Amado Presidente

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Como en toda luna de miel, se destacarán mucho más las virtudes y se pasarán por alto los defectos. Pero es fundamental que estemos alertas y que la ciudadanía -racional, consciente y activa- ejerza su legítimo derecho a cuestionar y exigir a sus nuevos líderes el programa de gobierno comprometido o que se haga cargo de los problemas urgentes de la sociedad.



Por Cristián Valenzuela, abogado

Es bueno no idealizar a nadie y en eso por cierto me incluyo”, afirmó el presidente electo, Gabriel Boric, hace algunas semanas. Sin embargo, por parte de la mayoría de los medios de comunicación, hemos visto exactamente lo contrario. Se dice que la labor de la prensa es incomodar al poder, pero es difícil lograrlo si el foco de las noticias se concentra en el perro y el gato presidencial; en las pausas culturales de la primera pareja; o si los cuchuflíes regalados a la prensa estaban rellenos o no de manjar.

Sería injusto culpar a Boric de esto, cuando precisamente ha declarado su interés en que ocurra lo contrario. Pero ha trascendido el interés de su equipo de transmitir cercanía del nuevo gobierno con las personas y eso se refleja en la llamada “Moneda chica”, que se ha transformado en un lugar de peregrinación para los fieles del nuevo presidente. Asimismo, se ha buscado cultivar un bajo perfil, no entrando en polémicas innecesarias ni en la contingencia dura del día a día. No por nada escogió un medio regional e independiente, afín a su candidatura, para dar su primera entrevista y donde las preguntas más complejas incluían la descripción de que Boric había sido el candidato de la esperanza. Seguramente se sintió muy incómodo con ese halago.

Es razonable que luego de una amplia victoria electoral, el pueblo y los medios de comunicación se enamoren del presidente (salvo que sea de derecha). Como en toda luna de miel, se destacarán mucho más las virtudes y se pasarán por alto los defectos. Pero es fundamental que estemos alertas y que la ciudadanía -racional, consciente y activa- ejerza su legítimo derecho a cuestionar y exigir a sus nuevos líderes el programa de gobierno comprometido o que se haga cargo de los problemas urgentes de la sociedad.

El camino al populismo y al totalitarismo está plagado de buenas intenciones, y en cualquier minuto, lo que parecía un romance inocente de verano, se puede convertir en una relación tóxica y muy dañina para la democracia. La entronización de Gabriel Boric sería un grave error para Chile, y transformar su figura en un objeto de adoración y veneración, una campanada de alerta para nuestra cada vez más frágil democracia.

Un rol fundamental lo tienen que cumplir los medios de comunicación y las personas que trabajan en ellos. Más allá de sus preferencias particulares, los periodistas y editores deben hacer un esfuerzo mayúsculo para dar garantías de objetividad en su reporteo y evitar los sesgos exagerados al transmitir información u opinión. Ojalá que se multipliquen los columnistas dispuestos a ejercer un juicio crítico de la administración Boric y no continúen aquellos que llevan años congraciándose con él. Ojalá, también, que los matinales renueven sus elencos para admitir diversidad de miradas y no sigan liderados exclusivamente por aquellos que públicamente han manifestado su fascinación por el presidente electo.

Como afirmó alguna vez a sus camaradas Nikita Jrushchov, “debemos abolir el culto a la personalidad en forma absoluta y definitiva; debemos llegar a conclusiones correctas tanto en el campo ideológico y teórico, como en el campo del trabajo práctico”, cuestionando el intento de Stalin de pervertir la máxima marxista de que la historia la crean los pueblos por una orientada exclusivamente en la adoración de su figura. Esperamos que el camarada Boric y su entorno no caigan en la tentación de seguir alimentando el culto a su figura y que los medios de comunicación no se hagan cómplices de ese esfuerzo. Solo así podremos juzgar correctamente el gobierno de Gabriel Boric: a través de sus hechos y acciones, y no según el número de estatuas y homenajes en vida que reciba.

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