La imponente Catedral de York, conocida popularmente como York Minster, una de las principales atracciones de la turística ciudad ubicada en el norte de Inglaterra, está rodeada de coloridos ramos de flores que diariamente depositan decenas de personas que llegan a este lugar a conmemorar la memoria de Isabel II. Desde que se anunció la muerte de la reina, el recinto religioso suspendió las visitas turísticas y mantiene sus puertas abiertas solamente para la realización de servicios religiosos, invitando a los visitantes a que oren, reflexionen, escriban sus condolencias y aprecien la exhibición fotográfica que recorre las visitas de la monarca y otros miembros de la familia real a York durante los últimos 70 años. Palabras como “gracias”, “respeto” y “servicio” se repiten entre los mensajes espontáneamente depositados en distintas dependencias de York Minster.
Sin embargo, la solemnidad que se experimenta al interior de la catedral contrasta con el ambiente turístico propio de York, que se puede percibir a apenas unos metros de distancia. Aunque los comercios han instalado fotografías y mensajes conmemorativos en memoria de la reina, y también anunciando que cerrarán sus puertas el 19 de septiembre para el funeral de la monarca, la ciudad continúa funcionando con aparente normalidad: las terrazas de cafés están repletas de personas que aprovechan los últimos rayos de sol del verano, los turistas continúan tomándose selfies en Shambles –una pintoresca calle asociada popularmente al callejón Diagon de la saga de Harry Potter–, y los pubs, a medida que fue transcurriendo la semana, reincorporaron la música al interior de sus locales. El fin de semana previo al funeral, grupos de amigos y familiares llegaron a York –como es habitual– para visitar esta ciudad que tradicionalmente se ha asociado con una posición pro-monárquica, donde el Brexit se impuso con poco más de un 58%, y donde más de 15.000 personas se congregaron en 2012 para recibir a Isabel II en el marco del Jubileo de Diamantes. Con todo esto, se percibe que los habitantes de esta ciudad han ido adaptando el duelo a su cotidianidad.
“Me puse muy triste cuando me enteré de la noticia. Obviamente, la reina era como una supermamá, como una superabuela. Pero tampoco me sorprendió que muriera, porque era una mujer mayor”, dice Katherine McCullough (39), vecina de York al ser consultada por La Tercera. Katherine cuenta que no ha podido participar en ninguna actividad conmemorativa, por lo que se ha preocupado de seguir las noticias cada noche a través de la televisión y de redes sociales como Instagram. Durante esta semana de duelo –en que a nivel nacional se han suspendido eventos como la Premier League, la Semana de la Moda de Londres y se ha anunciado la postergación de huelgas por parte de funcionarios de distintos gremios públicos– sus responsabilidades como trabajadora y madre se han mantenido imperturbables.
En tanto, Beverly O’Hara (48), hoy residente de la vecina ciudad de Leeds, pero quien vivió gran parte de su vida en York, se muestra crítica respecto de las expectativas puestas sobre los británicos y las emociones que estos deberían sentir tras la muerte de Isabel II. “Parece que se asume y se espera que todo el mundo sienta lo mismo”, comenta. Beverly se define como “no monárquica”, pero sostiene que al enterarse de la muerte de Isabel II también se sintió afectada por la noticia. Relata que durante su vida ha sido crítica de los privilegios de la familia real, pero que durante su adultez llegó a admirar el “estoicismo de Isabel II y su sentido del deber y el compromiso”. Sin embargo, pone en duda la espontaneidad de las demostraciones de dolor que se exhiben a través de la televisión y las redes sociales. “La gente sabe que hay cámaras por todas partes, y parece que están actuando. No me imagino que la mayoría de la gente se sienta tan conectada, al menos la gente de mi generación”, reflexiona, y califica la cobertura mediática como “surrealista”.
El futuro de la Corona
Lo cierto es que, pese a que los británicos han logrado mantener su cotidianidad durante esta semana de duelo, al interior de las familias y en los grupos de amigos la muerte de la reina ha despertado una serie de conversaciones y debates respecto del significado de Isabel II para sus vidas y el futuro de la Corona tras la llegada de Carlos III al trono.
