El Practicante
Objetivamente, el Presidente Gabriel Boric postula a convertirse en el peor Presidente de los últimos 32 años. Ningún otro Presidente -o Presidenta para las feministas más sensibles- había logrado en su primer mes de gobierno bajar el umbral de 45% de aprobación ni subir tan rápidamente el nivel de desaprobación.
Piñera (2018) y Bachelet (2014) recién alcanzarían esa cifra en el mes de agosto de su primer año de mandato; Piñera (2010) al año siguiente y Bachelet (2006), lo alcanzaría en junio de su primer año. Ni hablar de Aylwin, Frei o Lagos, que estaban mucho mejor que posicionados que Boric a la misma fecha.
Lo curioso es que al Presidente parece no importarle. En medio de una crisis de seguridad gigantesca (atentados terroristas, delincuencia y narcotráfico desatados, violencia y vandalismo creciente); una crisis económica que está golpeando duramente a las familias más vulnerables y a los emprendedores del país; y una crisis política incipiente, con un comité político ausente y una vicepresidenta que comete errores cada vez que habla; Gabriel Boric decidió irse de viaje y visitar a su amigo Alberto Fernández.
En 25 días, el gobierno de Boric apenas ha presentado un solo proyecto de ley (de artículo único) y un tratado internacional (de artículo único); aún no nombra a 24 de los 307 seremis que tiene que designar (85 de los cuales son premios de consuelo para candidatos derrotados en elecciones recientes y varios otros que ya empiezan a renunciar); tampoco ha designado a embajadores en países clave como Estados Unidos, China o Perú, o a jefes de servicios indispensables para el Estado y varios miembros de directorios de empresas públicas. Ni hablar de agendas de reactivación económica, de recuperación de la seguridad pública o de propuestas para frenar la migración ilegal que afecta el norte del país.
Un panorama que denota un gobierno amateur, paralizado por las circunstancias e incapaz de cumplir con las promesas y expectativas que se entregaron durante la campaña. “No podemos en tres semanas resolver problemas que se arrastran durante décadas”, dijo la ministra Camila Vallejo para excusarse de la fallida gestión. La misma autoridad que hace sólo cuatro años, cuando era diputada, le exigía al Ministro de Educación “caminar y mascar chicle”, para apurarse en explicaciones y detalles de los avances de la agenda educacional, apenas iniciado el gobierno de Piñera.
¿Y el Presidente? En Buenos Aires, reunido con los viejos cracks de la Universidad Católica, visitando librerías famosas o bromeando con Alberto sobre el intercambio de regalos entre Brownie y Dylan, los perros presidenciales.
¿Qué hicieron en el equipo del presidente electo durante los tres meses de interregno entre la elección y el cambio de mando? ¿Hay prioridades, proyectos y agendas para enfrentar los duros desafíos que enfrenta Chile? ¿Acaso la “Moneda chica” fue solo un lugar de veneración a la figura presidencial y no de trabajo intenso como nos prometían?
Los chilenos no merecen seguir gobernados por un estudiante en práctica ni por un gabinete de pasantes que viene a probar suerte en el sector público. Las urgencias sociales de Chile requieren de un Presidente que deje de lado la pirotecnia comunicacional y empiece a cumplir con el mandato constitucional que prometió al asumir. Más seguridad pública, jurídica y económica; mejor gestión de gobierno y coherencia institucional; responsabilidad y, por sobre todo, humildad al gobernar. Chile necesita un Presidente, no un practicante, y es hora de que nuestro mandatario asuma en propiedad un cargo que le está quedando grande.
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