Chayanne: El Incondicional
Con Chayanne el tiempo se relativiza. Tiene 50 años pero a cierta distancia no parece muy distinto del muchacho que la rompía en 1988 en el festival de Viña cantando Fiesta en América.
La Paty vivía en una toma en un cerro de Valparaíso y lo único que la sacaba de la batalla diaria por construir su casa en un terreno sin urbanizar eran las canciones de Chayanne. Su argumento para definir al astro puertorriqueño era sencillo y rotundo. "Es tan rico". La Paty decía aquello hace más de 20 años en el puerto y anoche esa línea se repetía una y otra vez entre la asistencia dominada absolutamente por mujeres que colmó el Movistar Arena en la primera de cinco fechas repartidas hasta el próximo viernes, más un par de shows en regiones.
Chayanne dice que ha contado los días desde su última residencia en Santiago hace tres años y luego despacha la sentencia característica de sus presentaciones que bien podría rotular su lápida: "ustedes mandan y yo obedezco".
Con Chayanne el tiempo se relativiza. Tiene 50 años pero a cierta distancia no parece muy distinto del muchacho que la rompía en 1988 en el festival de Viña cantando Fiesta en América. Su público ha envejecido pero por 90 minutos la gran mayoría se siente de regreso en el colegio, en tardes de casets y cedés, seguidas por noches de fiesta cantando, bailando y enamorándose con sus incontables éxitos. Este espectáculo se dedica exclusivamente a repasar un cancionero tan abultado y reconocido que puede dejar fuera unos cuantos clásicos de sus primeros años como Para tenerte otra vez, y su sorprendente versión de I'll find my way home de Jon and Vangelis.
Las mujeres gritan ante esa estampa de chico que protagoniza despedidas de solteras con una sonrisa permanente, picarona y sincera más los característicos pasos de baile que arrancaron desde el primer minuto con Torero. Su montaje tampoco ha variado mucho en la última década. Junto a su compatriota Ricky Martin, Chayanne fue una de las primeras estrellas latinas en usar pantallas led y su escenografía se basa en ese recurso, irradiando imágenes, luces y tonalidades. El guión también traza una oscilación constante entre canciones bailables apoyadas por un energético cuerpo coreográfico y power ballads de la escuela Bon Jovi, que son el único registro revelador de su edad y la manera en que entiende la música según los parámetros de los 80. Mientras las nuevas figuras se refugian en escasos músicos gatillando bases programadas y percusiones, Chayanne aún se acompaña de una banda donde la guitarra eléctrica -ese instrumento prácticamente desterrado del pop juvenil dominante- es uno de los pilares en la composición e interpretación.
Continuó una andanada de hits como Humanos a Marte donde se quitó la chaqueta para demostrar que el gimnasio y la buena dieta son tan importantes como sus canciones; Dejaría todo, que provocó los primeros suspiros y el karaoke total para corear los versos -"mi credo, mi pasado, mi religión"-, seguida de Centro de mi corazón con otra línea memorable: "el blanco más perfecto de mi perdición". Chayanne recibe peluches, habla de lo feliz que se siente por volver y sigue con Qué me has hecho, un corte bailable aderezado de modernidad. El ritmo siguió con las imbatibles Madre Tierra y Boom boom, para volver al romance con Un siglo sin tí, otro clásico donde Chayanne se las arregla como solo él sabe para poner sabrosura a los pasos de baile de una canción lenta.
Luego hizo tándem entre Fiesta y Palo bonito para bajar a la cancha y sacarse selfies con las fans como candidato en campaña. Continuó otro viejo éxito como Tiempo de vals. De ahí set acústico para agrupar más sencillos eternos como Tu pirata soy yo y Sentada aquí en mi alma.
Perdió algo del ambiente conquistado con unos agradecimientos que por poco no incluyen el listado de guardias, así de larga la nómina de quienes le permiten llevar su gira por América Latina y Estados Unidos. Tampoco surtió mayor efecto su pálido intento de reggaetón con Choka Choka, el único momento de la noche en que el público se manifestó indiferente.
La efervescencia con Chayanne no es exactamente la misma porque aquellas chicas de ayer hoy son madres y abuelas que rejuvenecen por un rato ante una estrella eterna y siempre insoslayable como uno de los más grandes de la canción latina de todos los tiempos, suscrito al amor y la fiesta incondicional.
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