Beverly, por ejemplo, comenta que durante esta semana ha podido percibir la “desconexión” de los adolescentes hacia la familia real británica, algo que la ha llevado a revivir recuerdos de su infancia y juventud, donde “la familia real era muy visible y parecía un hecho aceptado que todo el mundo amaba a la monarquía”. Sin embargo, cuenta que en las conversaciones que ha mantenido con su hija de 15 años ella abiertamente le ha expresado su desacuerdo con “el alboroto y los gastos” que la muerte de la reina ha provocado. “Creo que su generación tiene una sensación de desconexión; la monarquía es totalmente irrelevante para ellos”, se atreve a decir.
Holly Brunker (20) estudiante de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de York, reflexiona sobre este punto: “Sí, la muerte de la reina es un tema que ha surgido con la mayoría de mis amigos en los últimos días. Aunque hay un nivel de respeto por la importancia histórica de este momento, el reinado de Isabel II y su posición, siempre surge el mismo tema: ¿Es este el fin de la monarquía? ¿La institución tiene algún papel que desempeñar en la actualidad?”. En opinión de Holly, “la reina Isabel era la Corona y la institución era ella”, apuntando a que el liderazgo de Isabel II es lo que explica que la Corona se haya mantenido durante los últimos 70 años. Pero con el fallecimiento de la monarca, la estudiante cree que la capacidad de la Corona para seguir adelante no puede ignorar temas que ella califica como “muy importantes” sobre su pasado, como por ejemplo sus raíces coloniales.
En dichas conversaciones más íntimas que han surgido respecto del futuro de la monarquía, las diferencias generacionales también se hacen evidentes. Mientras Beverly expresa que está de acuerdo “con la idea de un monarca como figura”, pero manifiesta su desacuerdo en que sigan siendo venerados “de la forma en que lo son actualmente”, Holly sostiene que la institución de la Corona, como se conoce hoy en día, “no debería seguir existiendo en la actualidad”.
Las expectativas sobre Carlos III
Las entrevistadas coinciden en que otro tema de conversación recurrente es la figura del hoy rey Carlos III y el impacto que generará su ascenso al trono tanto para Reino Unido como para la vida de sus habitantes.
Katherine explica que durante esta semana ha reflexionado sobre la posición internacional cultivada por Isabel II, que ha quedado de manifiesto con las muestras de pesar y también de solidaridad expresadas desde distintos rincones del mundo. “He estado sorprendida por las reacciones de afecto y de respeto hacia la reina desde los otros países. Lo esperaba de la gente de Reino Unido, pero no lo esperaba de los otros países del mundo”, explica. Si Carlos III compartirá o no dicha posición internacional, Katherine agrega que “solo el tiempo lo dirá”.
Así, la incertidumbre sobre el desempeño del nuevo rey es un tema latente en Reino Unido. Sobre esto, Holly sostiene que la partida de Isabel II se siente “como un cambio monumental en la historia británica”. La estudiante de Política dice que en su entorno existe “un sentimiento adicional que describiría como pesadez” que emerge no solamente por el luto de una figura clave de la sociedad, sino también de ver “cómo lo que muchos británicos han conocido se convierte en historia delante de nosotros”. Este sentimiento contrasta con las expectativas de los más jóvenes, como ella, de que este momento histórico representa una oportunidad para realizar cambios.
Durante estos días las entrevistadas se preguntan si durante la era de Carlos III se introducirán transformaciones, por ejemplo, que apunten a una reducción de los gastos de la familia real y del funcionamiento de la Corona, uno de los aspectos que frecuentemente son cuestionados por los británicos. Para Katherine, las últimas noticias relativas al funcionamiento de Clarence House -la que era la residencia oficial del hoy rey Carlos-, que apuntan a una eventual reducción de gastos en el corto plazo, podrían significar una señal positiva de que el nuevo monarca pretende avanzar en esa línea. Beverly, en tanto, se muestra un tanto escéptica respecto de este punto. A ella, en lo particular, le interesaría que los gastos de la familia real disminuyeran y así costarán “menos al contribuyente”. Sin embargo, sostiene que “no creo que esto ocurra durante mi vida”.
Consultada si participará en actividades que conmemoren la memoria de Isabel II, Beverly dice que “no tiene la intención de hacerlo”. Katherine, en tanto, comparte su interés de seguir la transmisión en vivo del funeral, pero dependerá de si ese día deberá estar al cuidado de los niños. En caso de que eso ocurra, pretende ver la repetición en la noche, cuando sus hijos estén durmiendo. En el caso de Holly, asegura que definitivamente “veré el funeral de Estado, ya que es la historia que se desarrolla ante nuestros ojos”.