El 16 de abril de 2016 un nuevo grupo armado se hizo visible en la Macrozona Sur. Se identificaban como Weichan Auka Mapu (WAM), un concepto que en mapudungún significa “Lucha del territorio rebelde”. A través de un comunicado difundido en internet, se describieron de esta forma: “Somos una expresión de alianza orgánica, con principios e ideales apegados al pensamiento y práctica que ejercieron nuestros antepasados en su proceso de convivencia, como también en una estrategia de resistencia digna frente al enemigo usurpador y opresor”. El mismo manifiesto identificaba como sus objetivos a la maquinaria forestal y agrícola, como también las casas patronales y “toda infraestructura destinada a saquear y explotar nuestro wallmapu”.
En algunos párrafos más adelante, en ese mismo comunicado, la WAM también situaba como enemiga a la Iglesia Católica:
“Esta religión provocó grandes desequilibrios espirituales y emocionales en nuestra sociedad, incluso desmembrándonos culturalmente, ya que nuestras autoridades espirituales tales como las (os) machi fueron tildadas de hechiceras, llegando en muchos casos a asesinarlas”.
En la publicación, la Weichan Auka Mapu se adjudicó 38 atentados. Cuatro en 2013, siete en 2014, 11 en 2015 y 16 ese año. Su área de acción suele concentrarse en las provincias de Arauco (en los alrededores de Tirúa), Cautín (Carahue, Nueva Imperial, Freire) y Malleco (especialmente Lumaco), con víctimas tan disímiles como las Forestales Mininco o Arauco, capillas católicas y evangélicas o predios de familias dedicadas a la industria agrícola.
Fuentes de inteligencia explican el surgimiento de la WAM a partir de un quiebre con su matriz, la Coordinadora Arauco Malleco (CAM) y su líder, Héctor Llaitul.
“La razón por la que se escinden son las diferencias de poder, de objetivos políticos y lucrativos con él. Eso provocó la pelea”, dice un personero del gobierno anterior que estudió a la WAM.
Esos diferentes objetivos se veían en que, por ejemplo, la WAM estaba dispuesta a atacar parroquias y colegios. Algo que la CAM, que comenzó a operar a finales de los 90, no hacía: esta orgánica se enfocaba en sabotajes a forestales, grandes predios agrícolas y a la quema de camiones madereros.
Andrés Jouannet, diputado independiente por La Araucanía y exintendente de esa región, también observa esas diferencias.
“La CAM, si bien ha estado vinculada a varios hechos delictivos, actos de tipo terrorista, tiene un brazo político que ha conversado en algún minuto con representantes del Estado: como alcaldes, miembros del gobierno. Pero la WAM, no”.
Por lo mismo, más allá de que tengan enemigos en común, ambas agrupaciones no mantienen relaciones, indican quienes han estudiado sus estructuras. Con quiénes sí habría vasos comunicantes, en cambio, sería con la Resistencia Mapuche Lafkenche (RML): otra organización paramilitar con exmiembros de la CAM entre sus filas.
“De las siete orgánicas que hay en la zona, la RML y la WAM son las más agresivas”, explica un funcionario de inteligencia del gobierno anterior.
Miguel Hernández, intendente de La Araucanía durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet, sostiene que la pobreza de la región, además de la insuficiente política de restitución de tierras a comunidades mapuches, acentuaron la aparición de grupos como este:
“Era natural que se viera una radicalización de sectores mapuches, que fundamentalmente están liderados por personas que tuvieron acceso a educación y acceso también a contactos con organizaciones de esas mismas características en el resto del mundo. Esto era la crónica anunciada: al no haber respuesta de los chilenos ni del Estado, obviamente se radicalizó y llegamos hoy a esta situación”.
Su siguiente gran despliegue comunicacional fue el 4 de noviembre de 2021. Ese día, cuando Sebastián Piñera ya había decretado el estado de emergencia en la Macrozona Sur, la WAM publicó un video en donde se aprecia a unas 40 personas, encapuchadas y con tenida de combate, exhibiendo armas de grueso calibre, mientras una voz distorsionada leía lo siguiente: “Instamos a esta nueva fuerza policial y militar, perros guardianes de los ricos, a hacer abandono de nuestro territorio, porque serán derrotados por la fuerza del pueblo mapuche en armas”.
El mensaje apareció semanas después de su último atentado. El 25 de octubre anterior habían quemado unas 10 viviendas y otros tantos vehículos en el campamento forestal del fundo Casa Blanca de Carahue. Según testigos, el hecho habría sido llevado a cabo por una treintena de encapuchados armados.
“Su definición de reivindicación pasa por el territorio. Ellos plantean una autonomía completa respecto de un territorio mapuche y por eso actúan violentamente”, asegura el diputado Jouannet, quien agrega algo más.
“Además de estar en lo terrorista desde lo ideológico, están vinculados al narcotráfico y al robo de madera”.
