Dino Gordillo: La decadencia de un comediante
El domingo por la noche, mientras Felipe Avello recibía la Gaviota de Plata ante una ovación del público que gritaba por ese premio, dijo que quería ganársela así, y "no como otros colegas que se victimizan: 'Mi mamá, que tiene diabetis' (sic), y le dan los premios".
Avello es un genio, porque anticipó lo que sucedería anoche. Dino Gordillo siguió al pie de la letra el manual del comediante que, ante su nulo profesionalismo para entregar una rutina que cumpliera con el mínimo estándar, optó por ponerse a llorar, por sacar a relucir que estaba de cumpleaños, por decir que él también era de la tercera edad –como parte del público que fue a Raphael- y fue más lejos que ninguno: llamó a su pareja al escenario y le pidió matrimonio, montando un show francamente vergonzoso, probablemente de lo más kitsch que se haya visto en televisión.
Gordillo, quien se compara con "los grandes del humor" y parte mencionando a Coco Legrand, aunque en rigor él nunca ha integrado ese club, tuvo su época dorada en los años 90 con chistes machistas, homofóbicos y que se burlaban de la gente con algún tipo de discapacidad. El tiempo avanzó, pero él parece haberse quedado momificado, quejándose de que "ya no se pueden hacer chistes de nada".
El problema no está ahí, sino en la forma en que se hace y, en su caso, en su incapacidad para reinventarse (o tal vez solo sea flojera de intentarlo). Incluso Raphael, con quien Gordillo se comparó como otro artista que "lleva años haciendo lo mismo y nadie le dice nada", fue capaz de mostrar un show diferente a otros que ha dado en Viña, con una orquesta sinfónica que le dio nuevos bríos a su repertorio.
No. Dino Gordillo no es como Raphael. Él tuvo la patudez de plantarse en el evento televisado más visto de Chile con una rutina aburrida y repetida (chistes como el de la avispa y el obispo o el de los clavos González tienen un par de décadas, por lo bajo, y él no se arrugó para volver a decirlos), donde la mujer es "la hueona" y que solo está preocupada de gastarle la plata al marido, incluyendo un chiste sobre una violación, otro de acoso sexual y de mujeres "que salen hasta en el calendario del motel".
Machismo puro y sin disimulo que, por cierto, fue recibido con risas por el público que fue ayer a la Quinta Vergara. En 2011, la gente que asistió celebró las rutinas homofóbicas de Mauricio Flores y Óscar Gangas que luego tuvieron la multa más alta que ha dado alguna vez el Consejo Nacional de Televisión. En ese momento Chilevisión, canal organizador del evento, dijo haber aprendido una lección y que renovaría el humor. Y así fue.
Acá las culpas son compartidas. De Dino Gordillo, por apelar a dar pena –y vaya que lo logró- con tal de salir airoso de su última vez en el Festival de Viña. Pero también hay responsabilidad en los organizadores del certamen 2019, de TVN y Canal 13, por bajar el nivel del humor en ese escenario, por poner frente a cámaras a un comediante que les mostró esa flojísima rutina hace un tiempo y se la aprobaron para que la mostrara anoche. Y el problema no son los humoristas de la vieja escuela: Coco Legrand mantiene intacta su vigencia con el espectáculo Viejos de mierda, demostrando que la edad no es impedimento para ser gracioso y, sobre todo, digno ante una audiencia. No era necesario televisar en vivo y en directo la penosa decadencia de Dino Gordillo.
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