80 años de Ringo Starr: Ritmo y carácter
Detenido en el tiempo y a la vez decidido a seguir en los escenarios, Ringo se mantiene único e irrepetible, la historia viva de un tipo al que lo fueron a buscar los mejores compositores pop del siglo XX para que pusiera ritmo y carácter a una banda llamada The Beatles.
UNO. Para la historia de la batería en la música popular, Ringo Starr puso las cosas en su sitio a comienzos de los 60. Antes que él había genios en tambores y platillos como Buddy Rich, un showman jurásico que simbolizaba gustos de adultos. En cambio Ringo era un veinteañero que a falta de técnica tenía otros trucos para captar la atención, siempre con estilo y encantador desplante. A diferencia de los bateristas de rock hasta ese entonces, meros acompañantes de estrellas solistas apenas visibles al fondo del escenario, su batería Ludwig iba en una tarima para realzar su presencia con el logo del grupo grande y visible en el bombo. Ringo estaba ahí con sus anillos dándole duro a la batería siempre sonriente y moviendo la cabeza, el motor de unas canciones destinadas a cambiar al mundo integrando un equipo formidable de igual a igual.
DOS. A Ringo lo fueron a buscar. Era una estrella por derecho propio en Liverpool y tenía la misma edad de John Lennon, en rigor tres meses mayor que el líder. Entró cuando las jerarquías del grupo ya estaban repartidas, ajeno a la competencia creativa de Lennon y McCartney y a la creciente frustración de George Harrison. Tal como sucedería años más tarde con el ingreso de Phil Collins a Genesis, Ringo no solo dio forma definitiva a la música de The Beatles, sino que su carácter se convirtió en la válvula para descomprimir las tensiones. John, Paul y George vacacionaban por separado, pero si querían a un beatle de compañía llamaban a Ringo. Cargado de ingenio y rapidez era garantía de risas. En esa legendaria primera conferencia de los fab four en el aeropuerto JFK de Nueva York en 1964, es Ringo quien desata las risotadas cuando imita los espasmos de Elvis Presley ante las comparaciones de un periodista. La broma marcaba también el primer recambio generacional del rock con los hijos burlándose del padre, junto con el inicio de la beatlemanía y la invasión británica.
TRES. El propio Ringo se ha encargado de subrayar sus limitaciones técnicas y las frases atolondradas en tambores por la condición de zurdo que usaba incomprensiblemente un set montado para diestro, aún cuando esa postura a trasmano se convirtió en rúbrica. Ringo batía con furia el hi hat en un movimiento replicado por capos como Stewart Copeland de The Police y Bun E. Carlos de Cheap Trick, dando soberana energía a las canciones del periodo de la beatlemanía como Can’t buy my love y She loves you. A la vez tenía un sentido minimalista de extraordinario gusto para adornar como sucede en In my life, las palmas y la nota justa que toca en el teclado para I’m looking through you, o dar con un beat de precisión extraordinaria, el loop envolvente y lisérgico en Tomorrow never knows. Si la composición daba espacio a redobles y fills lo ponía todo. El sonido, el sentido del tiempo y los pases de Rain -su interpretación favorita en la discografía de The Beatles- son magistrales. No competía con Lennon y McCartney pero estaba a la altura de los requerimientos. Paul escribió una de las mejores líneas de bajo de todos los tiempos en Come together y Ringo hizo lo propio urdiendo una endemoniada frase entre toms y hi hat que requiere pericia y touch. El sonido y pulso amortiguado de su batería en los últimos años del grupo fue la matriz del soft rock de los 70 desde The Carpenters hasta Electric Light Orchestra, mientras los propios ex beatles siguieron demandando sus servicios en los respectivos discos solistas perpetuando su estilo. En los 90 con el brit pop y más tarde el retrorock y artistas como Tame Impala, surgieron nuevas generaciones de bateristas inspirados en lo que Ringo Starr había hecho.
CUATRO. Aunque los registros digan que tuvo una auspiciosa partida como solista superando incluso a sus ex compañeros siempre en discos tempranamente nostálgicos y plagados de amigos famosos supliendo las carencias compositivas, pronto su discografía se convirtió en una anécdota. Sumergido por años en la parranda logró recuperarse al punto de lucir eternamente joven -parece un cincuentón sin panza con buen teñido-, hasta convertirse en una especie de museo viviente e itinerante con una banda de viejas estrellas del rock que se niegan terminantemente a la jubilación. Ringo Starr ha teñido su legado con los eslóganes del verano del amor de 1967, la misma época en que The Beatles llegó a su cúspide como fenómeno cultural de repercusiones mundiales con el lanzamiento de Sgt. Pepper’s lonely hearts club band. Reparte gestos de amor y paz a diestra y siniestra como un pontífice del rock aunque nunca ha mostrado mayor interés en la política hasta que manifestó apoyo al Brexit desconfiado del futuro de la Unión Europea. Detenido en el tiempo y a la vez decidido a seguir en los escenarios, Ringo se mantiene único e irrepetible, la historia viva de un tipo al que lo fueron a buscar los mejores compositores pop del siglo XX para que pusiera ritmo y carácter a una banda llamada The Beatles.
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