Corté por lo sano: no hablé más de política con mi familia, mis amigos ni en el trabajo. Cada vez que empezaba una conversación, alguien se alteraba”, explica el diseñador gráfico Jorge P. (27 años) al recordar cómo sus almuerzos familiares o reuniones sociales comenzaban lentamente a cambiar de tono a medida que la política se instalaba como eje de la conversación. “Cuando explicaba por qué quería votar por Kast, todos comenzaban a ponerse tensos y trataban de convencerme para que cambiara mi voto. Era agotador”, recuerda.
El caso de Jorge no es único. En la vereda política opuesta, Constanza R. (26), de profesión ingeniera civil industrial, vivía una situación similar. En cada conversación donde el proceso eleccionario aparecía “terminaba peleada con mis papás en los almuerzos por defender mi voto por Boric. Y en el trabajo la cosa era peor, porque mis compañeros me decían que era ‘irresponsable’ por apoyar a Gabriel (Boric). Yo no milito ni tengo cercanía con los partidos políticos, pero me decían ‘comunista’ por tener esa opción”, cuenta.
La polarización que ha generado la campaña presidencial durante la primera y segunda vuelta, y que ha sido amplificada por las redes sociales, abrió una serie de interrogantes entre académicos y expertos electorales que buscan identificar cuáles son los determinantes que acrecientan este fenómeno. En medio de esa búsqueda, un factor analizado correspondió al actual sistema de votación que rige en Chile desde 2012: el voto voluntario e inscripción automática.
Impacto en el centro
Vigente desde el 31 de enero de 2012, el voto voluntario e inscripción automática surgieron como una respuesta a la baja participación electoral, frente a una menor inscripción de votantes que, bajo la antigua normativa de voto obligatorio e inscripción voluntaria, evitaba sumarse a los registros electorales para no estar sujetos a multas en caso de no asistir a los locales de votación.
Tras el cambio en el sistema, y salvo casos excepcionales, como el Plebiscito de 2020, que convocó al 50,9% del padrón habilitado para votar, la baja asistencia a las urnas ha sido uno de los principales problemas asociados a la modalidad voluntaria de votación. Un hecho que, pese a las malas cifras, destacan algunos expertos, ha servido para perfilar a este universo de votantes que se caracterizan por estar más informados respecto de sus candidatos y cuentan con una mayor convicción a la hora de ingresar a la cámara secreta para marcar su preferencia en la papeleta.
Aunque no existe consenso entre los expertos, las hipótesis en torno a este argumento enfrenta posturas entre quienes trabajan en el área de análisis políticos. Incluso algunos, como el investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad Pablo Ortúzar, ha planteado que “el voto voluntario favorece la lógica de la barra brava y la política del espectáculo”.
Para René Jara, académico de la Universidad de Santiago (Usach) y doctor en Ciencia Política, “una de las hipótesis que existe es que es posible que el voto obligatorio tendería a despolarizar o a desideologizar mucho más la votación. Eso es factible de pensar, siempre y cuando el sistema de incentivos o desincentivos para la votación esté claramente establecido”.
Sobre este punto, Jara sostiene que implementar nuevos sistemas de votación en el país, como el voto postal anticipado, como ocurre hoy en Estados Unidos, ayudaría a reducir la polarización al permitir a los grupos de centro sufragar lejos de los grupos polarizados.
En sus palabras, “esos votantes que sufragan anticipadamente no son necesariamente los más ideologizados. Entonces, cuando uno les facilita el voto a las personas, se tiende a favorecer al votante moderado, los que no están necesariamente ideologizados”.
En la última elección presidencial del pasado 21 de noviembre, un total de 7,1 millones de personas asistieron a votar, es decir, un 47,3% del padrón electoral habilitado para marcar su preferencia. Esta baja participación podría replicarse en la contienda electoral que enfrenta al candidato del pacto Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, y el aspirante a La Moneda del Frente Social Cristiano, José Antonio Kast.
Para Loreto Cox, académica de la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica y doctora en Ciencias Políticas del MIT, la polarización que marca la elección presidencial con dos candidatos que se posicionan en polos opuestos impacta e inhibe la participación de votantes con preferencias de centro, lo que afectaría los niveles de participación.
“Se ha observado en algunos estudios, por ejemplo, uno realizado en Perú, que cuando se le permite a la gente no votar con más facilidad, que es lo que hoy hace el voluntario, quienes se restan corresponden a personas más de centro. En ese sentido, sí podría haber alguna relación de que el voto voluntario tienda a sacar del electorado a votantes más bien moderados”, explica.
