Cuando tenía 24 años, Luz Saavedra fue enviada a su primera misión por la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF). “Yo voy donde ustedes me digan”, le dijo la entonces cientista política chilena a un equipo del organismo internacional en 2000, después de colaborar durante años en diversas tareas internas. El destino fue Somalia, que en ese momento llevaba más de una década sumergida en una sangrienta guerra civil. “Cuando la situación en terreno se ponía peligrosa, muchas veces teníamos que evacuar por protocolos de seguridad. Nos pasábamos saliendo hacia Kenia. Algunos compañeros me han dicho que cuando recién llegué pensaron: ‘Esta niñita no va a durar ni cinco minutos’, pero seguí adelante y desde ahí me he enfocado en el conflicto armado”, cuenta la propia Saavedra en conversación con La Tercera desde Beirut, ciudad donde se asentó en 2017 y que fue azotada en agosto pasado por una explosión en el puerto que dejó más de 200 fallecidos, seis mil heridos, cientos de desaparecidos y media urbe destruida por el impacto de las 2.750 toneladas de nitrato de amonio.
“¿Me escuchas bien? No hay muy buena señal y a veces se cortan las llamadas”, responde Saavedra, graduada de la Universidad Autónoma de Barcelona y cuyo acento chileno se cuela en ciertas palabras en la conexión telefónica a más de 13 mil kilómetros de su país natal. Los últimos días en la capital libanesa han estado marcados por tormentas y los equipos de MSF han estados atareados ante la emergencia ocasionada por el mal tiempo. Según la BBC, al menos 300 mil personas han quedado sin hogar o con daños estructurales graves.
La última vez que Luz estuvo en Chile fue en 2015. A pesar de haber nacido en Santiago, cuando tenía 11 años su familia se trasladó a España, ya que tenían doble nacionalidad por su abuelo paterno vasco. Instalados en Europa, su madre, Alma Saavedra, comenzó a trabajar en Médicos Sin Fronteras (MSF), en la oficina en Bilbao, País Vasco, y solía llegar a casa con una serie de documentos de la organización fundada en 1971 en Francia. Las conversaciones familiares siempre estuvieron marcadas por los conceptos de solidaridad y conciencia social. Así, cuando Luz cumplió 15 años, comenzó a poner interés en los papeles que le mostraba su madre y que en ese momento retrataban las consecuencias de la guerra civil de Angola y la crítica situación que vivían algunas poblaciones del mundo.
Desde ese momento comenzó a colaborar con MSF enviando cartas a los socios y en distintas iniciativas de la sociedad civil que luego se convirtieron en misiones humanitarias que la han llevado a recorrer, además de Somalia (2000-2001), Palestina (2002-2004 y 2006-2007), República Democrática del Congo (2004-2005), Sudán (2005-2006), Colombia (2006), Nepal (2008-2009), Haití (2010 y 2020), además de múltiples viajes a Chad, Senegal, Burkina Faso, Etiopía, Siria y Jordania (2010-2014), la República Centroafricana (2014), Londres, con viajes a Líbano y Nepal (2014-2016), y desde 2017 en Medio Oriente. Por eso, hoy vive en Beirut.
“He pasado situaciones extremas de inseguridad en que, sin duda, he estado muy asustada, pero lo que más me ha impactado en mi carrera fue tener que decirle a una refugiada siria que estaba con su bebé en brazos que no entraba en los criterios de admisión y que no la podíamos ayudar, porque por más que queramos, no alcanzamos a ayudar a todos”, rememora.
La experiencia en terreno la ha llevado a entender que por distintas que sean las guerras entre sí, hay factores comunes al final del día, como, por ejemplo, que los más afectados suelen ser mujeres, niños y la población más pobre. “Ha sido común en mi carrera ver a poblaciones y comunidades que llevan tanto tiempo peleándose por la supervivencia, que uno con otra visión dice cómo no se revolucionan, pero como decimos en Chile, ‘no da el cuero’ cuando estás constantemente luchando por vivir”.
Al estar frente a frente en tragedias sociales y precariedades sanitarias, el primer mensaje que Luz entrega a sus equipos es “la gente nunca se olvida de cómo uno lo trata”, por eso, “aunque estemos colapsados siempre hay que mirarlos a los ojos, tratarlos bien y ponerse en su situación. Aunque no lo puedas atender, a veces llegan tarde porque viven a cientos de kilómetros, uno de los hijos muere en el camino y aún así siempre te dan las gracias porque tú estás ahí, intentando hacer algo por ellos”.
