Columna de Cristián Valenzuela: Solo un idiota vota Rechazo, de nuevo
A 11 días del plebiscito de salida, es evidente que el proceso fracasó y que la Convención, lejos de unir a los chilenos y elaborar una buena propuesta, redactó un texto malo que según las encuestas estaría rechazando la mayoría de los chilenos. Los idiotas que rechazamos desde un comienzo advertimos que esa Convención no sería un encuentro entre mentes brillantes y representativas, sino un escenario de venganza, resentimiento y pretendida superioridad moral.
Hace dos años, el 80% de los chilenos que participaron en el plebiscito de entrada votaron Apruebo y solo unos pocos, como yo, fuimos los idiotas que votaron Rechazo. La mayoría de los artistas, humoristas y futbolistas; partidos políticos y candidatos presidenciales; personas del norte y del sur, de izquierda y de derecha; se unieron para confiar en el proceso constituyente y depositar toda su fe en la Convención y la llamada nueva Constitución. Ahora, a 11 días del plebiscito de salida, es evidente que el proceso fracasó y que la Convención, lejos de unir a los chilenos y elaborar una buena propuesta, redactó un texto malo que según las encuestas estarían rechazando la mayoría de los chilenos.
Los idiotas que rechazamos desde un comienzo advertimos que esa Convención no sería un encuentro entre mentes brillantes y representativas, sino un escenario de venganza, resentimiento y pretendida superioridad moral. También, desde la idiotez, proyectamos que serían dos años de una severa crisis económica y de seguridad, aumentada por la incertidumbre jurídica para invertir y la inestabilidad política para progresar, que no serían resueltos por un proceso ilegítimo en su origen e injustificado por su desconexión con la realidad social.
¿Por qué ocurrió esto? Porque este proceso nació del chantaje de la violencia extrema que recorrió el país en octubre y noviembre de 2019, sumado a la falta de coraje de nuestras autoridades para enfrentar a quienes, activa o pasivamente, estuvieron dispuestos a ver arder al país con tal de conseguir sus objetivos políticos e ideológicos. El desastre no solo era previsible, sino que esperable, incluso para un idiota.
Hoy son muchos más los idiotas que se suman al Rechazo y que, bajo diversas denominaciones, encauzan su energía para evitar aprobar un texto que le haría un enorme daño a Chile. Hay quienes lo hacen para volver a reiniciar el proceso y seguir prolongando la agonía constituyente por un par de años más; algunos, en el otro extremo, creen que con un triunfo del Rechazo se vuelve al 17 de octubre de 2019, como si nada hubiese pasado en el intertanto. Unos y otros, amarillos o colorados, conforman una coalición bastante atípica que, fruto de las circunstancias, ha roto los cánones políticos tradicionales y le ha dado consistencia y viabilidad al milagro que constituiría un triunfo del Rechazo el próximo 4 de septiembre.
Pero a no confiarse. No hay que olvidar que la izquierda no solo arrasó en las últimas tres elecciones, sino que además trapeó con el gobierno de Sebastián Piñera. La marea ideológica, mediática y aparentemente social que les permitió farrearse el proceso constituyente y situar a un inexperto e incompetente como Gabriel Boric en la Presidencia de la República, es un trabajo de muchos años que no se supera de la noche a la mañana. Por lo mismo, los 11 días que quedan son determinantes para alcanzar este milagro y eso requiere el compromiso, la movilización y el voto de millones de chilenos que se sienten defraudados y hastiados de la hegemonía de la ultraizquierda.
Pero lo que más se requiere es generosidad y altura de miras de aquí al plebiscito y en los desafíos que vengan después de ella. Ni los idiotas de entonces, ni los idiotas de ahora tenemos la receta perfecta para ganar esta elección, ni menos, para definir como debe continuar este proceso. Lo más relevante es como, desde cada una de nuestras posiciones, ponemos a Chile por delante y hacemos todo lo posible por salvar a nuestro país de una propuesta que efectivamente le hace mucho daño y de un proceso revolucionario que seguirá en curso, pase lo que pase el 4 de septiembre.