Columna de Pablo Ortúzar: Los dos cuerpos del Presidente
1. La izquierda triunfó vestida de centroizquierda y hablando en el registro de la república. El Gabriel Boric de primera vuelta bien podría haber tenido un duro debate con el de la segunda. La gran pregunta ahora es si gobernará el primero o el segundo Boric. La respuesta no la tuvimos en el primer discurso del presidente electo, que fue ambiguo, una mezcla de los dos espíritus. La tendremos cuando se nombre al primer gabinete.
2. El impulso político de Kast, como propuesta de reacción anticomunista, se nutría del radicalismo octubrista. Al moderarse Boric y esconder al Partido Comunista durante la segunda vuelta, Kast pierde ímpetu. No había un proyecto de país más allá de la restauración, y nadie ha logrado -en las últimas elecciones- un triunfo de la continuidad sobre el cambio. Las mayorías quieren cambio, pero con responsabilidad: al moderarse Boric, conquistó su voto.
3. Se confirma que una candidatura de centroderecha habría sido más competitiva que una de derecha en la segunda vuelta. Pero la centroderecha está destruida: el segundo mandato de Sebastián Piñera arrasó con ella, y Sebastián Sichel no tiene el calado para revivirla.
4. La destrucción piñerista de la centroderecha se produce porque éste usa las banderas de la reforma social orientada a consolidar la clase media en su campaña contra Guillier, pero luego es incapaz de convertir esa agenda en algo sustantivo. Al ganar ampliamente en segunda vuelta, forma un primer gabinete de amigos de perfil radicalmente “neoliberal” en vez de reformista. El resultado fue un desplome político previo al estallido social, cuyo mal manejo generó una escalada que termina con la derecha rindiendo la Constitución. La pandemia, políticamente, salvó a la administración de Piñera, quien es ducho en el manejo de las cosas (reconstrucción, mineros, covid), pero no de las personas.
5. Sebastián Sichel replicó los ejes de la centroderecha piñerista: reformismo social dudoso mezclado con liberalismo “valórico”. Neoliberalismo con rostro de arcoíris. Eso sumado a su prescindencia total respecto a los partidos sepultó no sólo su candidatura, sino su liderazgo.
6. La centroderecha del futuro, para reconstruirse, debe saber que lo que la hace de centro es el reformismo social y no el liberalismo “valórico”. El “centro abajo”, por usar el concepto de Juan Pablo Luna. El centro no es la ideología progresista: son las necesidades vitales de las mayorías. Evópoli, si quiere sobrevivir, deberá reformularse hacia su “alma” social.
7. El perfil que adopte la oposición de derecha al gobierno de Gabriel Boric dependerá de si Gobierna el Boric de primera vuelta o el de segunda, así como de la actitud de la Convención Constitucional. Un retorno al octubrismo del primero reforzado por la apuesta por una Constitución de izquierda de los segundos sólo podría ser combatida por una oposición de derecha dura. Y sería una batalla de tierra arrasada: habría que debilitar lo más posible al gobierno para tratar de convertir su desaprobación en rechazo. José Antonio Kast sería el líder natural de esa lucha, esperando un movimiento pendular de las preferencias.
8. Si gobierna el Boric de segunda vuelta, y arrastra a la Convención hacia allá, una oposición de derecha dura no sería la mejor opción. Al contrario, esto daría margen para una centroderecha que se construyera desde los acuerdos en materia de reforma social con el gobierno y que pudiera convocar a un apruebo cerrado al proyecto constitucional. Una izquierda moderada y reformista podría conquistar, con mayor facilidad y de mejor manera, la consolidación del Estado social como horizonte de consenso político transversal.
9. Como sea, si la Convención Constitucional no se modera políticamente, la escalada a los extremos seguirá, y se apostará por hacer oposición desde una pedagogía del hambre en vez de por un reformismo responsable.
10. El gobierno de Gabriel Boric, si opta por el radicalismo octubrista, tendrá como contrapeso sólo al Congreso, pues la Convención se le sumaría alegremente. Pero tiene en contra un escenario económico oscuro y complejo, además de la crisis migratoria y de seguridad interior, todo lo cual podría volverse insufrible en un contexto de combate elitista de tierra arrasada.
11. Chile es hoy sacudido por un nuevo espíritu: el de una clase media más calificada, configurada en el mundo del consumo, y de sentimiento profundamente democrático. El futuro del país estará marcado por sus virtudes y defectos, que todavía no terminamos de descubrir. Lo único claro es que la polarización de las élites no ha logrado interpretar ese espíritu. Y también que el Gabriel Boric de segunda vuelta, con su reformismo peinado, se acercó mucho más a ese objetivo.