie está en contra de que se le demuela la casa un narco, por cierto que es positivo. ¿Son los municipios las instituciones encargadas de perseguir y acabar con el narcotráfico en un país? ¿Tienen las herramientas para hacerlo? No. O sea, si fuera tan fácil no tendríamos ese problema tomándose un montón de países en el mundo. No creo que aquí hayamos tenido un súpergenio que encontró la receta mágica de que con una demolición de 50 minutos se acaba un negocio que es bastante más complejo, más peligroso y más complicado para la gente.
“En los momentos del estallido social, cuando hubo un levantamiento popular muy grande, se podría decir que las ideas progresistas o de izquierda jugaban con viento a favor. Y muchas personas se aprovecharon de eso para exagerar demasiado el discurso, y muchos de ellos hoy día se desdicen de declaraciones que hicieron mientras el viento corría a favor”.
Usted plantea que para el estallido corrían con viento a favor y, tal vez, se podían dar ciertas libertades que hoy día suenan imposibles. ¿Cuánto le pesa al gobierno su comportamiento en el estallido y cuánto amarrado lo deja?
Yo creo que está pesando, y es importante sacarse esa mochila de complejos. Cuando asumimos acá, la reflexión social en torno al rol de Carabineros y seguridad ciudadana era muy distinta de la que tenemos hoy día. Tuvimos una primera reunión con los carabineros de ambas comisarías, muy honesta y fraterna, en que les dije que somos equipo de trabajo y le doy todo el respaldo posible, acá en la municipalidad, pero eso no significa que yo les dé chipe libre. Yo necesito tener una municipalidad creíble, y ellos piensan lo mismo: son los más interesados en tener una institución policial, que cuando vayan a los barrios los respeten, que seamos creíbles, y sabemos que eso no se hace con vista gorda. Mi sector cayó en un montón de juicios sumamente injustos, generalizando a Carabineros como una institución compuesta únicamente por personas corruptas, violentas, que no eran capaces de resolver los problemas, que teníamos que reformularla, refundarla por completo. Yo creo que así como esa mirada, sin ningún matiz, y en un extremo del péndulo, era un error, también puede ser un error en estos momentos que algunos sectores caigan en una mirada totalmente acrítica, sin ningún tipo de control, porque eso no es lo que Carabineros necesita.
Pero hay otra capa en esta discusión. Al gobierno le cuesta que la gente le crea su preocupación por la seguridad, porque se les enrostra haber avalado la violencia y los que no la avalaban, medio que se hacían los lesos. Y a eso se les suman los indultos. Esa es la reflexión que hoy se pide, que sea contundente.
Las confianzas no se construyen con discursos o declaraciones. Las confianzas se construyen con hechos. Uno no puede construir confianza con una institución o con la ciudadanía de forma mágica, de forma inmediata, mediante un tuit, un discurso. Y yo creo que este gobierno está en el camino de construir confianza en base a hechos y no a palabras. Y el respaldo que se ha dado a Carabineros, la inversión que se ha inyectado en Carabineros, el trabajo coordinado que se ha dado con Carabineros, yo estoy seguro de que trae resultados y una vez que esos resultados lleguen, la gente va a empezar a confiar. Es obvio que de momento la gente tenga aprensiones o dudas. Yo creo que lo tiene con la clase política en general.
Por cierto, no es la agenda que nosotros levantamos como prioritaria en nuestros tiempos universitarios. Eso es evidente. Ahora, cuando uno ejerce un cargo de representación, debe resolver los principales problemas que la ciudadanía fija como prioritarios. Eso no significa darse una vuelta de carnero, significa entender que si las condiciones cambian, tus reflexiones también tienen que cambiar y sobre todo tus acciones tienen que cambiar.
¿Cree que han cambiado la reflexión respecto de la violencia?
