Columna de Faride Zerán: A propósito de falsedades, mentiras y campañas que pretenden romperlo todo
Por Faride Zerán, Presidenta del Consejo Nacional de Televisión.
“No permitas que la verdad te arruine una buena historia” es una de las frases que a veces comentamos críticamente con los estudiantes de periodismo cuando hablamos de la dimensión ética de la profesión y de su compromiso con la libertad de expresión y la democracia. Una profesión cuya misión es permanentemente desafiada no sólo en tiempos de dictadura, cuando los montajes periodísticos transitaban fluidamente desde los cuarteles de inteligencia hasta las redacciones de algunos diarios, sino también en democracia, cuando se viven tiempos de cambios y polarización, y entonces arrecian no sólo la desinformación como instrumento de campaña, sino también la descalificación, la desacreditación y otras estrategias que interpelan nuestro quehacer.
Hace unos días, en la edición dominical de La Tercera, un columnista me aludía directamente en un texto titulado “Romperlo todo”, al asumirme dispuesta a utilizar al CNTV “como plataforma de matonaje contra periodistas que hagan comentarios incómodos sobre el Apruebo”. Días después el medio de la competencia, bajo el título “Falsedades, mentiras y campañas”, editorializaba advirtiendo sobre la respuesta “inquietante” del CNTV al acoger con prontitud “denuncias formuladas contra una periodista”, de lo que a juicio del diario “parece desprenderse una pretensión de erigirse en una suerte de comisario de la verdad, lo que no le corresponde a esa entidad ni a ninguna otra”.
No puedo dudar que tanto el columnista como el editorialista son personas bien informadas, que saben que el CNTV no es un organismo censor que persiga a las personas naturales, sean o no periodistas, por los errores, omisiones o falsedades que digan en pantalla, sino que su misión es velar por el correcto funcionamiento de los servicios de televisión, por lo que le corresponde fiscalizar y sancionar a los canales cuando en su programación no se respeta la democracia, la paz, el pluralismo, la niñez, la dignidad, la igualdad de derechos y los derechos fundamentales. Es decir, no fiscaliza a personas sino a los programas que emiten los canales, y sólo tiene atribuciones cuando la materia de desinformación que se muestra en pantalla “afecta el correcto funcionamiento de los servicios de televisión”.
Tampoco puedo dudar de que ambos paladines de la libertad de expresión desconozcan que este organismo, que tiene más de medio siglo de existencia, no tiene facultades para fiscalizar o sancionar, por ejemplo, las mentiras o desinformaciones que se viertan en la franja electoral.
Menos se podría pensar que los mencionados columnistas desconocen que el Departamento de Fiscalización, encargado de recibir las denuncias que la ciudadanía efectúa, ya sea a través de redes o de manera presencial (por ello el Twitter oficial del CNTV tiene el mismo contenido para todos los casos y no reviste excepcionalidad en el tema de la periodista de Canal 13 aludida, como algunos pretenden), se encarga de que dichas denuncias sigan un protocolo establecido por años: si son acogidas las presenta ante el Consejo del CNTV integrado por 10 personas de diferentes sensibilidades políticas más su presidenta, quien concurre con un voto al igual que el resto, para analizar y definir si procede o no formular cargos contra el canal y, posteriormente, oídos los descargos, determinar si es procedente la sanción.
En síntesis, se esperaría que al momento de emitir una opinión quienes acceden a espacios importantes en los medios de comunicación lo hagan cumpliendo estándares mínimos de seriedad y veracidad que permitan sostener las suspicacias y descalificaciones que transmiten sin contrapesos. De lo contario podemos pensar que, haciéndose parte de la campaña de desinformación que hoy envuelve el debate constitucional ad portas del plebiscito, de manera maliciosa intentan desacreditar a quienes hemos alertado contra los peligros de la desinformación y defendido la libertad de expresión ayer y hoy, pese al silencio y muchas veces complicidad de los que ahora se levantan como sus paladines.
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