El otoño de Boric
Nos prometieron una primavera fabulosa llena de árboles frondosos de expectativas sociales satisfechas, pero nos entregaron un otoño amargo, con árboles raquíticos y frustraciones ciudadanas muy complejas. Aún quedan 201 semanas de gobierno. Todavía es posible que el Presidente salga de la burbuja entre Yungay y Moneda y enmiende el rumbo (...)
“Despegamos con turbulencias”, afirmó hace algunas semanas el Presidente Boric al evaluar su primer mes al mando del país. Pero más que turbulencias, que son alborotos o perturbaciones transitorias, el devenir de este gobierno se asemeja más a un avión que va en caída libre, un barco que se está hundiendo o, según la simbología frenteamplista, un árbol perdiendo sus hojas.
¿Cómo se explica este desplome que, en apenas cinco semanas, ha permitido que la desaprobación supere a la aprobación, las coaliciones parlamentarias se dividan y que el Ejecutivo no tenga control de la agenda?
Primero, la falta absoluta de liderazgo y redes del comité político: un Presidente fantasma, que habla muy poco, con apariciones públicas mínimas y ausente de varios temas relevantes; una ministra del Interior que en cada viaje, audiencia o vocería comete errores, cuyo rol de jefe político de gobierno es inexistente y que hace dos semanas está bajo intervención comunicacional; un ministro de la Presidencia que tiene pésimas relaciones con el Congreso y que, en su primer verdadero test de lealtad legislativa, apenas consigue 33 votos de las coaliciones que respaldan al gobierno.
Segundo, una desconexión absoluta con la realidad que viven los chilenos. Luego de cuatro semanas de gobierno (y varios meses desde la elección), la primera propuesta concreta que se presentó fue el Plan Chile Apoya, un refrito de medidas económicas y sociales que apenas superan los 3 mil millones de dólares para este año (lo mismo que se entregaba en IFE mensualmente en el gobierno pasado) y que incluye cuestionables bonos para artistas o reasignaciones presupuestarias recién para el segundo semestre. Por lo mismo, como muestran los estudios de opinión, la mayoría de los que aprueban la gestión del gobierno son los jóvenes del sector socioeconómico alto y que no viven ni sufren con la inflación, el alza de los precios y la restricción de los créditos de consumo e hipotecarios.
Tercero, la falta de compromiso y lealtad de las coaliciones políticas que apoyan al gobierno en el Congreso. Gobernar no es solo repartirse los cargos y conseguir pitutos laborales para amigos y parientes. Gobernar también es apoyar al gobierno en los momentos de éxito, pero especialmente, en las horas más complejas. Lo que prometió ser una innovación –el gobernar con dos coaliciones– terminó siendo un chascarro más en el accidentado despegue del gobierno.
Básicamente, nos prometieron una primavera fabulosa llena de árboles frondosos de expectativas sociales satisfechas, pero nos entregaron un otoño amargo, con árboles raquíticos y frustraciones ciudadanas muy complejas. Aún quedan 201 semanas de gobierno. Todavía es posible que el Presidente salga de la burbuja entre Yungay y Moneda y enmiende el rumbo, materializando los cambios a su equipo y el reordenamiento de las prioridades que su fracasado gobierno requiere. Salvo el ministro Marcel, con su reconocida capacidad técnica, y la ministra Vallejo, con su excepcional despliegue comunicacional y político, el comité político es hoy una carga enorme para el gobierno. Además, urge un llamado de atención al resto de los ministros que más parecen observadores de un triste espectáculo que protagonistas de un gobierno en ejercicio.
De lo contrario, del otoño pasaremos rápidamente al invierno y con una economía en el suelo y la agitación política y social creciente, puede que nunca llegue la anhelada primavera.