Violencia sin rostro
Hay otro factor que diferencia a la WAM de la CAM, admiten fuentes de inteligencia. Y esa es la edad. La WAM tendría un perfil mayoritariamente sub 40, con adherentes que, además de tener vínculos con comunidades, tienen formación universitaria. En la CAM, en cambio, se verían cuadros de mayores y bajo una lógica más vertical. Es sabido, por ejemplo, que Héctor Llaitul les pide a sus miembros que no consuman alcohol y usen el pelo corto.
Esa figura central tampoco es reconocible en la WAM. De los 84 miembros que personal policial ha identificado, ninguno opera como una cara reconocible. A pesar de eso, sí habría ciertos liderazgos. Un nombre que se suele repetir es el de Fidel Tranamil, un machi de una comunidad de Padre Las Casas, de 32 años. Es el mayor de los cuatro hijos de un fallecido dirigente mapuche y, según una entrevista publicada en El Desconcierto en 2017, fue criado por su abuelo, Bartolo Tranamil. En ese mismo artículo explicaba que, desde muy joven, se puso al servicio de su causa. “Ahora nos toca a nosotros pelear. Ahora somos muchos con la decisión de que esta lucha tendrá sus efectos en mucho tiempo más”, dijo en esa oportunidad.
Sus primeras detenciones se produjeron en el contexto de recuperaciones de terreno y, en 2018, fue uno de los absueltos del caso Huracán.
Su hermano menor, Luis (31), también es sindicado como parte de la WAM. Él, desde el 10 de marzo de 2021, está en prisión preventiva. Se le imputa el homicidio del cabo de Carabineros Eugenio Naín, ocurrido el 30 de octubre de 2020. Otros nombres que se suelen asociar son los de Luis Tralcal Quidel (46), condenado a 18 años de cárcel por el homicidio del matrimonio Luchsinger Mackay, perpetrad en enero de 2013. Sin embargo, Carlos Tenorio, abogado de la familia Luchsinger, mira esta asociación con distancia.
“No tengo certeza de que Tralcal Quidel haya pertenecido a la WAM, al menos a la fecha en que ocurrió el atentado. Sin embargo, con posterioridad, otros atentados a otros miembros de la familia sí han sido reivindicados por la WAM”.
Emilio Berkhoff, sorprendido con más de 800 kilos de pasta base, también figura en varias listas con identidades de posibles líderes de la WAM, lo mismo que el exsacerdote jesuita Luis García Huidobro y dos otros ex CAM, como Óscar Ancatripay y Marco Millanao. Ninguno de los anteriormente mencionados se reconoce públicamente como un miembro de la WAM.
De hecho, en su última aparición pública, Fidel Tranamil hizo una vocería como hermano de unos de los autodenominados “presos políticos mapuches” y no como líder de la WAM. Fue durante un acto afuera de la cárcel de Temuco, el 19 de mayo pasado, donde también estuvo Héctor Llaitul. Ahí el machi entregó un mensaje a la administración de Gabriel Boric y dijo: “Lo que pasó hoy con el estado de excepción, de que el gobierno haya cedido de alguna forma a la presión política, a la presión económica, al capital dentro de la zona, yo creo que no daría pie para que nos sentemos a conversar con el gobierno o se siente algún sector a conversar con el gobierno, porque, vuelvo a decirlo, con fusiles manchados de sangre nosotros no vamos a conversar”.
Células inorgánicas
En un principio, al menos, la WAM decía tener ciertos códigos.
“Nuestro accionar no estará dirigido a eliminar personas, ya sea trabajadores, usurpadores o aparatos represivos del Estado chileno interviniente en la confrontación, no obstante, nos defenderemos frente a cualquier agresión contra nuestras reducciones y nuestros weichafe en acción de sabotaje”, se leía en su manifiesto de 2016.
Sin embargo, fuentes de inteligencia están seguros de que no cumplieron esa promesa:
“La WAM está vinculada a asesinatos directos, puros y duros”.
En esa lista no sólo enumeran el homicidio del cabo Naín, sino que también el del comunero Manuel Huenupil Antileo, el reciente 5 de mayo, entre Tirúa y Carahue, y posiblemente el de Segundo Catril Neculqueo, en Lumaco. Aunque estas, actualmente, son sólo una de las posibles líneas investigativas para la fiscalía en ambos casos.
Para entender estas tesis antes habría que explicar que organizaciones como la WAM, según un funcionario de Interior del gobierno anterior, no verían con buenos ojos que trabajadores mapuches presten servicios a empresas madereras.
“En palabras de ellos, eso los convierte en guardaespaldas de las forestales. Entonces son vendidos, son yanaconas”, explica la misma fuente. Eso daría pie a estos ataques que son llevados a cabo por células que pueden estar compuestas por cinco o 30 encapuchados. Esa estructura tan inorgánica es lo que, a juicio de expertos, hace tan difícil desarticular a orgánicas como la WAM.
“Para lograrlo -dice uno de ellos- no hay que disparar a la bandada, sino que a objetivos estratégicos. Y esos tiene que ser estas 84 personas. No funciona si sólo se persigue a los líderes. Con la WAM, eso no hace que caiga la orgánica”.