Para Luz Saavedra, el idioma no ha sido un impedimento para conectar con las personas. En pocas ocasiones ha podido utilizar el español, como ocurrió durante su paso por Colombia, en Caquetá, en 2006 y en sus esporádicas visitas en los últimos años. Además, habla inglés, francés y un poco de ‘portuñol’ (mezcla de portugués y español), pero en muchos de los destinos trabajan con intérpretes. “Al final uno igual termina chapurreando de todo. Eso sí, cada vez que llego a un lugar aprendo a decir ‘buenos días, hola, gracias y por favor’ en el idioma local, porque la gente lo aprecia mucho. Hace tres semanas estuve en Mozambique, y como no soy muy tímida hablaba y los hacía reír”, recuerda la chilena, que en paralelo a la entrevista responde en inglés algunas dudas de su equipo.
Mistral, Neruda y Zamorano
Según Médicos Sin Fronteras, actualmente hay una decena de chilenos que colaboran en alguna de las cinco sedes mundiales de la organización, que ha logrado trabajar en los rincones más recónditos del globo gracias a donaciones de seis millones de personas y entidades internacionales. A pesar de esto, los recursos no son suficientes.
“Me he encontrado varias veces con chilenas. Tengo una muy buena amiga psicóloga con la que trabajamos en Darfur, Sudán, y otra, que es arquitecta, con la que estoy ahora en Líbano”, cuenta.
Sin embargo, por ser mujer y latina ha tenido sus “problemas”, especialmente en las culturas de Medio Oriente. “En algunos lugares me miraban como la ‘blanca’, pero cuando digo que soy de Chile siempre conocen algo que rompe con los estereotipos, lo que me parece fantástico”, dice. De esta manera, a lo largo de su carrera -que este año cumplió 20 años desde su primer contrato con MSF- ha tenido situaciones muy particulares por sus orígenes.
“No me podía explicar que en medio de la República Democrática del Congo una farmacéutica me dijera: ‘Ustedes tienen a Gabriela Mistral, la primera mujer que ganó el Nobel de Literatura. En Somalia me hablaron de Pablo Neruda y siempre tengo que saber cuáles son los principales jugadores de fútbol, en su época era (Iván) Zamorano y desde ahí comienza la conversación”, ríe Luz.
Pero esto no es lo único que resuena en el extranjero sobre Chile. Le pasó en Haití, donde ha estado dos veces, una después del terremoto del 12 de enero de 2010, de 7° en la escala de Richter y que dejó más de 300 mil fallecidos, 350 mil heridos y más de 1,5 millones de personas sin hogar según datos oficiales del gobierno haitiano, y la segunda vez este año, como jefa de misión país durante tres meses. “Los haitianos me hablaban de los temblores en Chile o que tenían algunos familiares. También me pasó en Palestina, donde muchos saben que en Chile hay una comunidad grande de palestinos y lo primero que me preguntan es si les puedo conseguir camisetas del Club Deportivo Palestino, así que creo que la próxima vez que vaya a Chile voy a tener que buscar algunas”, dice.
Los múltiples viajes que han llevado a esta chilena a recorrer el mundo revelan que por muy diversas que sean las culturas, “compartimos algo muy simple y es que todo el mundo tiene derecho a vivir con dignidad, y eso implica una salud de calidad. Uno se cansa de ver tanta injusticia y desigualdad permanente, y que no cambia”.
Justamente por esto, entre cada misión los trabajadores de MSF realizan pausas. “Dónde está mi hogar es una pregunta interesante”, responde Saavedra, y añade: “Tengo cajas de libros por todas partes, mi marido, Dom Hunt, es británico, entonces tenemos cosas en Chile, Inglaterra, España y ahora en Líbano. Mi casa es un poco mi patria interior. Dibujo, leo, hago yoga y cocino, porque son cosas que aunque esté en medio de la nada puedo realizar”.
Ayuda en pandemia
A la crítica situación que viven los países desolados por la guerra, la hambruna, los desastres naturales y enfermedades infecciosas, este año se sumó la pandemia del Covid-19. Por esto, los equipos humanitarios han tenido que adaptarse a nuevas formas de trabajar, con menos funcionarios, ya que no pueden suspender sus labores.
“Tuvimos que empezar a evitar los grandes grupos y a escuchar más a las comunidades, porque muchas veces se dejan guiar por información errónea. Hay toda una clase de mitos respecto del coronavirus. No solo en Haití, sino en otros países. Las personas le tienen miedo a la vacuna o creen en informaciones falsas”, advierte.
Con cinco horas de diferencia horaria entre Santiago y Beirut, Luz sostiene que tras la explosión en Líbano, al país le “llueve sobre mojado”, ya que los ciudadanos ya vivían una situación social, económica y política difícil por un fenómeno de hiperinflación y devaluación de la moneda. Ante las diversas problemáticas mundiales, Luz hace el llamado a involucrarse, debido a que millones de personas no tienen acceso a médicos, medicamentos o tratamientos, por lo que sugiere informarse, elegir una causa, donar ayudas, promover organizaciones o ser voluntarios. “Hay una motivación fuerte para seguir adelante. Tenemos mucho trabajo y lamentablemente, como está el panorama, no es que vaya a cambiar, al contrario”, concluye.