Por cierto, pero una cosa es la movilización social que se dio en octubre y otra el crimen organizado que están enfrentando los barrios. Son fenómenos completamente distintos, donde las policías cumplen roles distintos y donde la reflexión política que tenemos al respecto son completamente distintas. No es contradictorio ni se puede armar una especie de dilema entre la agenda de seguridad y el resguardo de los derechos humanos. Perfectamente se puede pretender fiscalizar y promover una policía que defienda irrestrictamente los derechos humanos y eso en ningún caso se contradice con tener una institución policial fortalecida que sea capaz de atacar el crimen organizado. Y Carabineros tampoco ve esa contradicción.
¿Hubo carabineros que cometieron excesos? Sí. ¿Pero eso los inhabilita para hoy jugar un rol fundamental de una construcción más justa? No.
Yo espero que muchas reflexiones individuales hayan cambiado con el curso de los hechos, porque hoy día muchos quizás han ganado experiencia en el cuerpo que les ha hecho ver cosas que antes no veían, hacerse preguntas que antes no se hacían, enfrentar realidades que antes no enfrentaban y, por lo mismo, cambiar las reflexiones. Evidentemente, la vida te va dotando de experiencias que van cambiando tus reflexiones. Enhorabuena. Me preocuparía a mí que fuéramos un sector político terco, pegado en las mismas ideas que teníamos cuando nos movilizábamos en la universidad y con la ingenuidad de creer que solamente con ese discurso basta para gobernar un país. Gobernar es un ejercicio mucho más complejo que marchar, que interpelar, que discursear desde el Parlamento. Bueno, creo que el aprendizaje fue bastante rápido e inmediato, y yo hoy veo a un gobierno que no está preocupado de interpelar o cuestionar a Carabineros, sino de cómo construir una mejor policía y cómo instalar un discurso transversal para entender que la seguridad es un problema país.
Tiene que ser posible tener carabineros que cumplan su labor de seguridad y respeten los derechos humanos. Pero cuando sus gobernantes desvalorizaron a la institución, hay una cuestión de consistencia.
Puede haber una dimensión de la sociedad que tenga legítimas dudas sobre un mensaje que se entrega hoy día dada su comparación con un mensaje que se entregó hace dos años. Legítimo. ¿En qué es lo que creo que nos tenemos que enfocar como sector político? En ajustar esa reflexión, ante esa acción, y en demostrar con hechos concretos que sí somos capaces de administrar la seguridad de un país mejor que como lo hace la receta del gobierno anterior. Tenemos que tener más valentía en defender nuestras ideas sobre cómo nosotros creemos que vamos a construir un país más seguro. Porque es peligroso cuando en esta competencia por el más duro, el más performático, vamos cayendo una escalada de declaraciones que tienen cero impacto y renunciamos a lo que nosotros creemos.
¿Le preocupa que el Presidente y el gobierno estén cayendo en eso?
Yo creo que tenemos que apegarnos más a nuestras convicciones de qué es lo adecuado para el país y menos a la pauta diaria que ponen los medios. Y eso no significa en ningún caso renunciar a la urgencia que tiene que avanzar de forma decidida en la agenda de seguridad, pero tampoco desconocer el 80% de las variables que tiene este problema, que es por qué hemos caído en ser un país cada vez más peligroso, cada vez menos cohesionado.
Debemos encaminarnos como modelo a ser un país en lo posible como Alemania, un Estado social y democrático de derecho, y no como El Salvador, que es un Estado fallido y militar. Y yo siento que hoy día las políticas que ahí se proponen sobre la mesa nos aproximan mucho más a ser un país como ese. Hay otro camino, que no es solamente de garrote, es de construcción de una sociedad más justa, más cohesionada, más participativa, con resguardo de sus instituciones democráticas, con policías más fortalecidas. Y eso no se va a hacer de un día para otro, no se va a hacer en los tiempos que los matinales demandan.
Como Frente Amplio tenemos que hacer una autocrítica grande de la relación que tuvimos con las policías en un momento, pero eso no puede significar dar un salto inmediato a caer en un Estado policial o militar totalmente acrítico de sus instituciones.
