Ese 24 de enero de 2018 fue un día que Víctor Navarro nunca olvidará. Fue la jornada en que, sin orden de captura ni de allanamiento, fuerzas de seguridad irrumpieron en su hogar y lo encarcelaron en el centro más temido por los disidentes de Nicolás Maduro. “Me llevaron a El Helicoide, el centro de tortura más grande de América Latina”, dijo a La Tercera.
No era un centro de detención cualquiera. En este, según numerosos testimonios e informes independientes, se torturaba a los presos políticos. Navarro, periodista y activista de derechos humanos, fue uno de los moradores de la temida prisión venezolana.
Al igual que con otros testimonios, su ingreso a la cárcel estuvo marcado por la amenaza no solo contra él, sino también por la tortura psicológica contra su familia.
“Yo tenía una ONG en la que trabajaba por jóvenes en situación de calle y el gobierno de Venezuela dijo que había creado una célula terrorista financiada por EE.UU. y por eso me detuvo. Lo hicieron sin una orden de captura ni de allanamiento. Estuve varios días desaparecido, tiempo en el que le decían a mi mamá que me buscase en la morgue”, explicó el periodista.
“Yo fui torturado y vi cómo torturaron a otros. Si tuviese que dar una definición, sería que se trata del centro de tortura donde se cometen las peores atrocidades que el régimen de Maduro y Diosdado Cabello cometen dentro del país”, continuó.
En las frías paredes de lo que alguna vez se planeó que fuera un centro comercial de última generación, Navarro entendió que la administración chavista no distinguía por estrato social o profesión: “El régimen, por el simple hecho del que tú piensas distinto, va a detenerte”.
Allí recaían líderes estudiantiles, bailarinas, menores de edad, personas de la tercera edad, estudiantes, defensores de derechos humanos, activistas políticos, diputados, abogados y empresarios. “Es un lugar donde torturan a las personas por pensar distinto”, recalcó.
“Mi tiempo en la prisión me ha cambiado la vida, porque además de que eres torturado, eres aislado, no te dan visita, no te dan un permiso para ver el sol ni te permiten un abogado. Tu vida cambia completamente, y no solo se trata de estar en un espacio oscuro con las paredes llenas de moho, donde tienes sarna y estás en condiciones precarias, sino que el aislamiento es tortuoso”, relató.
Hoy libre, Navarro es director ejecutivo de Voces de la Memoria y del Proyecto Realidad Helicoide, encargada de recordar lo que ha ocurrido en el lugar. Estar allí “fue un proceso humillante”, donde “vulneran hasta lo más íntimo de tu ser y, adicional a ello, sientes que en todo momento te están torturando psicológicamente para dañarte la vida”.
Dos exfuncionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), organismo que dirige la prisión, dijeron a BBC que usaban “una batería con dos cables” y se los ponían “en los testículos, en la garganta... en cualquier parte”, confesaron a la cadena británica.
Originalmente pensada para ser un centro comercial de lujo, su forma rememora a un caracol inmenso con una cúpula redonda. Pero, en contraste, esos mismos largos pasillos alojaban condiciones de prisión duramente criticadas por el Informe de Verificación de Hechos de la entonces alta comisionada de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Michelle Bachelet, así como por la Comisión Interamericana de DD.HH.
No son los únicos entes que han validado las denuncias. Organizaciones como Amnistía Internacional, la Organización de los Estados Americanos, Human Rights Watch, Una Ventana a la Libertad y Foro Penal, entre otras, han acusado múltiples violaciones a los derechos humanos en el lugar.
Según Martha Tineo, abogada especialista en DD.HH. de la Universidad Central de Venezuela (UCV), “por lo menos en la última década ha sido una de las cárceles que ha recibido a la mayor cantidad de presos por razones de conciencia o presos políticos en Venezuela”.
La experta señaló a este periódico que la fama de la prisión se debe a que “por ahí han pasado miles y miles de venezolanos en la última década. Son ellos quienes pudieron dar testimonio de los horrores que se vivían en ese sitio”.
De futuro a represión
Su arquitectura vanguardista prometía ser un faro del avance económico no solo para Caracas, sino para toda Venezuela. El edificio, instalado en el centro de la capital, fue destacado por figuras como Salvador Dalí y por Pablo Neruda como una “creación exquisita”.
Ideado por el arquitecto venezolano Jorge Romero Gutiérrez, requirió de 12.000 planos para abarcar lo que luego serían 60.000 m2 de construcción en medio de la capital. Su inmensidad fue concebible debido a los millones de dólares que empezaron a ingresar a Venezuela en la década del 50, fecha en que se inició la edificación.
