Columna de Jorge Fábrega: Cuando el juego se hace verdadero

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Elecciones.

Hoy, la capacidad de la clase política de reencauzar la institucionalidad y salvar la estantería depende de la voluntad que tenga la derecha chilena, hay que ser escépticos, de no caer en la tentación de proponer un conjunto de reglas constitucionales que representen fielmente su visión del mundo y se abran a aprobar otras aceptables para quienes piensan distinto.



El proceso de polarización del Chile contemporáneo sigue su curso. El primer efecto importante de esta dinámica es que cada vez se hace más difícil llegar a acuerdos en temas de largo plazo (pensiones, tributos, etc.). Los primeros signos los registramos a mediados de la década del 2000 y desde entonces sistemáticamente su crecimiento ha ido vaciando lenta pero inexorablemente de representación política a posiciones negociadoras. Como resultado, los temas de interés público no se resuelven en sede política y terminan en sede judicial o en leyes cortas para resolver la urgencia sin tener que entrar a lo importante.

El segundo efecto es que la parálisis termina hastiando a la población. No es que éste sea un día de izquierda y al siguiente de derecha, lo que pasa es que simplemente no quiere más y le va diciendo que no sistemáticamente a quien ostenta poder y cada vez con más rabia. Lo hizo con Bachelet I, con Piñera I, con Bachelet II y Piñera II. Luego le dijo que no a todo el establishment político y llevó a una segunda vuelta presidencial a dos candidatos que venían por fuera (Boric y Kast). Tras eso, le dijo que no nuevamente a la clase política eligiendo independientes para escribir una Constitución y luego le dijo que no a la Constitución que estos propusieron. Ayer, nuevamente le dijo que no a todos ellos y puso a la cabeza del nuevo proceso a quienes desde el inicio plantearon que lo creían innecesario.

El tercer y último efecto central de la polarización es que, fieles a su instinto de poder, la clase política es la que empieza a horadar mediante sofisticadas técnicas legislativas las bases de la institucionalidad que los agrupa y empieza a coquetear con ideas populares, pero escasamente responsables. Y así, alejado de las preocupaciones cotidianas de la población, la legitimidad del marco institucional agoniza. Inexorablemente.

Hoy, la capacidad de la clase política de reencauzar la institucionalidad y salvar la estantería depende de la voluntad que tenga la derecha chilena, hay que ser escépticos, de no caer en la tentación de proponer un conjunto de reglas constitucionales que representen fielmente su visión del mundo y se abran a aprobar otras aceptables para quienes piensan distinto. Dentro del nuevo Consejo Constitucional eso es poco probable. La persona más a la derecha dentro de la izquierda, de acuerdo a nuestro análisis del Match Constituyente, es un independiente en cupo de Revolución Democrática. Para que dentro del Consejo Constitucional se solucione el entuerto, el texto final tendría que ser aprobable para alguien de su sensibilidad. Poco probable.

¿Qué otra alternativa hay? Curiosamente, con este resultado electoral, el Comité de Expertos adquiere un nuevo rol. Particularmente aquellos que representan cosmovisiones que sí están representadas en el Parlamento, pero no lograron entrar al Consejo Constitucional. ¿Podrán ellos tender puentes? Poco probable, pero no imposible.

El último cartucho de la clase política ya está sobre la mesa. El juego se ha tornado verdadero ¿Bienvenidos al laberinto eterno de fuego?

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