Es muy importante que seamos capaces de entender que la vida y que la discusión tiene matices, y así como nosotros no matizamos en el pasado y caímos en un profundo error, tampoco podemos caer en el error hoy día de no matizar en este movimiento pendular que estamos viviendo.
Alcalde, pasando a un tema más político, ¿cómo está viendo las relaciones en su coalición? ¿La gente entiende la diferencia entre RD y CS, por ejemplo?
Yo creo que no, y ojalá esas diferencias fueran indistinguibles en toda la coalición de gobierno. Hoy día nos debemos al proyecto que encabeza el Presidente Boric.
En el Parlamento, en algunas votaciones, por ejemplo en temas de seguridad, varios militantes del Frente Amplio, militantes del Partido Comunista, para qué decirlo, han votado en contra de lo que pretende el gobierno.
No es resorte mío lo que pasa en el Legislativo, pero yo esperaría hoy día que seamos capaces de actuar como conglomerado político. Y en lo posible creo que todos quienes somos parte de este proyecto tenemos que entender que más allá de nuestras legítimas diferencias, posturas que pueden compartirse en espacios privados que son necesarios, a la hora de la acción yo creo que tenemos que actuar coordinados, porque finalmente uno no se debe a sí mismo, uno se debe a un proyecto que es colectivo y hay que propiciar el funcionamiento del proyecto más que la instalación individual de uno.
En su partido, RD, se bajan bastante de los proyectos del gobierno en temas de seguridad. Las diputadas Maite Orsini y Erika Ñanco han votado contra el estado de excepción, por ejemplo.
Yo espero en mi partido que estemos completamente alineados con el proyecto del Presidente. Al menos es lo que yo hago.
Dentro de su sector había un juicio hacia una generación que lo antecedió, como dijo un ministro. ¿Cree también que había un proceso de reflexión en torno a lo que fue la Concertación?
Yo creo que me desmarco de esa generación que creía que todo lo que lo antecedió era horrible y que nosotros llegábamos con la verdad revelada a hacer todo bien. Es bastante ingenuo pensar en esos términos. No sé si alguien racional pueda pensarlo.
Sí creo que es justo poder analizar a la Concertación con sus luces y sombras, donde yo creo que fue un proyecto político bastante exitoso en gran parte de los objetivos que se puso y en el rol que tuvo que cumplir en el país, no exento también de ciertas irregularidades o situaciones que son criticables, así como también las estamos viviendo nosotros.
Evidentemente se cometieron un montón de juicios súper injustos con una generación política. Yo creo que el ejercicio del gobierno le está enseñando a muchos que hubo declaraciones en ciertos momentos de nuestras vidas que pueden haber sido injustas o desafortunadas, y otros juicios que eran legítimamente críticos y que estuvo bien, porque nos permitieron tomar distancia y repensar un montón de prácticas que no eran adecuadas. Era necesaria una renovación no solo de los representantes, de los dirigentes políticos, también de hacer o entender la política en un montón de sus dimensiones. Ahora, espero que en 20 años más haya un proyecto político que también cuestione de forma crítica cosas que nosotros estamos haciendo ahora.
Yo creo que el ejercicio del gobierno le está enseñando a muchos que hubo declaraciones en ciertos momentos de nuestras vidas que pueden haber sido injustas o desafortunadas”.
¿El ingreso del Socialismo Democrático ha sido importante en la forma como el gobierno aborda la agenda de seguridad?
En el ejercicio del gobierno en general. No podemos prescindir de la experiencia de cuadros progresistas, con experiencia, que entienden cómo funciona el Estado.
Creo que nosotros, como proyecto político, a la hora de asumir el gobierno, tuvimos cierta valentía o arrojo, pero al poco tiempo de gobierno nos dimos cuenta de que requeríamos de esa experiencia. Y yo creo que también el Socialismo Democrático por sí solo no podría estar gobernando el país. Requiere de una mirada más fresca, de nuevos cuadros, de renovación de los discursos.
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