Pero la fluctuante situación política y económica de los años siguientes en el país no permitieron su apertura. Es más, las puertas no abrieron jamás, al menos para cumplir su objetivo original.
En ese período de más de dos décadas, antes de que El Helicoide se convirtiera en la temida prisión que terminó siendo, el edificio se mantuvo cerrado, se intentó utilizar como refugio para damnificados, centro cultural e incluso en una sede ministerial. Todas fallaron.
No fue hasta 1982 en que se decidiría la función que hasta hoy cumple el recinto: el de cárcel bajo la tutela de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip), luego convertida por el chavismo en el Sebin.
De ahí en más, y especialmente con los primeros años de Nicolás Maduro en el poder, las denuncias por supuestas violaciones a los derechos humanos empezaron a esparcirse en el país.
En los pisos superiores del edificio no solo se ubica el Sebin, también comparten sede con la Policía Nacional Bolivariana (PNB). Los vejámenes habrían venido de la mano de ambas instituciones.
A historias como la de Víctor Navarro se sumaron otras como la de Joshua Holt, misionero estadounidense que viajó a Caracas a casarse, y lo logró. Pero no pasó mucho tiempo para que su felicidad se viera interrumpida por una redada en el departamento de la familia de su esposa. Lo acusaron de ser un “terrorista de la CIA” y lo mantuvieron encerrado durante dos años.
Allí, en una celda plagada de cucarachas que se le subían al cuerpo, en una batalla que ganaron por cansancio, denunció haber sufrido torturas físicas y psicológicas. El peor de los episodios llegó un día en que lo mandaron a ponerse de espaldas a una pared mientras le apuntaban con una pistola. Lo amenazaron, e incluso escuchó el disparo. Creyó que eran los últimos instantes de su vida, pero todo fue un engaño: eran balas de fogueo. Así lo relató a la prensa una vez que fue liberado en medio de un polémico intercambio de rehenes.
Hoy, la cárcel sigue abierta. Sin embargo, no existen nuevas denuncias de torturas en su interior. Estas se han movido hacia otros recintos, explicó Martha Tineo a La Tercera. “En la actualidad, esa cárcel no es de donde tenemos registro de los peores casos de tortura. Creo que ha ocurrido así porque fueron denunciados y documentados tantos horrores en la cárcel del Sebin, que no sé si hubo una suerte de intención de limpiar la imagen o de exonerar de responsabilidad a quienes son las máximas autoridades de ese centro de reclusión”.
Ejemplo de esa suerte de lavado de imagen la entregó el propio Nicolás Maduro, quien en julio de 2023 recibió como regalo una maqueta de la famosa prisión, todo retransmitido por televisión estatal durante un acto de promoción y ascenso de funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana.
Sus palabras no fueron otras que de loas: “Es una referencia moral”, dijo acerca de El Helicoide. “Les agradezco este regalo, este presente institucional que me dan, es muy significativo. Ahí está su sede nacional, ahí están sus distintas funciones. Lo recibo con mucho amor”, cerró.
En ese momento, se estimaba que unos 290 presos políticos engrosaban las filas del lugar, y el mayor salto en la población carcelaria se dio en 2014, cuando se acumularon hasta 12 presos por celdas. Como cabría esperar en un recinto que no fue planificado para funcionar como cárcel, no había ni letrinas ni acceso a agua, y junto a los presos políticos convivían presos comunes, líderes narcotraficantes, banqueros acusados por estafas o policías y militares disidentes al gobierno chavista.
Si bien Tineo asegura que en las actuales protestas “no hemos recibido documentación de torturas en esa cárcel”, distinto es en “otras sedes del Sebin, como la ubicada en Plaza Venezuela, que es aquella donde cayó del décimo piso Fernando Albán, exconcejal de Caracas que fue preso político”.
Ahora, “los peores reportes de tortura se reciben desde las sedes de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), o incluso de las casas clandestinas que están también en custodia o responsabilidad de la dirección de contrainteligencia militar”, añadió.
Complementa su postura Víctor Navarro, pero deja la puerta abierta a posibles casos. “Hasta ahora, no sé de ningún caso de tortura. Se ha dicho de manera extraoficial por el partido de Voluntad Popular que el activista político Freddy Superlano fue torturado, pero en muchos casos, después del 28 de julio, ninguna de las personas que han sido detenidas han salido de la cárcel, y recién sabes sobre torturas cuando las personas salen de la cárcel”.