Según la académica, un sector altamente polarizado en Chile es el de mayores ingresos económicos. “Las élites están muy polarizadas, se nota muy fuerte que hay bastante tendencia hacia posiciones ideológicas más extremas dentro de las élites en general. Y creo que -y esto me parece preocupante- todo esto ha ido de la mano de lo que se conoce como ‘polarización afectiva’. Esto es un rechazo directo hacia las personas que apoyan otras posiciones, no tanto un distanciamiento de las ideas, sino un distanciamiento de las personas. Eso está creciendo en el electorado”.
Patricio Gajardo es analista político e historiador de la Universidad Católica. A su juicio, la división social que generan ambos candidatos surgirían principalmente debido a lo radical de sus posturas y no a causa del sistema de votación voluntario. “Si Gabriel Boric no estuviera como un presidenciable de extremo viable, José Antonio Kast tampoco lo estaría, serían otros los candidatos. Pero cómo se da la situación de polarización a partir de un contexto determinado, eso es lo que termina incidiendo. Ahora, lo relevante es saber cuántas personas van a participar en este contexto polarizado, eso es interesante evaluarlo a partir de la voluntariedad del voto”, dice Gajardo.
Según el experto, “la polarización, particularmente luego de que los dos candidatos que llegaron a la segunda vuelta presidencial son de postura extrema, o absolutamente divergentes, eso puede hacer que el votante más polarizado o aquel con más temor, que decida participar, sea un votante también más extremo”.
Un sistema en la mira
El pasado 21 de noviembre, el actual diputado independiente -y actual senador electo por Magallanes- Karim Bianchi se transformó en la primera mayoría nacional al concentrar el 48% de las preferencias. La tarea no fue sencilla, dice Bianchi, porque el sistema de “voto voluntario fue un retroceso”.
A las dificultades que afrontó para convocar a sus adherentes a las urnas, se sumó la marcada división social que existe en torno al proceso eleccionario presidencial. Un hecho que, a juicio del legislador, se ve agudizado por la baja participación electoral que se mantiene en los últimos años.
“En la medida en que vota menos gente, eso hace que la elección sea más manejable, porque terminan votando personas que, de una u otra manera, son incumbentes en el proceso, ya sea porque son militantes o porque tienen un interés en el proceso. Entonces, a mí me interesa que este proceso de votación sea paritario, con personas que tienen interés ciudadano y quienes tienen interés político. Pero si las personas no votan, terminan decidiendo las cúpulas de los partidos”, advierte.
Respecto de la votación presidencial de este fin de semana, el legislador independiente asegura que “en una votación donde sólo hay dos candidatos en segunda vuelta se tiende a polarizar mucho más”.
El interés legislativo por aumentar la participación electoral y disminuir la percepción de una menor legitimidad de las autoridades llevó a que el 22 de enero de 2020 ingresara un proyecto de ley para restablecer la obligatoriedad del sufragio en elecciones populares, el mismo mecanismo que será implementado en 2022, cuando se realice la votación del Plebiscito Ratificatorio -o de salida- donde se aprobará o rechazará la nueva Carta Magna redactada por la Convención. Esta votación se “realizará al menos 60 días después de la entrega de la propuesta de la Convención Constitucional”, detalla el portal gubernamental Chile Atiende.
Hoy, el proyecto de voto obligatorio para toda elección popular se encuentra en revisión en el Senado, en su segundo trámite constitucional, informa el sitio web de la Cámara Alta.
La senadora Luz Ebensperger (UDI) es una de las legisladoras que han participado de las votaciones vinculadas a este proyecto. “Lo revisamos en general y ahora hay que verlo en particular. En su votación en general, voté en contra, porque el proyecto tal como llegó desde la Cámara de Diputados tiene voto obligatorio con inscripción obligatoria. Y no estoy de acuerdo. Tienes que dejar un grado de libertad a las personas. A mí me parece que el mejor de los sistemas es el que teníamos originalmente, cuando era voto obligatorio, pero con inscripción voluntaria”, dice la legisladora gremialista.
Según Ebensperger, la polarización que afloró en esta elección presidencial no se soluciona cambiando el sistema de sufragio por un “voto obligatorio. Hoy, los políticos estamos mal evaluados y, más encima, si conviertes el voto una vez más en obligatorio y eso significa que los políticos van a tener más plata al haber un financiamiento público, creo que eso en vez de mejorar la visión de la ciudadanía hacia los políticos, no es la forma. Se tiene que mejorar el trabajo de los políticos, con mayor trabajo territorial y llegando con mejor y más información para la gente”.
Desde la puesta en marcha del actual sistema de votación voluntario, distintas figuras políticas que apoyaron e impulsaron esta medida hoy le restan valor e, incluso, abogan por el retorno del sufragio obligatorio. Entre ellos se encuentran los expresidentes de la ex Concertación Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. “Cuando apoyé el voto voluntario fue porque estaba segura de que los chilenos teníamos un espíritu cívico más alto (...). Me equivoqué”, reconoció Bachelet en 2015, cuestión que mantiene hasta hoy.